Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece a mí, sino a Hidekaz Himaruya.

Advertencias: nalgas prusianas. El título no tiene sentido.

Notas: quería demostrarme que puedo escribir historias estúpidas y BREVES.


Prusia estaba en el cuarto de baño luchando contra las fuerzas de la naturaleza y el estreñimiento.

Porque él era así, un luchador nato.

Ignorando el frío de la tapa que congelaba progresivamente sus pálidas posaderas, Prusia se deleitaba con una revista especializada en gastronomía italiana. Oh, aquellos italianos con sus manos celestiales que lograban transformar mierda en arte…

Y aquellos rizos. Oh, ¡y esas pieles tan bronceadas y suaves al tacto!

Los deliciosos platos que aparecían plasmados en el papel barato de la revista se convirtieron poco a poco en imágenes bastante sensuales en la mente de Prusia. Elspaghetti a la puttanesca fue adquiriendo la figura de Italia del sur, mientras la lasaña cada vez iba pareciéndose más al adorable Italia del norte.

Cuando estaba a punto de musitar unas palabras nada afortunadas («dame lasaña, nene. Dámela ya»), su hermano pequeño pasó por delante del cuarto de baño.

Prusia se dio cuenta de que había dejado la puerta abierta. Alemania también.

Alemania estaba tan poco acostumbrado a ver a su hermano mayor haciendo de vientre con una revista misteriosa en su regazo que no pudo evitar quedarse boquiabierto, totalmente estático.

Se miraron fijamente, presas del pavor. Fue una batalla intensa en la que no hubo ganador.

El primero en reaccionar con sensatez fue Prusia, que, en un abrir y cerrar de ojos, arrojó la revista pseudo-pornográfica por la ventana, se levantó del inodoro y, con los pantalones y los calzoncillos aún a la altura de los tobillos, fue corriendo cual pato mareado con más pena que gloria hacia la puerta para cerrarla.

Alemania chilló. El tufillo estaba comenzando a aturullarle.

Prusia parecía estar poseído por Satán, agitando sus brazos de gelatina y con los ojos tan abiertos como la mente de un hippy. Tras mucho vacilar, Alemania logró cerrar la puerta. Prusia chocó.

Y así fue cómo Hungría no tuvo nada que ver con el nuevo chichón que tenía Prusia en la frente.