Ironic
"Well life has a funny way of sneaking up on you
And life has a funny way of helping you out "
Jasper en la familia Cullen no era el más serio, pero sí el más medido. No tenía esos ataques de furia de Edward, ni la risa escandalosa de Emmett. Tampoco la alegría rebozarte de Alice ni la dulzura que emanaba Esme. Menos que menos, la compasión de Carlisle ni el orgullo, siempre presente, de Rosalie.
Jasper, simplemente, solía ser neutral. Y es que tener el poder de sentir las emociones de quienes lo rodean hace que, en algún punto, comience a sentirse vacío – o eso era lo que se obligaba a sentir a sí mismo, la nada-. El único sentimiento constante para él era su amor por Alice.
Pero, a pesar de todo eso, no podía negar que, de vez en cuando, la culpa venía a atormentarlo, a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo, y el dulce olor de la sangre humana se arraigaba a sus sentidos. Lo hacía sentirse desesperado, hambriento.
Fue por eso que, cuando Bella derramó aquella pequeña gota de sangre al cortarse con un estúpido papel, sus sentidos se descontrolaron. Ya no era más aquel Jasper con el que había convivido los últimos años, la bestia había vuelto y esa sangre de gusto dulzor era su karma, su tentación.
Sus instintos despertaron ante el aroma, la ponzoña se acumulaba en su boca y clamaba por salir.
Finalmente la vida se encargaba de devolverle todo el dolor que había causado a otros y se lo merecía totalmente, porque sin importarle lo mucho que Edward la amara sabía que si tenía la oportunidad no duraría en tomar cada gota de su sangre.
Se sentía sucio, egoísta, pero no podía evitar que sus instintos despertaran tan sólo con una simple gota. Quería evitarlo, pero su lado racional había quedado limitado a una parte recóndita de su mente y toda esa frustración reprimida, toda esa ansia y esa desesperación lo dominaban.
Intentaban retenerlo y sabía que, sino fuera por Alice, ya los abría desmembrado a todos y hubiera tomado a la chica Swan entre sus brazos y no pararía hasta vaciarla. Por algo era un gran estratega, pero no podía permitirse romperle así el corazón a su pequeña Alice.
Definitivamente la vida era demasiado irónica y él era demasiado egoísta, como para darse cuenta de las consecuencias que esto traería. Sin embargo, nada de esto le importaba, sólo necesitaba consumir un poco de aquella sangre, porque nada le saciaba más que ello. Era, al fin y al cabo, una simple necesidad.
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