Me desvié de mi camino con SwanQueen Still Endgame. La primera historia era una comedia y eso es lo que tiene que ser esta, lo que tenía que haber sido la segunda. Así que me voy a esforzar por volver a daros lo que os merecéis.
Tercera Persona
El convencimiento de que la serie había terminado tras la sexta temporada era doloroso hasta unas cotas que resultaban difíciles de comprender. En especial por Regina. Sentía que había acabado del mismo modo que al principio. Su vida no había cambiado en absoluto. ¿Esa era la lección que quería dar con ella? ¿Disfruta de lo que ya tienes?
Lo cierto es que no terminaba de encajarle. Es bien cierto que había una séptima temporada programada, pero lo cierto es que la ausencia de Jennifer Morrison ya dejaba muy claro que no había esperanza para algo que a él le importaba especialmente. SwanQueen. Aunque era algo que ya parecía una lejana nebulosa, habían pasado toda la última temporada intentando destruir todo resquicio de afecto más allá de lo natural que había entre los personajes.
Ni tan siquiera un súbito cambio en Emma en aquel momento serviría para arreglar algo que, como una plaga, los escritores se habían esforzado tanto en eliminar. Dolía, en lo más profundo de su ser. Lo cierto es que no dejaba de pensar en que no tenía solución.
Tenía algunos archivos antiguos en su ordenador. Y estuvo navegando por ellos hasta que encontró el primer capítulo de la serie. Se le escapó una leve sonrisa mientras lo ponía y se quedó dormido.
¿?
Cuando abrí los ojos, lo supe. De algún modo, lo supe. Me puse en pie y noté cómo mi equilibrio se mantenía perfectamente sobre esos pequeños pies que hacían que mi habitual talla cuarenta y siente pareciese una monstruosidad. Reconocí al instante aquel pequeño apartamento de Boston. Con las vistas, con los muebles minimalistas. Un piso de soltera. Me dirigí inmediatamente al lavabo, y me encontré con Jennifer Morrison devolviéndome la mirada. Aquello debería estarme dejando alucinado… y sin embargo, no me cuestioné si se trataba de un sueño… de un engaño.
_ Esto ya ha pasado antes._ Dije, sintiendo ese convencimiento.
Había sido Emma Swan antes. Y la primera vez… bueno, había sido preciosa. La segunda vez… bueno, cuestionable. Pero estaba en la misma situación. Lo cierto es que los interludios no podía saber qué había ocurrido. Pero no iba a preguntármelo. Eso sería un error. Aquello no habían sido sueños… y esto tampoco lo era.
Sorprendentemente cómodo dentro del cuerpo de Emma Swan, me lavé la cara y me dirigí de nuevo al dormitorio. Tropecé con una botella de cerveza que había por el suelo y que provocó que una hilera de ellas se desplazara por el suelo, provocando cierta musicalidad.
_ Gran trabajo, madre del año._ Dije, negando con la cabeza.
Recogí las latas de cerveza y las tiré a la basura. Fue entonces cuando vi aquel cupcake sobre la isla de la cocina.
_ Bueno, no me puedo quejar… tengo una cocina de concepto abierto y una isla muy mona._ Abrí mucho los ojos._ Wow… tengo que dejar de ver tu casa a juicio, me reblandece el cerebro.
Cogí el cupcake y observé esa vela que para mí ya era conocida. La toqué, y sentí la cera caliente. Y una sonrisa… una sonrisa entre pícara, astuta y planificadora apareció en mi rostro.
_ No me digas… Que estoy en el primer capítulo…_ Como respondiéndome, escuché a alguien tocando la puerta._ ¡Joder, sí!
Negué enérgicamente con la cabeza y me dirigí hacia la puerta. Tras ella, un niño de once años estaba esperando.
_ Hola Henry._ Saludé. Él abrió mucho los ojos.
_ ¿Cómo sabes..?
_ ¿Tu nombre? Sé muchas cosas chaval… bueno, ahora las sé._ Dije, mirándole.
_ ¿Y qué sabes?_ Preguntó, mirándome.
_ Sé que vienes a buscarme para que rompa una terrible maldición que cae sobre los ciudadanos de Storybrooke.
La expresión de asombro del chico fue para enmarcarla. Incluso se le cayó el libro al suelo, abriéndose por una página que contenía imágenes de monos voladores… ¡Spoilers de la tercera temporada!
Lo recogí y se lo devolví, dejándole pasar. Abrí la nevera, cogí una botella de zumo y se lo pasé. Tenía manos temblorosas cuando se lo bebió. Me sorprendió que no se le cayese todo por encima.
_ ¿Desde cuándo? ¿Cómo sabes? ¿Qué?
Enfermera… ¡Código azul inminente! A este chico le va a dar un jamacuco. Tosí, aclarándome la garganta y me senté a su lado.
_ Lo sé hace unos veinte minutos, pedí un deseo._ Mentí, enseñándole la vela con forma de estrella._ Así que… bueno, nos vamos a Maine cuando tú quieras. Ya sé que el héroe nunca se lo cree al principio… pero esta vez sí.
Le guiñé un ojo y él sonrió. Esperé que se tomara el zumo, hice las maletas y me dirigí al portallaves. Cuál fue mi sorpresa al distinguir la llave de un cepo… y las llaves de un coche de lujo además del escarabajo. Por un momento, se me pasó por la cabeza llegar con estilo a la ciudad.
Pero negué. Soy Emma Swan… y Emma Swan tiene un escarabajo amarillo. Y esas fueron las llaves que cogí. A decir verdad, me costó meter todas las maletas en el asiento de atrás y dirigirme hacia la autopista. Si me pierdo en Santa Cruz de Tenerife… no quiero contaros lo mal que lo pasé mientras intentaba encontrar el camino desde Boston hasta Maine.
Regina Mills
Graham era un inútil. No dejaba de pensar en eso mientras, por enésima vez, había usado la linterna para encontrarle. Le había mandado a una última patrulla y me había sentado en el porche. No era capaz de encontrar a mi hijo. Años atrás había comprendido a Henry a la perfección, y en aquel instante, sin embargo, sentía que no le conocía en absoluto. Escuché un sonido de motor, y después una puerta mal engrasada que se abría. Fue entonces cuando vi a Henry atravesar el jardín, acompañado de una mujer que no conocía.
Emma Swan
Había tardado horas en llegar hasta Storybrooke. Ya estaba a punto de despuntar el alba cuando llegamos a casa de la alcaldesa. El cansancio hacía mella en mí, pero Emma se cansaba menos que yo. Era demasiado fácil adaptarse a un cuerpo que era superior al mío en casi todo… salvo en altura, claro. Vi a Regina ponerse en pie, imponente, en el porche.
Cuando me acerqué, ella se abrazó a Henry, preguntándole dónde estaba, pero él rechazó ese contacto como si la piel de la reina le quemase.
_ He encontrado a mi verdadera madre._ Exclamó, entrando en la casa y dando un portazo.
Y entonces, Regina me miró. Y mi mundo se vino abajo. Podía sentir mi pulso cuando mi corazón había empezado a botar como un balón de baloncesto contra mis pulmones. Regina me miraba con duda, con un atisbo de miedo y, al mismo tiempo, como un ave de presa mira a un ratón.
Sin embargo, yo no podía dejar de apreciar la belleza en cada poro de su piel, en cada pequeño gesto que hacía, como cuando se mojó el labio superior ligeramente con el inferior para combatir el frío.
_ ¿Es usted la madre biológica de Henry?_ Preguntó, observándome, de forma crítica.
_ Sí… soy yo._ Dije, mirándola directamente a los ojos.
_ ¿Le gustaría probar un trago de la mejor sidra que haya degustado?_ Preguntó, conciliadora.
Sabía que esa sonrisa que me dedicaba era falsa, pero no pude evitar compartirla. Lo cierto es que la sidra no me apetecía. Lo que me apetecía era que empujase sobre la hierba y me arrancase la ropa a mordisco. Pero lo cierto es que en aquel momento lo más probable es que a Regina le apeteciese más matarme que hacerme suya.
La seguí al interior de ese caserón, que era incluso más grande de lo que hacía parecer la serie. Regina, distraídamente cogió el teléfono fijo y llamó a Graham. Le dijo que Henry había aparecido y que se marchase a casa.
Ah… el pequeño Christian Grey… iba a tener que quitarle de en medio para que no pusiese sus manos encima de MI REINA. Sí, es la verdad. Mi objetivo no era otro que conquistarla. Si estaba allí debía ser por eso. Lo sabía. De algún modo, estaba seguro. Fuimos juntas a una salita en la cual me senté, frente a ella.
_… Pero eso no me hace malvada, ¿No cree?
Había estado tan embelesado en sus ojos de color chocolate que no la había escuchado. Por suerte, recordaba aquella conversación. Dejé el vaso de sidra que no había tocado sobre la mesilla y la miré a los ojos.
_ Creo, señora alcaldesa, que alguien tendría que estar loco si considerase que es usted una mala persona._ Le dije. Ella alzó una ceja._ Quizá me equivoque pero… se me da bien juzgar a la gente y… creo que usted es una buena persona.
Se quedó congelada en el sitio, mirándome. Era como si hubiese dicho algo completamente fuera de lugar. La había descolocado con mis palabras, y ahora era yo el que sentía su mirada clavada en mis ojos azules. Ver a Regina sin palabras no tenía precio.
_ Me gustaría… hablar un segundo con Henry antes de marcharme._ Dije, mirándola._ Sé que no soy su madre pero… no me ha gustado su actitud con usted y me gustaría hacérselo saber.
Regina Mills
Aquella mujer despedía algo contra lo que no podía combatir. Había una fuerza interior que manaba de ella que me dejaba descolocada. Había salido en mi defensa como un león enfurecido cuando había intentado autocriticarme. Y parecía… muy molesta con Henry por sus palabras.
_ Está bien._ Contesté._ Por cierto… no me ha dicho su nombre.
_ Emma Swan._ Sonrió, misteriosamente.
La acompañé escaleras arriba. Fingí que me dirigía a mi dormitorio… pero me quedé a escucharla. Quería saber qué le decía a Henry en realidad.
_… Henry, tienes que entender que ella te quiere._ Decía, muy segura._ Lo puedo ver en sus ojos.
_ Es malvada. No me quiere, pero finge que sí._ Contestó él.
Noté una punzada en el corazón por las palabras de mi hijo. Me dolía que pensase eso. Es cierto que yo era la reina malvada. Y no podía dejar que lo fuese pregonando. No podía dejar que nada se lo confirmase.
_ Henry, aunque eso fuese cierto… no cambiaría el hecho de que te quiere más que a nada._ Contestó ella._ No la tortures de ese modo.
Nadie había confiado tanto en mí en mucho tiempo. No pensé, en ninguna circunstancia, que la madre biológica de Henry pudiese ayudarme a acercarlo a mí. Pero lo cierto es que estaba siendo mi mayor defensa en aquel momento. Escuché cómo se ponía en pie y me aparté de la puerta.
Emma Swan no me vio mientras bajaba escaleras abajo. Algo en ella me incitó a seguir mirándola mientras se marchaba. Tenía la impresión de que ella no iba a causarme problemas, por raro que pareciese.
Emma Swan
Mi primer encuentro con Regina había sido maravilloso. Sentía que había conectado. Pero eso no significaba que todo estuviese hecho. Tenía un vago recuerdo de mis anteriores experiencias como Emma Swan. Quizá no recordaba cómo habían terminado… pero sí que tenía claro que había algo que podía hacer. Abrí mi portátil y me conecté a Twitter.
Al parecer, mis pequeñas modificaciones habían tenía éxito. Había un canal en el que reponían la primera temporada y todo el mundo parecía alterado. Sea como fuere, mis anteriores intervenciones no habían tenido efecto sobre el mundo una vez lo dejé. Ni tan siquiera Ely lo recordaba, y en aquel momento debía estar dormida. Quizá eso era lo que yo debía hacer. Dormir sobre la cama de Grannys que había alquilado. Desconocía cuanto de los sucesos que habían ocurrido en la primera temporada se repetiría ahora que yo estaba presente.
Regina debería estar maquinando contra mí y sin embargo sentía que era una aliada. En aquel momento, sugerirle hacer un viaje a la playa con Henry o ver Star Wars juntas no era opción. A diferencia de en aquella ocasión… en esta era ella la que llevaba las riendas. Y no iba a ser fácil. Me miré en el espejo, y Emma me devolvía una mirada dubitativa. Al día siguiente pondría en marcha mi maléfico plan.
