CAP 1- INTENTO DE ADAPTACIÓN
No tenía ni idea del tiempo que llevaba allí, llorando junto al viejo lobo. Sus rodillas descubiertas estaban moradas por la permanente posición de arrodillamiento sobre la roca dura, y sus bonitos ojos verdes estaban rojos por culpa de las lágrimas que había derramado hasta ese momento. Su melena pelirroja se hallaba despeinada, por falta de dedicación. Ya hacía días que no se molestaba en recoger su pelo en las dos coletas que llevaba siempre, por lo que su pelo caía suelto por su espalda, hasta la cintura. Ayame miró de nuevo a su abuelo moribundo, acomodado sobre unas hojas en un rincón de la cueva.
Esa cueva había sido anteriormente un refugio… el hogar de la tribu de los Lobos Endemoniados Blancos. Hasta que un día fueron atacados por una manada de escorpiones gigantes. Todos sus compañeros habían muerto, excepto ella y su abuelo, aunque éste fue envenenado de gravedad.
Y eso era lo que lo estaba matando ahora.
- Ayame…-dijo el gran lobo albino, reclamándole su atención con voz muy apagada.
- Dime, abuelo- respondió la aludida entre sollozos, cogiéndole una zarpa entre sus manos.
- No llores más, ya basta. Tienes que ser fuerte…-se retorció por culpa del veneno.
- Abuelo!- exclamó ella, preocupada.
- No te preocupes… pronto dejaré de…sufrir. Escúchame bien- se detuvo para intentar disimular otro retortijón de dolor, sin éxito- no puedes quedarte sola… tienes que buscar… otra manada…busca a Koga…
Koga. Oír ese nombre hizo que el corazón de Ayame diera un bote. Pero él no la quería, estaba enamorado de otra…
- Pero… abuelo, yo…
- Prométeme… que le buscarás y no te separarás de él… Estoy seguro de que… él te protegerá.
- Podré apañármelas sola, abuelo…
-Todos los lobos…endemoniados…tenemos que estar… en manada…Somos de diferentes… tribus…pero todos somos…una familia… Prométemelo, Ayame…
La joven pelirroja bajó la mirada y asintió.
- Te lo prometo. Lo buscaré y… me uniré a su manada.
- Así me gusta, cielo… Nunca olvides… que te quiero con locura…
El anciano lobo se retorció salvajemente, para después quedarse muy quieto. Demasiado quieto.
- Abuelo?- preguntó con voz temblorosa, levantándose de repente- Abuelo! No! Despierta, te lo suplico, no me dejes!
Volvió a llorar desesperadamente, apretando la zarpa del difunto canino entre sus manos.
- ABUELO!!!
Frunciendo el ceño, Koga se revolvió en su roca y resopló con fastidio. Se cruzó de brazos y miró a su alrededor. No hacía ni una semana que había conseguido encontrar supervivientes lobunos de otras tribus y los había fundido con la suya, de modo que ahora eran unos quince Lobos Endemoniados en busca de Naraku. Al fin y al cabo, ésa era la condición impuesta a quienes querían unirse: colaborar en la muerte del villano.
Amenazó con la mirada a un grupo de lobunos jóvenes que lo observaban con burla, consiguiendo que desviaran la vista. Todos sus compañeros parecían estar igual de divertidos por la situación. Tenía ganas de matar. Concretamente, matar a Ginta y Hakkaku. Ellos eran los responsables de que en menos de una semana todos se hubieran enterado de que tenía una supuesta prometida, una bonita demonio loba pelirroja. Esos desgraciados se habían quedado a gusto con el chivatazo… Sería su venganza por no dejarles descansar nunca?
De repente, se oyeron gargantas aclarándose, como si quisieran llamarle la atención sobre algo. Esperando alguna broma pesada, gruñó y alzó la vista. Alguien acababa de entrar en la cueva, acompañado por dos de sus compañeros, los que tenían el turno de guardia.
Se trataba de una mujer de largos cabellos, que le llegaban hasta la cintura. Iba bastante sucia, se notaba que al menos últimamente no había estado mucho por la labor de cuidarse. También tenía algunas heridas y sus cortos ropajes de piel blanca…
Cortos ropajes de piel blanca?!
La observó con más detenimiento, y la expresión de su cara se deformó en una mueca de profunda sorpresa al ver que se trataba de Ayame. Pero no parecía ella! No llevaba recogida su melena pelirroja, sus ojos verdes parecían irritados al estar bastante rojos y húmedos…
- Ayame?- preguntó, inseguro.
Ella asintió y bajó la mirada. Al hacerlo, uno de sus mechones de pelo se movió, paseándose por su clavícula. Ese movimiento hizo que Koga se percatara de un detalle: enganchada en el ligero manto de piel blanca que llevaba siempre sobre sus hombros, le llamó la atención una flor negra que llevaba atado un mechón de pelo blanco.
Si eso era lo que temía…
- Dejadnos solos- ordenó el líder de la manada, indicándole a Ayame con un gesto de cabeza que se acomodara en la roca que había a su lado. Que no estuviera enamorado de ella no significaba que no se preocupara. Era una loba endemoniada como él, al fin y al cabo. Ella obedeció, tomando asiento y encogiéndose sobre sí misma.
Todos los otros parecieron entender que no era un buen momento para cachondearse. Salieron en silencio de la cueva, dejándoles hablar en privado.
Una vez solos, Koga suspiró y se rascó la cabeza, sin saber muy bien qué decir. Volvió a mirar a la chica y su mirada reparó de nuevo en la flor negra. Según las tradiciones de las tribus lobunas, cuando alguien cercano moría se buscaba una flor negra cuya existencia sólo conocían los lobos endemoniados; después se ataba un mechón de pelo del difunto y se enganchaba en la ropa, encima del corazón. Esa era la forma que tenían sus tribus de expresar pésame.
Y Ayame sólo tenía un pariente…
- Lo lamento, Ayame. De verdad, lo siento mucho- susurró, con la mirada baja en señal de respeto.
Ella asintió en señal de agradecimiento, sin mirarle, sumergida en sus propios pensamientos. El hombre suspiró de nuevo. Qué otra cosa podía hacer? Si Ayame había acudido a él había sido porque no tenía otra alternativa… estaba sola. Y él no sería tan cruel como para dejarla tirada.
- Te quedarás con nosotros. No te preocupes, te prometo que te protegeré- le sonrió un poco para animarla.
Se dio cuenta de que, al mirarle, Ayame intentaba forzar una sonrisa, sin éxito.
- Gracias, Koga- dijo, con un raro tono de voz que no era el suyo. Koga se asustó por el tono de voz que había usado la joven. No era esa tonalidad más bien aguda, esa voz delicada y un tanto infantil que la caracterizaba. Esta vez había sido ronca, grave, como si llevara media vida sin hablar. Seguramente, aquello era debido al llanto.
Esa noche, Koga amenazó a todo aquel que se atrevió a acercarse al río. Había llevado a Ayame a la orilla, le había dejado un par de piezas de tela sobre una roca y le había dicho que se bañara tranquila, y que luego lo buscara para que pudiera limpiarle las heridas. Ella sólo había asentido.
Ahora estaba tumbado en el césped de una pendiente, mirando las estrellas. Ya había preparado el jugo de hierbas desinfectantes, y éste aguardaba a su lado, esperando la llegada de Ayame.
Oyó unos pasos detrás de él y se incorporó. Le sonrió un poco a la lobuna que acababa de llegar. Su pelo húmedo volvía a ser rojizo y liso, al haber sido despojado de suciedad, aunque seguía llevándolo suelto. Su piel volvió a verse clara y sus ropajes estaban limpios y un tanto mojados, pero sus ojos seguían igual de irritados. Lo más seguro era que hubiera vuelto a llorar.
- Siéntate- ordenó.
La chica sólo obedeció, tomando asiento a su lado. Koga la cogió del brazo con delicadeza y empezó a desinfectarle las heridas. Queriendo romper el hielo, preguntó:
- Cómo te has hecho éstas heridas?
Ayame se limitó a responder con esa voz ronca que no era la suya:
- Venir hasta aquí no fue un camino de rosas.
- Quieres decir que te atacaron muchos demonios?- se sintió idiota preguntando algo tan obvio, pero lo único que quería era alejarla de sus pensamientos.
Ella asintió.
- Vieron que estaba débil emocionalmente, y creyeron que sería fácil vencerme.
- Ilusos- dijo, sonriendo arrogantemente- Nadie puede vencer a un lobo endemoniado.
Si sus intenciones habían sido hacerla reír, fracasó estrepitosamente. Él no sabía mucho de sentimientos, lo único que tenía claro era su amor hacia Kagome. Suspiró y empezó a curarle el otro brazo.
- Aunque… podría haber sido peor- añadió la loba.
Koga sonrió. Ayame empezaba a recuperar las ganas de hablar. Ella misma se estaba esforzando para seguir con la conversación.
- Ya- le tendió el trapo con el ungüento para que ella misma se desinfectara las heridas de las piernas- Suerte que tu abuelo te entrenó bien…
Se interrumpió insultándose mentalmente. Vio como ella detenía sus movimientos en seco. Qué diablos le había traído a pronunciar el nombre del difunto ahora? Ahora que estaba consiguiendo que Ayame pensara en otra cosa! Ella se secó una lágrima y medio sonrió.
- Sí… Suerte de eso. Era un gran demonio.
- Tu abuelo fue un orgullo para el clan de los Lobos Endemoniados, Ayame. Deberías estar muy orgullosa de él.
- Lo estoy. Gracias, Koga- forzó una sonrisa.
Pasaron unos minutos en silencio, durante los cuales sólo se oyeron los grillos que daban melodía a la noche. Ayame terminó de curarse, dejó el trapo en el recipiente y se abrazó las piernas, encogiéndose.
- Sigues en busca de Naraku?- preguntó de repente.
Koga la miró y alzó una ceja.
- Obviamente. No descansaré hasta que haya vengado a mis compañeros- esa fue su respuesta.
Ella sólo asintió. Cómo no quererlo? Koga era un demonio arrogante y testarudo, pero su corazón estaba plagado de nobleza y sensibilidad. Pensó en lo cruel que era el destino, él estaba enamorado de otra. Suspiró al confirmarse a sí misma que nunca podría tener el corazón del joven, por mucho que ese no fuera el mejor momento para pensar en esas cosas.
- Estás bien?- Koga estaba preocupado por ella…
Ella medio sonrió y asintió, lanzándole una mirada inevitablemente cargada de ternura que él no alcanzó a ver, pues ya se había levantado para darle una reprimenda a un par de compañeros que los estaban espiando.
Dos meses después…
Kagome sonrió falsamente cuando Koga le tomó las manos y le dedicó las tradicionales palabras de amor que repetía sin cesar cada vez que se cruzaban sus grupos.
- Mi querida Kagome, cuánto tiempo sin verte! Amor, cada vez que te veo estás más hermosa…
Ayame carraspeó disimuladamente, incómoda, cambiando su peso de una pierna a otra. No pudo evitar sonreír de satisfacción cuando Inuyasha se interpuso de forma malhumorada entre el lobuno y la humana, tal y como esperaba.
- Quítale las manos de encima, lobo de pacotilla!- le ladró el mediodemonio.
Toda la manada de lobos endemoniados se echó a reír, y la chica pelirroja no fue de menos. Inuyasha cada vez le caía mejor…
- Algún problema, chucho?- protestó el lobuno, sintiéndose humillado delante de los suyos.
- Te he dicho mil veces que no te acerques a ella- contestó Inuyasha, con unos celos imposibles de disimular.
- Y por qué no? Kagome es mi mujer, algún día tendrás que aceptarlo!
- Vamos, Koga, no te vayas por las ramas- protestó Ayame, con un tic en la ceja.
Koga la miró sin comprender, molesto. Él era el líder, quién era ella para faltarle al respeto? La joven loba no pareció darse cuenta de su expresión malhumorada, por lo que se adelantó y le preguntó al grupo de Inuyasha aquello por lo que se suponía que se habían detenido.
- Tenéis noticias de Naraku?
Miroku medio sonrió y se dispuso a explicar lo que habían averiguado.
- Inuyasha olió a Naraku hace unos días, su olor iba hacia el este.
Koga soltó una carcajada burlona, como dejando en evidencia su duda por las habilidades del mediodemonio. Éste iba a replicar, pero al toparse con la mirada de advertencia de Kagome, se limitó a gruñir y petar los huesos de las manos amenazadoramente. El monje prosiguió.
- Seguimos esa dirección y fuimos a parar al mar.
- El olor se cortaba allí, donde empezaba el agua.- concluyó Inuyasha, más dirigiéndose a Ayame que a su rival amoroso.
La joven loba asintió, pensativa.
- Eso significa que seguramente se fue volando…
- Sea como sea, hay que encontrarlo lo más pronto posible- sentenció Kagome- Hay que encontrarlo antes de que acabe con más vidas.
La conversación terminó cinco minutos después, cuando ni Koga ni Inuyasha pudieron soportar más las provocaciones que se lanzaban el uno al otro y estalló la bomba, como siempre. Kagome mandó al mediodemonio al suelo, Koga se despidió de la humana con un impetuoso abrazo y palabras ridículamente empalagosas, a lo que el inmovilizado joven de pelo plateado gruñó pegado a la tierra.
- Vámonos, chicos- ordenó el lobuno.
Se puso a correr de inmediato, con toda su manada detrás de él. Corrieron durante unas dos horas, hasta llegar a una cueva amplia que el líder consideró adecuada para pasar la noche.
- Ayame!- llamó a la pelirroja, que se giró al oír su nombre- Ven, tengo que hablar contigo- ordenó con autoridad.
Ella frunció el ceño, curiosa, y obedeció. Siguió a Koga fuera de la cueva, lejos de todos. Anduvieron un trecho por el bosque y él se detuvo al cabo de unos minutos, sentándose sobre una roca.
- No quiero que se vuelva a repetir- se limitó a decir fríamente.
Ayame levantó ambas cejas y luego frunció el ceño, sin entender por qué Koga le decía eso.
- Perdón?- preguntó, educadamente. Siempre se habían tratado con cierta confianza, pero ahora era su líder, por lo que debía guardarle respeto cuando tocaban temas serios. Y ése era uno de ellos.
- No te hagas la tonta. No sólo me has dejado en evidencia delante de mi propia manada, sino además delante del cretino de Inuyasha. Ni se te ocurra volver a hablarme del modo en que lo has hecho como si quisieras desautorizarme.
- Desautorizarte? No será que en verdad te ha molestado sentirte humillado delante de Kagome? Siento haberte arruinado el momento de hacerte el machote- no se arrepintió de sus palabras, los celos la estaban matando.
- No me hables de este modo! Soy tu líder, me debes respeto!- el hombre se levantó, destilando rabia por todos los poros. No se dio cuenta de que estaba gritando, pero sus instintos animales le exigían que defendiera su posición como cabeza de grupo.
- Si quieres respeto, gánatelo! Qué clase de líder se pone a coquetear con su supuesta prometida delante de su manada en vez de preocuparse por lo que de verdad es importante…?
Gimió asustada al verse sujeta fuertemente por el brazo, hasta el punto de dolerle. Los ojos azules de Koga parecían fríos como el hielo y brillaban por la furia. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había estado haciendo. Quién era ella para reprocharle al macho alfa?
- Koga, yo… lo siento… no quería…- intentó decir, arrepentida. Sus ojos empezaron a humedecerse al ver que lo único que se reflejaba en la mirada del demonio era enfado, tal vez odio… para nada amor. Supo más que nunca que Koga no la quería.
- Si estás aquí en estos momentos es porque yo te acogí en mi manada cuando estabas sola- su voz cargada de ira la hizo estremecer- No tenías ningún sitio más adonde ir, sabes perfectamente que un lobo endemoniado no puede vivir solo. Si no hubiera sido por mí ahora estarías muerta, tú me debes más respeto aún que cualquiera de tus compañeros! Cállate y respeta mis decisiones, entonces las cosas estarán en su sitio! Trágate tus celos y compórtate como una loba decente! Kagome es mi mujer, acéptalo de una vez, es que nunca te han dado calabazas?! Tu abuelo se avergonzaría de ti en estos momentos!
Quiso morir en cuanto vio una lágrima descender por la mejilla de la joven. Sólo entonces se dio cuenta de que debería haberse callado las tres últimas frases. La había herido, y mucho.
- Perdóname. Ayame, lo siento…
- Me haces daño- dijo débilmente, con la voz entrecortada por un sollozo. No le miraba.
Inmediatamente Koga la soltó, sin pensárselo dos veces. No soportaba ver llorar a una mujer, por mucho que le hicieran enfadar. La última parte de la bronca había sobrado.
- Siento mucho lo de esta tarde. No se volverá a repetir.- se limitó a decir ella.
Le dio la espalda, sollozando silenciosamente y quiso alejarse de él. Koga no se lo permitió. Le puso una mano en el hombro.
- No he querido hacerte daño Ayame, por favor perdóname…
Ella tardó unos segundos en responder.
- Eres el líder. Como tal no debes pedir perdón a una simple integrante, tus decisiones siempre son las correctas.
Lo que desde un buen principio él había querido oír le dolió en lo más profundo.
- Deja que me vaya… por favor.
Lentamente, Koga levantó la mano, liberando a la joven de su agarre. Llorando irrefrenablemente, se alejó de él a paso rápido. Murmurando palabrotas, el demonio se agarró el pelo y se despreció a sí mismo hasta quedarse sin insultos con los que propinarse.
FIN DEL CAP 1!
Pero qué hago yo metiéndome en un fic nuevo?! XD me encanta esta pareja!!!
