Capítulo 1
Mi vida Gamer
Me la había pasado toda mi vida en los videojuegos. Desde que puse mis manos en la Nintendo, comencé a vivir en torno a Mario Bros, Donkey Kong y Megaman; pero claro, debes entender que al ser una persona que vivía sólo haciendo esto, no tenía muchos amigos. De hecho no tenía ninguno. ¿Piensas que eso es patético? Tal vez tengas razón, al menos me consta que todas las chicas de mi curso lo piensan, pero yo pasaba mis días tranquilo frente a la pantalla de mi tele, pulverizando zombis, salvando princesas, o ilusionándome con ser un rockstar en GuitarHero.
Yo toda mi vida deseé poder vivir en los juegos; jugaba tanto, que soñaba con algún día, realmente poder ver todo ese mundo. Quería creer que existía, que la aburrida realidad en la que todos vivimos no es la única opción que tenemos.
Usualmente preguntaba en foros qué pensaba la gente sobre realmente vivir un juego que amen, pero las respuestas eran siempre las mismas: "Idiota", "Consíguete una vida, insecto", o "los juegos son sólo juegos; madura."
Los juegos son sólo juegos, claro que, eso no es totalmente cierto…
Mi nombre es Aldy Rantu, tengo quince años de edad, y hoy, sí, al fin hoy podré jugar al videojuego que tanto he esperado: Sword Art Online.
Sao, es un videojuego de rol multijugador masivo en línea de realidad virtual. Causó enormes expectativas al momento en que se dio a conocer su fecha de lanzamiento. Recuerdo haber hecho cola desde el día anterior para conseguirlo, y aún así estuve en las últimas. Pero en el momento en que me iba a mi casa, sonriendo como un tonto por las ganas de jugar no podía evitar sentirme feliz conmigo mismo.
Vaya que era idiota.
Más tarde, ése mismo día ya me encontraba en el mundo virtual de Sao. Me la pasé inspeccionando el terreno, aprendiendo las funciones de mi personaje, viendo a las chicas lindas, ése tipo de cosas. Aunque tenía entendido que los chicos podían hacerse pasar por chicas en este juego, así que de todas maneras me andaba con cuidado con lo que veía. No quería malas sorpresas el primer día.
Mientras la mayoría de los jugadores entablaban conversaciones entre ellos, se conocían, formaban grupos para futuras misiones que emprenderían, yo me la pasé intentando subir de nivel. Claro que no era muy fácil, me tomó algo de tiempo el aprender bien como empuñar la espada para que tuviera ése aumento de poder con el que podía destruir algunos monstruos. Recuerdo haber estado sorprendido de lo real que era todo; sentía cada golpe que me daban, y veía mi barra de vida disminuir, pero años de jugar me habían dado la experiencia suficiente para no sucumbir prematuramente.
Mi espada no era nada especial, sólo una hoja gris como cualquiera, y una empuñadora oscura con unas líneas blancas a cada lado. Pero se sentía bien equilibrada en mis manos y ya le estaba empezando a agarrar el truco a cómo usarla.
-La espada de un caballero necesita un buen nombre –me dije dándome aires de grandeza, ya completamente de lleno en el personaje que interpretaba.- Tú serás: Nintendo.
Nadie entendió mucho porque la había llamado así, pero vamos, las espadas con nombres de las novias de los propietarios era algo bastante trillado, sin mencionar que yo nunca había tenido una novia. Además quería algo con más significado y, Nintendo me pareció el nombre más apropiado para el arma que iría a mi lado en las misiones.
Más tarde ese día, estaba en el pueblo tratando de conseguir un arma poderosa, o cualquier cosa que pudiera servirme, cuando sucedió.
La silueta de un hombre apareció en el cielo del pueblo. No podía ver quien era (no traía mis lentes y soy medio ciego), pero lo importante era lo que decía.
Todos a mí alrededor escuchaban incrédulamente las palabras, quizá, pensando que todo era parte del juego y que en cualquier momento alguien saldría diciendo que todo era una broma y que podíamos irnos a nuestras casas. Pero no era así. Algunas niñas lloraban en el suelo abrazadas de sus amigas, otros chicos estaban completamente pasmados. Y yo, yo estaba feliz. Puedes decir o pensar lo que quieras de mí, pero en ese momento fui feliz como nunca antes.
Nadie podría salir de SAO a menos que lograra pasar los cien niveles que constituía el juego. Si moríamos allí, nuestro cuerpo en el mundo real también moriría; algunos gritaban que no podían dejarlos atrapados allí y le gritaban a la silueta en el cielo, pero éste desapareció en un instante, y con eso, las apariencias de los jugadores cambiaron drásticamente. Aparentemente teníamos nuestra apariencia real, puesto que algunas chicas hermosas se transformaron de la nada en chicos obesos con granos en la cara y espinillas en sus barbillas. Otras chicas lindas resultaron ser sólo chicas no tan lindas. Sabía que tenía que ir con cuidado…
En ese momento de caos, donde todos comenzaron a gritar y correr sin destino, yo caminé hacia una tienda y miré mi rostro en el espejo. Era tal como siempre. Mi cara de niño chico que había tenido desde siempre. Pero lo preferí así, éste era mi sueño hecho realidad. Si tenía que comenzar a vivir por primera vez, me gustaba que fuera con mi forma real. Pues éste, es también mi mundo real.
Algunos chicos intentaron hacerse como líderes y calmar a los histéricos, pero yo no tenía amigos en el aburrido mundo y no creía que los tendría en mi nuevo mundo. Sería un jugador solitario, como siempre había sido.
Salí a las afueras del pueblo para dejar de oír todo el barullo que provocaban los demás. Ya estaba oscureciendo, pero no tenía nada de sueño. Quería comenzar a vivir, así que corrí hacia el bosque con Nintendo en mi mano listo para descuartizar a quién quisiera amenazarme. Llegado un punto me detuve, frente a mí estaba un chico con ropas negras. Era obviamente asiático, pero no sabría decir si era japonés, Chino, coreano o lo que sea. Gracias a los dioses, podía entender lo que me dijo con los subtítulos que incluía el juego para los jugadores de distintas nacionalidades.
-¿Por qué estás lejos de los demás? –me preguntó.
-No soy muy bueno con los grupos, la verdad –respondí en voz baja.- Se me da mejor ser una solitario.
-Yo tampoco tengo un grupo o algo así –siguió el muchacho-, después de lo que pasó allá… no lo sé, imaginé que sería lo mejor estar solo. Uno no sabe cómo reaccionan ciertas personas a situaciones como ésta. –Me miró evaluativamente.- Pero aún así es peligroso andar por estos lugares solo y de noche. Hace poco unos cuervos casi acaban conmigo. Y seguro hay bestias peores por aquí, incluso si es el nivel de inicio.
-¿Qué es lo que dices?
-Me refiero, que tal ves tú y yo podríamos hacer grupo hasta llegar al siguiente nivel, ya sabes, como todo está comenzando no estaría mal tener a alguien que te cubra las espaldas. Luego cada quién sigue su camino.
A pesar de que no sonaba como mi idea favorita, y que no tenía ni la menor idea de quién era esta persona, tenía lógica lo que decía y, por alguna razón me inspiraba confianza.
-Está bien –acepté. Estiré mi mano y estreché la suya.- Mi nombre es Aldy Rantu.
-Yo soy Kishimoto Kei, es un gusto conocerte, Aldy.
Sólo me acerqué a estrechar su mano logré ver que era en verdad una chica. La oscuridad que proporcionaban los árboles me había confundido, y mirando bien, su apariencia era bastante andrógina. Bueno, supongo que no habrá problemas. Y es una chica linda, mirándola bien.
Llevábamos caminando una media hora en silencio, cuando escuchamos unos ruidos desde arriba. Kishimoto y yo empuñamos nuestras espadas al cielo que se escondía entre las ramas de los árboles. Pero no se veía nada.
-Una falsa alarma, quizá… -susurré.
Ella no alcanzó a decir nada cuando se arrojó sobre mí tirándome al suelo. Sentí un dolor agudo en mi espalda al impactar con tanta brusquedad. Pero al levantar la vista, divisé una flecha prendida en llamas dónde estaba yo hace unos segundos.
-¿Pero qué…?
-¡Cuidado! –gritó Kishimoto.
Desde arriba comenzaron a caer más flechas, como mini meteoros con dirección hacia nuestras cabezas. Pero esta vez estaba listo. Me levanté con rapidez y paré las flechas con el lado plano de mi espada. Corrí agarrando velocidad y salté hacia un árbol para darme impulso y llegar bastante alto. Lo había estado ensayando todo el día, así que esperaba que me saliera bien. Y lo hizo, sólo que, tal vez demasiado bien.
Me encontraba a demasiada altura, y en mi desesperación ni siquiera me preocupé de ver de dónde venían las flechas. Agité mis brazos y piernas con brusquedad en un vano intento de mantenerme en el aire, pero caí como un saco de papas contra la copa de un árbol, y así seguí dándome golpes hasta que caí dando la cara contra el suelo. Si fuera la vida real, lo más probable es que me hubiera roto unos cuantos huesos, pero sólo sentía un dolor de los mil demonios. Mi barra de vida bajo al porcentaje de cincuenta y cinco.
-¡Aldy! –Kishimoto corrió hacia mí.- ¿Pero en el nombre de Goku, se puede saber qué intentaste hacer?
-Creo que he leído mucho manga –logré decir-. Lo siento.
Ella me ayudó a levantarme y ambos nos quedamos en silencio durante un momento.
-¿Y viste quién nos lanzó las flechas? –me preguntó la chica.- Cuando te…elevaste, dejaron de salir.
-No logré ver nada. Quizá sólo eran unos jugadores que nos querían gastar una mala broma.
-Quizá –concordó Kishimito con el rostro serio. Luego sonrió.- Ahora se siente bien tener a alguien que te cubra las espaldas, ¿no?
Mientras me acariciaba los moretones que mi inútil intento de volar había provocado, la verdad sí me sentí mejor de tener a alguien allí conmigo. En especial si es una niña linda como Kishimoto.
-Sí, es bueno tener a alguien que te ayudé –respondí.
Nos sonreímos estúpidamente. Parecía lo correcto después del tonto susto que habíamos pasado. La verdad me sentí mucho mejor.
-Oigan tortolitos, córtenla con el drama de telenovela o vomitaré mis puntos de experiencia –dijo una voz rasposa.
Entonces nos vimos rodeados por al menos quince jugadores. Todos con arcos y espadas de fuego.
Esta historia fue escrita por mi amigo Lalo...
dejen sus reviews para saber si mi amigo la continua! :D
