Y esto es lo que resulta de mi obsesión por el SouMako y del cliché del "padre viudo con hijos que se reencuentra con su amor de la adolescencia". Para todos los que leyeron "Olvidarte, ¿imposible?" ¡Mil gracias!, esto es para ustedes. Espero que esta historia les agrade también. Todavía no sé qué tan larga será o hasta dónde llegará, pero ya veré qué me depara la imaginación.
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Capítulo 1. Ojos verdes
Iwatobi. ¡Qué recuerdos le traía esa pequeña ciudad! Rayos, justo en ese momento se ponía sentimental y comenzaba a recordar, como si de una película se tratase, todos los momentos felices de su infancia y de su adolescencia. Claro que esos momentos se centraban, en gran mayoría, en una única persona. A diario se preguntaba qué habría sido de él. Qué habría sido de ellos si él no hubiera decidido marcharse a Australia. Pero ya no había espacio para arrepentimientos, lo hecho, hecho estaba; y no podía cambiarse. Estaba casi seguro de que él ya ni siquiera lo recordaba. Sí, a lo mejor, ya ni siquiera se acordaba de los momentos felices, de las promesas que se había hecho cuando eran jóvenes.
Yamazaki Sousuke era un joven atleta con un futuro prometedor. La lesión en su hombro fue un suceso desafortunado que casi le hace tirar su carrera en la natación por la borda. Pero, una vez más, él había sido su salvación. Era el último día de clases, cuando Sousuke recibió una llamada de la dirección. Y grande fue su sorpresa cuando se encontró allí con un reclutador extranjero. Un sujeto australiano que le pintó un futuro tan prometedor que era prácticamente imposible negarse. La posibilidad de tratar su lesión y luego incorporarse a uno de los mejores equipos de natación del mundo no era una oportunidad que aparecía todos los días.
Sousuke aún dudaba cuando recibió ese mensaje, diciendo "es la oportunidad de tu vida, tómala". Ese mensaje había sido perdición y bendición a la vez. Pero al día siguiente, había dado el sí. No pasó mucho tiempo para que partiera a Australia e iniciara una nueva vida, lejos de sus amigos, lejos de todo lo que conocía. No fue fácil al principio, pero él no era uno de esos tipos que se rendían ante la adversidad. Construyó su futuro, hizo su carrera, hasta que finalmente decidió regresar a la tierra que lo vio nacer.
Y ahora, recién entrada la noche, se encontraba frente a la casa de su mejor amigo, Matsuoka Rin. Hacía tiempo que Rin se había casado con su amor de secundaria, Nanase Haruka y juntos habían adquirido una amplia propiedad en Iwatobi, porque ninguno de los dos era capaz de abandonar el lugar en el cual se enamoraron. Rin siempre le decía que jamás sería capaz de perdonarle el no haber asistido a su boda pero, pensaba Sousuke, tendría que superarlo algún día.
Sousuke extendió una mano y tocó el timbre. Escuchó pasos apresurados y unas vocecitas ¿infantiles? ¿Qué significaba eso? ¿Acaso finalmente Rin tenía hijos y no se había dignado a decirle? La puerta se abrió finalmente y Sousuke se quedó boquiabierto.
—¡Buenas noches! —lo saludaron un par de princesitas, porque a sus ojos, un par de niñas vestidas de rosa, de cabello oscuro y brillantes ojos verdes, no podían ser otra cosa que princesas. Santo cielo, esos ojos, ¿dónde los había visto antes?
—¡Tío Rin! —exclamó una de las niñas —¡Hay un señor muy atractivo en la puerta!
—Sayuri, Yukiko, ¿qué les he dicho acerca de correr dentro de la casa? —se escuchó la voz de Rin, desde el interior de la casa —Además, hablar con extraños… —los ojos de Rin se abrieron como platos —¡¿Sousuke?! —el aludido lo saludó con un movimiento de cabeza —¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?!
—¿Qué, ahora está prohibido visitar a mi mejor amigo? —replicó, con fingido enfado.
—No, digo, bueno, ¡eres tan frío!, demonios pudiste avisarme para ir por ti al aeropuerto —dijo —Pero, pasa, no hablemos aquí —Sousuke se quitó los zapatos deportivos y los dejó en la entrada.
—Tío Rin, tío Rin —habló entonces una de las niñas, la que iba peinada con dos colitas, que recordaba a la forma en que Ran solía peinarse —¿conoces a este señor tan atractivo? —un sutil sonrojo acudió a las mejillas de Sousuke.
—Ah, sí, él es… —Sousuke se puso en cuclillas para quedar a la altura de las pequeñas y les dedicó una sonrisa que Rin no sabía que el otro era capaz de mostrar.
—Yamazaki Sousuke, soy un viejo amigo del "tío Rin". Y, no me digan, ustedes son ¿gemelas?
—¡Sí! —exclamaron, al unísono.
—Tachibana Sayuri, tengo cinco años —dijo la pequeña con dos colitas, haciendo una reverencia.
—Tachibana Yukiko, también tengo cinco años —agregó la pequeña que llevaba el cabello suelto.
Tachibana. Tachibana, ese apellido de inmediato hizo eco en la mente de Sousuke. Tachibana. Sólo conocía a una persona con ese apellido, sólo una persona con esos ojos verdes tan brillantes, tan… únicos. Diablos, ¿cómo no se había dado cuenta antes? Miró a Rin quien, suspirando, se dirigió a las gemelas.
—Yuri, Yuki, vamos, a recoger los juguetes que su padre no debe tardar en llegar —las dos niñas asintieron y se alejaron corriendo al cuarto de huéspedes que tenían reservado en la residencia de Rin y Haruka —Pasa, te lo explicaré.
Sousuke entró en la casa y se dejó caer en uno de los sofás, tirando su bolso deportivo al suelo. La decoración de la sala era bastante moderna y lujosa, más de lo que se hubiese imaginado. Rin le arrojó una lata de cerveza y se dejó caer en el sitio al lado de su mejor amigo, bebiendo un sorbo de su propia lata.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo Rin.
—Quizás más del que yo había pensado —comentó Sousuke —Estas niñas… por un momento pensé que tú…
—Diablos no, aunque ellas son simplemente adorables. Creo que han despertado el "instinto maternal" en Haru, o algo así. El caso es que no son nuestras, como ya te lo puedes haber imaginado. Son hijas de Makoto.
Hijas de Makoto. Pues, con esos ojos, difícil era pensar lo contrario. Las gemelas tenían los mismos ojos de su padre. Entonces Makoto había rehecho su vida luego de que él se marchó. ¡Por supuesto que sí!, ¿qué rayos había creído? ¿Acaso era tan idiota como para pensar que Makoto iba a esperarlo hasta que a él le diera la gana regresar a Japón? Claro que no, porque, a pesar de que aquella noche le había dicho que se marchara, porque era la oportunidad de su vida, Sousuke estaba seguro de que lo que Makoto en verdad quería decirle era "no te vayas". Pero Makoto no era tan egoísta, jamás lo había sido.
—¿Sousuke? —el más alto se sobresaltó al ver que Rin sacudía la mano enfrente de su rostro —¿Pasa algo?
—Ah, no, sólo… entonces Makoto está…
—La palabra correcta es "estaba" —Sousuke lo miró, confundido. Rin suspiró —No sé si soy la persona indicada para contarte esto, pero, su esposa Megumi, la madre de las gemelas, murió de cáncer cuando ellas apenas tenían cuatro meses —el más alto se quedó sorprendido —Su muerte destrozó a Makoto y creo que no hace falta decir que cambió su vida por completo. Dejó su trabajo como bombero y se dedicó a un puesto de oficina, para poder pasar más tiempo con ellas. Renunció a su trabajo de entrenador. Perdió muchas libertades y se convirtió en un padre en el que sus hijas pudieran contar. Diablos, no sé cómo lo hace, pero Makoto es la persona menos egoísta que conozco.
De todas las cosas que podría esperarse al regresar, lo último que Sousuke se imaginaba era que Makoto fuese viudo y tuviera dos hijas. Había tenido una vida complicada, de eso no le cabía la menor duda. Makoto. Su Makoto. ¿Por qué había tenido que sufrir tanto? Sousuke no podía evitar pensar que todo había sido su culpa. Si tan sólo se hubiera quedado; o si tan sólo lo hubiera llevado con él, ¿qué tan distintas hubiesen sido las cosas? O, ¿habría funcionado una relación a distancia? Pero él lo sabía, que ya no valía la pena pensar en el "y si" ni el "qué hubiese pasado". Porque ya no había marcha atrás.
—¡Tío Rin! ¡Tío Rin! —Yukiko llegó corriendo, sosteniendo un cuaderno entre sus manitas —No puedo entender el ejercicio número tres y Yuri tampoco, ¿puedes ayudarnos?
—Yuki, sabes que el tío Rin es pésimo en matemáticas —dijo el pelirrojo, haciendo un gesto de disculpa —Makoto no tardará en venir, así que…
—¿Puedo ver? —preguntó entonces Sousuke, para sorpresa de los otros tres. Yukiko asintió y le enseñó el cuaderno, acomodándose a su lado. Minutos después, Sayuri apareció y Sousuke la acomodó en su regazo —Veamos, si hacemos esto…
Rin observó la escena con una risita. A Sousuke le salía natural eso de ser padre. O al menos eso parecía. Y las pequeñas también parecían haberse encariñado rápidamente con él. Era extraño ver a Sayuri y Yukiko tomar confianza tan rápido con un extraño, – siendo que eran hijas de Makoto y había heredado su timidez – por lo que Rin de inmediato se preguntó: ¿sería eso una señal? De acuerdo, tenía que dejar de ver los doramas que Gou le recomendaba. Pero, sin querer perder esa oportunidad, sacó su teléfono celular y capturó una "evidencia" que le podía ser de utilidad en algún momento.
—¡Yamazaki-san, eres un genio! —exclamó Yukiko, abrazándolo.
—¡Sí, muchas gracias, Yamazaki-san! —el sonrojo de Sousuke le dio otra buena foto a Rin, quien estaba muy entretenido. Y eso que Sousuke decía que no era bueno con los niños. Parece que estaba equivocado o, ¿acaso las gemelas habían visto algo "especial" en él, así como su padre?
—Ah, sólo Sousuke está bien —dijo, colocando el cuaderno en la mesita de café enfrente del sofá.
—¿Eh? ¿Está bien que lo llamemos por su primer nombre cuando apenas acabamos de conocerlo, tío Rin? —preguntó Yukiko, acomodándose también en el regazo de Sousuke.
—Si él dice que está bien, entonces no hay problema, Yuki —contestó el pelirrojo.
—Bien, entonces, ¡tío Sousuke! —exclamaron las niñas, al unísono. Sousuke estaba seguro de que era la primera vez en toda su vida que una chica lo hacía sonrojar.
—Ah… bueno… supongo que… no hay problema… —eso de tartamudear no pegaba con él. ¿Qué rayos tenían estas niñas que lo hacían perder la cordura? Claro, pues eran hijas de Makoto, ¿no?
Justo en ese momento, se escuchó el sonido de la puerta abrirse, acompañada por un par de voces que Sousuke conocía más que bien. El sonido de las bolsas de compra, acompañado por pasos se iba haciendo cada vez más fuerte y Sousuke sintió que se iba poniendo más y más nervioso.
—Es extraño, Yuki y Yuri no salieron a recibirnos —esa voz, por todos los cielos, era él —¿qué estarán haciendo?
—Espero que Rin no les haya dado helado antes de cenar —añadió Haru —Ya sabes cómo es.
—Ah, sí, Rin siempre dice… —Makoto guardó silencio y la bolsa de las compras resbaló de entre sus dedos.
—¡Papi! —exclamaron las gemelas, saltando del regazo de Sousuke para ir a abrazar a su padre.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Sayuri, halando la gabardina de su padre para que quedara a su altura y ayudarlo a quitársela.
—¿Has topado mucho tráfico de regreso? —añadió Yukiko, desanudando la corbata con una maestría impropia para una niña de su edad —Papi, papi, ¿has visto…? —pero los ojos verdes del castaño estaban fijos en él. Aun boquiabierto, Makoto se vio de vuelta en la realidad por el golpecito que Haru le dio en el hombro.
—Ha pasado mucho tiempo, Yamazaki.
—Nanase, lamento haber venido sin avisar —el más alto se puso de pie para estrechar la mano de Haruka.
—No hay problema. Rin, ayúdame a acomodar las compras —Rin bufó, pues quería quedarse a ver lo que prometía ser un encuentro de telenovela, pero la mirada de Haruka no daba espacio para negarse. Así que, resignado, arrastró los pies hasta la cocina.
—S-Sousuke… —tartamudeó el castaño, con las mejillas sonrojadas.
—Makoto, te ves tan bien como siempre —dijo Sousuke, con una sonrisa nerviosa —Son lindas las pequeñas.
—Ah, g-gracias… E-Entonces… ¿has venido de vacaciones? —Sousuke negó con la cabeza.
—He venido para quedarme. Trabajaré como entrenador de la selección nacional juvenil de natación de Japón.
—V-Vaya e-eso es impresionante, digo, muchas… felicidades —el silencio invadió la sala hasta que Sousuke notó que la pequeña Sayuri halaba de la manga de su camisa.
—Puede ser que, ¡¿también nadas, tío Sousuke?! —las gemelas lo miraban con ilusión y Sousuke sintió que su corazón se derretía. Demonios, eran tan adorables. Sousuke asintió con la cabeza —¡Yo también! ¡Me especializo en Mariposa!
—¡Y yo en Espalda, como papá! —añadió Yukiko.
—Sí, sí, no empiecen a presumir de sus campeonatos regionales, enanas —bromeó Rin, desordenando el cabello de sus sobrinas —Vengan, vamos a cenar.
—Oh, no te preocupes, cenaremos en casa —dijo Makoto —Ya he abusado demasiado de tu amabilidad, Rin. Yuki y Yuri han estado todo el día aquí y no quiero…
—Makoto, tú sabes que Haru no aceptará un "no" por respuesta —lo cortó el pelirrojo —Vamos enanas, a lavarse las manos —las niñas salieron corriendo rumbo al baño —Los dejaré tener un momento más de intimidad, pero no se tarden demasiado —Rin regresó a la cocina, dejando a sus dos amigos más que avergonzados.
—M-Me alegra ver que… estás b-bien —balbuceó Makoto, que no parecía ser capaz de soltar una frase coherente sin tartamudear —¿Q-Qué t-tal… Australia? —Sousuke no respondió de inmediato, en cambio, se quedó mirándolo fijamente, con esos ojos que, Makoto sentía, eran capaces de mirar incluso en su alma. El castaño desvió la mirada y se rascó la cabeza, nervioso.
—Quizás podamos tomar un café un día de estos, ya sabes, para ponernos al día —dijo, con fingida calma.
—A-Ah s-sí, e-eso estaría bien…
—¡Cena! —Sayuri tomó la mano de su padre, mientras Yukiko tomaba la mano de Sousuke, para conducirlos hasta el comedor.
Sousuke sonrió y se acomodó al lado de Makoto, con la promesa de ese café "iluminando" su regreso a Japón. Quién sabe, quizás algo bueno podía resultar de ello. Porque si de algo estaba seguro era de que, en todos los años que estuvieron separados, él no había sido capaz de olvidar a Makoto. Y, por las reacciones del castaño, quizás, sólo quizás, él tampoco lo había olvidado.
Me gustó escribirlo, pero cuéntenme qué tal les pareció, ¿debería continuar?
