Bueno pues... una locura curiosa, la verdad. No sé que os parecerá, pero meh, a mí esto me apetecía. Ya me contaréis qué os parece :3


Narrado en tercera persona

Los gritos eran un sonido característico. Cada uno, en singular. Pero juntos, formaban una caótica sinfonía. Aunque… ¿Qué más se podía esperar en una situación como aquella? Los gritos, gritos infantiles, manaban del interior de sus aulas, cubiertas por las llamas. El colegio estaba en llamas. Nadie parecía tener claro donde se había originado el fuego, pero los bomberos hacían su mayor esfuerzo para apagarlo, sin demasiado éxito. Las llamas parecían vencer a las aguas, mientras la policía hacía su mayor esfuerzo para tratar de contener a un escuadrón de madres que trataban de comprobar que sus hijos se encontraban bien.

Y entonces ocurrió. Un sonido llenó el aire, sobrepasando a todos los demás. El estruendo de la barrera del sonido al romperse. Un sonido que, para aquellas gentes, era familiar. Alzando la vista al cielo, algunos aún se quedaban boquiabiertos al ver una estela dorada que atravesaba el cielo.

Realizando un tirabuzón, la estela cayó en picado, ganado velocidad hasta que, con un quiebro, finalmente aterrizó sin causar daños en el asfalto. La figura que había aterrizado, una mujer, se puso en pie. La mujer rubia se pasó las manos por los párpados, como si quisiera asegurarse de que su antifaz dorado seguía allí Su traje de un color azul marino, como el de una noche despejada, contrastaba con sus guantes dorados y la gran estrella de su pecho. Se ajustó el cinturón, del mismo color que dichos guantes y sus botas, y se dirigió hacia uno de los agentes de policía. Su capa, aúrea, ondeaba a pesar de que en aquel momento no parecía correr el viento.

_ ¿Cuál es la situación?_ Preguntó, dirigiéndose al agente.

_ Doscientos estudiantes, repartidos en las aulas. El fuego ya se ha extendido al comedor y a los pasillos._ El agente la miró.

_ De acuerdo._ La chica dirigió su vista hacia el colegio._ A partir de aquí me encargo yo.

Lo siguiente sucedió todo muy rápidamente. La mujer se desdibujó, convirtiéndose una vez más en una estela dorada. El fuego se apagó, y en el instante que duraba un parpadeo, el perímetro policial estuvo lleno de niños. Había una nota sobre el capó del coche que instaba al agente a desalojar el área y devolver a los niños a sus casas.

La heroína se hallaba en el interior del edificio. Los pasos de sus botas resonaban en el suelo del gimnasio. Ella sabía que no estaba sola, que aquel incendio, se había provocado. ¿Y por qué lo sabía? Porque en el gimnasio no había una sola quemadura. Ni una sola chispa había entrado en ese lugar.

_ Por qué no sales… ¿Regina?_ Preguntó._ Sé que estás ahí.

_ Lo sabes siempre, verdad._ La mujer salió de detrás de las gradas._ ¿Me has oído, supongo?

_ Tengo visión de rayos X._ Dijo, mientras encaraba a la morena.

La mujer que tenía delante iba ataviada con una larga gabardina de cuero negro y guantes. Sujetaba un pequeño transmisor en sus manos y aferraba un botón rojo que mantenía presionado con fuerza.

_ ¿Es eso una bomba, Regina?_ Dijo la rubia, La mujer se rió y se apartó su larga melena negra del rostro.

_ Quizá…_ Contestó._ Pero no estás respetando las reglas. Nunca lo haces.

_ ¿Las reglas? Suena poco apropiado hablar de reglas con un detonador en las manos.

_ Sólo por seguridad… no quiero que vuelvas a partirme las piernas y mandarme al hospital de la cárcel._ La morena se mantuvo serena._ Pero sí, las reglas. Yo te llamo por el ridículo nombre que escogiste… tú deberías hacer lo mismo. ¿No crees, Skyward Star?

_ Como quiera, su majestad._ La mujer puso los ojos en blanco._ Sólo quiero preguntarte. ¿Niños? Es bajo hasta para ti.

_ ¿Niños? ¿Adultos? ¿Qué más da? Ibas a salvarlos a todos igualmente. Sólo era parte del plan._ Apartó la mirada.

_ ¿Y en qué consiste este plan?_ Preguntó la rubia.

_ Me he cansado de nuestras peleas… de que me rompas miembros y me mandes a la cárcel, una y otra vez, Sky.

_ Créate tu propio país y quédate en él._ Dijo la rubia, desafiante._ Si no intentases destruir el mundo, no tendría que intervenir.

_ Yo no intento destruir el mundo… sólo ocupar mi sitio como reina.

_ Sabes que podrías hacer grandes cosas… Regina._ La rubia suspiró._ Podrías hacer mucho más con tus dones que eso.

_ No tengo interés. Tú eres la heroína, después de todo.

_ Pero tú podrías salvar a mucha más gente que yo.

_ Creo que prefiero ahorrarme la charla, Sky._ Regina apartó la mirada._ La bomba está en el sótano de la biblioteca

Skyward Star

Cuando Regina levantó el dedo del detonador, y me dijo dónde se encontraba la bomba, supe que se trataba de una trampa. Pero… ¿Qué otra opción tenía? Corrí, como si mi vida dependiese de ello. Elevé el vuelo una vez salí del edificio, formando una estela que, dado lo que estaba limitando mis fuerzas, se volvía irregular. Aterricé ante la biblioteca y, al entrar, rompí el cierre.

_ Abandonad el edificio._ Grité a los presentes.

Yo, por mi parte, avancé escaleras abajo hasta lo que parecía ser el sótano. Entre miles de libros amontonados, encontré la bomba. Tenía un temporizador que indicaba que quedaban dos segundos. La tomé, con intención de huir con ella hasta un lugar seguro, y entonces, en cuanto salí del edificio, apenas cuatro décimas de segundo más tarde… la bomba detonó. El contador no se movió, ni hubo una verdadera explosión, pero sí que se escuchó un sonido de click y aquel objeto empezó a brillar.

Mi cuerpo se vio envuelto por un aura morada durante unos segundos, y entonces, sentí que flaqueaba y me caí al suelo, a la acera. El supuesto explosivo se apagó y cayó al suelo. Sentí las manos húmedas sobre la acera. Estaba lloviendo. Debía acabar de empezar a hacerlo. Mi mirada, desenfocada, se centró en unas botas que tenía delante de mí. Alcé la vista y me encontré con una sonriente Regina.

_ ¿Qué me has hecho?

_ Ya te dije que estaba cansada de estos conflictos._ Dijo, agachándose para quedar a mi altura._ He demostrado algo, Sky. Al final… con un poco de magia… y de inteligencia… siempre se vence a la fuerza bruta.

_ Y ahora supongo que vas a matarme…_ dije, en un murmullo.

_ ¿Después de todas las derrotas que me has hecho sufrir?_ Se rió._ No, querida… no seas tonta. Quiero que veas lo que se siente cuando pierdes. Quiero que sepas lo que es la impotencia.

Me dejó allí tirada. Ni tan siquiera se molestó en quitarme la máscara… en descubrir quién era. Como si yo no tuviese importancia. Había sido un obstáculo y ella me había quitado de en medio. Siempre pensé que Regina podría convertirse en una heroína, incluso en nuestro encuentro. Pero… estaba claro que me equivocaba.

Tardé un buen rato en lograr desplazarme por las calles, hasta meterme a rastras en un taxi que me llevara a unas manzanas de casa. El taxista me contó que era el padre de uno de los niños que había salvado. Supongo que por ello no me hizo preguntas. Dejé mi capa sobre el asiento y me puse la gabardina. Tuve que caminar bastante tiempo antes de llegar a casa. Mi visión seguía borrosa cuando llegué y entré por la puerta.

_ ¡Ruby!_ Llamé, desesperada.

Mi compañera de piso no tenía idea de que yo era Skyward Star. Sin embargo, ya era demasiado tarde como para seguir ocultándolo. Me desplomé sobre el sofá y puse la televisión. Había una emisión en directo en la que Regina tomaba al alcalde del cuello y exigía su puesto. Normalmente impediría esas cosas, pero ahora… ahora no podía hacer nada.

_ ¿Emma?_ Me giré, y me encontré cara a cara con Ruby.

Me puse en pie, dejando caer la gabardina, y Ruby pudo ver mi traje, y todo lo que él implicaba. Nos quedamos mirando unos instantes hasta que mi amiga, superando lo que probablemente eran todas las mentiras que le había contado para ocultar mi identidad.

_ ¿Qué haces aquí? La reina está reclamando la ciudad. Y si no vas a detenerla… nadie va a poder hacerlo. Esa mujer arroja fuego por las manos. Aunque eso ya lo sabes, ¿Verdad?

_ No puedo…_ Dije, en un susurro.

_ ¿Cómo que no puedes? Nadie más puede, Emma.

_ Me ha quitado mis poderes._ admití, dejándome caer sobre el sofá._ Ya no puedo hacer nada en su contra.

_ Bueno pues… tendrás que recuperarlos.

_ Y ¿Cómo, Ruby? Sólo ella sabe cómo deshacerlo. Y dudo que quieras.

_ Entonces tendrás que ganarte su confianza.

_ ¿Y cómo quieres que haga eso? Soy su mayor enemiga.

_ Skyward Star es su mayor enemiga. Pero tú… tú eres Emma Swan. La escritora. Y nadie más. Tarde o temprano encontrarás tu oportunidad. Y hasta entonces… tenemos que prepararte.

3 meses más tarde…

Regina Mills

Mientras miraba por la ventana, la sidra no se apartaba de mi mano. La ciudad a mis pies, y yo como su nueva reina. La criminalidad estaba por los suelos, y la economía se había saneado. Pero, incluso ahora, la gente seguía aterrada por mi presencia. Estaba cansada. Necesitaba que alguien contase mi historia. Y para ello había puesto un anuncio. Había entrevistado ya a varios candidatos, pero ninguno había captado lo que yo buscaba.

Empezaba a perder la esperanza. Y sin embargo, aquella tarde tenía una entrevista más. Me encontraba algo aturullada en mi vestido negro, mientras comprobaba mi escote. Por alguna razón, me sentía nerviosa. No era capaz de entenderlo. Era yo la que decidía si aquella chica, Emma Swan, trabajaría para mí. Llamaron a la puerta y me serené, intentando dar buena impresión. Firme, pero justa, después de todo.

_ Adelante._ Dije, mirando hacia la puerta.

La primera impresión que tuve al ver a Emma es que se trataba una chiquilla. Vestida con gafas de pasta y con un conjunto discreto, no llamaba la atención. Me había dicho que tenía veintiocho años, y sin embargo a mis ojos bien parecía más joven.

_ De modo que usted es Emma Swan._ Afirmé, mirándola.

_ Sí._ Dijo, devolviéndome la mirada._ Es un honor conocerla, su majestad.

_ Ya, lo supongo._ Dije, mordaz._ Siéntate y explícame por qué quieres contar mi historia.

_ Porque… soy una gran admiradora suya, majestad._ Dijo, con una sonrisa tonta._ Y creo que todos…

_ Cállate._ Le dije, ofuscada._ Deja de halagarme y dime la verdad. ¿De acuerdo, Emma?

_ Bueno… yo sé lo que es ser diferente. Que seas excelente y que la gente no sepa verlo. Usted ha cambiado esta ciudad para mejor, y aún la tratan como a una asesina.

_ Bueno… lo soy. Yo maté a Skyward Star… ¿Sabes?_ La miré fríamente.

_ Usted no sería capaz._ Me respondió, mirándome fijamente._ Le agradecería que no me mienta. No podré escribir una buena historia si me mientes.

_ ¿Por qué crees que no soy capaz?_ Le dije, sonriendo ampliamente.

_ He revisado las investigaciones policiales sobre sus… bueno, antiguas actividades._ Se detuvo un segundo._ Nunca mató a nadie. Por más que eso complicase sus tareas.

_ De acuerdo… has pasado la prueba encanto. Te dejaré escribir mis memorias. Mi asistente te contará las normas que tendrás que seguir a partir de ahora.

_ ¿Normas? ¿Con respecto a qué?

_ Tus limitaciones… las normas con respecto a tu vestuario. Ya sabes.

_ ¿Mi ropa?_ Preguntó, alzando una ceja._ ¿Qué le pasa a mi ropa?

_ Está pasada de moda. Tengo una imagen pública que mantener… y tú vas a seguirme a todas partes. ¿No es cierto?

_ Claro… es cierto._ Asintió._ Supongo que… voy a verla… Muchas gracias, majestad.

_ De nada. Hasta pronto, Swan.

Emma Swan

Lo había conseguido. Regina me había contratado para ser su cronista. Era el primer paso para recuperar mis poderes. Había pasado todos los días sin ellos echándolos de menos. Pero, fijamente me había acostumbrado a ser una persona común. A tener cinco dioptrías en cada ojo, a trabajar como periodista para ganarme el dinero. Salí de la habitación y sentí un flash. Parpadeé repetidamente y vi cómo una mujer sacaba una foto instantánea y la colocaba en una tarjeta magnética.

_ Bienvenida señorita Swan. Soy Mallory, la asistente de Regina Mills. Si me acompaña la pondré al día.