NA: Hola a todas, esta historia si me pertenece (al fin), pero los personajes no son míos, una lastima. Será una actualización semanal, o sea, cada viernes un chap, espero que les guste y ciao.

Un pasado en tinieblas.

Nadie escoge a su amor,

nadie el momento,

ni el lugar,

ni la edad,

ni la persona.

P. Prado

Capitulo 1: Un nuevo cumpleaños.

Solo faltaba un minuto para la media noche, nuevamente guardo el reloj y se volvió a recostar contra la pared del balcón, lo mas probable es que ella estaría durmiendo a menos que estuviera tan ansiosa como lo estaba el, sea como sea, trece años no se cumplen todos los días.

El reloj marco las doce y con paso sigiloso se aproximo a la ventana, si lo sorprendían entrando en la habitación de ella a esas horas, el castigo seria por lo menos de un año, como su madre ya le había advertido.

Deslizó suavemente la mano y comprobó que la ventana estaba abierta como siempre, entro con cuidado y sonrió al ver a la chica que lo miraba sonriendo.

-Has venido- le dijo en un susurro mientras daba pequeños saltitos de alegría- Pensé que ya no llegarías.

-Deberías recordar que cuando prometo algo, lo cumplo- le dijo el chico en tono serio, para luego dedicarle una sonrisa- Además, solo ahora estas de cumpleaños.

Le tendió un pequeño paquete que la chica miro sorprendida.

-Espero que te guste, no es algo tan valioso pero…- la muchacha desenvolvió el paquete y observo su contenido, levanto la mirada brillante y se lanzó a los brazos del joven.

-Es hermoso, muchas gracias Roy, es lo mas lindo que me han obsequiado

-No hay de que, hoy cumples trece años, y bueno, ya no eres una niña- le dijo encogiéndose de hombros y apartándose un poco de ella par mirarla a la cara.

-¿Eso pensabas de mí?- le pregunto algo ceñuda la muchacha.

-Bueno, es lo que dice Maes, yo nunca te he considerado eso.- le respondió Roy algo turbado.

-"Olvida y sonríe"- leyó ella las palabras grabadas en el pequeño colgante- ¿Esto es para que perdone a Maes?- le pregunto riendo.

-No, es para que apartes todo lo que te perturba, solo quiero que seas feliz- le dijo el chico mientras le acariciaba una mejilla- Te prometo que jamás te haré daño.

-Te creo, Roy. Te creo.

El llanto se mezclaba con las interminables preguntas, su madre le exigía una y otra ves que dijera la verdad, ¿pero que verdad querían? El no sabía más de lo que ellos se habían enterado.

Nuevamente se dejo caer en el sofá contemplando los rostros angustiados, Maes se sentó a su lado y lo miro preocupado.

-¿Qué pretendían hacer? ¿Escaparse para emprender una relación secreta o algo así?- le pregunto curioso el chico.

-Solo pensaba llevarla a Central, me lo había pedido como obsequio por su cumpleaños, quería ver la tumba de sus padres, tú sabes como es el coronel Grumman, jamás la habría dejado ir sola.

-Tu tampoco eras la mejor compañía, solo tienes quince años y apenas has ido un par de veces a la ciudad con tu madre.

-Lo se- le dijo cubriendo se el rostro con las manos- No debimos haber caído en esa tonta provocación, si hubiera llegado a la hora quizás sabríamos donde esta Riza en este momento.

El coronel Grumman se acerco a los dos muchachos con semblante serio, Roy se puso inmediatamente de pie y lo miro angustiado.

-Muchacho, quiero que me digas todo lo que sepas de Riza, ahora.

Despertó sobresaltado y sentía que el sudor le corría por la frente. Otra ves la misma pesadilla.

Se recostó nuevamente en la cama para intentar dormir un poco más, pero los recuerdos invadían una y otra vez su mente, como si estuviera viviendo de nuevo cada uno de esos momentos.

¿Estaría ella en alguna parte? No podía resignarse como el resto a creer que esta muerta, no podía estarlo. Si así fuera, el lo sabría, ella se lo habría indicado de algún modo,¿o no?

Resignado se puso de pie para dirigirse a la ducha, no conseguiría nada si seguía pensando en eso, su vida había continuado y quizás la de ella también lo estuviera haciendo en algún otro lugar, lejos de el.

Doce años son muchos, ella era parte del pasado, un pasado lleno de momento hermoso y recuerdos tristes, un pasado que se había partido en dos desde el momento en que ella salio de su vida.

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Era una tarde tormentosa y Riza se encontraba viajando en una vieja locomotora, y en un silencioso compartimiento, tan sólo maravillándose con el tintineo de las gotas de lluvia que chocaban contra el cristal de su ventana, sentía que este era el mismo embelesamiento que le producía observar la llama de una vela; un suave tintineo sin importancia para el resto de los seres humanos, pero que para ella, consistía en la música más melodiosa que embelesaba sus sentidos.

La música, la música del tintineo de las gotas de lluvia que golpean el cristal de la ventana, una tonada suave, muy débil, aunque para sus sentidos era tan clara como si fuera un torrente, un torrente que la llenaba de tristezas e inquietudes, de sentimientos de pertenencia a ese lugar donde no había estado nunca.

Contemplaba la oscuridad que se cernía fuera de la maquina, solo deseaba estar en casa, con sus padres, no cumpliendo ese compromiso que la habían obligado a aceptar, nesecitaba tomar sus propias decisiones.

-¿Qué ocurre Riza? Has estado muy callada durante todo el viaje- un joven de cabello oscuro la miraba extrañado, ella lo miro un momento a los ojos y dejo escapar un suspiro.

-Desearía estar en casa, creo que no me gustará este lugar.

-Sabes perfectamente porque hemos venido hasta aquí, mi traslado era necesario y tu eres mi prometida, tus padres estuvieron de acuerdo en que viniese conmigo. Si hubieras aceptado adelantar la boda, las cosas serian muy distintas.

Frank Archer la miro con cierto aire de reproche que ella prefirió pasar por alto, no estaba de humor para discusiones tontas.

Pero era cierto, sus padre la habían prácticamente obligado a irse con el a ciudad del Este, ella se había negado, pero las ordenes de su padre simplemente se acataban, no había derecho a replica y sabia que si se negaba su madre sufriría y eso no era justo.

Afortunadamente pudo retrasar el matrimonio, no era que no quisiera a Frank, realmente no era algo en lo que pensara muy a menudo, simplemente cuando ella cumplió 20 años los comprometieron y eso fue todo. Nada de novios ni citas con otros chicos, su padre se encargo de encontrarle un futuro marido, que al igual que el pertenecía a la milicia, por ese motivo se encontraba encerrada en un tren viajando hasta una ciudad desconocida donde no conocería a nadie aparte de su novio.

Nada podía ser peor que eso.

Archer observo su reloj.

-Ya falta poco para que lleguemos, querida, y trata de cambiar esa cara. Van a ir a recogernos y no me gustaría que pensaran que te he traído a aquí a la fuerza.

Le tomo una mano para besársela y ella intento esbozar una sonrisa, pero de pronto sentía que había olvidado como sonreír.

-Hoy es mi cumpleaños, ¿lo recuerdas?- le pregunto restándole importancia.

-Claro que lo se, te daré tu obsequio mas tarde, y saldremos a cenar ¿te parece?

Ella asintió desganada y enredo entre sus dedos el colgante que llevaba al cuello, "Olvida y sonríe", se repitió mentalmente, parecía una ironía de la vida, prácticamente ella lo había olvidado todo.

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-Odio la lluvia- le dijo Roy al militar que se encontraba a su lado- Tenemos que tener muy mala suerte para que justo a nosotros nos tocara venir a recoger a este sujeto.

-Vamos Roy, eres un coronel y tienes responsabilidades, y recibir al nuevo personal es una de ella. No pensaras desafiar a Grumman, ¿o si?

-Eres un idiota, Maes, claro que no- le dijo sonriendo- solo que no he tenido una buena noche y quería llegar temprano a casa.

-¿Nuevamente soñaste con ella?- le pregunto preocupado su amigo.

Roy asintió desganado y Maes le poso una mano sobre el hombro en señal de apoyo.

-Deberías dejarlo pasar, Roy. Doce años son mucho tiempo. Ella no regresara.

-Hoy es su cumpleaños, veinticinco años.

-Lo se, Grumman parecía abatido, para el también a sido difícil. Pero cambia esa cara, a ella no le gustaría verte triste, ¿o si?, además ya tienes una vida. ¡Mírate!, eres un coronel, tienes una linda novia y me tienes a mí, ¿Qué más puedes desear?

Roy soltó un carcajada y miro a su amigo que lo observaba alegré.

Tienes razón, ya ha pasado demasiado tiempo- sin embargó en su corazón algo le decía que aun le faltaba mucho por olvidar.

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Al llegar a la estación todo el mundo se apresuro a recoger sus cosas para bajar, Riza suspiró resignada y tomo una de sus maletas para dirigirse a la salida.

-¿Quien vendrá a recogernos?- le pregunto a Archer que organizaba algunas cosas antes de salir.

-El teniente coronel Maes Hughes, por lo que tengo entendido, y también Mustang, el coronel Roy Mustang

Riza noto como el corazón se el aceleraba, no sabia bien porqué, pero aquel nombre le recordaba a algo, se sintió un poco mareada y noto como un molesto dolor de cabeza la invadía a la ves que la ansiedad se apoderaba de ella y rápidamente decidió salir de la maquina.

Nesecitaba saber quien era aquel Roy Mustang que tanto la inquietaba.

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-Bien, ya han llegado- le dijo Maes mientras observada a los pasajeros desocupar la máquina.

-¿Archer vendrá solo?- pregunto Roy intrigado.

-No, su prometida vieja con el. Por lo que han dicho se casaran dentro de un año o algo así. Pero no quiso dejarla en casa.

-Supongo que debe ser difícil si están enamorados.

Riza bajo a la plataforma o comenzó a buscar a los militares que los trasladarían, cuando sus ojos se toparon con los de un joven militar de ojos oscuros y noto como nuevamente el pulso aumentaba sus palpitaciones y el rubor se le subió a las mejillas.

Roy observo a aquella aparición que lo miraba seria, dio un codazo a Maes que lo miro molesto.

-¿Qué te ocurre ahora?

-Es Riza, Maes. Aquella chica es Riza.

El militar la observo y comprobó que efectivamente la muchacha se parecía muchísimo a la niña rubia de grandes ojos ámbar que el recordaba, pero que seguramente seria un error, pero en cuanto fue a decírselo a su amigo esta ya caminaba rápidamente hasta donde ella se encontraba mirándolo algo asustada.

-Me alegra que hayas regresado- le dijo Roy sonriéndole.

Sin darle tiempo a reaccionar la estrechó entre sus brazos olvidándose por completo del resto de las personas que se encontraban allí. Pare el, solo existían los dos.