Disclaimer: Esta es una traducción del maravilloso fic de Arathe. FMA no me pertenece por desgracia. Y todos los personajes son propiedades ya sea de Hiromu Arakawa o de la propia Arathe.

N/T: Agradezco de antemano a los que inician conmigo esta travesía y en especial a MaryLover mi beta por ayudarme en la traducción del capitulo.


: Conversión:

:Capítulo 1:

: Massachusetts: 1926:

Edward apoyó su cabeza contra la ventana y suspiró, su respiración hacía un poco de vaho en el cristal. Observaba el campo pasar desde afuera, desprovisto de color por el cielo gris y la llovizna constante que parecía estar siguiéndolo dondequiera que iba. El cristal se sentía frío contra su piel, y él sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que la lluvia se convirtiera en nieve. Unas semanas más y volvería a ver la tierra bajo un manto blanco. No le importaba el invierno de verdad, incluso si eso hacía que el viaje fuera más difícil. Había una especie de tranquila paz única en los meses de invierno que le gustaba.

El tren a Boston estaba un poco más concurrido de lo que él estaba acostumbrado, lleno de personas que se dirigían a la ciudad por una razón u otra. El zumbido constante de conversaciones a través del familiar sonido del tren le alteraba los nervios y empezaba a darle un dolor de cabeza. Al menos había sido capaz de quedarse con unos asientos para él, poniendo sus pies sobre la mesa frente a él y fruncirle el ceño a cualquier transeúnte que se detuviera demasiado tiempo. Pensó que le iba a ser difícil mantener ese estado si es que subía más gente en la próxima estación. Conociendo su suerte, él se quedaría atorado en alguna innecesaria conversación. Ed se estremeció.

Sacó su reloj de bolsillo, Edward lo abrió, luego suspiró y lo guardó. Llegarían a la siguiente estación pronto, y entonces sería al menos una hora y media más hasta Boston. Volviendo de nuevo a la ventana, vio el vaho de su respiración sobre el vidrio durante unos momentos, y luego por impulso extendió la mano y trazó un círculo de transmutación simple con un dedo enguantado. Lo miró por un momento, luego cerró los ojos y puso su mano sobre este.

No pasó nada.

Nunca había pasado nada, y sintiéndose un poco molesto consigo mismo, Edward lo limpió. Se dejó caer en su asiento y miró sus zapatos con amargura. ¿Por qué seguía tratando de usar la alquimia? No funcionaba en este mundo, y él lo sabía. Tal vez era desesperación porque nada había funcionado. Había viajado por el mundo en los últimos cinco años y había trabajado con algunos de los científicos más brillantes del mundo, pero no estaba ni un paso más cerca de regresar a casa de lo que había estado cuando empezó.

Era difícil no desanimarse. A veces se sentía como si todo estuviera sucediendo de nuevo y Ed persiguiera otro sueño que se escabullía fuera de su alcance. Una y otra vez las teorías sólidas y las investigaciones bien fomentadas lo conducían a nada en absoluto. Edward sabía que debía dejar de lado sus esperanzas, pero era difícil hacerlo. Así como era igualmente difícil no dejar que los repetidos fracasos le afectaran.

Edward fue sacado de sus pensamientos por un chirrido de frenos cuando el tren se estremeció y se desaceleró, preparándose para la próxima parada. Echándose hacia atrás, Ed cerró los ojos e imaginó a Alphonse en su mente. Su sonrisa, sus ojos, la redondez de su cara. Probablemente ya no tan redonda. De seguro Al ya habría perdido todos sus rasgos infantiles. Vio a su hermano en su cabeza, sonriendo levemente. Esa era la razón de por qué hizo todo. El por qué seguía persiguiendo sombras y siguiendo pistas falsas. Lo hizo porque una de ellas podría llevarlo de vuelta a su pequeño hermano algún día. Ese pensamiento era el único por el que valía la pena todo lo que había pasado. La esperanza de que algún día pudiera ver a su hermano entero de nuevo.

"Hey pequeño, ¿te importa si me siento aquí?"

Sus ojos se abrieron, Edward se volvió hacia el desgraciado que había hecho esa pregunta. "A quién estás llamando tan pequeño que él…" Ed se ahogó con sus palabras y calló, mirando al hombre que tenía delante. Se sentía como si el mundo se hubiera caído bajo él mientras miraba unos ojos oscuros muy familiares. No podía ser. La boca de Edward se movió silenciosamente por un momento antes de que lograra salir algo "¿Coronel? ¿Roy Mustang?"

Las cejas oscuras se elevaron y el hombre que se parecía tanto a Mustang ladeó la cabeza. "¿ Nos conocemos?"-preguntó con incertidumbre.

Edward parpadeó y se dejó caer en su silla, sintiéndose débil. Por supuesto que no era Mustang. Su padre había mencionado la posibilidad de que hubiera gente en este mundo que se pareciera a sus contrapartes en el suyo. Suponía que era sólo cuestión de tiempo hasta que se topara con alguien conocido. "Lo siento," dijo él, quitando sus pies del asiento de enfrente para dar al hombre un lugar para sentarse. "Le confundí con alguien que conozco."

El hombre tomó asiento frente a él, observando con curiosidad al joven . Realmente se parecía al Coronel, pensó Ed sintiéndose todavía un poco desubicado. Misma cara, mismos ojos. El cabello era un poco más largo, atado en una coleta corta, esa era la única diferencia real. El hombre arqueó una ceja hacia él de una manera que era muy Mustang. "Si usted pensó que yo era otra persona, ¿cómo es que sabe mi nombre?"

Edward lo miró boquiabierto y recibió una mirada a cambio. Como si la situación no fuera lo suficientemente extraña, ¿realmente ellos debían de tener el mismo nombre? ¡Por favor!. "¿Su nombre es Roy Mustang?" Mustang sonrió levemente y asintió con la cabeza, haciendo un ruido de asentimiento. "Eso es... extraño." Edward dijo lentamente, de repente deseando que el hombre se fuera.

La sonrisa se amplió apenas una fracción a una muy familiar sonrisa socarrona, pareciendo un poco divertido. Ed frunció el ceño. El hombre era insufrible en cualquier encarnación. "¿Y usted es?"

Ed parpadeó y suspiró, dándose cuenta de que no iba a poder salir de una conversación. "Edward Elric," dijo secamente, esperando que el hombre captara la indirecta y se callara.

No hubo suerte. "Mucho gusto Edward." Se inclinó hacia delante, apoyando los brazos sobre las rodillas y viendo a Ed con una mirada de interés que él conocía muy bien. Era una mirada que decía "No podrás salir de esto, así que ni siquiera lo intentes". Él suspiró y devolvió la mirada, poniendo una hosca que no inmutó a Mustang en lo más mínimo. "Ahora supongo que no le importaría decirme de dónde me conoce".

"Es una larga historia", dijo Ed con un suspiro. "Usted no me creería de todos modos." Lo cual era muy cierto.

"Bueno, todavía nos queda una hora y media para Boston, así que creo que tengo tiempo más que suficiente para escuchar una larga historia. En cuanto a si le voy o no a creer..." se encogió de hombros. "Realmente no puedo decir nada hasta que me cuente, ¿o sí?"

Edward lo miró enfurecido, pero Mustang sólo sonrió y se echó hacia atrás, esperando. Oh diablos, ¿a quién quería engañar? Él nunca iba a ganar un concurso de voluntades con ese hombre. No que alguna vez lo fuera a admitir en voz alta. "Vas a pensar que estoy loco", gruñó con irritación. Apretó las manos, carne cálida contra el metal frío bajo sus guantes. Miró a Mustang. ¿Por qué no? En el peor de los casos, el hombre sólo lo describiría como un loco. "¿Qué diría si le dijera que no soy de este mundo?"

Eso le valió una ceja levantada. "¿Como..un marciano?"

Ed tuvo que reírse de eso. "No del todo. Todavía soy humano, pero no de este mundo. He viajado aquí a través de la Puerta con el fin de salvar a mi hermano. En el mundo del que provengo, hay un hombre que se parece a usted. También llamado Roy Mustang. " Ed tiró de su guante con los dientes nerviosamente, mirando al otro hombre por debajo de sus mechones, pero Mustang no dijo nada, asintiendo con la cabeza para que continuara.

Tras un momento de reflexión se quitó el guante derecho, extendiendo la mano para que Roy la inspeccionara. "Se llama automail", le dijo, doblando los dedos de metal alrededor de los de Mustang cuando el otro hombre la tocó. Para su sorpresa, su única respuesta fue una ligera ampliación de sus ojos. "O más bien, una mala imitación. Sólo tenía dieciséis años cuando llegué por primera vez aquí y una vez que crecí un poco tuve que reemplazar el automail, así que hice lo mejor que pude con lo que tenía." Eso había sido una pesadilla. Tratar de imitar lo que Winry había hecho, cuando él nunca había prestado mucha atención a cómo se construía un automail no fue una tarea fácil. El producto final era útil, pero de ninguna manera a la altura de lo que él estaba acostumbrado.

Retiró la mano, volviendo su guante a su lugar. "Creo que lo mejor será empezar por el principio." Suspiró Edward, mirando los oscuros ojos del coronel que no era El coronel. "¿Alguna vez ha oído hablar de la alquimia?"


"Y aquí estoy". Edward dijo con un suspiro. Tenía la garganta reseca y tragó saliva con una mueca. Los peligros de hablar sin parar durante más de una hora supuso. Mustang estaba en silencio como lo había estado durante casi toda la historia, los ojos distantes y pensativos. Ed estaba realmente sorprendido de que el hombre le hubiera permitido llegar hasta el final de la historia. Tenía que admitir que la misma sonaba a desvaríos de un lunático según la opinión de la gente de este mundo.

Cuando se hizo evidente que Mustang no iba a decir nada de inmediato, Ed volvió su atención hacia la ventana, parpadeando cuando se dio cuenta de que ya estaban en Boston. El tren avanzaba muy lentamente por las vías, y aunque Edward no podía ver la estación, sabía que probablemente sólo serían unos minutos más.

Volvió a mirar a Mustang, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de que el hombre le estaba mirando, esa maldita sonrisa socarrona en su rostro . "¿Qué?"

"Sólo estaba pensando. Ese coronel suyo era un gran hombre, ¿verdad?"

Edward rodó sus ojos. Si el ego fuera una cosa física, El de Mustang probablemente lo estaría asfixiando ahora mismo. "Sí", admitió a regañadientes. "Era alguien fuera de lo común. No me sorprendería lo más mínimo si fuera Fuhrer ahora." La sonrisa se amplió, y Ed frunció el ceño. "Sin embargo no cambia el hecho de que él es un bastardo, y tu también."

Mustang se echó a reír, sacudiendo la cabeza con una sonrisa sincera. "Muy descarado con sus opiniones, ¿no es así?" Antes de que Ed pudiera contestar, el otro hombre asintió con la cabeza hacia la ventana. "Parece que hemos llegado."

Edward parpadeó y miró por la ventana, mirando cómo el tren llegaba a la estación. Boston. Ni siquiera estaba seguro de por qué estaba allí, excepto que él había tenido la necesidad de salir de Nueva York. Lo último que quería era estar atrapado en esa ciudad durante otro invierno, incluso si estaba enfrascado en algo con cabos sueltos. No había nada prometedor por el momento que no hubiera perseguido ya. Así que, por un capricho de la mañana había decidido hacer las maletas e ir a otro lugar. Él no había decidido aún a donde hasta que había llegado a la estación de tren.

Se levantó y cogió su maleta desde donde la había escondido debajo del asiento, esperando hasta que el vagón se despejara un poco antes de seguir su camino fuera del tren con Mustang detrás de él. El choque repentino de aire frío cuando salió a la plataforma le cogió por sorpresa, apretando su abrigo a su alrededor. Edward hizo una pausa, sintiéndose un poco perdido. Esta era la primera vez que se encontraba en Boston y no estaba muy seguro de a dónde iba.

Mustang pareció darse cuenta de su vacilación, lo tomó del brazo y lo condujo fuera de la plataforma hacia la terminal, inclinándose para que pudiera hacerse oír por encima del ruido. "¿En dónde te piensas quedar?" le preguntó.

Ed se quedó mirando el suelo encerado y luego levantó la mirada encogiéndose de hombros. "No había pensado en eso en realidad." Eso le valió una ceja levantada y en un arranque de infantilismo Edward sacó la lengua al hombre mayor. "Salí de improviso, ¡no me mires así!"

Mustang sonrió socarronamente y Edward frunció el ceño, por un momento considerando patear al otro hombre. Bien fuerte. "Puedes quedarte conmigo si quieres."

Ed parpadeó, sin saber que había escuchado bien. "¿Eh?"

"Decía que puedes quedarte conmigo si gustas", repitió Mustang, llevándolo hacia otro conjunto de escaleras y manteniendo abierta la puerta a Edward mientras volvían a salir al frío aire de octubre. "Tengo suficiente espacio para un invitado, y honestamente," miró a Edward y sonrió. "Me has dejado con curiosidad."

"¿ Tan curioso que estás dispuesto a llevar un extraño a tu casa? Podría estar mintiendo ya sabes." Edward se pateó mentalmente. Así se hace, imbécil. Te ofreció un lugar gratis para quedarte y discutes con él. Eres un genio.

"Tal vez", dijo Mustang, dándole una mirada de soslayo. "¿Te diste cuenta de que me llamaste 'Coronel' cuatro veces mientras me estabas contando tu historia? Bueno, tres. Una vez creo que fue 'Coronel Bastardo'." Sonrió.

Desconcertado, Edward ladeó la cabeza y trató de recordar. ¿Realmente había…? Se encogió de hombros y le ofreció una media sonrisa. "Lo siento. Supongo que no estaba pensando."

"Lo sé," dijo Mustang sin mirarlo, escaneando la calle en busca de algo. Después de un momento miró a Edward. "Eso es lo que, entre otras cosas, me convenció de que no me estabas contando solamente un cuento".

Edward estaba a punto de preguntar cuáles eras esas otras cosas cuando un coche negro se detuvo junto a ellos. Un hombre mayor salió, asintiendo con la cabeza a Mustang. "¿Entonces?" dijo luego mirando a Ed. "¿Qué dices?"

Mirando hacia sus zapatos, Edward consideraba. Quedarse con el coronel que no era El coronel sería extraño, por así decirlo. Frunció el ceño, su mente trabajaba frenéticamente. Existía la posibilidad de que este Mustang y el que conocía estuvieran conectados de alguna manera. De hecho, él estaría dispuesto a apostar por ello. Lo que significaba que podría ser capaz de aprovechar esa relación para llegar a casa de alguna manera. Era una apuesta arriesgada, lo sabía, pero valía la pena intentarlo. Además, ¿quién iba a decir que no a un lugar gratis donde dormir? Edward se encogió de hombros y sonrió. "¿Por qué no?"

Mustang parecía contento por esto. Abrió la puerta del coche para Ed, que se deslizó en el asiento de atrás, guardando su maleta a sus pies. La puerta se cerró de golpe y Mustang se subió en el otro lado. Una vez instalados, le hizo una seña al conductor. "Este es Evan. Evan este es Edward Elric, él va a quedarse con nosotros durante un tiempo".

El hombre le asintió educadamente, sin apartar la vista de la carretera mientras se alejaba de la estación de tren. "Un placer señor Elric."

"Ed, por favor." Dijo automáticamente. Odiaba ser llamado señor Elric. Ese era su padre no él.

"Evan está pendiente de mí ¿verdad?" dijo Mustang.

Hubo un largo suspiro de sufrimiento desde el asiento delantero, y Edward sonrió. Conocía ese suspiro. Lo había escuchado de Hawkeye en numerosas ocasiones. Era el suspiro que se preguntaba cómo uno podía aguantar a cierto pelinegro ególatra. "Hago lo que puedo, señor." Mustang sonrió y guiñó un ojo a Edward, que se encontró devolviéndole la sonrisa. El buen humor del hombre era contagioso. Tal vez él no era del todo el Bastardo Roy Mustang que él conocía.

El resto del viaje transcurrió en silencio, y Edward volvió su atención al mundo fuera de la ventana. La llovizna constante que lo había seguido desde Nueva York parecía dar tregua, se dio cuenta, a pesar de que las nubes todavía colgaban oscuras y pesadas en el cielo. Incluso en la luz gris, los árboles eran deslumbrantes sombras rojas y doradas, una súbita ráfaga de viento que arrancaba las hojas de sus ramas mientras observaba.

Edward miró a Mustang y luego de nuevo por la ventana. No estaba seguro aún de lo que tendría que hacer para usar la conexión entre los dos. Estaba bastante seguro de que iba a necesitar la ayuda de este Mustang para hacerlo, aunque no creía que fuera a ser tan difícil convencer al hombre. Ya parecía genuinamente curioso sobre todo el asunto. Ed sonrió a nada en particular, de repente se sentía mejor de lo que había estado en años. Tal vez, sólo tal vez, finalmente estaba tras de algo.

Obviamente no estaba lejos la casa de Mustang, porque después de sólo unos minutos, el coche se detuvo en la entrada de una gran finca. Edward se quedó boquiabierto, volviéndose a mirar al hombre de pelo oscuro. "¿Vives aquí?" -preguntó incrédulo.

La pregunta fue recibida con una sonrisa socarrona. "Yo te dije que tenía mucho espacio."

Edward rodó sus ojos. "Un poquito subestimado, creo. ¿Cuántas personas viven en esa monstruosidad?" Monstruosidad era realmente la única palabra para la enorme casa, decidió Ed y se asomó por la ventana. Tenía una ligera sospecha de que alguien podría perderse allí y morir de hambre antes de encontrar la salida.

"Cinco."

"Cinco" repitió Ed rotundamente, volviéndose a mirar al otro hombre, que parecía divertido por su reacción. "Tienes que estar bromeando Mustang. Qué fantástico desperdicio de espacio".

Un encogimiento de hombros y una sonrisa elegante. "Yo, Evan, la sirvienta, el cocinero, y Kara. Evan opina que debería casarme y tener una legión de niños para llenar el lugar un poco", dijo con una sonrisa irónica. "Ya que no va a suceder en el futuro previsible, mantenemos la mayor parte de la casa cerrada."

Edward trató de imaginar a Roy Mustang como un hombre de familia, pero no pudo. Era una idea demasiado extraña. "¿Quién es Kara?" preguntó mientras el coche frenaba.

"Mi sobrina" dijo Mustang, asintiendo en agradecimiento a Evan cuando el hombre mayor abría la puerta. Edward no se molestó en esperar a que el hombre fuera a su lado, odiaba que la gente hiciera cosas por él. Cogió su maleta, abrió la puerta y salió cerrando tras de sí, yendo a donde estaba Mustang, sin dejar de mirar el edificio que se cernía sobre él. Demonios, sí que era una casa enorme.

"¿Ella está de visita?" le preguntó Ed, siguiendo al otro hombre por el camino.

Mustang negó con la cabeza. "No. Sus padres murieron en un accidente el año pasado" suspiró luciendo triste de repente y Ed se sintió incómodo. Él no tenía la intención de tropezar en territorio extraño. Después de un momento Mustang sacudió la cabeza y sonrió levemente. "Tenerla por aquí sin duda hace la cosa más llevadera."

Como si fuera una señal, hubo un chillido feliz cuando una masa borrosa de pelo negro corrió por el costado del edificio y se pegó a la pierna de Mustang. Ed sonrió mientras la mancha borrosa se reveló en una niña, de cuatro, tal vez cinco años de edad, sonriendo hacia su tío y balbuceando alegremente. Ella estaba prácticamente cubierta en barro de la cabeza a los pies, pero eso no parecía molestar a Mustang en lo más mínimo cuando él la cargó, apoyando a la niña contra su cadera. "No le causaste demasiada molestia a Emily mientras yo no estaba, ¿verdad?"

"¡No!" dijo ella alegremente, luciendo esa mirada inocente de un niño que había, de hecho, cometido una gran travesura, pero sin duda nunca lo admitiría.

"Ha sido un terror absoluto", Ed miró hacia arriba para ver una regordeta mujer de mediana edad aparecer por la esquina. Ella sonrió a la niña con evidente afecto, luego suspiró con exasperación. "Oh Kara, estás dejándolo absolutamente asqueroso."

Ella alargó las manos para tomar a la niña, pero Mustang hizo caso omiso con una sonrisa. "No me importa, siempre puedo cambiarme más adelante. Da la bienvenida a nuestro invitado, Kara".

Edward sonrió mientras unos brillantes ojos verdes se volvieron hacia él. Ella se aferró a Mustang y sonrió tímidamente a Ed. "Hola".

"Hola" respondió él, ampliando la sonrisa cuando ella trató de esconderse detrás de los hombros de su tío. Era una linda niña.

Ella lo miró por un momento desde la seguridad de los brazos de su tío antes de voltearse hacia Mustang y diciendo en un susurro. "Ella es bonita".

Edward se retractó de su evaluación anterior. Ella ya no era tan linda. Él gruñó, tanto al comentario como a la risa sorprendida de Mustang. Tomando una respiración profunda, Ed se dijo a sí mismo que ella era sólo una niña y no sabía nada. El hecho de que su cabello fuera largo no quería decir que luciera como chica. ¿O sí? Él le frunció el ceño a la niña, que estaba mirando hacia atrás y hacia adelante entre él y su tío, confundida.

Mustang se volvió hacia él y sonrió ampliamente. "Edward es un chico, cariño."

"Oh". Kara volvió a mirar a Edward pensativa, quien se recordaba a sí mismo que eso de matar niños era generalmente muy mal visto. Después de un momento, ella sonrió y le anunció: "Igual eres bonito".

Ed la miró fijamente. "Um". Miró a Mustang, cuyos hombros temblaban de una risa contenida, luego de vuelta a la niña en sus brazos. "Gracias," dijo él no muy seguro de si tomarlo como un cumplido o un insulto.

Ella parecía contenta con eso, Mustang se la pasó de regreso a la mujer. "¿Emily puedes asearla?" Volvió a mirar a Edward mientras ella desaparecía dentro de la casa, con una amplia sonrisa socarrona en los labios.

"Deja de reírte de mí bastardo" gruñó Ed, y como si fuera posible, la sonrisa sólo creció.

"Yo no soñaría con eso".


Hermi Black

N/T: Esta es mi primera traducción y me encuentro emocionada ya que la historia que acaban de leer me cautivo y me enamoro de inmediato, espero que lo disfruten como yo lo disfrute. Agradezco de nuevo a MaryLover mi beta por su apoyo y consejos de experiencia ( ella tiene maravillosas traducciones que me motivaron e inspiraron a hacer esta, 1000% recomendadas, especialmente Returning Echoes y Full Circle)