Masquerade
Capítulo 1
El baile
Acabé de colocarme con cuidado mi pañuelo blanco preferido. Lo ajusté de forma que no me apretara demasiado pero sin que quedara muy suelto. Hacía años que me había acostumbrado a llevar esta ropa tan jodidamente incómoda. A pesar de que con el tiempo he desarrollado una obsesiva manía por la limpieza y el orden, no me gusta permanecer más tiempo del debido entre prendas elegantes porque me parezco a ellos. A todos esos cerdos ricachones que buscan ansiosos con la mirada a sus presas más suculentas, desesperados por hacerse con un buen negocio que los lleve a la cima de la sociedad.
Esa noche debía asistir a uno de los eventos que celebrarían en la gran mansión de los Jaeger. Intento evitar esas celebraciones tanto como me es posible pero en aquella ocasión había sido mi fiel compañero Erwin quien me había convencido para que asistiera.
Hace años, fue él quien me ayudó a salir de toda la mierda en la que me había hundido. Mi madre murió de una enfermedad muy rara cuando yo nací y tras eso, mi padre tuvo graves problemas para sacarnos adelante a ambos. Al final, terminó abandonándome a mi suerte para salvar su sucio culo. Viví en los barrios bajos y podridos durante mis primeros años como un maldito ratero obligado a robar a los pocos tontos e insensatos de clase alta que se atrevían a pasar por allí. Una decisión equivocada y arriesgada me llevó hasta Erwin, quien a pesar de todos los problemas que le di con la policía y con mantener su reputación, me ayudó incondicionalmente.
Erwin Smith me dio un nuevo nombre y una identidad. Me convirtió en el hombre que soy ahora, dándome la oportunidad a la que jamás había optado. En seguida se percató de que tenía un talento especial pues no tardó en dejarme participar en sus negocios a una edad temprana.
Actualmente, soy el fundador de una amplia empresa de impresión que ha alcanzado mucha fama en el mundo de los negocios. Su expansión me ha llevado a ganar grandes cantidades de dinero y ya cuento con varias sedes en los países más importantes. Por ello, Erwin insiste en que debo relacionarme aún más con los hombres de la alta sociedad. Sé muy bien que la mayoría de ellos tienen los ojos puestos en mis proyectos y que podrían ser una buena fuente para financiarlos.
La mansión de la que dispongo es demasiado grande para mí solo, cuenta con más habitaciones de las que nunca necesitaré, pero el resto de las salas las uso con bastante frecuencia. Mi lugar preferido para reposar y pensar con tranquilidad es el jardín, aún así, paso la mayoría del tiempo encerrado en mi extenso despacho, ocupado con mucho papeleo. Esa es otra de las razones por la que mi querido amigo Erwin insistió en que lo acompañara a la fiesta. Necesitaba desconectar un poco de tanto trabajo.
Cuando bajé las escaleras que me llevaron a la planta principal uno de mis mayordomos se acercó hasta mí inmediatamente para tenderme la casaca azul oscuro con el cuello de tirilla que tenía un acabado en pico hacia la parte trasera de mi espalda. Los bordes estaban decorados con diferentes bordados de tono plateado que conjuntaban con la chupa de manga corta que llevaba puesta. Al estar en pleno verano, había optado por unos calzones negros de media pierna ajustados a las pantorrillas. Lo último que quería era ponerme a sudar y sentirme sucio y asqueado.
-Señor, su carruaje acaba de llegar- me indicó una joven sirvienta que acababa de aparecer por la puerta de la cocina. Asentí con la cabeza sin dedicarle ni una sola palabra y salí atravesando las dos grandes puertas de madera.
El viaje fue corto, menos de media hora en plena oscuridad. Debía admitir que mi casa se encontraba algo alejada del bullicio del pueblo pero así lo prefería. No había tenido la ocasión de conocer personalmente a los Jaeger pero Erwin me había hablado muchas veces de sus recientes logros en la medicina. El señor Jaeger se había convertido en uno de los hombres más conocidos de todos los tiempos por sus grandes habilidades médicas y sus avances creando medicinas para la gente enferma. Era una lástima que dichas curas no estuvieran disponibles para los más desafortunados y para quienes más las padecían en las calles.
Cuando bajé del carruaje que más tarde me llevaría de regreso, observé a Erwin en el exterior esperándome. Se adelantó a darle unas pocas monedas de oro al conductor del carro que me había traído y después se dirigió a mí con una sonrisa radiante.
-Buenas noches, querido Levi- me saludó contento. No hacía tanto que no nos veíamos pero aún así solía resultarme agradable encontrarme con él en un lugar en el que podríamos relajarnos un poco del trabajo y el continuo papeleo. –Pensaba que te echarías atrás- me comentó al tiempo que comenzábamos a caminar hacia el interior.
-Ya sabes que siempre cumplo con mi palabra- respondí seco y firme. Sabía que en el fondo él también estaba seguro de que aparecería tal y como le dije. Confiaba plenamente en mí y en mis palabras, al igual que yo en las suyas. –o ¿es que acaso hay algún motivo por el que no querría venir?- pregunté percatándome en ese instante de que mi compañero solía tener ideas bastante retorcidas cuando se lo planteaba seriamente. Su sonrisa y su mirada divertida lo delataron al momento. No hizo falta que me respondiera porque sus gestos lo hicieron por él. Entonces, sí que me planteé la posibilidad de retractarme y volver a la tranquilidad de mi casa. No quería formar parte de uno de sus juegos.
Pero entonces, cuando pareció darse cuenta de la cara de desconcierto que se me había quedado, me tendió un objeto antes de entrar.
-Toma, debes llevar esto.- dijo. Observé con cuidado lo que me había dado, era una máscara de terciopelo negra, no demasiado grande, pues solo me cubriría la parte de los ojos. Llevaba algún que otro dibujo de tono plateado en los bordes. Lo miré acusador para darme cuenta de que él ya se había colocado la suya de color marrón mucho más ancha, por lo que solo pude ver una gran sonrisa. –así será más interesante, ¿no te parece?
-Ya, lo que tu digas.- me coloqué descontento el objeto que debía darme un toque elegante y fino. Por suerte quedaba con el conjunto que había elegido para la noche. No me hacía gracia participar en eventos tan sofisticados ni en jueguecitos de máscaras, pero al menos, quizás me daría la oportunidad de desahogar mi frustración con quien se atreviera a hablarme de estupideces valiéndome de la ventaja de que no sabrían quien se oculta bajo la máscara. –No sé qué cojones estás tramando, Erwin, pero déjame al margen de tus planes.- le exigí. Él me asintió levemente con la cabeza sin convencerme del todo y después me empujó hacia el salón principal.
Muchos de los sirvientes se encontraban en la entrada preparados para hacerse cargo del exceso de equipaje que traían los invitados. El resto de ellos paseaban de un lado a otro sirviendo diferentes tipos de aperitivos y limpiando cualquier pequeño accidente del suelo. Todos los asistentes llevaban diferentes tipos de máscaras, desde las más simples y poco llamativas hasta las más extravagantes y enormes decoradas con grandes plumas y gemas brillantes. Piezas caras que pocas veces utilizarían. Para mí, un desperdicio de dinero.
Seguí a Erwin hasta que nos situamos en la zona más alejada del centro del salón donde la gente comenzaba a hacerse a un lado dejando en medio una especie de óvalo libre.
-Espera aquí un momento, iré a saludar a un conocido- me pidió. Le di un breve asentimiento con la cabeza. No me importaba quedarme solo, pues disfrutaba con mis comentarios mentales acerca de las diferentes cosas que iba viendo durante la noche: El hombre que llevaba el pantalón tan apretado que no era capaz de caminar recto, la mujer que no podía respirar bien y comenzaba a ponerse roja, la joven con una máscara tan grande que tardaba horas en girar la cabeza de un lado a otro. Ante todo aquello no sabía si reírme con malicia o si echarme a llorar por tener que compartir el mismo espacio que aquellas personas.
Cansado, esperé a que uno de los camareros se acercara a mí y cogí una copa de lo que parecía Whisky. Si debía perder mi noche en un sitio infestado de estúpidos, al menos me daría el lujo de beber alcohol del bueno. No tardé en vaciar el contenido, la verdad es que ya estaba acostumbrado a tomar alguna que otra copa con bastante frecuencia, así que de nuevo, me hice con otra. Era una suerte que la máscara que me había dado Erwin no me impidiera moverme y actuar con normalidad, apenas notaba que llevara nada sobre los ojos. No limitaba mi visión y me sentía extrañamente protegido ante los demás.
-Levi, te presento a mi buen amigo, el señor Ral- dijo Erwin acercándose de nuevo a mí. Estaba tan concentrado en el bullicio a mi alrededor que no me había percatado del momento en el que había regresado. Me giré hacia él y le dediqué una mirada acusadora al entender a la perfección cuales habían sido sus intenciones desde un principio. Me sentía estúpido por no haberme percatado antes, estaba seguro de que de haber tenido la más mínima sospecha el día en el que me invitó a ir a la fiesta podría haber llegado a la conclusión por mí mismo al instante. Y por supuesto, me habría negado a asistir al baile de máscaras. –y a su preciosa hija Petra Ral.
Erwin ignoró mi mirada punzante capaz de atravesar hasta el acero más resistente y no me quedó más remedio que saludar a los invitados que había traído hasta mí.
-Encantado- saludé con un apretón de manos al señor mayor con el pelo corto y claro. Después, cogí con delicadeza la mano de su hija y deposité un leve beso sobre ella como el caballero que soy. La joven pareció algo avergonzada por el gesto, a pesar de ser un saludo muy típico entre nobles. Sin embargo, tampoco le presté demasiada atención.
-Es un honor conocerlo, Levi. He escuchado maravillas de usted- comentó el hombre con cierto nerviosismo. Parecía alguien totalmente entregado a su familia, humilde y agradecido. Pero también era la clase de persona que acababa dejándose pisar por los más imponentes a causa de su buena voluntad. Eso es algo de lo que pude percatarme una vez que le eché un segundo vistazo con mi ojo crítico.
-Igualmente, señor Ral. Y, ¿a qué os dedicáis?- pregunté tratando de seguir un poco la conversación. No quería que supieran lo desinteresado que estaba en hablar con ellos, a diferencia de Erwin, quien parecía divertirse con aquello.
-El señor Ral es el alcalde de uno de los pueblos del imperio de Rose.- me pareció un puesto bastante interesante y al mismo tiempo supe que aquel trabajo no estaba hecho para el señor Ral. Mí refinado sentido me indicaba que la corrupción parecía estar bastante presente en su día a día, posiblemente, de ahí que estuvieran invitados a aquella fiesta.
Charlamos durante un buen rato más donde la joven llamada Petra también participó aportando alguna que otra opinión algo contenida y adecuada. No se salía de su línea ni de su papel, sabía cuál era su lugar allí y lo que su padre y el resto de invitados podrían esperar de ella. Me pareció una chica amable, dulce y bonita. Sin embargo, tan poco interesante como todas las que se encontraban en la sala. A veces, dudaba que algún día pudiera encontrar a alguna compañera lo suficientemente confiable como lo era Erwin.
Me excusé con intención de perderme un rato entre la multitud y tomar otra de las bebidas alcohólicas que seguían sirviendo. Entonces, Erwin me sorprendió al alcanzarme en poco tiempo.
-Levi, ¿qué te parece?- me preguntó con una mirada brillante. Sabía exactamente a lo que se refería, incluso antes de que hubiera desperdiciado mi valioso tiempo hablando de temas poco interesantes y productivos. Aún así, quería que me lo confirmara con palabras.
-¿A qué te refieres?- le quité importancia. Sin embargo, el ceño fruncido oculto bajo mi máscara durante toda la velada desde que trajo a esos conocidos consigo no había pasado desapercibido para él.
-Sabía que al principio no te agradaría la idea pero no ha sido para tanto- comentó con tono divertido. Empezaba a pensar que le gustaba meterme en aquellas jodidas situaciones incómodas como pasatiempo. Si así era, no pensaba volver a tomar su palabra nunca más. Me giré ignorándolo para continuar con mi camino hacia uno de los mayordomos con una bandeja de plata rellena de vasos con Ron pero el pesado de Erwin volvió a seguirme para situarse ante mí impidiéndome avanzar –No hace falta que te pongas así, Levi. En el fondo sabes que tengo razón.
-Y tú sabes que odio estas malditas cosas, Erwin. Me has traído a esta estúpida fiesta y encima me obligas a conversar con gente que me importa una mierda. Me largo de aquí- dije enfadado pero sin cambiar mucho mi tono de voz.
-Espera, no seas irascible. Escúchame bien, Levi. Sabes que no haría nada que no fuera por tu bienestar, ¿verdad? ¿Qué te hace pensar que hago esto solo por joderte?- se me ocurrían muchísimas respuestas que darle, aún así, decidí mantenerme en silencio y dejar que siguiera hablando. A nuestro alrededor los cientos de invitados seguían charlando y saludándose con alegría fingida, ocultando sus verdaderas intenciones bajo las máscaras. –Mira, tú mismo te habrás percatado de que ya es hora de buscar una mujer con la que compartir todo por lo que has estado trabajando tantos años.- tuve la tentación de contestarle, ¿para qué narices debía hacer eso? No era imprescindible para mí encontrar una compañera de vida con la que compartir mis bienes. Pero Erwin no me permitió contestarle. –quieras o no, tendrás que dejar tu fortuna en manos de alguien algún día, y no hay nada mejor que formar una familia con descendientes.
No supe muy bien qué decir a eso. En más de una ocasión lo había pensado pero tampoco tenía ninguna urgencia por encontrar a una pareja, ni tampoco contaba con tanto tiempo para ello. Prefería sumergirme en mi propio trabajo y dedicarme a él al cien por cien. Además, dudaba que cualquier mujer fuera a congeniar conmigo o que yo fuera a tener la capacidad para convivir con ella. Realmente no me imaginaba un futuro con alguien más. Las únicas mujeres con las que me había involucrado íntimamente no habían durado más de unas horas en la noche. Y después, no volvía a verlas nunca más, a menos que yo quisiera.
-Levi, el señor Ral es un buen hombre y tiene intención de proponerte la mano de su hija. Es una buena oportunidad para ti. Tú mismo has comprobado que Petra es una joven atenta y responsable además de hermosa. Creo que es la mujer idónea para ti- trató de convencerme. Giré un poco la cabeza fastidiado. Aunque tuviera toda la razón del mundo, odiaba que se metiera en mis asuntos y mi vida privada. Si alguna vez tenía la intención de buscar una esposa o de saltar por el balcón más próximo, lo haría por mí mismo, sin que Erwin metiera sus narices en medio.
-Hm- contesté molesto. No me entusiasmaba la idea, pero al menos podría seguir fingiendo ser amable con ellos por un rato más. Ya me las apañaría más adelante para escabullirme de la situación si todo aquello no me convencía.
Con una sonrisa, Erwin me dejó que continuara mi camino hacia la bandeja que tenía fichada desde hacía rato. Tomé la copa y esperé unos instantes, me la tomé de golpe notando el ardiente líquido en mi garganta. Necesitaba otra más. Me hice con un cuarto vaso y me dispuse a caminar de vuelta a donde los tres me esperaban, unos cuantos metros atrás entre la gente. Podía sentir la mirada de Petra sobre mí, aunque no sabía identificar si se trataba de preocupación o de interés.
Entonces, todo ocurrió muy rápido.
La gente a mi alrededor comenzó a alzar el tono de voz ante la llegada de algunas personas al salón. Inmediatamente, se apartaron remarcando más aún el borde del óvalo que habían formado en la pista de mármol blanco y reluciente. Todos los invitados se peleaban por acercarse al máximo hasta la primera fila sin traspasar los límites que ellos mismos habían puesto.
En aquel momento, me percaté de que no había visto a los anfitriones en toda la velada, seguramente debía tratarse de ellos. Todas aquellas personas invitadas querrían tener una buena visión de lo que acontecería a continuación y a la más mínima oportunidad se acercarían para agradecerles la invitación.
Me aparté un poco, tuve que contenerme para no darle un codazo a un hombre tremendamente obeso que estuvo a punto de pisarme. Me eché hacia atrás dejando que todos aquellos lameculos babearan con los anfitriones.
-¡Bienvenidos a nuestra humilde casa, damas y caballeros!- se escuchó de repente una voz al otro lado de la sala. Debía ser el señor Jaeger quien estuviera hablando, se escuchaba alto y claro. –Espero que estén disfrutando de una velada agradable y entretenida- la gente asintió contenta aplaudiendo no demasiado fuerte. –Me gustaría que todos ustedes tuvieran la oportunidad de tomar de la mano a sus bellas acompañantes para invitarlas a un baile. Por eso mismo a partir de estos instantes dispondrán también de esta gran pista para bailar acompañados de música.- esta nueva noticia pareció agradar al público. Era muy normal abrir bailes en fiestas como aquellas. –En esta magnífica noche, me gustaría que mis hijos abrieran el baile. Sin más miramientos, espero que todo resulte de vuestro agrado. Muchas gracias por asistir al evento.
Justo entonces, una pequeña banda de músicos con diferentes instrumentos y uniformes rojos con grabados y complementos dorados, se situó a una esquina de la amplia pista a medida que las dos personas nombradas por el señor Jaeger caminaban para colocarse en el centro del lugar.
Desde mi posición no alcanzaba a ver a las personas que se habían colocado en su lugar dispuestas a empezar con su baile, y tampoco me interesaba demasiado, pues estaba intentando hacerme con una nueva copa de Ron. Al menos, no me interesó demasiado hasta que escuché un montón de susurros por todas partes. Me giré a observar los rostros de la gente que miraba alucinada a la pista. Por suerte, la música sonaba bastante más alta que sus voces, pero sus comentarios no debían pasar desapercibidos para la pareja que bailaba.
Miré hacia el lugar donde debían encontrarse Erwin, el señor Ral y su hija para encontrármelos unos metros más adelante, pegados a la multitud con sus rostros sorprendidos.
La curiosidad empezó a carcomerme, debía haber algo realmente interesante para levantar tantos suspiros entre el público. Nunca he sido el tipo de persona que se deja llevar por los demás, no soy una maldita oveja que sigue al rebaño, más bien, prefiero luchar contra corriente por mi cuenta.
Me escabullí entre todos ellos hasta encontrarme en una posición lo suficientemente cerca como para poder ver con claridad a ambas personas. La música era lenta y nostálgica; armoniosa. Por todas partes podía notar la envidia en las caras de muchas mujeres, así como el deseo en los ojos de los hombres. Y la verdad es que no me extrañó en absoluto.
Mi cuerpo se quedó inerte. En un primer momento solo pude ver con claridad al joven que bailaba con la dama. Debía ser Eren Jaeger, el hijo legítimo de la familia. Recordaba que Grisha Jaeger había indicado que ambos hijos suyos bailarían, sin embargo, nunca antes había escuchado nada acerca de aquella hija.
En un giro lento y poco brusco, su rostro quedó parcialmente visible para mí y mis ojos analizaron de inmediato aquella figura tan hermosa e irreal. Sus rasgos no tenían nada que ver con los de su familia, ni siquiera con cualquier otra persona de la sala o que hubiera conocido en todos mis años de vida. Lucía un precioso y pomposo vestido color crema con bordados en forma de flores negras en los bordes. El vestido tenía un corte que se abría desde la fina cintura hasta la parte baja del vestido partiéndolo en dos. Bajo ese corte se dejaba ver otra parte del vestido más elegante llena de dobleces sencillas con pequeños lazos negros. En la parte superior el destacado corsé que todas las damas llevaban. El de esta joven estaba formado por dos pequeñas hileras de lazos negros en forma de triángulo invertido, mostrando su escote y hombros. Las mangas eran lisas hasta la zona del antebrazo, donde empezaban distintos pliegues a partir de un lacito. La joven llevaba una ancha máscara negra de terciopelo con una flor en la parte superior izquierda. Y el pelo largo, fino y sedoso recogido en un moño bajo al lado contrario.
Me fijé en el hermoso contraste de su piel blanca y pura, casi perfecta con su cabello negro y su mirada profunda. Los tonos del vestido también le favorecían realzando su figura y haciendo que se viera deseable a ojos de todos los lobos feroces que la contemplaban ensimismados.
Sus movimientos eran gráciles como los de un cisne y ligeros como una pluma. El que debía ser su hermano la guiaba durante la pieza con naturalidad y el rostro de la joven se mantenía serio y al mismo tiempo algo aliviado, como si realmente estuviera agradecida de que su compañero de baile fuera Eren.
En ese mismo instante la canción terminó. Observé como ambos se pararon uno frente a otro, el joven se colocó junto a su hermana y ambos saludaron con educación a toda la gente que empezó a aplaudir eufórica. Seguí contemplando aquella escena curioso por lo que pasaría a continuación. Tal y como imaginaba, nuevas parejas de entre los invitados se unieron a la pista al tiempo que una nueva canción empezaba a sonar y ambos hermanos retrocedían para juntarse con sus padres y saludar a los invitados. Al menos, esa era la intención que parecían tener pero faltaron minutos para que la joven volviera a pisar la pista invitada por otro joven que parecía llevarse muy bien con la familia.
La joven en esa ocasión me pareció una muñeca de porcelana. La pequeña chispa de alegría que mantenía en su mirada cuando bailaba con su hermano había desaparecido sustituida por una mirada aburrida, triste y distante, muy fría. Una mirada de la que solo yo parecía percatarme. Su acompañante no dudaba en acercarla todo lo posible a su cuerpo, sin dejar ni un espacio libre. Y ella no podía hacer nada por evitarlo, tampoco parecía poner resistencia. El joven no aparentaba ser mucho mayor que ella, llevaba el pelo repeinado de color castaño claro, la cara algo alargada y unos ojos color ámbar. Era medianamente alto y apuesto y en su mirada arrogante quedaban claras sus intenciones con ella. Cualquiera con dos ojos en la cara podría darse cuenta de que ardía en deseos por ella.
-¡Levi!- me llamó Erwin en la distancia haciéndome un gesto con la mano para que me acercara. Para mi desgracia, los Ral seguían con él y ya podía prever otra larga charla jodidamente aburrida con ellos. Empezaba a hartarme de las tonterías de Erwin y mi paciencia aquella noche comenzaba a llegar a su límite.
-¿Habéis visto el baile?- me preguntó el señor Ral con una sonrisa, ofreciéndome una nueva copa, ya casi había perdido la cuenta de todas las que me había tomado a lo largo de la noche, pero tampoco notaba ningún efecto exagerado del alcohol así que no me preocupé.
-Si- contesté desinteresado. Me apoyé sobre una de las mesas tras de mí que estaba casi vacía, de este modo podría mantener una charla con ellos con la pista de baile de fondo. Me pareció muchísimo más interesante seguir los pasos de aquella joven.
Dieciséis. Esas fueron todas las parejas que bailaron con ella. El cansancio era notorio en su rostro medio oculto, aún así, muchos invitados seguían pidiéndole una pieza, no perdían oportunidad en cuanto la chica se quedaba sola unos instantes. Muy cortés, la joven aceptaba con un simple gesto de cabeza, probablemente deseando que todo aquello terminara de una vez.
-…seguro que Levi estará encantado- escuché junto a mí. Cuando me nombraron mis oídos se agudizaron e inmediatamente pasé a prestar atención de verdad a la conversación que se estaba llevando a cabo, dejando de lado todos mis pensamientos. Miré a Erwin acusándolo, ya que a pesar de no comprender la situación ni lo que se estaba llevando a cabo un breve escalofrío me recorrió la columna y eso era motivo suficiente para sospechar de él. A su lado Petra miraba al suelo avergonzada con un leve sonrojo y su padre reía a carcajadas contento. -¿verdad que si, Levi?- me dijo Erwin aún sin aclararme nada.
-¿Cómo dices?- pregunté tratando de sacar algo en claro pero entonces Petra se adelantó moviendo sus manos de manera exagerada ante ella.
-N-no tiene por qué, de verdad. No se sienta obligado- comentó. Y entonces alcancé a entender la situación. Erwin debía haber propuesto que bailara con ella o algo parecido. Volví a posar mi mirada en él y me contestó con una mueca burlona. Esta es la devolvería tarde o temprano. De eso estaba seguro.
Agarré con cuidado la mano de Petra sin siquiera decirle nada más y la llevé a la pista de baile con un bufido. No quise girarme para volver a contemplar su rostro sonrojado, pero no me quedó más remedio que observar cada detalle de su cara cuando ambos nos posicionamos listos para empezar a bailar.
Primeramente, posé mis ojos sobre los de ella escuchando con cuidado la música. No es que fuera un gran bailarín pero hacía años Erwin me había enseñado unos pasos básicos para prevenir hacer el ridículo en situaciones como aquellas. Guié con cuidado los pasos de la joven, quien me seguía a la perfección tratando de no decepcionarme. Y entonces, involuntariamente, me encontré buscando a alguien más entre todas aquellas parejas. Con disimulo, miraba hacia un costado de la cara de mi pareja de baile tratando de encontrar el cabello azabache y la piel blanquecina y brillante en contraste con toda aquella gente.
Para mi decepción, cuando estábamos lo suficientemente cerca de ella y su nuevo acompañante, la chica pronunció unas pocas palabras que no logré escuchar y tras hacer una reverencia, se encaminó hacia el balcón donde unas pocas personas descansaban al fresco de la noche.
Cuando me di cuenta la canción había terminado y Petra estaba quieta ante mí, observándome con curiosidad. Me sonrió con confianza y dulzura proponiéndome regresar a donde su padre y Erwin nos esperaban. Yo le asentí con la cabeza y solté mis manos para apartar con cuidado a todo aquel que se pusiera en medio.
Antes de llegar hasta ellos, un camarero que se dirigía hacia el balcón con bebidas recién servidas me llamó la atención. Quería una nueva copa y así se lo hice saber a Petra. Me disculpé alegando que en breves volvería con algo más de alcohol en el cuerpo y algún que otro vaso en las manos.
Llamé al mayordomo con voz grave, sobresaltándolo un poco por el tono que había empleado. Me dejó coger lo que quise e inevitablemente volví a mirar hacia la pista queriendo saber si ella habría regresado obligada por un nuevo acompañante. Para mi sorpresa, no fue así, por lo que debía seguir fuera, en el balcón. A tan solo unos metros de donde yo estaba con el camarero.
Mi corazón empezó a palpitar con más velocidad y algo en mi interior me impulsaba a tomar la decisión que tanto me estaba planteando. No podía negar que aquella joven había captado mi atención. Físicamente era diferente a cualquier otra mujer que hubiera visto, la más hermosa, la más pura, la más perfecta. Por desgracia, aparte de eso no había visto ningún otro rasgo que la distinguiera de las demás, era otra muñeca siendo manejada por la sociedad y la imagen. Pero, en sus ojos, me había parecido percibir algo diferente, un brillo intenso que me había llegado hasta lo más hondo.
Por eso, cuando quise percatarme ya había salido al balcón con dos copas de coñac en las manos. Ante mi se abría un gran saliente con una alta barandilla donde algunas personas se apoyaban para conversar sin hacer demasiado caso al paisaje y disfrutando únicamente de la oscuridad, el viento frío y la compañía. Ella no estaba por ninguna parte. Algo desorientado y descontento, estuve a punto de darme media vuelta de no ser por el pequeño hueco que alcancé a ver en la esquina más alejada del gran balcón.
En un momento como aquel agradecí mi buena vista, me habrían faltado minutos para percatarme de las discretas escaleras a un costado. Si era cierto que la chica deseaba tranquilidad tal y como yo sospechaba, indudablemente, habría escogido un lugar alejado donde no pudieran encontrarla con facilidad.
Bajé los cinco escalones anchos en forma de caracol para encontrarme ante un nuevo balcón algo más pequeño situado justo debajo del que acababa de visitar. No estaba abarrotado como el de arriba y tenía tres bancos de piedra blanca y lisa en el extremo junto a las barandillas.
Allí estaba ella, sentada mirando hacia el cielo estrellado de espaldas a mí. Probablemente sin darse cuenta de que había bajado hasta donde ella. Caminé lentamente sin dejar que mis zapatos resonaran con cada paso que daba y entonces me decidí a hablar.
-¿Cansada de tanto bailar?- pregunté. En realidad era lo único que se me había ocurrido. Ya que ni siquiera yo mismo sabía por qué había acabado siguiéndola cual acosador cuando probablemente la joven solo buscaba distanciarse de todos. Se giró de inmediato con su máscara aún cubriendo la mayor parte de su delicado rostro, aún así, pude distinguir con claridad el asombro y sobresalto en sus ojos negros como el carbón. Seguramente, no esperaba que alguien la siguiera, no al menos que la encontraran en tan poco tiempo.
-¿Quién eres y qué haces aquí?- preguntó tratando de ocultar su nerviosismo. Me percaté de que la sorpresa había provocado que dejara todo formalismo de lado a la hora de dirigirse a mí. Sin embargo, lejos de disgustarme ese tono tan cercano, me agradaba. Mucho. Noté en seguida la fiereza en sus palabras, una fuerza oculta en su aparentemente frágil figura. Se alejó un poco hasta el otro extremo del banco esperando a ver mi reacción.
El verla tan insegura me indicó que en cualquier instante se levantaría para echar a correr, pero se mantuvo firme con mirada desconfiada, al acecho de movimientos bruscos procedentes de mi cuerpo. Me miraba desafiante. Era la primera vez en la que una mujer intentaba retarme con la mirada. No me aterraba, tampoco me producía ganas de darle una paliza como a muchos hombres de negocios que me había encontrado a lo largo de mi vida y que habían intentado engañarme con juegos sucios. Su rostro amenazante me resultaba tremendamente seductor, aunque habría preferido que no le temiese a mi presencia.
Me decanté por llevar la situación al extremo, arriesgándome a que de este modo pudiera salir espantada en cualquier momento. Tomé asiento a su lado con movimientos suaves y poco bruscos. Se mantuvo atenta y alerta cada instante. Yo, por mi parte, relajé mi cuerpo y posé la mirada en el cielo estrellado que tenía ante mí. Quería que de aquella forma comprendiera que mi compañía tenía como único objetivo charlar, o al menos, relajarme un poco junto a la presencia de otra persona que probablemente también necesitaba despejarse tanto como yo. Dejar de lado el mundo de los formalismos y los negocios.
Con un gesto simple le ofrecí uno de los vasos que traía conmigo. No esperaba que lo aceptara, pues se quedó unos cuantos minutos mirando el resplandeciente líquido, creyendo que quizás podría haberle añadido algún ingrediente desagradable y perjudicial para su salud. Sin embargo, cuando observó como yo mismo bebía de mi propia copa un par de veces, se decidió a quitarme el vaso de la mano para llevárselo a sus labios pálidos y carnosos.
Aunque no había mucha cantidad en su interior, la joven se bebió todo el contenido de una sola sentada y me quedé sorprendido. Casi podía notar como el alcohol ardía al bajar por su garganta. La mueca de desagrado tan graciosa que hizo al soltar un largo suspiro me indicó que tal y como me había parecido en un primer momento, no estaba acostumbrada a beber cosas tan fuertes.
-Solo buscaba tranquilidad- susurró en voz baja, perfectamente audible para mí. Su tono era melodioso para mis oídos, sereno y dulce pero firme también.
A aquellas alturas dudaba que fuera a darme mucha más conversación, ni siquiera se había vuelto a girar para mirarme después de tomarse el coñac. Al igual que yo había hecho antes, se mantuvo con la mirada fija en el cielo oscuro. Aprovechando su aparente distracción, una vez más, decidí repasar su delicado rostro desde la cercanía, creyendo que quizás podría memorizarlo para siempre.
Me sobresalté un poco tras estar perdido en su figura cuando decidió dejar el vaso vacío en la superficie rugosa del banco que había entre ambos. Acto seguido, colocó sus manos tras ella sobre el banco y se echó ligeramente hacia atrás cerrando los ojos para dejar que la suave brisa nocturna la acariciara. Al igual que ella, regresé mi atención al hermoso paisaje concentrándome en su profunda respiración y sus continuos suspiros. Noté como su cuerpo dejaba de estar tan tenso ante mi presencia, acostumbrada a mí. Dispuesta a darme un voto de confianza.
-Supongo que a mí también me hace falta despejarme- Aunque admitía que mi propio cuerpo la hubiera buscado como si de brujería se tratase, mi respuesta no era del todo incierta. En aquel momento recordé a las personas que esperaban por mí, pero no me costó ni dos segundos mandarlos a la mierda. Pasaba de tener que aguantar otro rato evadiendo los intentos del señor Ral por ofrecerme de manera sutil la mano de su hija, las constantes miradas que Petra me dedicaba cual chiquilla enamorada y las carcajadas que Erwin no se molestaba en ocultar. –ese era el motivo de asistir a esta estúpida fiesta.
Si, estaba siendo descortés al decirle tal cual lo que pensaba, sobre todo si tenía en cuenta que ella formaba parte de la familia que había organizado el evento. Pero mi instinto no se equivocaba al indicarme que podía tomarme aquel tipo de libertades con alguien como ella. Se mantuvo en silencio, de alguna manera, pareciendo responder a mis palabras, e incluso apoyándolas.
-¿Estúpida fiesta?- repitió sin dejar que el silencio se alargara mucho más, evitando así que la conversación que comenzaba a tornarse interesante se perdiera en la noche. La volví a contemplar curioso, en esta ocasión con cierta diversión que me costó ocultar tras mi propia máscara. Su cara estaba aparentemente más relajada y aliviada. Sus ojos se atrevieron a cruzarse con los míos, invitándome a contarle mis razones.
-Es lo que pasa cuando tú mejor amigo, con la buena intención de que te tomes un descanso, te invita a un evento al que jamás asistirías. Y después, acaba arreglándoselas para hacerte una encerrona obligándote a bailar con la hija soltera de un conocido suyo. Casualmente, un conocido que busca atar a su chiquilla en matrimonio con un hombre de confianza.- no pude evitar soltar una risilla sarcástica, al contarlo en voz alta sonaba mucho más patético de lo que me había imaginado. Busqué en los bolsillos de mi gabardina el paquete de cigarros que siempre llevaba conmigo y me coloqué uno en los labios encendiéndolo. En cuanto lo hice le tendí uno a ella imaginando lo bien que le sentaría fumar, le daría un toque rebelde que no había tenido el placer de contemplar jamás.
Sin embargo, aunque no la conocía de nada, a pesar de estar envuelta en las prendas más delicadas de alta costura, aquella joven irradiaba esa aura de rebeldía por donde sea que la mirara.
-Al menos, tenías la opción de elegir si asistir o no. Podías haberte negado- contestó rechazando mi ofrecimiento. Sus palabras ocultaban algo a simple vista. Algo revelador sobre ella y probablemente la razón de que ansiara tanto alejarse de todo lo que se acontecía sobre nosotros en el salón de bailes.
-Tú también podías haberte negado a bailar con todos ellos- dije sin pensar. Instantes después me percaté de que con eso solo había conseguido revelarle que había estado pendiente de sus movimientos durante gran parte de la velada. Me habría gustado que no se hubiera dado cuenta de ello pero sabía que en el caso de la joven que tenía ante mí, una cagada como aquella no pasaría desapercibida. Noté como la incomodidad regresó de nuevo a ella, sin embargo, no hizo ademán de marcharse. Y me pregunté, si quizás se debía a ese asunto que parecía inquietarla tanto.
-Quizás. Pero también hay cosas que por mucho que quiera no puedo evitarlas- comentó algo triste. Me quedé más tiempo del debido observando el movimiento de sus labios pronunciando esas palabras. Traté de analizarlas lo más rápido posible intentando encontrarles el sentido oculto que no estaba a mi alcance. Aquello que ella dejaba entrever.
-Siempre hay elección- dije transmitiéndole la fuerza de aquellas tres palabras en una de mis miradas más intensas.
Sorpresa, esperanza y temor fue lo que vi después de aquello. Ganas de creer firmemente en lo que un extraño como yo le decía. Sus ojos resplandecían más en aquellos instantes, como si por un momento hubiera sido capaz de tocar su alma, aunque solo fuera un leve roce.
Sumergido en ese mar de emociones, me vi atrapado en sus ojos rasgados. Intensos como la noche más oscura y brillantes como la estrella más despampanante del firmamento. Atrayentes como un imán. Su piel a pocos centímetros de mi me pedía acariciarla con sutileza. La necesidad de saber más me invadió, quería conocer el dulce y frío rostro que escondía bajo la máscara negra de terciopelo. Sin ser consciente de mis acciones, mi mano se movió lentamente hasta tocar su mejilla izquierda.
La joven se estremeció ante el contacto cálido de mis dedos. Cerró los ojos sin saber cómo reaccionar, apretándolos con fuerza. A pesar de eso, se mantuvo en su sitio negándose a irse. Después, cuando se acostumbró a mi tacto, dejó de apretar con fuerza sus ojos manteniéndolos aún cerrados pero con suavidad. Entonces, mis dedos se deslizaron hasta un extremo de la máscara, dispuestos a quitársela con cuidado junto a su consentimiento silencioso.
-¡Mikasa!- gritó alguien en el balcón sobre nosotros. Ella reaccionó de forma brusca apartándose de mí y levantándose de golpe alarmada. Su tiempo de descanso parecía haber llegado a su fin.
Antes de comenzar a subir de nuevo las escaleras que posiblemente no me dejarían volver a verla, se giró para hablarme una última vez. –Para mí no la hay, señor. Ha sido un placer conversar con usted.- ese tono frío y distante me produjo un escalofrío. En pocos segundos había camuflado a la perfección cada una de las emociones que me había permitido contemplar rato atrás.
-El placer ha sido mío, Mikasa- contesté esperando que pudiera oírme. Sus movimientos y su capacidad de reacción desde que había escuchado que la reclamaban habían sido tan rápidos que ni siquiera yo había sabido cómo actuar. Noté un leve giro de cabeza cuando pronuncié su nombre antes de ver desaparecer su silueta en las penumbras.
Después, me tomé mi tiempo para fumar otro cigarrillo con tranquilidad antes de regresar a donde estaba Erwin. Cuando di con él se encontraba solo con cara de reproche y al mismo tiempo curioso y ansioso por descubrir donde me había escondido todo aquel tiempo. Sabía que sospechaba algo y que no tardaría en averiguarlo.
¡Hola de nuevo! Esta vez me he decantado por un fic en el que los protagonistas serán Mikasa y Levi. Aunque en un principio tenía pensado que fuera un oneshot, como iba a quedar demasiado largo, decidí separarlo en tres capítulos. Espero que os guste y que lo hayáis disfrutado. ¡Nos vemos! ;)
