¡Hola a todos! Esta es mi primera historia dedicada a Bleach, es un universo alterno. Es de vampiros, contiene Lemmon e incesto fuerte al final de la trama, les recomiendo que si son sensibles a este tema, por favor, no lo lean o eviten el capítulo final. Gracias y disfrútenlo.


Disclaimer: Ni Bleach ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Tite Kubo. Yo solo los uso para satisfacer mi imaginación. Disfruten.


Chapter 1: Enfermos

"Nos estaban persiguiendo. Las personas del Seireitei habían caído enfermas, algo les había ocurrido. Teníamos miedo de que nos pasara lo mismo a nosotros."Kuchiki Rukia

"He venido por lo que me pertenece"Kurosaki Ichigo.


El Seireitei, un pueblo pacífico ubicado en medio de un frondoso bosque, sus habitantes habían aprendido a vivir de lo que la naturaleza les daba y del comercio. No estaban incomunicados del mundo; a las afueras de este pasaba una carretera que lo comunica con el Rukongai, un ciudad vecina que estaba más modernizada que el Seireitei.

Los forasteros visitaban a menudo el Seireitei, era considerado un pueblo antiguo por la forma de sus casas y por cómo se mantenía, en cierta forma eso también ayudaba a la economía de este.

El primero en caer enfermo fue Renji, un joven pelirrojo con extraños tatuajes por el cuerpo, él había vivido toda su vida en el Rukongai, pero harto del constante bullicio de esa ciudad decidió ir a vivir al Seireitei, ahí trabajaba como asistente del alcalde de ese lugar, uno de los descendientes de los fundadores de ese pueblo.

Él fue víctima de una extraña enfermedad. Estaba perdiendo sangre de forma alarmante, era como si se la drenaran lentamente; la hospitalización fue casi inmediata y la transfusión sanguínea no se hizo esperar. La noche en la que fue llevado al hospital de especialidad en el Rukongai cayeron enfermas dos personas más, tenían el mismo síntoma: pérdida de sangre. Al igual que Renji, estas personas fueron trasladadas al hospital para realizarles una transfusión sanguínea de emergencia.

Una tarde, tiempo antes de que se enfermara Renji, un joven de buen parecer con el pelo naranja y vestido elegantemente llego al pueblo, pidió hablar con el alcalde.

Kuchiki Byakuya era un hombre joven, con una expresión seria y que parecía no tener sentimientos ya que nunca los mostraba pero era un gran líder, siempre tomando las decisiones correctas para su gente. La plática transcurrió a puerta cerrada, nadie en el pueblo supo de que iba dicha conversación, lo único de lo que se percataron fue de que después de esa platica, Kuchiki Byakuya se encontraba preocupado por algo.

La gente estaba asustada. Nadie en el pueblo pudo dormir tranquilo, tenían miedo de que alguien cayera enfermo nuevamente. El grito desgarrador de una mujer alerto a todo mundo, había encontrado a su hija tirada en el suelo de su casa en las mismas condiciones que los otros: pérdida de sangre.

Una semana después del primer incidente habían caído enfermos más de diez personas, siempre el mismo patrón, demasiada pérdida de sangre. Fue entonces que Byakuya se dio cuenta de algo, algo que no se había detenido a pesar por tanta tragedia sucedida, su hermana.

Kuchiki Rukia, hermana pequeña del alcalde, había desaparecido una noche sin decir nada, la habían encontrado dos años después, completamente sucia y vagando por los alrededores del pueblo; al preguntarle por lo sucedido ella no pudo recordar nada. Fue el único que se dio cuenta de que las personas afectadas habían sido amigos de su hermana.

La gente noto un patrón en la enfermedad después de la 12va víctima, si alguien caía enfermo y era alejado del lugar entonces alguien nuevo se enfermaba; era como si alguien estuviera jugando un macabro juego con la vida de la gente. Cuando la 13va víctima se registró se decidió no moverlo del lugar, mandaron a traer el equipo necesario para tratarlo y junto con este trajeron a las demás personas enfermas. Por indicaciones del médico se les mando a tener reposo el tiempo necesario mientras se terminaban de recuperar. Nadie quería una muerte que lamentar.

Dos días después de que todos los enfermos estuvieran en el lugar la desgracia llegó. Las trece personas murieron al mismo tiempo sin explicación lógica aparente. La gente había empezado a rumorar teorías que iban desde extraterrestres hasta algún virus tropical perdido chupa sangre. La verdad no había manera de culparlos por eso, querían una explicación para no caer en la histeria colectiva de enfrentarse a lo desconocido.

Después del funeral colectivo el lugar estuvo de luto, habían sido demasiadas personas que lamentar. Un periodo de calma y tristeza se asentó sobre el lugar; no se hablaba de otra cosa que no fuesen las extrañas muertes hasta que cayeron en cuenta de una cosa: ya no había más enfermedad. Fue así que la tranquilidad regresó.

Kuchiki Byakuya fue el único que seguía preocupado por algo, no sabía que era pero su instinto se lo estaba gritando, había peligro y estaba cerca.

Esta efímera paz duró menos de lo deseado. Justo cuando se cumplió un mes de que la primera víctima se enfermara empezaron a suceder cosas extrañas. Un día una mujer afirmó haber visto a una sombra rondar por su jardín. Otros decían escuchar la risa de los niños que habían muerto y otros tantos afirmaban ser seducidos por una bella mujer extranjera con el cabello castaño cuando andaban hasta altas horas de la noche en la calle.

Solo un apersona tuvo el valor de seguir a una extraña sombra que rondaba por su casa; la siguió hasta el cementerio y vio cómo se desvaneció en la cripta que se le había hecho a los difuntos recientes. Juntó un equipo para que fueran a investigar ese cripta durante el día, querían ver si algún extraño se escondía ahí.

Al entrar notaron que lo ataúdes estaban de la misma forma en que los habían dejado, nada fuera de lo ordinario. Decidieron revisar si se encontraban los cuerpos tal y como los habían dispuesto pensando que alguien pudo haber saqueado el lugar. El primero en ser abierto fue el ataúd de una niña, Hinamori Momo; esperaban que el aroma de la muerte inundara el lugar pero nada pasó, quitaron el velo que le cubría la cara a la niña y lo que vieron los llenó de asombro. La niña estaba ahí, eso era un hecho, pero la forma en cómo se encontraba no; se veía hermosamente pálida, con un ligero rubor en las mejillas y los labios tan rojos como la sangre.

Abrieron los demás ataúdes y el pánico inundo el lugar, todos se encontraban en perfecto estado a pesar de estar muertos. Entonces fue ahí cuando se desató el caos.

Ellos fueron las nuevas víctimas de esa extraña enfermedad. A pesar de los intentos del médico de salvarles la vida estos perecieron; al momento de ser enterrados notaron que sus cuerpos habían desaparecido y fue cuando el pánico se adueñó del lugar. ¿Quién se robaría los cuerpos?

Después de eso la gente simplemente empezó a desaparecer, se esfumaban sin dejar rastro, no se llevaban nada, simplemente desaparecían. La gente tenía miedo por sus vidas, no querían ser los siguientes en enfermarse o desaparecer del lugar. El pueblo se estaba convirtiendo en un pueblo fantasma.

Nadie salía de noche. Fue una regla que puso Byakuya, para protección del pueblo y de su hermana, era un hecho que tenía que protegerla. En verdad parecía que a alguien le gustaba jugar con la gente.

Una noche, mientras la gente se reunía en casas para cuidarse mutuamente sucedió. Una de las personas desaparecidas llego a la casa Kuchiki, era un hombre joven, alto y de pelo negro con un extraño tatuaje en la mejilla; de inmediato le abrieron las puertas, sabían que afuera era peligroso. No sabían que el peligro estaba sentado en su sala. Intentaron averiguar donde había estado pero este solamente decía que no recordaba nada, solo unos ojos rojos. De la nada se puso de pie, le hizo una reverencia a Rukia y mato a todas las personas que ahí estaban.

La pobre salió huyendo hacia la oficina de su hermano en la alcaldía en busca de ayuda; toco insistentemente hasta que la dejaron pasar, estando ahí relato lo sucedido en su casa omitiendo la extraña reverencia recibida. Esa noche, las personas que aún quedaban tomaron la decisión de huir de ahí.

Tomaron lo que pudieron y se alejaron de aquel lugar de muerte y desolación. Llegaron a un pueblo tranquilo el distrito 1 este del Rukongai, pidieron asilo y contaron una historia falsa para que los dejaran quedar ahí. Pensaron que la paz por fin había llegado. No podían estar más equivocados.

A los pocos días de haber llegado ahí la extraña enfermedad apareció, primero fingieron desconocerla, pero cuando las muertes se hicieron presentes y con ellas el desvanecimiento de los cuerpo decidieron hablar. Esa tarde habían quedado con el encargado de ese pueblo para que los escuchara, sabían que iban a ser tachados de locos y los responsabilizarían de la extraña enfermedad pero algo tenían que hacer, no podían dejar que más gente muriera por eso.

Dispuestos estaban cuando un disparo interrumpió todo. La multitud se encontraba congregada en la calle atónita por lo que veía, eran los cuerpos de los que habían caído enfermos y desaparecido. Estaban ahí, caminando, como si la muerte no los hubiese visto, incluso parecían más sanos de lo que estuvieron en vida. Sabían que eso era algo imposible y empezaron a dispararles pero parecía que no les hacían nada, las balas que los alcanzaban y perforaban la carne los hacían sangrar pero solo eso, no morían; definitivamente era un espectáculo macabro.

Al frente de estos no-muertos había una bella mujer de cabello castaño, ojos negros y labios rojos. Se paró justamente en frente de Rukia, le hizo una reverencia y le tendió la mano invitándola a tomarla; eso ya era extraño, era la segunda "persona" que lo hacía. Algo en ella le decía que tenía que salir corriendo de ahí, salvar su vida, pero su cuerpo simplemente no le respondía. Esos extraños ojos negros ejercían en ella un extraño poder, lentamente sujetó la mano de la mujer, su piel era fría, suave y mortalmente blanca; después de eso nada, no escucho ni los gritos de su hermano, ni de la gente que intentaba salvarse de la masacre que se empezaba a desatar, solo oscuridad.

Despertó en una extraña habitación tenuemente iluminada. Se encontraba recostada en un extraño sofá siendo observada por un hombre parado junto a una puerta con la cabeza oculta entre las sombras. Intento levantarse rápidamente pero un mareo se hizo presente.

- con cuidado pequeña mía – dijo aquel hombre con una voz sedosa, ahora se encontraba junto a ella y esta pudo observar sus ojos color miel y su extraño cabello naranja.

- ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿Qué quieres? – pregunto tan rápido como pudo.

Aquel hombre de un rápido movimiento había recostado de nuevo a la muchacha en el sofá, a esta no le dio tiempo de reaccionar ante el inminente peso del hombre sobre ella; con una mano sujetaba sus muñecas en su vientre y con la otra rosaba lentamente sus labios. Su nariz recorría desde su cuello hasta su clavícula y ella sentía que su peso le asfixiaba.

- ¡sí! Sabía que eras tú, siempre has sido tú, tu sangre lo es todo pequeña mía – murmuraba mientras pasaba su lengua a lo largo de su cuello, un escalofrió recorría la espalda de la joven hasta que un punzante dolor se instaló en su cuello, él le había clavado sus colmillos. Ella solo pudo soltar un gemido, que en un principio era de dolor y después se convirtió en placer. Definitivamente algo tenía mal.

La mano que sostenía sus muñecas se relajó y sujeto su cintura, la mano que jugaba con sus labios empezó a bajar lentamente por su pecho hasta colarse debajo de su blusa, empezó a jugar traviesamente con su peso erecto; su tacto era frio y suave al igual que sus labios que habían dejado su sangrante cuello para situarse en sus labios ligeramente entreabiertos depositando un frenético y pasional beso cargado de un sabor metálico que fue respondido con la misma intensidad.

- Haz nacido para mí, vas a ser mía. – decía entre besos y mordidas que hacían sangrar sus labios y que era bebida por él.

El dolor había cruzado esa delicada línea que lo divide del placer, las manos del hombre hicieron girones la ropa de la joven, ella no podía hacer nada para evitarlo, se encontraba débil y mareada. No noto cuando había sido llevada a una cama con dosel y cortinas de organza roja. Estaba en un trance, quería gritar, pedir ayuda, salir corriendo de ahí pero lo único que salía de sus labios eran gemidos y suspiros, y sus piernas simplemente se enredaban más con las de aquel hombre.

Sentía su boca recorrer cada centímetro de su cuerpo, sus manos levantar corrientes eléctricas por toda su piel y sus dientes hacer pequeños rasguños por donde pasaban. Y se odiaba por desearlo de esa manera. Él se encontraba atendiendo uno de los pezones de ella en un beso profundo, el otro era tratado con la mano izquierda con un suave masaje mientras jugaba con su pezón, la mano derecha invadía su intimidad deslizándose entre sus labios humectados por su deseo.

Lentamente empezó a dejar un camino de besos por todo su vientre cuando sintió unas uñas que se clavaban en su espalda desnuda.

Lentamente separo las piernas de ella y beso cada rincón de piel disponible en ese momento. Con su lengua empezó a recorrer cada extremo de esos labios rosados y sumamente húmedos que pedían a gritos ser mimados con delicadeza. Encontró aquel punto rosado oculto y lo sedujo con su lengua, los espasmos y gemidos de placer en el cuerpo de la joven no se hicieron esperar; aquellos sonidos de placer lograban en el cuerpo de él una excitación que dolía y pedía ser calmada pero se negaba a hacerlo; siguió jugando con su lengua aquella zona bebiéndose aquel líquido que manaba de ella.

Él sentía que ya no podía más, necesitaba hacerla suya en ese momento. Inmediatamente aparto su lengua de esa zona, se acomodó entre las piernas de ella y empezó a subir hacia su boca depositando en esta un feroz beso que fue acompañado de la primera envestida. El grito de dolor fue suprimido por los labios de él. Se quedaron en esa posición hasta que ella se acostumbró a la invasión en su cuerpo.

Lentamente las envestidas fueron cobrando fuerza y rapidez, los gemidos eran ahogados por profundos besos, el deseo era tanto que las uñas de ella se clavaban en la espalda de él haciéndole sangrar, sangre que él limpiaba con su lengua mientras seguía con su labor. El momento el que ella arqueo la espalda era signo de su inminente orgasmo y como si estuviesen coordinados él se vació en ella con una última estocada mientras sus colmillos se clavaron en su cuello y ella soltaba un último gemido de placer.

Despertó después de lo que parecía ser mucho tiempo, sentía un dolor en el cuello y en varias partes de su cuerpo, se encontraba vestida con una bata ligera; era de noche, la luz de la luna se filtraba entre las cortinas y proyectaba la sombra de él sobre la cama. Sin previo aviso se acercó a ella y besó sus labios con delicadeza.

- Tu sangre es la vida misma – dijo mientras la besaba – tú serás mi nueva esposa.

- ¿Qué…? – no pudo terminar de hablar, la boca de él se pegó a su cuello y su cuerpo aplastaba el de ella, en ese instante sus colmillos volvieron a romper su piel y ella abrazo a la posible causa de su muerte.

Al separarse de ese mortal abrazó él mordió su muñeca y sorbió su sangre, seguido de un beso en la boca con sabor a metal. Era su sangre, sangre que ella bebió en el beso y que un pequeño hilo se escapó por la comisura de sus labios.


Gracias por leer :D