Estos personajes no me pertenecen, son propiedad de Kurumada.

De nuevo yooo! Sacando a la luz estos fics que nacieron en mi larga ausencia, espero les guste y me alegra saber que están por ahí siempre leyendo mis locuras, un mega abrazo ¡!

Londres, mayo 1823…

Descansaba con sus alas invisibles sobre el edificio más alto, desde ahí, con su afilada vista puede verla caminar. La ha seguido desde días atrás, ha memorizado su perfume, el timbre de su voz en tan distinguible del resto de la humanidad que la rodea. Sonríe, y sus colmillos brillan a la luz de la luna, está sediento, podría gruñir de placer de solo imaginarse las mil y una formas de beberle su sangre, pero prefiere ser cauteloso, rápido, de mente fría... no puede fallar, porque cuando un vampiro ha escogido su presa, nada, ni nadie puede evitar que la cambie.

Abre sus brazos, se pone de pie y acomoda ese sombrero de copa que cubre sus rizos rojos antes de lanzarse de picada hasta el suelo duro y áspero, levantando una nube de polvo, la misma que bajo el faro de fuego lo hace lucir fantasmal, se sacude la gabardina negra que lo cubre, y saca un par de guantes negros, esos que usa solo en momentos especiales, y este es uno de esos, mide, calcula, saborea en el aire la agitación de su víctima, y camina, jamás correría, de todas formas, desde que él la ha escogido, ella no tiene a donde ir, no puede esconderse...

—Mente fría...—se dice a unos pasos de ella, a unos centímetros de su olor a rosas, a unas milésimas de que su cabello le haga cosquillas en las mejillas, a una vuelta de girarla y hundirse en su pálido cuello, de enredarla entre sus brazos y brindarle el cálido beso de la muerte. Pero fracasa de nuevo, de nuevo la deja ir, frunce el ceño con disgusto, da media vuelta y gruñe golpeando una pared—Imposible—se repite mil veces—un vampiro... no puede sentir lastima no... — la necesitaba, necesitaba probar que era uno de ellos, deseaba dejar de ser señalado como el devorador de ratas, como el asesino de perros, una prueba que para él era difícil de pasar— no puedo hacerlo…

Un simple comienzo…

Entró como todas las noches en las que no había podido cazar a aquella mujer, en silencio, con su cabeza baja, tratando de pasar desapercibido por aquellos que como él vivían entre las sombras, ocultos en el castillo que alguna vez, más de cien años atrás le había pertenecido a su familia, se apartó el sombrero que cubría su cabeza y apresuró su paso hasta su habitación, no sin antes ser detenido por unas manos delgadas en su antebrazo.

—Lugonis…—murmuró la joven que lo había interceptado aun entre la oscuridad.

—Eri…

Ambos vampiros se quedaron en silencio durante un segundo, o bien pudo haber sido una eternidad, pues para ellos el tiempo es algo efímero, algo que no les causa dolor o angustia mucho menos alguna preocupación.

—Ellos han partido…—la joven rubia frunció con congoja el ceño ante la mirada del pelirrojo luego de hablarle— se han marchado porque Amor… Amor dijo que tú has seguido una mortal durante algún tiempo y no has podido darle fin… tienen miedo que ella y tu…

Lugonis aparto el brazo de la joven con fuerza sin dejarla terminar y se giró comenzando a caminar de nuevo hacia la salida, sabía lo que eso significaba, Cardinale terminaría el trabajo que en realidad el ni siquiera había podido comenzar o no había querido comenzar, no espero que aquella joven lo siguiera, tampoco le importo si lo había hecho, simplemente corrió, podría decirse que inmediatamente voló y desapareció entre la niebla mientras su inerte corazón daba un vuelco imaginando lo peor.

Eri suspiró, se aferró a una de las columnas para verlo partir, deseaba seguirlo, deseaba ayudarle, pero su hermano Cardinale le daría fin a su milenaria vida si se aparecía con quien ellos desde hace poco consideraban un traidor, se tapó sus cabellos amarillos con una suave capa café y regresó a paso lento hacia el interior de aquel gigantesco castillo, con sus dedos anudados de angustia y su alma que aun brillaba en su pecho palpitándole con nerviosismo, estaba asustada pero pensándolo bien por él correría el riesgo, se detuvo, giró sobre sus mismos pasos y salió a toda velocidad tras el pelirrojo.

—x—

Rose, que así se llamaba aquella mortal asediada por Lugonis, caminaba tan rápido como sus piernas se lo permitían, esa sensación de ser vigilada desde hacía días la tenía nerviosa, abrumada, asustada. El callejón que la llevaba camino a su casa jamás había lucido tan lúgubre y solitario, tan callado y denso, sus cabellos turquesa se movían con rapidez y los rizos que cubrían su frente se acompasaban al movimiento de su cuerpo en cada paso, en cada salto, dejó sin darse cuenta en el suelo, la peineta rosada que adornaba su cabeza y sin dudarlo más emprendió una carrera hasta la puerta de su hogar, abrió con rapidez aquella tranca de madera y hierro que rechinaba en cada entrada y salida y se encerró bajo llave, dejó reposar su cabeza sobre la puerta mullida y trató de calmar su respiración acelerada, había días como esos en lo que sentía que una mano fría le acariciaba su espalda, o un suave jadeo le recorría el cuello.

—De verdad eres tan hermosa…

Una ronca e irreconocible voz a sus espaldas la paralizó por completo, abrió más sus ojos con terror y una lagrima de desesperación escapó de ellos, sintió entonces una caricia real de aquel ser que aun para ella no tenía rostro y eso la hizo temblar, estremecerse hasta que sus piernas vibraran en un suave temblor, todo el mundo sabía que ella vivía sola, y ahora estaba segura de encontrarse finalmente con un ladrón o asesino—Por favor… no me haga daño…—suplicó en un halo de voz que el viento que se coló por la ventana se llevó junto a sus prontos gimoteos.

—Tranquila preciosa… solo será un breve mordisco…—dijo la criatura tras una fuerte carcajada, sujetándola en el acto con fuerza y atrayéndola hasta girarla y capturar sus ojos de un celeste más cercano a un cielo despejado en verano, lleno al mismo tiempo de pequeños cristales de agua que los hacían ver más enormes y llenos de terror— me da tanto pesar tener que tomar tu vida… —murmuro el vampiro acariciando con falsa ternura las mejillas ya húmedas de la mujer— de verdad, no me canso de decir que eres muy hermosa.

—Por favor…—suplicó Rose una vez más, sujetando las manos del hombre que tenía un rostro afilado y hermoso — señor… yo le prometo que no diré nada… yo… tomen todo lo que deseen… por favor…—imploro sin perder de vista la mirada fría de su captor, sintiéndose casi como hipnotizada.

—¡Calla! …—grito finalmente exasperado, tomándola con fuerza de su muñeca para girarla y mostrarla a su acompañante— ¿es esta la mujer Amor?—cuestionó mirando fijamente al chico rubio que yacía a sus espaldas.

—Lo es mi señor Cardinale… es la joven que Lugonis no ha podido acabar…— contestó Amor con una amplia sonrisa.

—Ya veo…—murmuró el mayor aun con la muñeca de la mujer sujeta— es una joven dotada no lo puedo negar…—dijo recorriéndole el cuerpo con su vista fría y vacía— aun así es humana… y ya sabes que un vampiro… no se puede dejar conocer por estos seres inferiores, seria nuestro fin… ¿ha quedado claro Amor?

—Tan claro como el agua mi señor…—respondió con una sonrisa aún más grande— pero ¿no quiere que sea yo quien la acabe?

La joven de nuevo derramó un par de lágrimas ante la discusión de esos hombres, su vida terminaría justo ahí, sin ella proponérselo, sin ella darse cuenta, a causa de un ser que ni siquiera conocía, tuvo intensiones de aclarar que ella no sabía de qué hablaban pero al momento sintió como su muñeca era estrujada con fuerza hasta crujir, aun así no hizo nada por detenerlo, observó cómo sin algún esfuerzo era puesta en los brazos de ese chico rubio que se hacia llamar Amor y ella sin poder evitarlo solo cerró sus ojos para sentir el suave vapor que salía de la boca de su pronto asesino, se mordió con fuerza sus labios para no dejar salir un quejido cuando con horror vio la puerta de su habitación abrirse y asomar un par de deditos y un pequeño y pálido rostro, negó lentamente tratando de no llamar la atención para que el niño que poco a poco se abría paso regresara al interior y guardara silencio, luego sintió el terror recorrer cada centímetro de sus entrañas cuando pensó en lo peor viendo a sus dos pequeños a manos de esos despiadados seres. Capturó finalmente la atención del niño que se asomaba y con su índice le ordenó regresar y guardar silencio, por lo demás ella estaba segura que el pequeño jamás dejaría solo a su hermano menor de apenas unos meses de edad.

—x—

—No te atrevas…—la voz de Lugonis tras el fuerte sonido de la puerta partiéndose en dos, hizo que los dos vampiros y la joven se giraran para verlo mostrar sus colmillos y avanzar con rapidez—¡déjala ir Amor!… ¡ella es mi presa…!

El rubio entrecerró sus ojos con malicia y aferró más a Rose contra su cuerpo haciéndola gemir de dolor, sus afiladas uñas le habían abierto una pequeña herida en el hombro que emanaba aquel liquido carmesí y ahora este recorría el antebrazo de la joven que por un momento observó a Lugonis como su salvador.

—Tu no eres mi superior… —masculló Amor y Cardinale dio un paso atrás para cruzar sus brazos y verlos luchar por la tan codiciada presa— no pudiste acabar con ella ahora no esperes que el señor Cardinale te permita siquiera regresar al castillo… mucho menos tomar de su sangre—afirmó dando un leve olfateo al cabello de la joven.

Los ojos del pelirrojo viajaban desde los profundos y atemorizados celestes de Rose hasta los vacíos y fríos de ambos vampiros, desde donde estaba podía casi sentir y escuchar la fuerza con la que Amor presionaba a la joven entre sus brazos haciendo crujir sus delicados huesos, podía casi sentir cada latido en su pecho y escuchaba su atropellada respiración, no tenía mucho tiempo si en realidad quería salvarla, en ese instante se maldecía mil veces el no haberla acabado cuando la observaba salir al jardín a atender las rosas o cuando a media noche danzaba cerca de una hoguera como tributo a un ser que el jamás llegó a conocer, el olor a sangre que emanaba del cuerpo de ella lo hacía turbar sus pensamientos y el instinto animal que solía ocultar para no sentirse como una bestia poco a poco crecía desde su interior, una idea descabellada lo hizo guardar silencio por unos minutos… ¿y si la convertía en un vampiro? Sería su primera vez… como cuando le tocó a él… el único problema es que, el sabía que jamás podría detenerse, estaba acostumbrada a vaciar hasta la última gota de sangre de cada una de sus víctimas, de esos pequeños animales.

—Vaya… vaya…— Cardinale finalmente dejó su silencio para acercarse hasta Lugonis y colocarse frente a él, verle la duda en su rostro le causaba una tremenda curiosidad— ¿Un vampiro con conciencia? —Sonrió buscando la mirada del pelirrojo—Lugo…

—No me llames Lugo… sabes que mi nombre completo es Lugonis… dile a Amor que la libere…—murmuró sin apartar la vista sobre el chico y la joven que sollozaba casi en silencio, conteniendo la furia que le hacia hervir la sangre cada vez que el mayor se enfrentaba a sus gustos personales.

—Bien… —el rubio se giró hacia Amor y con un movimiento de su cabeza le ordenó liberarla.

—Pero…—dudó el más joven con su ceño fruncido.

—Pero nada Amor… déjala ir… Lugonis acabara con el trabajo que nosotros comenzamos, de hecho… es su tarea de la semana—dijo Cardinale mientras se giraba lentamente hacia el pelirrojo— sabes que no podemos dejarla vivir ¿cierto?… sabe de nosotros… sabe nuestros nombres… y donde vivimos…

Rose se contrajo al sentir como el chico la liberaba y se dejó caer al suelo sin perder de vista de uno a otro de los tres hombres que la rodeaban.

—Por favor… no diré nada—suplico por última vez recogiendo el brazo que Amor le había herido—se lo suplico… señor Lugonis…—rogó ante el pelirrojo que parecía querer ayudarle, pero este le dedico una mirada fría e indiferente que la dejo impávida en el suelo.

El olor a sangre fresca dominaba a Lugonis cada vez más, y tenerla a su merced tan cerca poco a poco mermaba su fuerza de voluntad, sus puños se contrajeron con rabia y tragó grueso—solo una mordida—se dijo, y estaba seguro que con ese le salvaría su vida.

—Anda…—Cardinale sonrió al verlo tan abstraído en Rose y se alejó dando un paso atrás para permitirle acercarse a la joven— sálvala… de nosotros… —murmuró asintiendo hacia Amor quien no dudó un instante en abalanzarse de nuevo a la joven, finalmente sonrió aun mas, complacido al ver como esta vez ambos vampiros se enfrentaban por la mujer que aterrada los observaba desde el suelo, casi podría soltar una fuerte carcajada al sentirse vencedor, cuando el pelirrojo rugio sobre el chico en defensa de la joven.

—x—

Lugonis había saltado frente a ella para protegerla de Amor y ahora se enfrentaban midiendo su fuerza, mostrando ambos a la luz de la luna que se infiltraba por la ventaba, sus afilados colmillos, luego vino un puño, una patada y al final, un fuerte mordisco que marcó el rostro fino del mas joven en apariencia bastó para hacerle enfurecer más de la cuenta y rodar en el piso entre rugidos y aruñazos, todo ante la atenta mirada de Cardinale quien no movió un solo centímetro de su cuerpo, o si lo hizo, había tardado una milésima de segundo en ir y venir para darle campo a ambos vampiros.

Amor se movía motivado no tanto por las órdenes del vampiro mayor, si no por el odio que sentía sobre Lugonis, un odio que había nacido cien años atrás cuando él mismo intentó acabar con su vida y Cardinale se lo había prohibido, en aquellos años ellos huían de los legendarios cazadores y Lugonis era la más grande amenaza de ese pequeño pueblo en el cual se había convertido casi en un rey, por lo tanto esa oportunidad que le brindaba su señor, jamás la iba a dejar ir.

Rose, que yacía en el suelo, se empujó con sus manos alejándose de ambos seres, buscando entre lo que había botado algo que le ayudase a salir de esa situación, de repente, sus ojos viajaron hasta la canasta que solía usar para salir al jardín y despacio se acercó metiendo sus delgados dedos en busca de una de las tijeras con las que solía cortar sus rosas, sintió el frio metal y cerró sus ojos llenándose de valor dispuesta a acabar con esos vampiros mientras la sujetaba con fuerza, sin pensarlo más se puso de pie acercándose a ellos, tratando de incrustar la improvisada daga en la espalda de Amor, pero había algo con lo que ella no contaba, la velocidad con la que estos seres se enfrentaban era impresionante, haciéndola finalmente errar en su objetivo, incrustando la afilada arma en la espalda de Lugonis mientras sus ojos se abrían con espanto, quedando de pie e indefensa ante el inesperado golpe con el que el pelirrojo reaccionó, para ella fue en un abrir y cerrar de ojos que se vio entre los brazos del vampiro, incapaz de moverse o liberarse, sintió entonces la presión en su cuello y la debilidad que casi instantáneamente la consumía, su corazón latía con fuerza aumentando más la correntada de su sangre que se agolpaba contra sus venas. Al mismo tiempo su vista se cerraba en una oscuridad que finalmente la consumió por completo.

Lugonis se cegó, el dolor y la rabia lo habían dominado, para cuando se dio cuenta de lo que hacía era demasiado tarde, se removió, pero no recibió respuesta, no hubo una lucha por parte de ella, ni un solo quejido, solo un cuerpo frágil a merced de su fuerza sobrenatural, el sabor sarroso y a la vez exquisito de la sangre de esa mujer que había perseguido por semanas, y su cegado frenesí que significaba ver morir a su presa no le permitió dejar una sola gota de sangre recorriéndole las venas. Entrecerró sus ojos con tristeza apartándola con suavidad mientras al mismo tiempo la recostaba en el suelo, con su vista fija sobre sus parpados cerrados y sus mejillas ahora pálidas, una mueca de resignación que adornó sus labios—Lo siento… —murmuro en un susurro solo capaz de oírse por el mismo.

—Y eso es todo…—dijo Amor palmeando con burla el hombro de Lugonis, y apartando la tijera aun incrustada, recibiendo por parte de este un fuerte empujón haciéndole caer el suelo viéndose ambos uno con rabia y otro con odio.

—No te atrevas a colocarme un solo dedo encima Amor… —rugió Lugonis poniéndose de pie, viendo con rabia como todo desde un principio estaba preparado por ambos seres. Pero la mano de Cardinale le sostuvo de abalanzarse sobre el rubio que ahora reía con fuerza—¡déjame Cardinale!…

—¡Ya basta!… ambos… es hora de marcharnos… —el mayor apartó la mano de su hombro y dio media vuelta para salir del lugar, no sin antes detenerse en la puerta aun de espaldas— y con respecto a tu cobardía…quema la casa y hazlo parecer un accidente… —ordenó finalmente antes de desaparecer del lugar—no queremos caza vampiros cerca…

—Ya escuchaste—reafirmo Amor sacudiendo la gabardina café y acomodándose un par de guantes rojos mientas pasaba al lado del pelirrojo.

Lugonis simplemente aparto su rostro ignorándolo por completo hasta sentirlo partir, cuando la soledad llenó el lugar y el silencio se hizo dueño del aire que apenas entraba, se agachó con delicadeza para tomarla entre sus brazos y llevarla hasta lo que parecía su habitación.

Observó la mullida cama justo al lado de la ventana, un par de almohadones rellenos de plumas y un par de sábanas blancas como su piel que apartó con una mano mientras que con la otra aun la sostenía, cuando hubo terminado la recostó con suavidad sin perderle de vista, cerro sus ojos sentándose a su lado, oliendo por última vez el perfume de su cabello que poco a poco se extinguía y tocando por primera vez su piel, abrió sus ojos y se tomó el tiempo para entrelazar sus dedos, ¿hacia cuanto no acariciaba a alguien con tanta ternura? Una mujer hermosa, con una voz fina que en varias ocasiones interpretaba suaves tonadas cerca del rio, todo había acabado tan rápido, sin siquiera cruzar una palabra con ella, sabía que ese final llegaría de una forma u otra pero, sonrió, ¿Qué le diría si hubiese tenido la oportunidad? Él era un hombre legendario, aun así no tenía nada que decir ¿le hubiese tenido miedo? ¿se hubiese enamorado? Sacudió su cabeza soltando su mano y delineándole los labios con suavidad, se puso de pie para finalmente salir del lugar y encender fuego, pero al llegar a la puerta y dar un paso más, un ruido muy peculiar lo detuvo, una especie de maullido ahogado— ¿un gato? —se cuestionó regresando hasta la habitación, recorriendo el lugar minuciosa mente con su vista, oído y olfato, centímetro por centímetro, caminando de nuevo hacia la cama, no era que un gato fuera la cosa más impresionante del mundo pero le encantaban, su sangre era deliciosa, y si bien ya había comido algo no era mala idea llevárselo para más tarde.

Se sentó de nuevo al lado de la mujer e inmediatamente el mismo ruido le guio hasta el enorme ropero viejo que amueblaba el cuarto, se puso de pie y sin dudarlo abrió las puertas de golpe, quedando ante un pequeño moisés de mimbre cubierto de sabanas, comenzó a apartarlas con rapidez hasta quedar frente a frente con el pequeño dueño de dos pequeños orbes celestes que no dejaban de llorar, el olor a rosas idéntico al de su madre impregno inmediatamente su nariz, sin pensarlo lo tomó de sus brazos y lo sacó de la pequeña cesta para contemplarlo mejor contra la luz, lo acomodó atropelladamente entre sus regazos y el pequeño se calló respirando aun agitado mientras se chupaba su pulgar entre una pequeña sonrisa, sabía lo que debía hacer, acabar con todos y no dejar un solo rastro, pero… aun en su alma existía algo de compasión y la mirada del infante le recordaba sin dudarlo a la joven que tanto había asediado, saco el pequeño Moises en donde lo había encontrado y lo recostó de nuevo dejándolo junto a su madre.

Lugonis quebró cuanta madera pudo y la agrupó en medio de la sala, al igual que ropa y adornos, aun así conservo una fotografía de la joven y un hermoso colgante que sobresalía al lado de recuadro, cuando hubo finalizado regresó a la habitación de la joven y envolvió al pequeño con las sabanas para salir del lugar, encendiendo a su paso la pila de escombros que había acomodado— Albafica…—murmuro leyendo el camafeo que había conservado y que coloco en el cuello del pequeño justo para perderse entre la oscuridad del bosque y la luz de las llamas a sus espaldas, aun asi otro par de ojos llenos de ira y tristeza lo vieron partir, para de igual forma perderse al lado contrario de donde aquel vampiro se marchaba.

—x—

El suspiro de tranquilidad de Eri acompañado de una sonrisa cuando la imagen de Lugonis se abrió paso entre la maleza del bosque sano y salvo, fue tan hondo como ninguno en sus cientos de años, pero de la misma forma en la que había sonreído quiso llorar, al ver como el pelirrojo traía entre sus brazos un bulto que lloraba como un pequeño bebé, su estómago se contrajo de nervios al colocarse frente a su compañero y alzar sus brazos con fuerza para detenerlo.

—Lugonis… dime que esto que llevas, sea lo que sea lo piensas entregar a mi hermano…

El pelirrojo se abrió paso sin decirle nada, simplemente la ignoro por completo siguiendo su camino, no estaba dispuesto a hacer eso, el solo lo conservaría como los gatos y perros que luego devoraba.

Erín se dio vuelta presionando sus puños con fuerza al sentirse sola y avanzo a toda velocidad hasta tomarlo de su ante brazo y finalmente ponerle un alto a sus pasos.

—Lugonis… mi hermano…

—Tu hermano Cardinale—afirmó Lugonis dándose vuelta para apartarla con fuerza y fijar sus ojos en los de ella— no debe de saber esto… lo esconderé en mi cabaña cerca al rio y…

—Sabes que Cardinale no te lo permitiría… —susurró Eri acercándose de nuevo—Lugonis por primera vez en tu vida déjame ayudarte… —rogó, la sola idea de verlo morir a manos del Cardinale y Amor le erizaba su piel—puedo inventar algo, salvarte a ti y a ese mortal que…

—Albafica…

—¿Perdon?

—Su nombre es Albafica… y algún dia será un vampiro como yo…

—Lugo… déjame ayudarte— rogó de nuevo, esta vez viendo de reojo la canasta que comenzaba a moverse y hacer ruido de pequeños sollozos— tengo mas años que tu, puedo contener mis ganas de succionar su sangre…

El llanto de hambre del pequeño poco a poco se dejaba escuchar más, y el desespero de Lugonis era cada vez más evidente, ahora el pelirrojo veía de la canasta a la joven que toda su vida había estado ahí para él, pero que él siempre había rechazado, la hermana del ser que detestaba, no podía confiar totalmente en ella, su vida y la de la criatura dependía del secreto que ella pudiese guardar, se acercó lentamente, como si quisiera entrar en su mente y con su mano libre le sostuvo el mentón.

— ¿Qué dirás?

—Que te echaste a morir entre las llamas… mi hermano siempre te ha considerado un ser débil…—dijo mientras tomaba la mano de Lugonis y la presionaba entre las de ella— diré que te vi y me quedé a tu lado hasta que no quedase mas que tu ceniza entre los escombros

¿Sabes cómo calmarlo? — Erin sonrió y asintió lentamente—bien… vamos… —murmuró mostrándole el pequeño que ella sacó entre las sabanas y cargó con cariño tras el pelirrojo que se internaba en el bosque.

continuara...

Y gracias por leer!