Título: Inalcanzable

Autor: Anyara

Fecha: 29 de Abril de 2010.

Capítulo I

Lujuria

"Humano conecta a humano,

chico conoce a chica, saben qué hacer,

humano conecta a humano,

¿cómo puedo conectarme a ti?

Un beso, una caricia, nunca suficiente.

Tan suave, tan caliente, no pares, tú empiezas

y pruebas tu destreza como un animal"

Tokio Hotel – Human connect to human

"Quien no ha querido, alguna vez, olvidar los prejuicios y entregarse a la pasión de un momento. Quién no ha querido, alguna vez, dejar a la moral esperando fuera de una habitación de hotel."

El sonido de la música, debía resultarme sensual, pero contrario a eso, era un repiqueteo inquieto y demasiadas veces oído. Llevaba ya un par de horas en esta fiesta, que como otras, parecía improvisada, aunque sabía bien que no era así, todo estaba preparado para después de cada concierto, y no se diferenciaba en nada a las demás en las que había estado.

Alcé la mirada de mi teléfono móvil, que para lo que menos me servía era para hablar. En él estaba repasando las imágenes que Sesshomaru me había enviado hacía menos de una hora, las fotografías de la mi actuación, más tarde estaría el video y ya podría revisarlo más minuciosamente. Arrugué el ceño ante algunas de ellas. La luz no me favorecía y la cadena que colgaba de mi cinturón me había estado molestando durante la hora y media que había estado sobre el escenario, pero yo me había empeñado en llevarla. Me había gustado y para ello había pagado por ella ¿no?

Observé a las personas que había en aquella gran habitación de hotel. Reconocía a algunos de los rostros, a otros no.

Sesshomaru se tomaba una copa en un rincón, mientras hablaba con una chica que me era completamente desconocida. Ella sonreía y gesticulaba compulsivamente con las manos, mientras él parecía escucharla, aunque conociéndolo pronto le aburriría.

En otro rincón, se encontraban, Kouga y Bankotsu, que no sé de qué manera se las arreglaban, para abstraerse del ruido y concentrarse en uno de sus dichosos videojuegos. A veces envidiaba la capacidad que tenían.

Volví a enfocarme en las imágenes del móvil y nuevamente me encontré con algo que no me gustaba. Aunque la fotografía no me delataba, sabía que en el momento en que me la habían tomado, mi voz había desentonado y aquello era una fisura que amenazaba con convertirse en una grieta en mi autoestima.

Apagué el teléfono y de nuevo miré hacía Sesshomaru, que aún con la copa en la mano y la chica parloteando a su lado, me echó una mirada especulativa, como si comprendiera lo que había en mi cabeza en ese momento. Intenté distraerme en otra cosa. Sentado en mi rincón podía observar a gran parte de los asistentes. Agudicé la vista cuando pude ver por el pasillo que llevaba a las habitaciones, a dos chicas que parecían completamente ajenas al resto de los invitados. Se veían muy jóvenes, una de ellas parecía exaltada y quizás muy animada, la otra sin embargo parecía… ¿nerviosa?

Apoyé las manos en los costados del sofá en el que había permanecido hundido, tomando impulso para ponerme de pie, cuando escuché la voz de Miroku a mi lado.

- No tan pronto – me habló. Lo miré algo contrariado, él extendía una copa de algo que no sabía definir, quizás por el color sería vodka, era lo más adecuado si no querías salir oliendo a alcohol.

- No, gracias – le respondí volviendo a buscar a esas dos chicas. Ya no estaban en el lugar dónde las había visto antes.

- Hicimos una apuesta – intentó persuadirme Miroku.

Me giré nuevamente hacía él y torcí el gesto, él tenía razón, me había apostado a que la dichosa cadenita de mi cinturón me fastidiaría medio espectáculo, pero no había acertado del todo. Me había incomodado el espectáculo completo.

Tomé la copa de la mano de Miroku, miré sus ojos divertidos. No era la primera vez que bebía, pero no solía hacerlo. Me llevé el liquido a los labios y me lo bebí de un solo trago, sintiendo como me quemaba la garganta lentamente hasta llegar a mi estómago.

- Listo – le dije, mientras le devolvía la copa vacía – pagado.

- No tan rápido – me aclaró él.

Pero mi mirada ya vagaba otra vez por entre los asistentes a esa fiesta. Me abrumaba la cantidad de gente que no conocía, por encima de las caras que me eran familiares. Una sensación de inseguridad se instaló en mi estomago, junto con el calor abrasador que me había dejado el vodka.

- Qué buscas – me preguntó Miroku, observando a los asistentes como lo hacía yo, mientras vertía una nueva copa en el vaso que yo le había entregado.

- A unas chicas… - le respondía algo distraído.

- ¡Vaya!... esa sí que es novedad – me dijo con alegría.

Me sentí como un incomprendido una vez más.

Miroku jamás alcanzaría a entender que no me interesaran las chicas que nos rodeaban en medio de todo este mundo del espectáculo. La mayoría de ellas, estaban alucinadas con la versión que veían de nosotros en la televisión o en las verdades a medias que contábamos a las revistas. Esas chicas sólo valían para una noche o dos, como mucho. Me sonreí ante lo agrio de mi sarcasmo silencioso.

De pronto la encontré. Desde que la había visto, logro llamar mi atención, quizás por lo desubicada que parecía en medio de toda la gente que había en la habitación. Arrugaba el seño observando a quienes encontraba a su alrededor. Apuró una copa que tenía en la mano y por un instante sentí temor por ella.

Temor, ¿yo?

- ¿Es esa? – me preguntó Miroku, con la vista puesta en la misma dirección que yo, pero no estaba seguro de si él miraba a la misma chica.

- La de cabello azabache – le aclaré.

De su boca salió un sonido especulativo que supe interpretar de inmediato. Ya eran demasiados años de conocerlo. Le gustaba la otra chica.

- La castaña es mía – habló con claridad y con un ligero punto de morbo.

Estaba claro que le gustaba algo más que el color de sus ojos.

- ¿No te parece que están fuera de lugar? – le pregunté enfocándome en lo que a mí me interesaba.

- Yo puedo ponerlas en el lugar que quieran – obviamente mi amigo estaba enfocando la situación de una manera muy diferente.

- Hombre, no me refiero a eso – le dije, dándole un empujón suave, que bamboleo en su mano a copa recién servida.

- ¿Y por qué no vas con ella? – me preguntó, extendiéndome la segunda copa.

- ¿Y que piense que me interesa? – hablé con cierto desplante.

Ambas chicas ya estaban mirándonos y hablaban por lo bajo.

- ¿Será mentira que te interesa? – me increpó.

Yo recibí la copa y me la bebí como la anterior, de un solo trago.

- Pero no de esa manera – dije, cuando el licor había bajado quemando todo lo que encontró a su paso.

- Ve con ella y aclárale de qué manera te interesa – continuó insistiendo, mientras bebía una copa en el mismo vaso que había bebido yo.

Me quedé un momento en silencio. Observando de reojo a las dos chicas que seguían mirándonos, una más que la otra.

El vodka comenzaba a relajarme. Y pensé que no sería tan malo hablar con una persona diferente y que además no parecía en nada peligrosa.

Miroku se sirvió una nueva copa y antes que se la bebiera, se la quité de la mano y me la bebí yo.

No sé si me sentí envalentonado por el alcohol que había consumido, pero avancé hacía las dos chicas, centrando mi mirada en los vivaces ojos castaños de la chica de cabello azabache.

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El sonido seco de su espalda contra la pared, contrastó con el ruido de la música fuera de la habitación. Sus manos sobre mi pecho se sentían tan calientes, y ese calor traspasaba la tela satinada de mi camisa. Mordí su labio y lo retuve un instante, tirando de él mientras mi respiración se adentraba en su boca y yo me tragaba la de ella.

- Vamos a la cama… - escuché su voz ahogada y suplicante, sus susurros cosquilleaban en mis labios.

- ¿Y para qué?... – respondí saboreando su boca.

Lo que íbamos a hacer, podíamos hacerlo en cualquier sitio.

La escuché sonreír suavemente. Y como si aquello fuera una especie de provocación, la apresé más contra la pared. Ella volvió a reír, comprendiendo el efecto que causaba sobre mi deseo. Alcé sus brazos por encima de su cabeza y los mantuve ahí firmemente unidos, era mi prisionera.

- Desafíame otra vez – la incité.

Había algo profundamente sensual en el juego que estábamos llevando a cabo.

Ella se mordió el labio como si estuviera meditando, luego dejó que en ellos se marcara una sonrisa maliciosa.

Arrastré mis caderas sobre las suyas en respuesta al reto, permitiendo que notara el volumen de mi excitación, amenazándola con ella.

Me acerqué a sus labios que se derretían como miel entre los míos, los saboree y me deleité con su suave voluptuosidad. Lamí los labios, el cuello, la oreja. Atrapé el lóbulo entre mis dientes y dejé que mi lengua jugueteara con el arete que se prendía de él. Mis caderas la oprimían más contra la pared, escuchaba los gemidos ahogados en su garganta cuando me frotaba contra ella.

La sangre me hervía en las venas, palpitando en las sienes, en el vientre, quemándome por dentro.

- Vamos a la cama – volvió a pedir inquieta.

Sentía la ansiedad crecer en mi interior, pero no quería dejar la actitud desenfadada con la que habíamos comenzado todo esto.

- Que chica más tradicional – le respondí, mientras mi mano comenzaba a buscar los botones de su blusa.

Los dedos no me respondían con la agilidad que deseaba, así que en ese momento liberé sus manos y tiré de la blusa por encima de su cabeza, hasta ver su torso cubierto sólo por la ropa intima. Una pequeña prenda de encaje negro, que contrastaba notoriamente con la pálida piel.

Noté sus manos buscando el modo de abrir mi camisa. Tiré de ella inquieto, sin importarme lo que me había costado y lo mucho que me gustaba, sentí los botones desprenderse con el tirón, quise seguir con el pantalón, pero ella atrapó mi mano.

- Espera… - su voz sonaba agitada, quizás algo tímida, pero decidida – este pantalón me gusta mucho…

Me mordí el labio y apoyé mis manos en la pared, enmarcando su rostro, dejándole el camino libre para su hazaña. No sabía si podría esperar a que desatara los cordones de la cremallera.

Entonces ella me miró a los ojos. Tenía unos expresivos ojos castaños que casi hablaban por si solos. Pude leer en ellos cosas que no deseaba analizar ahora. Había decidido entregarme al placer, simplemente. El mismo placer que me estaban entregando sus dedos calientes al rodear mi sexo con premura, con una ansiedad que compartíamos. Cerré los ojos y suspiré. La caricia era deliciosamente tortuosa.

Escuché el arrastre de su espalda por la pared y abrí los ojos para mirarla, notando la concentración de calor extenuante que me bañó el cuerpo de forma ascendente, para detenerse y arremolinarse en mi cabeza, cuando vi su boca a centímetros de mi sexo que parecía querer explotar.

Dejé caer la cabeza cuando sentí el calor agobiante de su boca húmeda abrazar mi intimidad, lenta y perniciosamente.

- Vas a acabar conmigo… - le dije con la voz entrecortada.

Escuché su risa ahogada.

La caricia de su boca, se fue haciendo cada vez más intensa, más rápida, más inquietante. Escuchaba mi propia voz, escapar de mi garganta como un lamento agónico. Sus labios sonrosados se habían enrojecido por la succión que ejecutaba y que iba concentrando la semilla en mi vientre.

- Para ya… - le dije, tomándola de un brazo para alzarla, pero ella se resistía, sosteniendo mi carne con firmeza entre su mano y su boca. La dejé hacer, solo un segundo más, quizás dos, pero no podía esperar más.

Tiré de ella con más fuerza y esta vez obedeció.

Verla limpiar la humedad de sus labios con el dorso de la mano, fue otro golpe violento para mí ya exaltada excitación.

Me arrojé contra sus labios con hambre, paladee el sabor de su boca que se mezclaba ligeramente con el de mi propia humedad, la que ella se había esforzado por arrancarme.

Fui quitándome los pantalones mientras la besaba y ella hacía lo mismo con el suyo. La alcé, con la pared como apoyo, dejando que sus piernas se sostuvieran en mis caderas, mientras mi sexo se apretaba violentamente contra la tela de su ropa intima. Mi boca, mi lengua, mis dientes, se apoderaban de su boca, su lengua y sus gemidos.

Me la llevé hasta la cama, casi la deje caer sobre el colchón. Me giré hacía mi bolso y lo vacié sobre la alfombra, buscando entre mis cosa un preservativo. Me acerqué a ella nuevamente cuando lo encontré y traté de romper el envoltorio con los dedos.

- ¡Malditas cosas!… - me quejé ansioso, al ver que era inútil lo rasgué tirando con los dientes.

Ella me esperaba, con los ojos muy abiertos, observando el modo en que iba poniendo el protector de látex en mi sexo. Incluso ese simple movimiento me estaba haciendo sufrir, apreté los dientes, sintiendo la fuerza de mi simiente burbujeando. Deseaba compulsivamente meterme en ella.

Me apoyé con ambas manos sobre el colchón, a cada lado de su melena azabache, que ahora se extendía brillante sobre la colcha blanca.

- ¿Estás lista?... – le pregunté, casi rezando porque me dijera que sí.

Ella asintió rápidamente y dejé que mi intimidad se deslizara en su interior húmedo.

Cerré los ojos ante la sensación y dejé escapar una respiración laxa y extensa, me retiré de ella levemente, y volví a entrar. Luego apreté los dientes y sin más miramientos dejé que mis caderas bailaran sobre ella al ritmo que marcaba mi deseo. La escuchaba gemir, cada vez con mayor premura, sabía que estaba a punto de llegar a su culminación, sus manos se aferraban de mis caderas como si buscaran marcar el movimiento. Yo notaba la presión en mi interior y lo poco que me faltaba para llegar.

- Gírate – le pedí entre jadeos.

Ella me miró con sus ojos castaños algo extraviados, su cerebro estaba procesando mis palabras con más lentitud de la habitual. Luego se removió sobre la cama y se quedó apoyada con las rodillas y las manos. La visión de aquel cuerpo desnudo y expuesto, me sacudió con una nueva oleada de ansiedad.

Apoyé mi mano abierta sobre su columna y la empuje hacia abajo, obligándola con medida fuerza a aplastar la mejilla contra la colcha. Sus manos se cerraron en torno a la tela que lograron atrapar, cuando me sumergí nuevamente en su intimidad, una vez y otra más, de alguna manera sentía que estábamos conectándonos, de esta forma tan primitiva entre un hombre y una mujer, no había que saber demasiado para responder al instinto, ni siquiera había que pensar, para que el cuerpo respondiera al placer. Estábamos simplemente regidos, por los besos, las caricias, que no parecían suficientes, tan suaves, tan calientes, sin detenernos, mis caderas se hundían, con la destreza de un animal.

Escuché sus gemidos agónicos, sabía que su placer estaba tocando la cúspide, me lo decía el sonido de su voz y las convulsiones de su sexo. El mío respondió a ese llamado, como si estuviéramos programados para ello. Casi podía decir que me había escuchado gruñir en el momento en que sentí que mi semilla salía briosa de mi interior, buscando con la intuición elemental la procreación que no llegaría.

Me dejé caer sobre su espalda, aplastando medianamente su cuerpo con el mío, el corazón me latía agitado y sólo ahora era consciente del sudor que cubría mi piel. Ella respiraba igualmente agitada, pero ambos conservábamos el silencio.

Se sentía tan suave la piel de su espalda bajo mi mejilla. Y el repiqueteo de la música que sonaba fuera de nuestra habitación, completamente ajena a nuestro momento de intimidad, me iba adormeciendo lentamente.

No estaba seguro de porque, pero me puse en pie, me quité el preservativo que fue a dar a un rincón del piso y recogí de entre las cosas que yacían esparcidas sobre la alfombra, un rotulador permanente. Ella reposaba aún sobre la cama, en la misma posición.

Me acerqué.

- Tranquila – dije, mientras comenzaba a escribir sobre la piel de la parte baja de su espalda, mi número de teléfono – puedes llamarme, cuando vuelva a esta ciudad – le aclaré.

Ella rió algo adormecida, seguramente por el contacto frío de la tinta en su piel.

Luego me dejé caer en la cama, junto a ella y me dormí casi de inmediato.

-.-.-.-.-.-.-.-

La luz del sol entraba a raudales por la ventana. Tomé la almohada, me instalé boca abajo y me la puse por encima de la cabeza intentando bloquearla. Sentía la boca seca, el cuerpo más cansado de lo habitual, después de todo ya estaba acostumbrado a la rutina de los conciertos, no tendría que estar tan cansado.

Necesitaba desesperadamente un café.

Comprendí que no podría seguir durmiendo, por muy cansado que estuviera, yo tenía mi cuota de sueño y en este caso ya la había cumplido, pero de todas maneras me quedé en la cama un poco más.

Poco a poco comencé a traer a mi mente recuerdos de la noche anterior.

El concierto, los nervios previos, la fiesta.

Me quité la almohada de la cabeza y levanté el torso, para mirar a mí alrededor. La habitación estaba tan iluminada, que se reflejaba en el blanco de las sabanas causándome daño en los ojos. Los entrecerré para poder mirar de todas maneras y no había señales de lo que mi mente recordaba.

Observé a un costado de la cama y mi bolso estaba en el suelo, junto al contenido que continuaba esparcido por la alfombra. Saqué un poco más la cabeza mirando hacia el rincón que se formaba entre la mesa de noche y la cama, encontrándome con la huella del delito.

Arrugué la nariz algo molesto. Y hundí la cabeza en la mullida almohada de hotel.

Mierda.

Continuará…

Bueno, espero que esta idea que anda revoloteando por mi cabeza les vaya gustando. No esperen encontrar aventuras fantásticas, como en otras de mis historias, porque está será de lo más normalita, incluso creo que podría catalogarla de común, por que quién no ha soñado con un artista. En fin, sólo espero que no les aburra. También sé que estoy un poco "viejita" ya para estas cosas, pero me gusta mucho Bill Kaulitz de Tokio Hotel, tiene un aire perversamente sensual, aunque no sea el estereotipo de hombre recio, cuando canta con esa voz que parece que te susurra indecencias, no puedo más que imaginármelas… ajjaja… que pervert, como dice Faby… Así que como deducirán, he tomado lo que me gusta de él y lo he mezclado con nuestro Inu… a ver qué sale.

Como dice la canción del principio, de momento todo es pura consciencia física.

Besos mis niñas y muchas gracias por estar conmigo en esta locura también. Por favor comenten, para saber que opinan. Ayer hablaba con una chica y le decía que sus comentarios son además de un aliciente, una emoción muy grande para una que escribe, imagínense cuando les gusta un fic y ven actualización, así igual me siento yo con sus mensajes, llego a saltar en la silla. ^^

Siempre en amor.

Anyara

P.D.: Seguiré con "La Luz de mis Tinieblas", sólo tengo que encontrar el ritmo que le venga mejor a ambas historias.