Cómo cada fin de semana iba a verla, la amaba como a nadie, era única, nunca antes había conocido a alguien como ella, tan fuerte e inteligente, astuta y defensora de lo que creía, se robó su corazón, en verdad la quería.
Al verla sintió su piel erizarse y una alegría creciente, pero su rostro más serio que nunca le hizo sentir que algo iba mal.
-debemos hablar-fueron las palabras que le recibieron y el nudo en su garganta se apretó- Haytham, ya no debemos vernos-esas palabras le destrozaron, hacia tan poco que eran tan felices ¿Qué fue lo que les paso?
-Ziio, ¿Por qué?-su voz se oía rota y la mujer desvió la vista impidiendo que el amor que sentía hacia él le hiciera titubear
-estoy embarazada-el templario se veía tan desconcertado como roto, iba a ser padre y la mujer que amaba le dejaba, su interior bullía lleno de emociones-no te quiero cerca de él, no quiero que le influencies a ser lo que eres-
-Ziio, es mi hijo-su tono fue suplicante, un hijo, su primogénito era algo que nunca pensó, aun así él quería estar ahí-no puedes apartarlo de mi-
-lo siento Haytham, pero jamás verás a mi hijo-
-Ziio, no puedes hacerme esto, no te pido tu mano, no pido pertenecer a tu tribu, no te pido que me lo des, solo te ruego que me dejes estar ahí, quiero estar ahí, saber su nombre, oír su primera palabra, ayudarle en sus primeros pasos, déjame ser parte de su vida-el rostro del británico estaba destrozado, ella se había vuelto su mundo y ahora se alejaba de su lado y le prohibía ver alguna vez a su hijo no nato, eso le había hecho pedazos.
-lo lamento, pero jamás sabrás siquiera su nombre-la mujer le dio la espalda y suspirando hablo por última vez-adiós Haytham, hasta nunca-tras esa fría despedida la mujer despareció huyendo entre los árboles y ramas.
El templario estaba destrozado, jamás volvería a ver a la mujer que amaba, jamás vería a su hijo, jamás volvería a sentirse feliz.
Lloró, por primera vez en años, lloró, lloró y grito por aquella a quien amaba, sollozo por su hijo cuyo rostro jamás conocería, grito por su felicidad pérdida.
Con el bosque como mudo testigo de su dolor se desahogó en aquel lugar donde él y Ziio solían reunirse.
Esa noche el templario lloro.