La madre del final y los matadores de ángeles


Los locos les tenían pavor antes de ser asesinados por ellos. O de matarse para no darles el gusto.

Es que. Nunca habían conocido a unos así.

No eran lúcidos. No comos los dementes antes de que llegaran los ángeles. Eran firmes, no les rendían culto a las terribles criaturas. Al contrario. Las odiaban pero mantenían una firmeza...

Eran tan sanguinarios que los hubiesen confundido con ángeles. Si no fuera porque ellos mataban a los ángeles.

Y eran jóvenes. Eran humanos. Casi niños.

—No necesitamos el miedo —explicaba Olympia.

—Nuestra madre nos crió bien —se justificó Tom.

—Hemos visto cosas peores. Estamos solos aunque estemos juntos —decían al unísono.

Los ángeles no eran inmortales, después de todo. Las balas los perforaban. Es solo que antes de ellos, nadie podía mirarlos fijo sin enloquecer.

De miedo. O amor.

Pero esos dos estaban más allá de ambas cosas. Restituyeron el orden.

Los matadores de ángeles recuperaron el mundo a punta de simples pistolas. No quedaba mucho de la ciudad y menos del rancho, pero Malorie, en su vejez estuvo orgullosa. Ella fue la madre del final del Apocalipsis.