¡Hola a todos! Aquí os traigo una breve historia que se me ocurrió mientras veía la famosa película de Bill Murray "Atrapado en el tiempo". Antes de que vengáis tras de mi con vuestras antorchas, dejadme aclararos que en ningún momento pienso dejar Ayer, hoy y mañana sin actualizar. Tan sólo tuve esta fugaz idea y necesitaba escribirla antes de que se esfumara de mi cabeza. Estos días son los examenes finales y la falta de inspiración y de tiempo han pasado factura, pero como bien sabéis las navidades están a la vuelta de la esquina y la actualización estará por llegar. I promise ;)
Sin más, espero que os guste.
Disclaimer: Bleach no me pertenece, es propiedad de Kubo Tite. Yo simplemente juego con sus creaciones.
Muchas gracias por tu consejo, Violet. Definitivamente, Jace y compañía son todo un torrente de inspiración.
Por una buena causa
Lucky ones
No sabía cómo ni por qué, pero allí estaba. Sentado como un pasmarote ante todo un auditorio y obligado a seguirle el rollo a esa panda de locas hormonadas. Resopló con fastidio porque no se le ocurría otra manera de reflejar su creciente mal humor que no fuera verbalizar en voz alta lo que le parecía realmente aquella locura insana.
A su lado, la cara de estupefacción de Renji no es que le aliviara lo más mínimo. Todo lo contrario. Estaba tan acojonado como él. Y no era de extrañar, teniendo en cuenta que en aquel lugar se concentraban nada más y nada menos que una gran parte del sector femenino de toda la Sociedad de Almas. Y allí estaba él. Kurosaki Ichigo. Tan tentado de salir corriendo que lo único que le retenía era la mirada furibunda de Byakuya al fondo de la sala. Estaba esperando su debilidad, su paso en falso. Y no pensaba darle esa satisfacción. Así pues, haciendo acopio de toda su voluntad y orgullo, permaneció en su asiento. Esperando a que la ceremonia comenzara.
La teniente Nanao, ocultada tras un atril situado en mitad del escenario, se ajustaba las gafas con un gesto mientras tosía disimuladamente haciendo un llamamiento al silencio dirigido hacia la multitud de cotorras que allí se reunía.
—Buenas noches a todos y a todas—saludó con cortesía, dirigiendo su mirada a todos los allí congregados.
—Buenas noches para ti, Nanao-chan—saludó el capitán Shunsui con su cadencia habitual en la voz y la misma cara de depravado que le dedicaba siempre.
Su teniente simplemente le ignoró.
—Como podéis comprobar echando un vistazo general a la sala—continuó—, la gran mayoría de nuestro público está compuesto por mujeres. No es de extrañar, teniendo en cuenta el propósito de la gala de esta noche. Sin embargo, aunque muchas estéis al corriente de lo que va a acontecer, permitidme que os lo explique brevemente. —Se acomodó las gafas de nuevo y suspiró con cierta incredulidad expresada en su rostro. No se terminaba de creer lo que estaba a punto de decir, pero era su trabajo y no le quedaba otra—. Tras la guerra contra el que fuera nuestro capitán Aizen, todos sabemos en qué estado tan deplorable quedaron tanto nuestro Seireitei como los distritos colindantes. Amén del estropicio provocado por el shinigami sustituto Kurosaki Ichigo, aquí presente, en su intento desesperado por salvar a nuestra compañera Kuchiki Rukia de su inminente muerte.
De repente, todo el mundo dirigió su mirada hacia los dos mencionados. Hacia Rukia con pena y compasión, hacia Ichigo con reproche. Claro, qué podía esperar. Al fin y al cabo él era el irresponsable que había arrasado media Sociedad de Almas con sus batallas. Probablemente, la mitad de las paredes que habían sido reducidas a escombros habían sido obra suya.
—Para reparar todo el estropicio causado y ayudar a los damnificados—prosiguió la teniente—, todos tuvimos que poner de nuestra parte. La Asociación de Mujeres Shinigami, en concreto, y de manera altruista—Yachiru puso una mueca de disgusto, como si no le hubiera gustado nada la decisión que se tomó entonces—decidió utilizar sus fondos anuales para la reconstrucción. Lamentablemente, este año tampoco se nos ha concedido demasiado dinero para nuestras actividades, por lo que la excursión anual a la playa que teníamos programada no va a poder llevarse a cabo. —Se escucharon lamentos decepcionados entre las mujeres. Desde que Matsumoto impuso aquella excursión tiempo atrás, todas querían probar la experiencia y viajar al mundo humano para disfrutarla—. No obstante—reiteró Nanao alzando la voz sobre el cuchicheo general—, la Asociación de Mujeres Shinigami se reunió en comité semanas atrás para encontrar alguna solución viable. Desgraciadamente, como acabo de deciros, no contábamos con los recursos necesarios para nuestro propósito. Sin embargo, gracias a la estancia de la teniente Matsumoto en el mundo humano, se fue fraguando una idea.
— ¡Vamos a comprar hombres!—chilló Yachiru entre risas nerviosas desde su silla, incapaz de contener el halo de misterio.
— ¡Presidenta!—le recriminó Nanao desde el estrado. La sorpresa se había ido al garete. Al menos los murmullos y las sonrisas divertidas y tímidas de las presentes le informaron de que el interés en el evento no había decaído.
Yachiru ni siquiera lamentó haber interrumpido. Para eso era la Presidenta. Se mantuvo en su asiento saboreando una piruleta mientras sus pies colgantes danzaban en círculos.
—Bueno…Tal y como la Presidenta acaba de desvelarnos, la idea es hacer una subasta de los hombres más codiciados de la Sociedad de Almas.
Ya está. Ya lo había dicho.
Los murmullos se hicieron más audibles, de forma que Yachiru tuvo que amenazarles mediante la violencia para que se callaran.
—Antes de proseguir y explicar en qué va a consistir lo que vamos a hacer, me gustaría que la teniente Matsumoto nos comentara su experiencia en el mundo humano.
Nanao se retiró del atril y le hizo un gesto con la cabeza a Rangiku, indicándole que subiera antes de que el público se alterara más de lo que ya de por sí estaba.
La rubia carraspeó antes de dirigirse a aquel grupo de mujeres con la mayor soltura del mundo.
—Durante mi estancia con los humanos tuve la oportunidad de descubrir muchas cosas. Aunque no lo creáis son muy divertidos. Una de las noches me aburría tanto que me llevé a Orihime-chan a un local de copas. Es un sitio donde se reúnen por las noches para bailar, tomar alcohol y conocer gente—aclaró Rangiku ante las miradas extrañadas de parte del público.
Desde una de las mesas frente el escenario, el capitán Hitsugaya le dedicaba una mirada reprobatoria a su teniente. ¿Podía ser que mientras estaban en misión Matsumoto decidiera irse a bailar ebria con hombres desconocidos? ¿Y llevándose a Inoue consigo?
Con una risa contagiosa, la teniente se excusó.
— ¡Prometo que era mi noche libre, taichō!
Hitsugaya resopló cansinamente. ¿Noche libre? ¿Desde cuándo tenían noches libres los shinigamis en mitad de una misión? No le costaba nada imaginársela con una botella de vodka bailando hasta el amanecer. En cuanto bajara del escenario tendría que vérselas con él.
—El caso es que, cuando llegamos, la gente estaba muy alborotada. ¡Estaban subastando a los trabajadores! Querían reformar el local y hacerlo más grande, así que se ofrecieron voluntarios para subastarse y conseguir el dinero suficiente para pagarlo. ¡Fue un éxito!
—Cuando estuvimos pensando una manera de conseguir fondos para nuestra causa—intervino Nanao—, Rangiku-san pensó en hacer algo parecido. De esta forma la gente donaría su dinero a nuestra asociación y, además, lograría algo a cambio.
—Hombres—susurró sensualmente al micrófono Rangiku.
— ¿Y por qué no vosotras?—preguntó uno de los pocos varones presentes en la ceremonia—. Nosotros también queremos una oportunidad.
—Yo pagaría lo que fuera por tenerte, Nanao-chan—declaró Shunsui alzando su copa en alto y lanzando pétalos de cerezo al escenario.
La teniente no pudo aguantar por más tiempo el impulso de lanzarle algo, en este caso lo que más a mano tenía: el micrófono. El sonido del golpe reverberó por toda la sala a través de los altavoces gigantes, seguido de un aullido de dolor, mas Nanao se mostraba impasible.
—Qué cruel eres conmigo…—lloriqueó el Capitán.
—No hay suficiente dinero en este mundo para pagar lo que valemos.
Esta vez era Matsumoto quien hablaba, con un tono divertido en su voz pero también actitud retadora y vanidosa. Mientras caminaba a través del escenario, su protuberante busto se balanceaba de un lado para otro. Detalle que no pudo pasar por alto el sector masculino, el cual rompió en protestas al reivindicar una oportunidad para ellos de pillar cacho.
La teniente Isane se apresuró a intervenir para infundir tranquilidad en medio del alboroto.
—Desde nuestra asociación valoraremos la posibilidad de hacer un evento similar pero con mujeres. Lo hablaremos con el presidente de la Asociación de Hombres Shinigami, el teniente Iba.
— ¿Qué le parece?—preguntó Nanao dirigiéndose al aludido.
El teniente, que formaba parte de los pobres diablos que iban a ser vendidos esa noche, asintió con la mayor convicción posible. Cualquiera decía que no.
—Tendréis que pagarnos derechos de autor. ¡Queremos comisión del cincuenta por ciento!—chilló de nuevo Yachiru desde su posición, cruzándose de brazos.
Sus compañeras le miraron incrédulas al comprobar de primera mano sus dotes como empresaria salidas de nadie sabía dónde.
—Está bien, Presidenta. Esos asuntos ya los discutiremos en la próxima reunión. Ahora, si os parece bien, continuaremos con la subasta. —Una vez que los ánimos entre los espectadores se habían calmado, pudo seguir con su discurso—. Es por ello que nos hemos reunido hoy aquí. El dinero recaudado será invertido tanto en el viaje que hemos mencionado para este verano como para obras caritativas. A lo largo de la próxima hora, iremos presentando los candidatos y, a mano alzada, iréis proponiendo cuánto pagaríais por pasar un día entero con el susodicho.
Nemu se levantó de su asiento con un micrófono y avanzó hasta el lateral del escenario, donde una fila de hombres aparentemente dispuestos –pues la mayoría habían sido obligados- dedicaban al público su mejor sonrisa.
Bueno. Casi todos. Ikkaku simplemente pasaba del tema, Renji se esforzaba por que su sudor patológico no fuera evidente e Ichigo tenía ganas de suicidarse allí mismo.
—Antes de comenzar a presentar los lotes, me gustaría agradecer en nombre de nuestra asociación al Capitán Kuchiki por cedernos sus jardines para poder montar este escenario improvisado. Como es sabido por muchos, el Capitán está muy involucrado en nuestras actividades.
Byakuya hizo una pequeña reverencia desde la mesa que le habían asignado, con su expresión anodina de siempre. A Ichigo le hervía la sangre sólo de pensar que la culpa de que todo eso estuviese ocurriendo se debía al consentimiento de aquel hombre. Lo único que le reconfortaba en aquellos momentos era la promesa de ayuda de una amiga: la de Rukia. Y rezaba a todos los santos para que siguiera pensando lo mismo que tres días atrás...
— ¡¿Que yo voy a hacer qué?!
Ichigo no daba crédito. Tenía que ser una puñetera broma.
— ¡No te pongas así! ¡Será divertido! —insistió Rangiku entusiasmada—. Díselo, Rukia-chan.
Rukia, por su parte, no podía parar de reír. Se llevó las manos a la barriga para intentar mitigar el dolor de los músculos del abdomen, los cuales se agarrotaban más a medida que la risa se acrecentaba.
—Eres uno de los más codiciados según las encuestas—siguió la rubia—. No podemos ignorar el deseo de nuestras interesadas. Estarás en el lote de hombres como todos los demás, ¡y punto!—sentenció cruzando los brazos entre sus pechos.
— ¿Y si me niego?
Rukia consiguió serenarse y se reincorporó, de forma que pudo mirar a Ichigo frente a frente.
—Nii-sama acabará contigo.
Lo dijo como si fuera lo más natural del mundo.
— ¿Qué coño pinta Byakuya en esto?
—Kuchiki- taichō es nuestro patrocinador. Dado que tú eres el causante de la mayoría de los estropicios que hemos tenido que arreglar, quiere que estés en primera fila. Serás uno de los premios gordos.
Ese puto estirado quería hundirle. Era eso. Estaba seguro.
— ¡De ninguna manera!—puso los brazos en cruz y miró a Rukia esperando un poco de compasión por su parte. Un atisbo de que opinaba lo mismo que él. Pero no hubo suerte.
—Venga ya, Ichigo. No es para tanto. Renji también estará contigo.
Joder. También habían liado a Renji para que acabara formando parte del show de esa panda de locas. Y no era de extrañar, teniendo en cuenta que era el teniente de Byakuya y no le quedaba otra opción.
—Sois todos una cuadrilla de aburridos—opinó Matsumoto haciendo un mohín—. No hacéis más que quejaros. ¡Es carne gratis, muchachos!
Ichigo se llevó las manos a la cabeza sin poder terminar de creer el embolado en el que le estaban metiendo. Él no quería disfrutar de los placeres de la carne. No todavía. Ni siquiera se lo había planteado. Y mucho menos con una caterva de desconocidas que pujarían por él.
—Bueno chicos, será mejor que me vaya a seguir avisando a los participantes. Yo que tú—le dijo a Ichigo mientras se alejaba hacia la puerta— iba pensando en posibles compradoras con las que no me disgustara compartir el premio. —Le dedicó una sonrisa traviesa a Rukia de manera descarada—. Recordad, dentro de tres días en los jardines de la mansión Kuchiki.
Se despidió con una risita y salió de allí disparada en dirección al siguiente escuadrón.
— ¿A qué ha venido eso?
Rukia rodó los ojos, irritada.
—Mejor no preguntes.
Las incesantes indirectas de Matsumoto resultaban para Rukia el pan de cada día desde que regresó a la Sociedad de Almas.
Ichigo, aún descompuesto por la noticia, hundió el rostro entre sus brazos balanceándose de un lado a otro como si de un muchacho autista se tratara.
Rukia no pudo evitar reírse de nuevo. Se acercó hasta él de cuclillas y colocó su mano sobre el hombro del chico.
—Ichigo, no te preocupes. Los miembros de la asociación también pueden pujar.
—No sé en qué puede beneficiarme eso.
¿Tener una cita de 24 horas con Yachiru, la niña psicópata? ¿Con la depravada de Matsumoto? ¿Con la Capitana Unohana, que podría ser su madre? ¿O con la exhibicionista de Yoruichi, que a la menor oportunidad se desnudaba ante él para mofarse de su inexperiencia? Bueno, quizá esas eran mejores opciones que la de tener una cita en el laboratorio del demente Kurotsuchi con Nemu.
Rukia sacudió la cabeza, adivinando de pleno los pensamientos que cruzaban la mente de Ichigo en esos momentos. A veces sí que era corto de entendederas.
—No es eso a lo que me refería, idiota. Yo pujaré por ti.
Quiso preguntar de nuevo "¿Qué?", pero la palabra se le quedó enquistada a mitad del camino entre su cerebro y su garganta. ¿Rukia pensaba pujar por él?
Ante el irrevocable sonrojo que comenzaba a surcar el rostro del chico, Rukia tampoco pudo evitar azorarse levemente.
—No se te ocurra pensar nada raro—se apresuró a decir con toda la compostura—. Yo no quiero nada contigo. Es, simplemente, un favor que te hago como amiga.
Una parte recóndita dentro de sí misma le decía que no se estaba creyendo lo que estaba diciendo, pero estaba tan acostumbrada a anularla e ignorarla que sonó completamente convincente e Ichigo se lo tragó todo como si tal cosa.
— ¿De verdad piensas hacerlo?
—Claro. Siempre y cuando me des algo a cambio.
Ya. Algo a cambio. El mundo volvía a girar sobre su eje. Rukia era una chantajista nata y no tenía intención de defraudar a su público.
—No pienso ser tu perrito faldero.
Rukia sonrió con autosuficiencia.
— ¿Ah, no?—Se encogió de hombros fingiendo indiferencia y se levantó para retirarse—. Te deseo suerte entonces. Será divertido ver cómo te desenvuelves entre mujeres ansiosas de carne. Tu carne, de hecho.
Ichigo, que con la declaración de intenciones había vislumbrado un resquicio de esperanza para su nefasta situación, dio un respingo sofocado.
— ¡Ni de coña! Joder, Rukia, haré lo que sea.
Implorar ayuda a la Kuchiki no es que estuviera precisamente entre sus hobbies, pero cualquier cosa era mejor que tener que enfrentarse a una desconocida que, muy posiblemente, querría intimar con él. Con Rukia no tenía nada que temer.
— ¿Lo que sea? ¿Sabes qué significa eso?
O tal vez sí que debería…Rukia sonrió maliciosamente. No. Más que maliciosamente. Parecía una jodida desequilibrada. Lamentó haber pronunciado esa frase nada más ver la expresión de su amiga, no obstante ya era demasiado tarde para retractarse.
— ¿Me ayudarás o no?
La morena asintió satisfecha.
—Te lo prometo.
Aunque aún albergaba recelo en su interior, Ichigo no pudo más que suspirar aliviado. Todo estaba bajo control.
Sí, se recordó, todo está bajo control.
—De nuevo, gracias por su colaboración, Capitán. —La voz de Nanao devolvió a Ichigo a la realidad. Tras unos breves aplausos por parte de la multitud a Byakuya, siguió hablando—. Bien, ahora nuestra compañera Nemu irá presentando a todos los participantes y podréis comenzar a pujar. Cuando quieras.
La teniente Kurotsuchi, con su habitual parsimonia, se acercó al primer hombre de la fila y uno de los pocos que estaban allí por gusto: el Capitán Ukitake.
—Ukitake Jūshirō, Capitán del decimotercer escuadrón. Sagitario. Uno de sus mayores placeres es la comida, por lo que es un hombre al cual se le conquista por el estómago. Pero, sobre todo, lo que más le gusta son los niños.
Un sonoro "oooooh" de ternura invadió la sala. ¡Un hombre que disfrutaba con los niños! Era todo un partidazo en una sociedad como la de los shinigamis, donde primaba por encima de todo la sangre y la independencia personal.
—Podéis empezar a…
Nanao no tuvo tiempo de concluir su frase, pues la tercera oficial Kiyone, sentada entre las primeras filas, se puso en pie y gritó a pleno pulmón:
— ¡Treinta mil kan!
Tanto su hermana, la teniente Isane, como su compañero Sentarō, ubicado justo en la silla de al lado, no ocultaron su desconcierto.
— ¡Pero si no tienes tanto dinero, hermana!—le recordó Isane con cierto bochorno desde el escenario.
—Deja de hacer el ridículo y siéntate—le instó Sentarō tirando de la manga de su hakama —. El Capitán se merece algo mejor que tú.
Con los ojos centelleando de ira, la muchacha se encaró con el que era su compañero de escuadrón.
— ¡No hay nadie mejor que yo para hacer feliz al Capitán! ¡Haré que pase el mejor día de su vida!
— ¡Lo que vas a hacer es que acabe traumatizado! ¡Deja a los profesionales! ¡Yo pongo treinta y cinco mil!—sentenció propinándole un golpe a la mesa.
— ¡De eso nada! ¡Pues yo cuarenta mil!
— ¡Cincuenta mil!
— ¡Sesenta mil!
En medio de aquella batalla campal de insultos y cifras y con Isane al borde del infarto pensando en la ruina económica que les esperaba, Nanao se preguntaba hasta qué punto valía que Sentarō pujara por su capitán siendo hombre y, que ella supiera, heterosexual.
—Oficiales Kotsubaki y Kotetsu, en principio esta es una subasta cuyo propósito es conceder una cita de corte sentimental con el lote por el que se ha pujado. ¿Vosotros dos sentís ese tipo de afecto por el Capitán Ukitake?—preguntó sin dar más rodeos.
Ante la sola mención de aquella posibilidad el moreno negó rotundamente.
—No más que una sincera y eterna admiración, teniente—manifestó poniéndose más erguido que una vara de madera, con la palma de la mano en la frente a modo de saludo militar.
— ¿Kiyone?
— ¡Por supuesto que sí! Quiero decir, ¡no, no! —Sus mejillas ardieron incontrolablemente por unos segundos. ¿Qué acababa de decir?—. Sólo le admiro como Capitán y como luchador.
—Has dicho que sí, bocazas.
— ¡Cállate imbécil! Yo no he dicho eso.
Y, de nuevo, se enzarzaron en otra pelea que en esta ocasión llegó a las manos.
Desde la distancia, el Capitán Zaraki Kenpachi observaba la pelea con cierto interés.
—Por fin algo de acción. Pensaba que esto iba a ser un jodido coñazo.
Ukitake, mientras tanto, procuraba serenar a sus subordinados mientras sonreía con incomodidad al resto de la gente que, anonadados, no quitaban ojo a la trifulca en cuestión.
Cuando Yachiru tomó cartas en el asunto y logró detener la pelea entre los oficiales, se decidió que, por alterar el orden de la ceremonia, fueran expulsados de la sala con la consiguiente descalificación. Los insultos se sucedieron incluso cuando ambos estaban fuera de la carpa. Para cuando reanudaron la subasta, Ukitake no tuvo que esperar mucho para descubrir que había un gran número de mujeres interesadas en su persona. Finalmente, uno de los miembros femeninos del décimo escuadrón se llevó la tan ansiada cita con el Capitán.
La subasta continuó y, uno a uno, los integrantes de la fila de pretendientes fueron desapareciendo con sus respectivas compradoras. Cuando el hombre que había delante suya bajó del escenario, Ichigo reunió todo el coraje que pudo e inspiró con fuerza antes de plantarse más tieso que una estatua frente a todo el auditorio.
—Suerte, colega.
Fueron las escuetas palabras que le dedicó Renji mientras le daba una alentadora palmada en la espalda.
Joder. Joder.
No estaba demasiado inspirado como para pensar en otra cosa más trabajada.
Una vez se adelantó un paso hacia Nemu, la muchacha se acercó el micrófono y comenzó la presentación tal y como había hecho con los anteriores pretendientes.
—Kurosaki Ichigo. Cáncer. Shinigami sustituto. Sabe tocar la guitarra y le encanta el chocolate. Le gustan las mujeres seguras, con carácter y atrevidas.
— ¡¿Qué?!
Ichigo miró a Nemu con pura incredulidad, a lo que ésta respondió encogiéndose de hombros y enseñándole la tarjeta que estaba leyendo. En efecto, ahí lo ponía claramente: seguras, con carácter y atrevidas. De dónde lo habían sacado, eso nadie lo sabía.
Presa del pánico y temiendo por su preciada reputación, que ya de por sí estaba siendo ultrajada, buscó con la mirada al culpable de aquella blasfemia. Cuál fue su sorpresa cuando pescó a Rangiku riendo en silencio mientras guiñaba el ojo en dirección a… ¿Rukia?
¿Qué demonios…?
¿Estaban compinchadas? ¿Acaso querían que le tocara pasar el día con una pervertida en potencia?
Quiso echarse a llorar en ese mismo momento. Seguro que le tocaba alguien como Yoruichi. O peor. Por lo menos Yoruichi estaba de buen ver.
La morena, a pesar de formar parte activa de la asociación, había pedido sentarse en la mesa junto a su hermano Byakuya, el cual no parecía demasiado contento por las miradas de complicidad que le mandaba la teniente Matsumoto desde la grada.
Rukia, por su parte, se atragantó con su propia saliva al escuchar lo que Nemu acababa de decir. ¿De dónde habían sacado esa información? Desde luego de Ichigo no. No tuvo que esperar mucho tiempo para averiguarlo, pues su amiga Rangiku enviaba señales desde su posición sin preocuparse demasiado por disimularlas. ¿Acaso ella…? Oh, Dios…Quién si no. Se llevó la mano a la sien con pesadumbre y rezó por que nadie hubiera pillado la indirecta de la teniente. Y menos su hermano.
Al ver que nadie apostillaba lo contrario y que Rukia no era capaz ni de mirarle a la cara para dar explicaciones, muy a su pesar Ichigo se decidió hablar.
—Y-yo nunca he dicho tal cosa.
—Bueno, se supone que a la hora de hacer las presentaciones, los miembros de la asociación se informaron bien acerca de todos vosotros—se excusó Nanao como representante—. No debería haber nada que no fuera cierto.
—Que no, que no. Te aseguro que yo no he dicho eso nunca.
—Entonces ilumínanos, Ichigo—. Ahora era Yoruichi la que hablaba, con aquellos ojos dorados y felinos taladrándole—. ¿Cómo te gustan las mujeres?
Le dirigió una mirada implorante y de socorro a Renji, pero éste estaba tan desconcertado y confundido que no hizo otra cosa que negar una y otra vez con la cabeza, como diciendo "¿yo qué coño sé cómo te gustan, imbécil?". Buscó entonces encontrarse con los ojos de Rukia y que ésta le proporcionara algún tipo de ayuda, pero la Kuchiki ni siquiera miraba al escenario. Parecía que le interesaba más lo que quiera que hubiera en el techo de la carpa. ¿Dónde estaban sus amigos cuando se les necesitaba?
— ¿Y a vosotros qué os importa?
Jodidos entrometidos. Eso último sólo lo pensó.
—Bueno, de hecho nos importa—intervino Nanao—. Estás en una subasta para mujeres…
Yoruichi se cruzó de brazos y piernas con impaciencia, al ver que Ichigo no había respondido a su pregunta.
—Para quejarte tanto, no pareciste muy disgustado aquella vez que me desnu…
— ¡Cállate!—le espetó con el bochorno reflejado en su cara. Lo último que quería era que la gente se enterara de aquel incidente que, además, fue totalmente deliberado y a traición por parte de Yoruichi, la cual no podía parar de reír.
Estaba tan alterado que no fue capaz de decir nada más. Se rindió. Al fin y al cabo, ¿quién iba a creerle? Era mejor estar callado.
—Esto…—Nanao no sabía muy bien cómo continuar, pero aquel silencio se estaba volviendo terriblemente incómodo—. Sea como sea, aquí tenéis a Kurosaki Ichigo como lote número quince. Podéis empezar a pujar por él.
— ¡Diez mil kan!—dijo una pelirroja de entre la muchedumbre.
— ¡Quince mil!—propuso otra más allá.
Vaya, sí que apuestan alto…pensó Rukia desde su asiento.
Esperaría un poco más antes de pujar en su nombre. Primero quería estudiar a sus oponentes, que llegaran a la cifra máxima que podían pagar y, entonces, ella se llevaría el premio. Se reprendió mentalmente al pensar en Ichigo de tal manera. No era un premio, era un favor que le hacía. Y punto redondo.
— ¡Veintitrés mil!
— ¡Veintitrés mil quinientos!
Ichigo comprobaba estupefacto cómo casi media sala apostaba por retenerle un día entero y, la que se suponía que era su amiga, no hacía absolutamente nada. Allí estaba, sentada como si no fuera con ella la cosa, mirando al infinito.
Entonces empezó a pensar en lo peor. Esa enana le había engañado. Podía notar el puñal de la traición en su espalda. Con doble filo y envenenado. Maldito orgullo Kuchiki. Maldita sea toda su estampa. Seguro que le resultaba más chistoso verle sufrir que pagar por él.
— ¡Treinta y cinco mil!
— ¡Cincuenta mil!—gritó una muchacha con coletas desde una de las mesas centrales. A su alrededor, un grupo de unas quince chicas reía convulsivamente como si de colegialas hormonadas se trataran.
—Vaya. Cincuenta mil…Estamos hablando de una cantidad de dinero importante—opinó Nanao mientras daba la palabra a otra de las mujeres de la sala.
Sudor en las manos.
—Sesenta mil.
Sudor en la nuca.
—Sesenta y cinco mil quinientos.
Sudor en la frente.
—Sesenta y siete mil.
No había más poros por los que sudar.
— ¡Cien mil!—chilló la misma chica de las coletas.
Rukia se giró de inmediato para mirar directamente a la cara a la que acababa de mencionar tan tremenda cantidad. ¿En serio iba a pagar cien mil? Eso era muchísimo dinero para una shinigami de rango inferior. Vaya, sabía que Ichigo era muy popular entre las mujeres, pero no tanto.
Tras la última puja tan sólo podían oírse leves susurros entre las asistentes. Cien mil era una cantidad importante, no se lo podía costear cualquiera.
—Cien mil a la una…—pronunció Nanao al ver que nadie ofrecía una cifra más alta—. Cien mil a las dos…
Ichigo estaba empezando a dudar de su suerte cuando Rukia se incorporó de su asiento.
— ¡Ciento setenta mil!
Los asistentes se quedaron estupefactos. Byakuya incluido, que por una vez en mucho tiempo, abrió los ojos como platos.
Rukia pujando por Ichigo una cantidad insana…La gente estaba boquiabierta. Por todos era sabido que mantenían una relación especial, pero nunca nada más allá de la más estricta lealtad y amistad que se profesaban.
Ichigo no estaba en las circunstancias mentales idóneas como para pararse a pensar en los motivos de la puja de Rukia más allá de los cien mil. Se limitó a suspirar aliviado cuando Rukia le devolvió la sonrisa, convencido de que no le dejaría en la estacada.
La chica de las coletas no terminaba de asimilar lo que acababa de ocurrir. Parecía muy segura en las pujas anteriores, pero ahora no sabía muy bien cómo reaccionar. Se giró de nuevo hacia el grupito de chicas que la acompañaban y murmuraron entre ellas durante unos segundos.
—Ciento setenta mil a la una…—repitió Nanao ante el silencio sepulcral de toda la sala—. Ciento setenta mil a las dos…Ciento setenta…
—Ciento ochenta mil—interrumpió la chica de nuevo.
La atención volvió a recaer en ella. ¿Había superado la cifra de Rukia? ¿Cómo?
—Ciento noventa mil—contraatacó Rukia.
Otra vez cuchicheos entre las chicas.
—Doscientos mil—dijo tras un breve debate con sus compañeras.
Ahora Rukia lo entendía todo. ¡Trabajaban en equipo! Por eso podían poner tanto dinero en sus pujas. Era una colecta grupal. Querían a Ichigo para repartirlo entre todas. O bien pensaban regalárselo a alguna de ellas. ¡Tramposas! Pero no iban a salirse con la suya. Si de algo podía presumir, era de pertenecer a una familia noble a la cual le sobraba el dinero por las orejas.
—Doscientos treinta…
No pudo ni terminar la cifra, pues, con un movimiento lento pero preciso, Byakuya agarró el brazo que su hermana mantenía en lo alto y lo hizo descender junto con su cuerpo.
— ¡Nii-sama…!
—Rukia.
Ichigo, desde el escenario, no entendía qué estaba ocurriendo. Byakuya estaba susurrándole algo a Rukia, la cual parecía confusa y ¿ruborizada? No estaba seguro. Ni siquiera podía oír qué le estaba diciendo el Capitán del sexto escuadrón.
Con el rostro reflejando la pura decepción, Rukia se sentó obedientemente en su asiento y retiró su mirada de Ichigo.
El shinigami por poco sufre un colapso mental.
¿Por qué te sientas Rukia? Levántate. Levántate.
Pero no lo hizo.
—Parece que la teniente Kuchiki ha retirado su oferta—señaló Nanao asombrada por los últimos acontecimientos. Aquella gala prometía ser muy, muy larga—. Por lo que si nadie ofrece nada más…Doscientos mil a la una.
Vamos.
—Doscientos mil a las dos.
Rukia, mírame.
—Doscientos mil a las tres.
Rukia alzó su vista y se encontró con la mirada desesperada de Ichigo. Pero sólo pudo susurrar con sus labios un silencioso: lo siento.
Golpe de mazo sobre el atril.
—Adjudicado a… ¿tu nombre, por favor?
—Shimizu Kasumi, del cuarto escuadrón. Representante del Club de Fans de Kurosaki Ichigo.
¿Representante de qué? Bueno, ahora todo cobraba sentido.
—Ichigo, ¿tienes un puto club de fans? —le preguntó Renji en medio del estupor general.
Kurosaki no tenía fuerzas para contestar. Se limitó a bajar del escenario por donde le había indicado Nanao tras los aplausos y se dejó caer sobre un sillón mientras un grupo de féminas, cuyo comportamiento se asemejaba al de los chimpancés en celo, revoloteaba alrededor suyo con chillidos histéricos.
—Chicas, por favor. Silencio—pidió Nanao con severidad—. Vamos a continuar con el siguiente pretendiente. Nemu, adelante.
—Abarai Renji. Teniente del sexto escuadrón. Virgo. Le gustan los sabores dulces y detesta la comida picante. Obstinado y competitivo, se emplea a fondo en su entrenamiento diario. También le gustan las chicas osadas, seguras y testarudas.
Ahora era el pelirrojo el que necesitaba con urgencia un vaso de agua. O una botella de Bourbon. Como sabía de buena tinta que protestar no serviría de nada, decidió que lo más inteligente era permanecer callado y aguantar el chaparrón. Al menos tenía la esperanza de que la cifra que pagaran por él no fuera infinitamente menor que la de Ichigo, pues su orgullo no podría soportarlo.
Cruzó los dedos.
Al principio las pujas no es que fueran excesivamente altas, pero a medida que iban pasando los minutos, el baile de números se hizo más acusado. Eran muchas las que querían disfrutar de uno de los tenientes más deseados, si no el que más, por lo que las pujas fueron subiendo sin descanso. No fue hasta los noventa mil cuando Rukia se decidió a hablar para sorpresa de todos.
—Ciento cincuenta mil.
Así, de repente. Contantes y sonantes.
Ante tremenda cantidad de dinero y teniendo en cuenta que, a diferencia de lo ocurrido con Ichigo, las pujas habían sido hechas por particulares, el resto de las contendientes no pudieron hacer frente a la cifra de Rukia. Si las asistentes se habían quedado sin habla cuando la joven Kuchiki había apostado por Ichigo toda una fortuna, el comprobar cómo en menos de diez minutos lo sustituía por Renji no hizo más que incrementar los chismorreos y cavilaciones por parte de todos.
Tras la espera de cortesía y evidenciar que nadie más iba a ofertar por encima, Nanao dio por finalizada la puja con su mazo.
—Por ciento cincuenta mil, el lote de Abarai Renji es tuyo, teniente Kuchiki.
Ante el veredicto de Nanao, Renji no podía caber más en sí de gozo. Se había librado. Bendita Rukia y toda su montaña de dinero de Kuchiki. Le debía una. Y sabía que Rukia sabría cobrárselo. Pero le daba igual. Sonrió con puro alivio y bajó con un trote casi infantil las escaleras de la plataforma.
Si Ichigo necesitaba un estímulo que le hiciera reaccionar y salir de su actitud letárgica, definitivamente era ese.
No podía ser cierto. ¿En serio…? No. No. No. Y no.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Renji se dirigió hacia la mesa de los Kuchiki, no sin antes pasar por el lado de Ichigo para infundirle ánimos.
—Al final no he superado tu puja, pero al menos el premio que me llevo es el gordo. Una Kuchiki. Nada más y nada menos. —Se acercó a él y le palmeó en los hombros amistosamente—. ¿Y tú qué, cabrón? ¿No te conformabas con una y necesitabas quince?
No es que esperara una respuesta demasiado efusiva por parte de Ichigo, pero tampoco que pasara olímpicamente de su cara y que cruzara por su lado con aquel humor de mil demonios.
Ichigo no estaba para bromas. Esa pequeña traidora iba a rendir cuentas con él. Atravesó la distancia que separaba su mesa de la de los Kuchiki a grandes zancadas y, sin ningún tipo de miramiento, agarró a Rukia de la muñeca y tiró de ella en dirección al exterior de la carpa.
— ¡Ichigo!
Para cuando Rukia quiso preguntarle qué demonios estaba haciendo, ya habían salido del recinto y se encontraba siendo arrastrada por el césped del jardín.
— ¿Tú estás tonto? —exclamó propinándole una patada en la espinilla.
Ichigo se resintió por el dolor. Rukia siempre golpeaba fuerte. Pero no aflojó.
La morena se revolvió e intentó zafarse de su agarre, pero Ichigo la sujetaba con demasiada firmeza. Cuando unos metros más allá el shinigami alcanzó al porche de la mansión Kuchiki, arrinconó a Rukia entre el muro y su propio cuerpo, de forma que no pudiera escapar ni escabullirse.
Rukia sintió cómo sus propios latidos le martilleaban los oídos. ¿Qué pensaba hacer ese loco con ella? ¿Y ahí, en mitad del jardín de su hermano? ¿Acaso quería morir?
No tuvo mucho más tiempo para intentar averiguar sus intenciones, pues tan sólo un segundo después, Ichigo soltaba su mano y se acercaba a su rostro inexorablemente.
Seguro que notáis el palpitar de Rukia desde vuestro asiento...
Bueno, no quiero engañar a nadie, así que no diré cuándo tendré listo el siguiente capítulo. Tan sólo recordar que las vacaciones están al llegar y que tendré muuuuucho tiempo libre.
De nuevo, muchas gracias por leer ;)
PD. : ¿Habeis leído el cap. 519 del manga? Seguro que sí...OMFG, cada vez que lo recuerdo salto de la silla.
