Notas aclaratorias:

Hola a todos. Bienvenidos a "Aroma de Rosas".
Les advierto, de antemano, que esta es una historia diferente. Un fanfiction ligeramente paranormal, y que explora realidades alternativas donde también prevalece el amor entre William y Candy. Los personajes que aparecen en él fueron inspirados por los personajes originales del manga de Candy Candy y su relación con los mismos se irá revelando conforme avance la trama.

La ascendencia de los hermanos Cornwell-Aston ancla sus raíces en la rama familiar de los Ardley asentada en México según aparece en dos fics de mi autoría titulados "Candice" y "El Jefe del Clan" respectivamente.
La historia, en su mayor parte, se desarrolla en la ciudad de Xalapa, Veracruz (México) y se mencionan algunos lugares del mismo estado y, quizás, alguna otra localización en el país.

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Dedicado, con todo mi cariño, a Helena K. y Elle A. Hermosas, cuando me hagan el honor de leerlo, comprenderán... Gracias también a Tamborsita (Tani): linda, no nos hemos visto mucho; pero debo reconocer que el fic que publicaste el año pasado me ha inspirado esta dirección.

-~ C ~-

Aroma de Rosas

PRÓLOGO

La sombra acechaba, como siempre ocurría durante su sueño.

La pesadilla era la misma cada vez: una sombra, una sombra que se movía sigilosamente, una sombra cuyos pasos perseguían fielmente los suyos. Las pisadas eran silenciosas, pero de alguna manera el eco que producían se filtraba en su mente, contagiando su corazón con el ritmo del pánico, acelerando sus latidos en un crescendo frenético que rayaba el paroxismo. Podía escucharlo aproximarse, paso por paso, pisada tras pisada, hasta quedar tan cerca que sentía su piel estremecerse por el roce de su camisa de seda.

Vestía de seda, y utilizaba zapatos finos: todo en negro; eso podía verlo, aunque jamás había conocido su rostro, y sólo escuchaba, de cuando en cuando y si no despertaba antes, el sonido de su respiración agitada, la calidez intensa de su aliento. A ese punto del sueño creía enloquecer de terror, presintiendo que le aguardaba un final escalofriante; sin embargo, nada pasaba. Ese era el punto de regreso a la realidad; y luego, todo era silencio, vacío, oscuridad; los pasos y la sombra desaparecían y estaba de nuevo a solas, en medio del sendero empedrado que conducía al portón de Rosas.

Ese era el momento en el que creía despertar, el momento en que su olfato se impregnaba del intenso aroma a rosas, un perfume que perduraba, que permanecía flotando en su habitación, aunque despertara. Un aroma que impregnaba su alma misma, que le transportaba en el tiempo y el espacio a épocas remotas y que le producía añoranza de algún tipo; sembrando en su corazón la sozobra y una pena tan escondida que dolía profundamente, haciéndole experimentar la agonía aún sin estar muriendo realmente.

¿Qué era aquéllo? No lo sabía, porque lo único que recordaba era la tristeza, esa tristeza arraigada en lo profundo de su ser, apoyada en la certeza de haber perdido algo muy importante, algo vital. Lo único que permanecía era la sensación de que algo faltaba y que jamás lo encontraría.

No recordaba el sueño; tan sólo el terror, la angustia y la infinita soledad que experimentaba al encontrarse frente a las rosas.

Temía a las rosas, pero no sabía porqué. Sus recuerdos estaban sellados durante su vida consciente, y sólo emergían en sus sueños más oscuros. A menudo evitaba aproximarse a las rosas por el dulzón aroma que despedían esas codiciadas flores, tan bellas que le dolía el alma de sólo contemplarlas. El mirar las rosas, en cualquier color y tamaño, en cualquier variedad, paralizaba su corazón y cargaba su espíritu con un dolor profundo y lacerante.

Para ella las rosas eran, simplemente, sinónimo del sufrimiento.