Kenshin, un chico en dificultades.

Prólogo

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

Mayo, 1997

Sachiko miró a los jóvenes frente a ella con seriedad. Misao y Kenshin, sentados, muy erguidos, mantenían la vista baja. Estaban nerviosos.

-Pensé que no vendrían.- dijo la mujer mayor.

Misao colocó las manos sobre su barriga, como si así pudiera proteger a su pequeño hijo de todos los malos recuerdos que le traía estar con Sachiko, su madre biológica.

-Uno debe enfrentar las situaciones, no huir de ellas.- dijo la joven. Había cambiado para bien en las últimas semanas: no sólo había ganado peso por lo de su embarazo, su cara se veía más llena e incluso sus ojos parecían verse más grandes y resplandecientes. Un nuevo corte de cabello ordenaba su estilo y sacaba a relucir lo mejor de su rostro. Sin duda Misao florecía con su nueva vida, su esposo, su hijo en camino, su hermano a su lado. Lucía muy bien, incluso con cierta clase.

-¿Para qué nos quiere?- preguntó Kenshin, que, más delgado que antes, acababa de salir de clases y portaba su maletín, que había puesto sobre la mesa como si así pudiera protegerse de Sachiko. El rojizo cabello lo llevaba corto, y además de algunas pecas graciosas sobre la nariz, tenía marcada su mejilla izquierda con una cicatriz en línea que a Sachiko no le gustaba nada.

-El trato es simple. Ustedes desaparecen de aquí y a cambio se llevan un jugoso cheque que les servirá para lo que deseen. Nada más.-

La mujer dejó sobre la mesa dos sobres blancos, sin duda con un cheque firmado dentro de cada uno. Misao y Kenshin se miraron entre ellos. La joven decidió hablar.

-Esta ciudad se ha convertido en el nuevo hogar mío y de mi hermano. Yo me he casado y espero a mi primer hijo. Mi esposo tiene a su familia, que ahora también es la mía, aquí y por ende yo no me iré. Además, no necesito tu dinero.-

Kenshin no dijo nada. en realidad, tenía tantas cosas que decirle a su madre, tantos reclamos que hacerle, pero no se atrevía. Apretó los puños sobre sus muslos y no dijo nada. pero Misao le guardaba más rencor y por ende, ya que había empezado, no se iba a quedar callada.

-Cuando nuestro padre murió, con Kenshin quedamos sin dinero, sin nadie que nos ayudara. La familia se apartó y querían llevarse a Kenshin para meterlo en un centro de menores. Pasamos muchos apuros y nunca estuviste ahí para nosotros. Eres lejos la madre más desnaturalizada que he conocido y por ello no deberías ni preocuparte de que le fuéramos con la historia a tu nuevo marido, porque nos da vergüenza reconocer que nacimos de ti. Quédate con el dinero que te ganaste a costa de nuestra felicidad y la de nuestro padre, que no queremos esa mierda tuya.-

Sachiko, impasible, miraba a Misao.

-No creas que por decirme las cosas que me dices me hieres, Misao. Como dices, no tengo sentimientos maternales por ustedes y no me interesa tenerlos. Los hijos sólo traen problemas, no te dejan dormir por las noches y se debe estar pendientes de ellos constantemente. En fin, que ya lo sabrás ahora que viene el tuyo en camino. Como te decía, no tengo sentimientos maternos, por ende, lo que me digas me entra por un oído y me sale por el otro.- La mujer se encogió de hombros.- Ustedes me importan poco, pero no quiero que mi matrimonio se exponga si se aparecen ustedes de la nada diciendo que son mis hijos. Misao, te he visto en la página de sociales y estoy al tanto de tu matrimonio con Shinomori. Por eso mediante él he tomado contacto con ustedes. En verdad que eres mi vivo retrato cuando tenía tu edad y por eso, aunque digas que no quieres meterte en mis asuntos, tu sola apariencia es una amenaza para mi, por eso yo… -

Kenshin, que estaba muy nervioso, venía acumulando ira hacía tiempo hacia Sachiko sin atreverse a soltarla, y por alguna razón, en ese momento todo estalló.

Se puso de pie y con fuerza, puso las manos extendidas sobre la mesa de tal modo que hicieron un fuerte sonido al golpearla.

-Tú no tienes ningún derecho a exigir ni a reclamar, porque eres tú precisamente la que tiene una enorme deuda con nosotros. No sólo nos abandonaste, causaste una grave lesión en la cabeza de Misao cuando la lanzaste lejos de ti aquél día que la arrojaste del taxi.-

Fuera de si, Kenshin hablaba en voz lo suficientemente alta como para que las demás personas que estaban en ese lugar voltearan a mirarlo. Misao lo miraba con asombro porque jamás lo había visto así y Sachiko, horrorizada, observaba al calmo joven que hasta el momento no había dicho ninguna palabra.

Kenshin miró a los curiosos y les habló a ellos, señalando a Sachiko con el dedo índice y demostrando así, su profundo desprecio hacia ella.

-Esta mujer elegante que ven ustedes aquí es mi madre y la de mi hermana. Nos abandonó, arrojó a mi hermana al suelo y por eso ella perdió gran parte de sus memorias. Nunca nos llamó para preguntar cómo estábamos y delegó todas sus responsabilidades en nuestro padre, que la amó hasta el último día de su vida.- Kenshin tomó aire embravecido, mirando con una furia tal que Sachiko sólo pudo hundirse en su asiento y Misao enmudeció completamente.- Esta mujer… esta… persona, no contenta con abandonarnos se consiguió un amante al que le dijo que no tenía hijos y que no podía tenerlos. Y hoy, ha contactado con mi hermana y conmigo, no para saber como estamos, sino para decirnos que no le interesamos y para ofrecernos dinero de modo que no le contemos a su esposo sobre su vida pasada.-

El joven pelirrojo tomó los sobres y se los lanzó a la cara a la mujer, mientras comenzaba el cuchicheo generalizado en el restaurante.

-Me da vergüenza ser tu hijo y te aseguro que si vuelves a molestar a Misao con esto, contactaré con tu esposo y le diré todo lo que él quiera saber de ti. Tengo fotos, certificados de nacimiento que estoy seguro él estará interesado en leer. Aléjate de nuestras vidas y no te preocupes, que no te extrañaremos.-

El joven tomó su maletín y le extendió una mano a Misao. La joven, impresionada, aceptó la ayuda y se puso de pie, dejando sola a Sachiko que simplemente no se podía mover.

Toda su arrogancia había quedado en el suelo. Toda su elegancia y educación no le servían de nada en ese momento que había sido degradada en público. Suerte para ella que había elegido un lugar alejado donde no la conocía nadie para reunirse con sus hijos.

Cuando Misao y Kenshin pasaron cerca de la puerta, Kaoru, que había acompañado a Kenshin y estaba en una mesa algo alejada tomándose una leche batida, rápidamente pagó su consumo y acompañó a su amigo, que iba fuera de si. Al pasar por un parque, finalmente Kenshin se derrumbó y estalló en lágrimas. Kaoru lo abrazó de inmediato mientras Misao le hacía cariños en la cabeza.

-Ya pasó, hermano, ya pasó… tranquilo.- decía la joven madre suavemente.- No le permitas que te siga haciendo daño, no merece que llores por ella.-

-Pe… pero… - a Kenshin le castañeaban los dientes.-… No puedo creer que haya negado nuestra existencia, que no tenga ni un mínimo de arrepentimiento por dejarnos como lo hizo. Que ni siquiera muestre preocupación por tu accidente. ¡Debería al menos hacerse cargo de eso, porque empujarte era innecesario!-

El joven abrazó fuertemente a Kaoru, como si así la pudiera proteger de la maldad de Sachiko.

-Tú no sabes, Misao… pero aún hay veces en que tengo pesadillas con ese día. Y te veo ahí, tirada, con la cabeza rota sobre un charco de sangre. Yo ese día pensé que te habías muerto y si no hubiera sido por los vecinos que nos ayudaron, me hubiera vuelto loco del terror… ¡y a ella no le importa!-

A Kaoru todo lo que oía le parecía bastante terrible, sobre todo porque nunca había visto a Kenshin tan alterado. Sólo conocía de él su lado amable, tímido y sensible. Sólo había visto en él sus sonrisas y no ese mar de lágrimas y desesperación que parecía no tener fin.

-Oh, Kenshin… lo siento tanto, tanto… - dijo Misao abrazándolo, haciendo que Kaoru se hiciera a un lado para dejarlos solos. - Yo… yo sé que tú te llevaste la peor parte en esto. Por culpa de todo eso tú perdiste en parte a nuestro papá, que siempre estaba pendiente de mí y de mis estupideces.-

Kenshin guardó silencio porque ya no quería hablar más de eso. Simplemente quería olvidarlo todo y marcharse lejos de allí. Recordó que dentro de poco se mudaría de ciudad y aún no se lo había comentado a Misao. Lo mejor sería hablar con ella sobre eso una vez estuviera más calmado y en casa. Tomó aire para dominar sus nervios y ponerse de pie. Kaoru de inmediato se colocó a su lado.

-Si quieres podemos ir a mi casa a tomar helados. - le dijo a Kenshin, quien sólo la miró. Kaoru aún estaba en esa edad en que las penas se pasaban comiendo dulces.

-Me encantaría ir.- dijo, poniendo buena cara. Tal vez lo de los helados no fuera tan mala idea. Después de todo, ya estaba sintiendo que necesitaba algo de dulce. Lo de su traslado de escuela podía esperar.

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

Unos días después

Misao no podía creer lo que le decía su hermano.

-Pero… ¿Lo has pensado bien?

Kenshin asintió. Aoshi, silencioso, sólo los miraba.

-Como Hanya ahora es mi tutor, ha dado la aprobación para mi traslado luego que he hablado con él. Me iré dentro del próximo mes y desde la escuela enviarán mis calificaciones.

-Es tan lejos de aquí… - observó la joven con un leve temblor en su voz.- … y tenía la ilusión de que estuvieras conmigo cuando naciera Tenshi, en Septiembre.-

-Lo siento.-

Sentado en el sofá, al lado de su esposa, Aoshi tuvo una duda.

-¿Por qué quieres irte?-

La respuesta estaba más que clara para Kenshin, pero si la verbalizaba, haría sufrir a Misao. Sin embargo, ninguna excusa acudía en ese instante a su mente.

-Es… una buena escuela. Es todo.-

Aoshi se puso de pie. Misao se abrazó el abultado vientre de cinco meses.

-Hay una escuela excelente en la ciudad del lado y tú, que eres un entendido en el tema, debes saberlo.-

-¿Acaso ya no quieres estar en esta ciudad?- preguntó Misao.- ¿Acaso alguien te ha dicho algo malo, te han atacado en la escuela?-

-No, no es nada de eso.- dijo Kenshin.- Pero creo… que me vendrá bien conocer nuevos lugares, personas… ser independiente… -

La última palabra el joven la dijo en voz muy baja, ya que temía que su voz delatara la mentira. Misao finalmente se levantó y lo abrazó.

-Si eso es lo que quieres, hermanito, yo apoyaré tu idea y ayudaré en lo que necesites. Pero Kenshin… todavía no te has ido y ya siento que te echaré mucho de menos… -

Aoshi miró a los hermanos durante un rato y tuvo una extraña sensación. Sin embargo no se atrevió a decir lo que él pensaba, porque en parte, él tenía la culpa de que Kenshin se quisiera ir y le daba vergüenza reconocerlo frente a su esposa.

Su mirada azul de pronto se topó con la violeta del pelirrojo y ambos supieron lo que pasaba por la mente del otro. Asintieron, pero Aoshi finalmente bajó la cabeza.

-Lo siento mucho.- murmuró.

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

Junio, 1997

-¡Kaoru, abre la puerta!- exclamó Kojiro Kamiya para hacerse oír, debido a la fuerte música que salía del cuarto de la mayor de sus hijas.- ¡Kenshin está aquí!-

La joven muchacha de 12 años, acostada sobre su estómago en la cama, subió el volumen de la música desafiando a su padre, que se tomó el asunto bastante mal.

-Tomoe.- dijo el hombre desde el pasillo del segundo piso, visible desde el primero.- Desconecta ahora mismo la luz de la casa.-

La mujer obedeció y la música desapareció al instante. Compungido, al lado de Kojiro, Kenshin miraba la puerta de la habitación de la chica con la esperanza de poder abrirla si se concentraba lo suficiente en ello.

-Kaoru, se razonable.- insistió el hombre.- Tu amigo se marchará y…

-¡Pues que se vaya!- gritó la niña, poniéndose una almohada sobre la cabeza como si así se inmunizara contra las ganas de salir a abrazar a su amigo para evitar que se fuera.

Kenshin, al borde de las lágrimas viendo que avanzaba la hora, apretó el puño en torno a la correa de su maletín escolar y decidió él hacer un intento.

-Kaoru, abre la puerta, por favor… el tren está por irse y tengo algo que decirte… -

-¡Vete! ¡No tenemos nada que decirnos… ¿Para qué si ya no nos veremos más? ¡¡Tú y yo ya no somos amigos!!… -

-Pero yo… -

-Tú decidiste irte y no me preguntaste. Recién hace una semana me enteré de esto… Kenshin, ¡eres de lo peor! Por mí puedes largarte a la China!

-Kaoru…-

-¡¡Vete!!-

-Yo… -

-¡¡¡VETE, ¿QUE NO ENTIENDES?!!!-

Kenshin miró a Kojiro y este se encogió de hombros.

-Perdóname, muchacho. No se me ocurre que más hacer por ti. Desde que supo que te ibas se ha puesto insoportable.-

Misao, que hasta el momento se había mantenido sentada al margen de la situación se enfureció con Kaoru y subió las escaleras que llevaban al segundo piso hirviendo de rabia. Misma rabia con la que le dio un fuerte golpe a la puerta con un puño, sorprendiendo a todos, incluso a la misma Kaoru que llegó a saltar de la sorpresa.

-¡No puedo creer que seas tan egoísta, Kaoru. Realmente tenía un mejor concepto de ti! Kenshin se irá lejos, solo, y en vez de apoyarlo y despedirte con una sonrisa, lo tratas pésimo siendo que él no se lo merece. Mi hermano nunca te ha fallado, pero ahora tú lo estás haciendo con él, miserablemente.-

-¡Tú no lo entiendes! - gritó la niña desde dentro.- ¡Él me va a dejar sola! Se va a ir a estudiar a otro sitio, pudiendo hacerlo aquí y encima me deja sin pareja para el concurso de Dance Dance Revolution. ¡Él es el que piensa sólo en él!-

-¿Y acaso ahora tú estás pensando en él?. Tú te quedarás sin amigo, pero tendrás a tus padres y tu hermana, tu casa y tus amigos contigo. Él se va solo a enfrentar un nuevo mundo… -

-¡¡Pues que le aproveche!!-

-¡¡Pues sabes qué!!?? ¡¡Vete al diablo!!- gritó la joven embarazada, pidiendo luego una disculpa a Kojiro y Tomoe por el exabrupto. Ellos hicieron una seña de que entendían y que todo estaba bien. En eso el reloj de Kenshin sonó. Era la alarma que marcaba el tiempo límite que se había autoimpuesto para despedirse de Kaoru.

-Hasta pronto.- dijo a la puerta, dándose la media vuelta. Luego se despidió de Kojiro, Tomoe y la pequeña Sayo.

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

-Me has decepcionado.- dijo Kojiro cuando Kaoru se asomó fuera de su cuarto en cuanto sintió el auto que se llevaba a Kenshin, partir.

Tomoe no dijo nada y se concentró en poner la mesa. Kojiro por su parte decidió ignorar a su hija y avanzó en la silla de ruedas hasta el ascensor que lo llevaría al primer piso, suspirando de cansancio y de pena.

Sayo se subió a la mesa y estirando su pequeña mano regordeta, alcanzó un bollito recién horneado y se quemó de lo caliente que estaba.

-¿Le diste al muchacho para su viaje?- preguntó Kojiro al llegar junto a su esposa. Tomoe, que consolaba a Sayo, asintió.

-Llevó tres. -

-Qué bueno. Al menos en esta casa recibió a su despedida, algo de hospitalidad.-

-Le gustaban mucho esos bollos.- dijo Tomoe en voz baja.- Siempre me pedía para llevar a la escuela. Kojiro… ¿crees que allá a dónde va, lo traten bien?-

Kaoru llegó junto a sus padres en silencio, con la cabeza un poco gacha, esperando un regaño. Pero nada.

-… además, se va solito, Kojiro… - dijo Tomoe.- Tendrá que hacer amigos de nuevo y aunque es un muchacho muy sensible, parece que eso no se le da bien.-

Kaoru tomó con fuerza su taza de te y sorbió un poco. Descubrió entonces que su garganta estaba cerrada.

Y es que de pronto se puso a pensar en Kenshin y en como lo conoció. Un muchacho tímido en una tienda de cómic, que le sonrió de un modo luminoso cuando ella, que lo estaba mirando desde la calle antes de decidirse a entrar, le habló.

Recordó también cuando lo vio en la escuela. Unos chicos lo molestaban en el patio de recreo y ella de inmediato sintió el impulso de ayudarlo. Y aunque Kenshin era un desastre para los puños, tenía un corazón y una valentía que no había visto nunca antes en otro muchacho.

-¿Te has quemado tú también con el bollito, hermana?- preguntó Sayo mirando atentamente a Kaoru.- ¿Por eso estás llorando?-

Kaoru levantó la vista, sorprendida ella misma porque en efecto, lloraba. Se iba Kenshin a un lugar lejano y ella, en vez de hacer algo al respecto o de tratar de alegrarlo, le había hecho la vida imposible desde que se enteró un par de semanas atrás.

Y ahora, no lo vería más.

Miró a su padre con la súplica marcada en el rostro.

-Papi… -

-Esa es la diferencia entre Kenshin y tú. Cuando tú te metes en un problema o quieres corregir un error, sabes que nos tienes a Tomoe y a mí. Cuando eso le sucede a Kenshin, tiene que apañárselas solo, porque ya se ve que en su mejor amiga no puede confiar.-

-Papá… yo… -

-Kaoru, tú tienes la suerte de vivir rodeada de personas que te aman y te cuidan. Kenshin no… por eso él tiene que hacerse fuerte e independiente. No tiene tiempo para ser un niño. Cuando le pregunté qué por qué se iba tan lejos, me respondió que era para no ser una carga para nadie. Él sabe que su hermana lo adora y que su cuñado lo aprecia mucho, pero por alguna razón siente que debe poner distancia… tú no sabes lo triste que es pensar así.

Sorprendida con esa revelación, la chica de doce años se puso de pie. Tenía que ir a la estación y demostrarle a Kenshin que lo de poner distancia no era necesario. ¡Ella le ayudaría a crecer y hacerse un hombre, como él quería! ¡Cómo se arrepentía ahora de no haber querido escuchar a su padre antes! Seguramente ya tendría al pelirrojo de quince años sentado en su sofá, medio convencido de quedarse. Pero tenía que ser realista, a esas alturas intentar eso era muy difícil. Al menos debía intentar verlo por última vez y pedirle una disculpa.

-Mamá, llévame a la estación… necesito despedirme de Kenshin… -Kaoru se volvió hacia el hombre que se encontraba en la silla de ruedas, abrazándolo… - Papá, yo no sabía que él pensaba así… -

Tomoe no esperó un segundo más. Tomó su cartera y las llaves del auto. Con una mirada acordaron que Kojiro cuidaría de Sayo mientras ella iba con Kaoru a la estación de trenes.

-Vete, hijita, apóyalo y al despedirse, muéstrale a tu amigo tu más brillante sonrisa, para que sepa que tiene un lugar donde lo quieren, para que sepa que tiene donde volver… -

Kaoru tomó la foto del concurso que ganó con Kenshin, donde ambos mostraban su trofeo, antes de correr al auto de su madre.

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

-Hermano.- le dijo Misao a Kenshin, abrazándolo.- Cuídate mucho y escríbeme. No olvides hacerlo.-

-Ya verás que lo haré.- dijo el joven emocionado.- Seré prudente y te enviaré una carta cada mes.-

-¡¿Cómo que cada mes?! ¡Quiero una cada semana!, entiendes? Soy tu hermana mayor y entonces… -

Aoshi, que los acompañaba, suspiró.

-Misao, ¿qué acaso no lo puedes dejar en paz? No agobies a Kenshin con peticiones. Kenshin, cuando llegues a tu escuela, pide el número de teléfono al que podremos llamarte. Más adelante, si te esfuerzas, te regalaré un celular.-

-¿Un celular? ¡Pero si son carísimos!- exclamó Misao.

-Kenshin lo merecerá y por otra parte, ustedes podrán hablar todo lo que quieran. Además, los celulares pronto tendrán precios convenientes. Es una tecnología que se está desarrollando con buenos resultados y grandes expectativas de exportación… -

-Aoshi, de tu trabajo de publicista, aquí no, por favor.- dijo Misao divertida. Kenshin sonrió ante la idea de tener su propio celular.

Aoshi se acercó al muchacho y le dio la mano.

-No es necesario que hagas esto, Kenshin. Aun puedes decidir quedarte y yo me ocuparé de tu educación. Después de todo, Tenshi hubiera deseado eso.-

Kenshin notó que Misao miraba distraída hacia alguna parte, por lo que agregó por lo bajo para su cuñado.

-Tú sabes que en el fondo, esto es lo mejor para los tres. Ella podrá dedicarse por completo a su matrimonio, a su hijo, y tener una buena vida.-

Aoshi miró a su esposa fingiendo una sonrisa.

-Kenshin, cuando te dije que por tu culpa Misao y yo terminábamos, no fue en serio. Yo estaba furioso y quería lastimarla. Y tú eres su punto débil, entonces yo… -

-Por eso mismo, ya no quiero seguir siendo su punto débil.-

-Pero… ¿podrás perdonarme? En verdad, si pudieras ver dentro de mi corazón, verías que realmente deseo que te quedes con nosotros y vivas en nuestra casa. Kenshin… -

-Yo te creo, y no te guardo ningún rencor, Aoshi. No te preocupes más por esas cosas. Yo deseo irme para ver nuevos lugares, crecer. Sólo quiero que mientras dure ese proceso, cuides de Misao y de Tenshi, mi sobrino.-

-Cuenta con ello.- prometió Aoshi más animado. Ya verás que… -

-¡Kenshin!- dijo Misao emocionada de pronto, dándose la vuelta hacia ellos.- Parece que alguien viene a despedirse de ti.-

Con expectativas de que se tratara de Kaoru, Kenshin buscó con la mirada en la dirección que su hermana le indicaba, topándose con… ¿Sanosuke?

Pero al parecer, Sanosuke no venía a despedirse, a juzgar por el enorme bolso que portaba.

-¿Qué me ven así? ¿Acaso creen que Kenshin es el único que tiene como sueño convertirse en un gran chef? Yo ya estoy aburrido de preparar sólo hot dogs en la fuente de soda y uno que otro traguito. Estoy para cosas más grandes.-

Aoshi, Misao y Kenshin miraban a Sanosuke boquiabiertos.

-Por cierto, Kenshin, yo también postulé a la misma escuela que tú. Claro que no tengo tan buenas calificaciones y por eso, aprovechando que se desocupó una plaza, me han avisado que hay un cupo para mí. Ya lo verás, gordito… si nos aliamos, sin duda lograremos ser una dupla espectacular.-

Al ver el entusiasmo de Sanosuke, el corazón de Misao se aligeró ante la buena noticia de que su hermano no estaría solo. Ya más tranquila, abrazó a Kenshin con cierta pena cuando sonó el silbato que indicaba que había que abordar el tren.

Sanosuke, que ya se había despedido de sus padres en casa, tomó los bolsos de Kenshin y el suyo propio, para acaparar un par de asientos.

-Y recuerda no comer tantos chocolates, hermanito.- dijo Misao, dándole cuanto consejo se le pasaba por la mente para no soltarlo aún.- Y sigue bailando en esa alfombra… te ves tan guapo ahora que estás bajando de peso.-

Kenshin sonrió y su hermana lo soltó finalmente. Abordó el tren cuando sintió como un murmullo llegar a sus oídos.

-¡Keeeeeeeeeenshiiiiiiiiiiin!-

De inmediato, se dio la media vuelta. Desde la puerta del tren podía ver a toda la gente de la estación y de pronto vio la figura menuda de su amiga corriendo entre la multitud, abriéndose paso a duras penas y llamándolo.-

-¡Keeeeeeeeeeenshiiiiiiiiiin!.-

Sin dudar un momento, el pelirrojo corrió hacia la niña, sorprendiendo a Misao y Aoshi al pasar entre ellos.

-¡Kaoru!-

A pesar de que ella no lo veía, él sabía la dirección que tomaba y hacia allá corrió. No tardó en estrecharla entre sus brazos cuando finalmente se encontraron.

-Kaoru… viniste… -dijo el joven emocionado.

-Kenshin… Kenshin… creí que no te iba a alcanzar.- La niña se separó un poco de él para mirarlo a la cara.- ¡Oh, Kenshin!, perdóname por ser tan mala y obstinada contigo… he sido… -

-Ya, ya no importa.- respondió el muchacho quien sabía que ya no tenían tiempo para hablar de esas cosas y quería, por el momento, disfrutar el abrazo que le daba ya que durante muchos días ella no se había dejado ver.- Ya no importa, Kaoru, porque viniste… -

Ante esas palabras, a la niña le dieron unas inmensas ganas de llorar. ¡No era justo que un niño tan bueno como Kenshin quisiera hacer su vida solo!. Escondió la cabeza en el pecho del joven, buscando refugio, cuando se anunció que el tren partiría.

"Un momento más, sólo un momento más"- suplicó el joven en silencio mientras pasaban los segundos. Entonces, pesadamente, tuvo que soltarse.

-Me tengo que ir.- dijo. Kaoru, que ya tenía los ojos arrasados en lágrimas, recordó las palabras de su padre.

-Lo sé… - dijo limpiándose la nariz poco decorosamente con la manga de su camiseta.- Pero… vas a volver… porque yo te voy a esperar.

Y luego, haciendo acopio de todo su valor, Kaoru le mostró a su amigo la más dulce sonrisa que sellaba esa promesa, para darle ánimos de regresar. Luego le tomó una mano y lo acompañó hasta la puerta del tren, bajo las miradas de Misao y Aoshi que no podían creer su cambio de actitud.

Tanto de Kaoru para él, en ese momento, era demasiado para el pelirrojo. Aun cuando él ya estaba a bordo, Kaoru se rehusó a soltar su mano. Con la mano libre, la joven buscó entre sus ropas algo en especial que debía darle. El tren se estremeció, porque al parecer estaba a punto de marchar.

Quizá ese anuncio fue lo que le dio a Kenshin la valentía de decir las palabras que desde hacía algún tiempo tenía para ella.

-Te quiero, Kaoru.-

Pero aunque las recibió con alegría, la niña no comprendió del todo lo que le quería decir el chico.

-Yo también te quiero mucho, Kenshin… eres mi mejor amigo.-

Sonriendo un poco frustrado, Kenshin la besó en la mejilla. Luego miró hacia su hermana y su cuñado.

-Hasta pronto.-

Un guardia llegó hasta donde Kaoru, haciéndola soltar la mano de Kenshin.

-Señorita, por favor, ubíquese tras la línea amarilla. El tren iniciará su avance.-

La chica entonces tomó distancia, mirando al chico implorante.

-No me olvides, no me olvides… siempre seremos amigos… ¿si? -

-No lo haré… - respondió el chico pelirrojo parado en la puerta del tren, recibiendo la foto que ella le traía… - Yo te quiero mucho, mucho… -

Se hizo la señal que indicaba el cierre de puertas y Kenshin rápidamente corrió hasta una ventana para mirar a Kaoru desde allá. El tren comenzó a marchar y Kaoru a caminar y luego a correr para estar cerca de Kenshin hasta el último momento.

-¡¡Escríbeme!!.-

-¡Así lo haré, cada día…! -

Jadeaba, pero no se detuvo, a pesar de que el tren le ganaba en velocidad y que el anden estaba próximo a terminarse. Ella se detuvo en el límite e hizo ante su boca una bocina con las manos.

-¡¡¡NOS VOLVEREMOS A VER… KEEEEENSHIIIIIN!!!!-

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

Mayo 2009.

"Querido Kenshin… ¿cuándo vendrás? Ya hace dos años que no te veo, ni tampoco he recibido tus cartas. Sin embargo… yo sigo confiando, porque lo prometiste, ¿lo recuerdas? Yo sé que vendrás, y volveremos a jugar y disfrazarnos como antes. ¿Cómo lucirás? Seguramente muy guapo…"

Kaoru, que ponía en orden sus papeles, se topó con el borrador de una carta que como tantas otras envió, y que no recibió respuesta. La guardó con cuidado en la carpetita en la que estaba, resistiendo la tentación de lanzarla al papelero. Después de todo, escribir esas cartas aun sin esperanzas de recibir contestación ya era parte de su vida.

-Como prometimos en la estación ese día, Kenshin, nos volvimos a ver unas cuantas veces, por muy poco tiempo porque tenías que volver a la escuela.- murmuró Kaoru en su cuarto, tomando un marco y acariciando con la punta de los dedos, el vidrio que protegía una fotografía de ellos dos. - Pero algo pasó y de pronto, ya no supe más de ti y no lo entiendo, porque yo si mantuve mis promesas y te escribí… y aún te escribo, pero tú no me has dado señales de vida. Me pregunto si alguna vez incluso, fuiste real… -

La joven de veinticuatro años suspiró antes de poner el marco en su sitio, sobre el velador junto a su cama. Si Kenshin no hubiera sido real, esa foto no existiría, ni Misao ni el pequeño Tenshi.

-Tal vez hiciste tantos amigos y la has pasado tan bien, que te has olvidado de nosotros y de esta pequeña ciudad. Quizá ya estés casado. ¿Cuántos años tendrás?… Creo que el próximo mes cumplirás veintiocho, y yo en julio cumpliré veinticinco. ¿Sabes? Muchas veces soñé que te aparecías para uno de mis cumpleaños… Y he adquirido esta extraña costumbre de hablar contigo aunque no estés presente. Me pregunto si no me habré vuelto loca en estos años, porque eso no tiene mucha lógica.-

Kaoru se metió en la cama, lista para dormir, y apagó la luz. La noche estaba fresca y se arropó, sintiendo en su mejilla la suavidad de la almohada que la acogía.

-A veces me pregunto cómo es posible que esos pocos meses contigo se mantengan tan frescos en mi memoria, como si hubiese pasado ayer… -

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

En cuanto pasó su angustia, se dio cuenta de lo que había hecho. Frente al él, el refrigerador con la puerta abierta dejaba entrever cuánto había comido. Había sucedido de nuevo.

Quiso luchar contra el impulso que sentía de devolver, pero sabía que debía dejar esa costumbre. Sin embargo, una nueva angustia al pensar que podía volver a engordar… el recuerdo de los ataques de su infancia por su talla y las bromas e insultos que aún resonaban en sus oídos le hicieron ponerse de pie y correr al baño donde pudo vomitarlo todo…

Cuando terminó, fatigado, apoyado en el WC pensó en ella. La única persona que no era su hermana, que lo quiso incondicionalmente. Había sido para todos un niño gordo y tímido, pero para ella había sido su héroe y su mejor amigo… pero, ¿Qué pensaría si sabía de esos arranques que le daban de comer como un cerdo y luego de devolver? ¿Tendría el valor de confesarle que buena parte de su sonrisa se la debía a la porcelana y a los dentistas?

Kenshin, agotado, se levantó pesadamente para lavarse la cara en el pequeño cuarto de baño, y mirarse en el espejo. Su rostro atractivo estaba marcado por una cicatriz que más de alguna persona confundió con una marca provocada por un hecho delictivo más que por un acto de heroísmo como había sido realmente. Por otra parte, si antes le costaba hacer amigos por su personalidad retraída, esa marca los espantaba aún más.

-Aoshi sabía que todo eso podía pasarme, por eso insistió tanto en que viéramos a médicos para que la hicieran desaparecer.- reflexionó el pelirrojo en voz baja. Trazando con el dedo meñique la cicatriz, pensó de pronto en Kaoru.- Esta marca me la gané por ti… creo que es para recordarme que eres la única persona que puede ser mi amiga. Porque aún te acuerdas de mí y me escribes… aún cuando no lo merezco.-

Kenshin se lavó los dientes y se metió a la cama. Miró hacia el otro lado del cuarto que ocupaba, donde una cama vacía esperaba ser ocupada por un nuevo inquilino, alegrándose por un momento de estar solo, porque en verdad que no quería otro sermón sobre su bulimia y lo mal que le hacía. De todos modos ya todo eso daba lo mismo, porque Misao ya estaba al tanto de todo eso y había decidido tomar cartas en el asunto.

-No tienes por qué tratar de salir de todo esto tú solo, Kenshin. Soy tu hermana, tu familia, ¿recuerdas? Estoy aquí para apoyarte… - le había dicho la semana pasada, durante su última visita.- Hice durante estos años lo que me pediste, me dediqué a mi familia y a cumplir mis metas, pero te descuidé. Lo siento, hermano. Quieras o no ahora yo me hago cargo. Lo primero es ir a hablar con tu médico y ver el modo de recuperar este tiempo perdido. Seguramente ver a Kaoru te haría muy bien también, le diré que venga…-

-¡No!- había dicho Kenshin.- No lo hagas… yo… no quiero que me vea así.-

-Pero Kenshin, no es momento para sentir vergüenza por las cosas que te pasan. Kaoru te haría muy bien. Ella es tan alegre, tan linda… te ayudaría a ver el mundo de otra manera.-

-Si la traes.- repuso el pelirrojo con decisión.- Me mudaré y ya no podrás encontrarme nunca más. Y sabes que puedo hacerlo. Con todo lo que sé y mis referencias, puedo encontrar trabajo en cualquier lado y mantenerme.-

Espantada, Misao no pudo hacer otra cosa que preguntar.

-¿Pero por qué no quieres que la traiga?-

Kenshin se había levantado de su asiento en el departamentito que alquilaba.

-Porque no quiero que vea esto en lo que me he convertido. Un hombre patético, amargado… -

-Yo veo en ti a un hombre guapo, con todo un futuro por delante.- dijo Misao.

-Esa es sólo la cáscara, Misao. Pero me siento podrido… muerto por dentro. Kaoru en cambio, tú la has descrito como tan alegre… no quiero que se espante cuando me vea y descubra que su amiguito se convirtió en esto.-

Misao había bajado la vista, apesadumbrada por un momento. Pero pronto recuperó el ánimo.

-Como quieras, no la traeré, por ahora. Pero debes seguir el tratamiento que te indique el doctor, ¿entendiste? Las cosas se harán a mi manera.-

-Como tú digas.- respondió Kenshin sin ánimo de discutirlo más.-

-Otra cosa.- dijo Misao antes de irse.- Traeré a Kaoru cuando te recuperes, asi que ponle ganas, Kenshin. Porque ella muere de ganas de verte. Y recuerda, mañana nos juntamos a las nueve para ir a tu psicóloga.-

La psicóloga había diagnosticado una depresión severa, que en cierta forma, en el caso de Kenshin, era el detonante de su bulimia. De inmediato hizo una cita con un Psiquiatra para que le ordenara una medicación, además de tener una larga conversación con Misao.

Kenshin recordó todas esas cosas antes de dormirse, pensando que de todos modos la sensación de tener a alguien que se ocupara de él en mucho tiempo era muy agradable. Aunque él había intentado hacerse fuerte, no había podido cambiar su esencia sensible. Por un momento, Kenshin visualizó la carita infantil de Kaoru, sus rodillas siempre llenas de venditas adhesivas y su espíritu en alto.

Se durmió, soñando con aquellos felices días, cuando hacía cosas de niño y pensaba en su primer amor.

*¨----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----*¨¨*----¨*

Fin prólogo.

Mayo 1, 2009.

Notas de Autora:

Hola!!!

Estoy viva, no andaba de parranda… aunque mi vida ha dado un vuelco en este último tiempo. De ahí que no haya podido actualizar ninguna historia. Afortunadamente este episodio estaba listo desde antes y lo he podido subir en la fecha convenida.

No sé que les puedo contar, veamos… quizá así me puedan perdonar por no actualizar en estos meses. Como saben muchas, me he mudado de casa. He estado súper ocupada con todos los cambios y arreglos que hay que hacerle al nuevo hogar, con el jardín y los animales. ¡Ahora tengo un perro y tres gatos! No lo puedo creer.

También he estado haciendo muchos trámites, porque cuando uno tiene una casa, debe hacer inscripciones de propiedad entre otras cosas. Luego cambiar agua y luz a mi nombre… debo ir al consultorio a pedir el traslado de todas mis fichas médicas al nuevo centro donde me atenderé… y sacar fotocopias y más fotocopias.

Y bueno, trabajo todo el día… asi que hago un doble trabajo de comerciante y dueña de casa. Cuando termino una cosa, ya hay una nueva de qué ocuparse, como alimentar al marido que también trabaja todo el día. Pero por alguna razón, los hombres no tienen ese don de las mujeres de poder ocuparse de muchas cosas a la vez, por ende, acabo cocinando yo con buenos resultados.

En estos meses, que han sido de adaptación, he aprendido a distribuir mi tiempo y a veces, a pedir ayuda para lograr mis objetivos, pero cuando se trata de escribir fanfics, no puedo pedir ayuda porque es un tema muy personal y muy solitario. De todos modos, espero poder encontrar pronto el tiempo para retomar mis historias, que me tiene muy nerviosa porque ya las quiero terminar para dar paso a las nuevas ideas.

Les dejo un beso gigante, en especial a las que ya son mamás (algún día me tocará a mí) y bueno, nada, sólo me queda pedirles paciencia.

Hasta pronto!!!

Blankiss.

(Ando feliz porque me pude comprar una figura de Kenshin bastante grande. Yupi!!!)