Título: Aquella noche.
Fandom: Twilight.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la trama sí.
Claim: Emily.
Rated: T
Advertencias: Al raiting me remito.
Summary: Porque, en el verdadero lado de la historia, Sam no debía sentir remordimiento de sus cicatrices.
Notas: Para el reto Palabras para el recuerdo, del Foro LOL. (Palabra clave: Piel).
Dedicado a: Vane :DD


Aquella noche.

Cualquiera que conociera la versión oficial de la historia, sentía lástima por el remordimiento que seguramente inquietaba la mente de Sam. Cargar con ese peso en la conciencia no debía ser nada fácil, verla cada día y saber que las marcas eran culpa suya.

Nadie sabía que Sam no sentía, al ver el rostro de Emily, más que dolor por ella. No por él, no, la culpa no lo asaltaba en lo más mínimo.

Porque, en el verdadero lado de la historia, Sam no debía sentir remordimiento de sus cicatrices.

Nunca podría olvidar el rostro de Emily al llegar a su encuentro ese día. Sam aún no había terminado con Leah, por temor a herirla, pero se veían a escondidas tres veces a la semana.
(Esos eran los días en que Leah se quedaba en casa, viendo películas tontas junto a Seth, tamborileando los dedos sobre la madera de la mesa que se ubicaba junto al sofá. Esos eran los días en los que Leah se preguntaba cuándo habían comenzado a cambiar las cosas).

—¿Qué ocurrió? —le preguntó aquella noche. Ella tenía lágrimas en los ojos y marcas, además del rasguño feroz en su rostro, en las muñecas. No quería creer que lo que su aspecto denotaba fuera lo que de verdad había ocurrido.

Pero lo era.

Emily aún podía recordarlo con total claridad, las marcas en su rostro se lo recordaban cada día. Sabía que el destino había jugado en su contra en aquel momento.

Ella caminaba por La Push, muy cerca de los límites con Forks, inconsciente del peligro que corría. Sus pasos eran constantes, pero ella nunca había sido rápida.
(Y contra él no tenía oportunidad. No había forma de que ella pudiera escapar de él luego de que hubiera posado sus ojos negros en ella, con cuando él era mucho más rápido y fuerte, más ágil).

Él ya la tenía contra su cadera y no había nada que Emily pudiera hacer para evitar lo que se avecinaba. Los forcejeos la lastimaban más a ella que a él, su verdugo, y las lágrimas parecían excitarlo más.
(Sin embargo, ella siguió luchando tercamente contra él, pataleaba con desesperación y los gritos amenazaban con romper sus cuerdas vocales).

El último forcejeo le costó el renunciar a toda la belleza de su rostro. Sentía la sangre mezclarse con sus lágrimas, y luego dejó de sentir.

—James, ¿qué has hecho? —reclamaba una voz profundamente seductora. Ella debía ser hermosa e igual de peligrosa que él.

—Sólo déjame… —pidió el hombre, casi suplicando. La conciencia de Emily se recobraba poco a poco.

—No, no. Hay un licántropo en la zona —otra voz de hombre retumbó en el silencio.

—Bien —suspiró, resignado. Emily, al fin despertando de su aturdimiento, abrió los ojos.

Pudo ver una espesa cabellera rojiza a lo lejos. Suspiró e intentó levantarse, aún debía encontrarse con Sam (por mucho que no quisiera que el la viera en ese estado, no quería dejarlo plantado y que se decepcionase).

Llegó luego de veinte minutos de tortuoso camino. Cuando se plantó frente a él, de verdad tuvo miedo: Ella ya no era hermosa y Leah seguía siéndolo, quizás ahora él no la querría más.

Pero él sólo la besó cuando supo la historia, con mucha dulzura, prometiéndole cuidarla siempre y evitar que supieran lo que había ocurrido en realidad (era demasiado doloroso).

No le importó tener que soportar la mirada de todos sobre su espalda si eso significaba que nadie podría recordarle a Emily esa traumática experiencia (ya suficiente tendría con la cicatriz como recordatorio constante).