N/A: ¡Buenas! Aquí les dejo uno de mis drabbles. He de decir que UlquiHime es la primera pareja no yaoi que me inspira a escribir algo(?). Como sea, espero que les guste ^^


POLVO

Inoue Orihime era una persona que se conmovía con facilidad. No podía evitarlo, estaba en su naturaleza. Siempre había pensado que ese era el motivo por el cual se sentía atraída hacia Kurosaki Ichigo, el solitario pero valiente chico de su clase. Estaba segura de que sus sentimientos hacia él nunca cambiarían.

Entonces, ¿por qué aquel Espada lograba que su ser entero se estremeciera?

No era miedo, pero era algo muy parecido al miedo. No era amor, pero era algo muy parecido al amor. No era algo que encajase en las emociones aceptables y fácilmente clasificables. Mientras Orihime podía decirse a sí misma que Kurosaki Ichigo le gustaba y por qué le gustaba, no podía hacer lo mismo con la Cuarta Espada, Ulquiorra Schiffer.

Desde un principio la había intrigado, de eso no había duda. No había conseguido explicarse por qué Ulquiorra hacía lo que hacía. Trabajaba para Aizen, pero no parecía disfrutar nada de lo que hacía, como los demás Espadas. Siempre vestía esa expresión imperturbable y esos ojos que parecían dos trozos de esmeralda congelados. Parecía llorar. Y no, Orihime no pensaba eso por las líneas que surcaban sus mejillas pálidas, sino por su mirada.

Ulquiorra siempre parecía querer que ella dejase de lado toda esperanza. Todo lo que decía iba dirigido a ello, había notado la muchacha. ¿Por qué? ¿Por qué tal afán?... No lo comprendía. Kurosaki nunca se había detenido a cuestionar lo que ella pensaba, porque Kurosaki Ichigo no era así. Él parecía pensar que ella era lo más noble. Orihime podía sentirlo. Sin embargo, cuando estaba bajo la custodia de Ulquiorra en Huecomundo, se sabía estudiada cada segundo. El Espada no hablaba demasiado, pero no dejaba de mirarla con esa intensidad que era más poderosa que mil gritos.

Ulquiorra parecía saberlo todo, pero también parecía un ser que desconocía todo. Una vez le había preguntado qué era el corazón, qué era el alma, y ella se había encontrado a sí misma respondiendo con toda la honestidad que podía ofrecer. ¿Cómo podía Ulquiorra parecer un anciano y, al mismo tiempo, un niño? La Cuarta Espada era un ser que no parecía haber conocido afecto alguno en toda su existencia, un ser incluso más solitario que Kurosaki Ichigo. ¿Qué propósito tenía su vida? ¿Tenía un propósito, siquiera? Orihime no lo sabía.

Y, no obstante, ahí estaba él, luchando contra Kurosaki Ichigo por deber. Deber. Luchaba, con la misma expresión imperturbable que lució cuando ella se atrevió a darle una bofetada. Él nunca cambiaba. Era un alma estancada, un alma que parecía anhelar un motivo para moverse como un humano, pero que no lo encontraba. Ella no era lo suficientemente capaz como para dárselo.

Eso pensaba, hasta el momento en que la Cuarta Espada empezó a volverse polvo ante sus ojos. Había algo en su mirada mientras estiraba la mano hacia ella… Parecía querer ver su mismísima alma. La miraba así, fijamente, y algo en ella se estremecía. Ulquiorra siempre era así.

Y cuando ella corrió hacia el pelinegro para tocarlo y él se volvió polvo que vuela en la nada..., tuvo la extraña sensación de que jamás en su vida volvería a conocer a alguien igual.

F I N

07/12/15