[[Este fic participa en "¡Quiero un regalo de cumpleaños!" del foro "El triángulo, dónde tres, están unidos".]]


Todo lo que serás


Disclaimer: los personajes pertenecen a J. K. Rowling y sus respectivos dueños, yo sólo los tomo un rato para compartirles la historia que inventé, la cual, es un regalo para una gran persona a la que aprecio mucho.

Marina: primero que nada, gracias por tu paciencia (no sólo en esto, sino en todas las cosas en las que has sido paciente conmigo, a lo largo del tiempo que llevo de conocerte). Eres una persona que me parece súpero organizada, responsable, honesta y agradable, que aún así logra coordinar todo lo que se propone y tener un tiempo para nosotras; me salí un poco de la idea original, creo que para bien. Espero que disfrutes este pequeño presente y que hayas tenido un súpero feliz cumpleaños ah, ¡y que cumplas muchísimos más que Nicholas Flamel! :"D

Este es un regalo para Black Phoenix92


—Si no quiere darme el trabajo...

—Claro que no quiero. Y no creo que esperaras que te lo diera. A pesar de todo, has venido hasta aquí y me lo has pedido, y eso significa que tienes algún propósito.

Tom Ryddle se levantó, con la rabia reflejada en su rostro blanquecino, asemejando más que nunca a una serpiente. Sólo un fantasma del joven apuesto e inteligente que alguna vez había estudiado en Hogwarts quedaba impreso detrás de aquella vípera sombra.

—¿Es su última palabra?

—Sí —respondió Dumbledore poniéndose en pie.

—En ese caso, no tenemos nada más que decirnos.

—No, nada —consintió el director, a la vez que una inmensa tristeza se reflejaba en su mirada—. Quedan muy lejos los tiempos en que podía asustarte con un armario en llamas y obligarte a pagar por tus delitos. Pero me gustaria poder hacerlo, Tom, me gustaria...

Salió del despacho del profesor dando un portazo, a la vez que su capa ondeaba detrás de él. Caminó a través de pasadizos y escaleras movedizas, hasta salir del lugar que alguna vez había sido su colegio, e incluso en algun momento se ganó el título de su hogar. Cruzó las verjas que cercaban los terrenos del colegio, y se detuvo un momento a sentir la magia que había en el ambiente: de la misma manera que un muggle podía sentir la brisa o los rayos del sol, él alcanzaba a identificar los hechizos que rodeaban el terreno, logrando casi identificarlos todos.

No importaba lo que Dumbledore hubiera dicho, ya habría tiempo después de encargarse de ese viejo saco de huesos. Caminó a través de la nieve, notando que lo que había estado haciendo últimamente estaba funcionando: la tormenta invernal que azotaba Hogsmeade se sentía como una suave brisa para él, estaba más allá de condiciones climáticas o cosas tan pequeñas como aquellas.

Estaba impaciente por llegar a Cabeza de Puerco, y de esa manera reunirse con las personas que había citado ahí: a Dolohov le correspondía traer a un viejo amigo suyo, un mago especializado en maldiciones antiguas y peligrosas; Nott debía traer una poción que preparaban en una tienda del Callejón Diagon, e intentar por todos los medios que necesitara conseguir su manera de preparación; y por último, Malfoy debía de investigar lo que él le había solicitado en el Ministerio.

Al llegar a los alrededores del pueblo, comenzó a sentir como si alguien lo observara. Pensando en su siguiente movimiento, se llevó la mano al bolsillo de la túnica para sacar la varita.

Sin embargo, un hombre encapuchado se le adelantó, echándole una maldición que lo dejó helado, y sumiéndolo en un remolino de sombras extrañas...