Numeros de caracteres: 2.465.

Advertencias. Shonen Ai bordeando Yaoi. Romance. Con "R" mayúscula. Fuera de carácter, si así quieren interpretarlo. Y muchas ideas dispersas.

Aclaraciones: Esta historia está situada luego del canon del Manga, pero antes del capitulo 685 y todo lo que este representa. Manténgalo en mente.

¡Disfruten la lectura!


Capitulo 1.-

Humanos.

.

.


i. – Anillo.

Era diminuto, tan insignificante que casi pasó de largo el detalle, pero su vista no fue capaz de ignorar la brillante banda de oro que rodeaba el dedo de casamiento del Shinigami Sustituto mientras sus espadas se encontraban ferozmente.

Aunque, ahora que lo piensa, no sabía que siquiera representaba.


ii. – Héroe.

Ichigo Kurosaki tenía un enorme complejo de héroe, bordeando lo ridículo incluso. Aquello no era una nueva noticia. Y al ex Espada de cabellos celestes le hervía la sangre del solo ver al adolescente pelear contra el mundo, prácticamente.

Le enfermaba, porque Ichigo debía de querer pelear solo con él.


iii. – Memoria.

Realmente, él no era de recordar muchas cosas. Sin embargo, en su memoria quedó guardada la imagen, la emoción y la adrenalina de aquella anticipada batalla en las arenas de Hueco Mundo. La mirada chocolate que tanto decía odiar tatuada en todos y cada uno sus pensamientos.


iv. – Caja.

Fue en un día de verano cuando Ichigo Kurosaki apareció frente a su periferia con una caja entre sus manos, en su conocido punto de encuentro. Y él nunca pudo haber imaginado que el Shinigami Sustituto traería consigo un pequeño gato para que presenciara sus sesiones de entrenamiento.


v. – Correr.

La presencia fue débil, evidentemente reprimida entre los confines de quien sabe cuál Shinigami de nivel Capitán que estaba en su cacería, pero no ignorada. Eran persistentes, y este juego del gato-ratón cada vez era más sencillo.

Sin embargo, corrieron, escaparon. Juntos, tal como la Sociedad de Almas no quería.


vi. – Huracán.

Cada vez que sus miradas se encontraban, cualquiera sea el contexto, él sentía un huracán alborotándole las entrañas. Su estómago se volteaba en su sitio, y todo pensamiento coherente era dispersado de su mente.

Fue cuando sus labios chocaron por primera vez, que el desastre pareció abandonar su cuerpo.


vii. – Alas.

Si a Ichigo Kurosaki se le entregase alas, sería un desperdicio de esfuerzo. Quedarían en el desuso. Porque el Shinigami Sustituto no querría estar en ningún otro lugar que no sea la ciudad Karakura, con sus amigos y familia; el ex Espada de cabellos celestes concluyó un día.


viii. – Frío.

Él era incapaz de sentir, en consecuencia, percepciones triviales como el frío estaban mucho más allá de lo que su simple mente era capaz de codificar. Aunque, con el tiempo, comprendió que no era más que una excusa por parte del peli-anaranjado para que le atrapase entre sus brazos.


ix. – Rojo.

El rojo era su color favorito; sus tonalidades siempre colorando la sangre que borboteaba desde la comisura de los labios del Shinigami Sustituto cada vez que los mordía con excesiva fuerza.

El ex Espada nunca supo que el rojo también era el color favorito de Ichigo; por la misma razón.


x. – Trago.

Él tuvo su primer trago de alcohol junto con el peli-anaranjado Shinigami, en el cumpleaños número diecinueve de nombrado joven. El sabor era agrio, foráneo; no recordaba haber bebido nada remotamente parecido en sus tiempos en vida.

Ichigo no hiso más que reír ante su rostro de disgusto y confusión.


xi. – Media noche.

Nadie sabía que no era hasta que la luna se apoderaba del cielo, que sus respiraciones se encontraban. Sus cuerpos entrelazándose violentamente bajo las cubiertas de la cama del Shinigami Sustituto, quejándose bajo su peso. Y como siempre era alrededor de media noche, cuando él regresaba a Hueco Mundo.


xii. – Tentación.

El peli-celeste Arrancar dejó hace tiempo de reprimir sus fuertes deseos por jalarle el cabello anaranjado al adolescente Shinigami y estrellar esos rosados labios contra los suyos. La tentación simplemente se había vuelto inconmensurable; haciéndole sucumbir más seguido que no.


xiii. – Vista.

Frente a su vista había muchos malditos, inútiles Shinigami. Demasiados, incluso, para encargarse de un simple y aburrido ex Espada como él. Sin embargo, nadie fue de mínima importancia a comparación de aquel muchacho de cabellos anaranjados con el que conectó miradas a la distancia.

Sonrió en genuina emoción.


xiv. – Música.

Cada vez que decidía estrellar su cuerpo contra la suave cama del Shinigami Sustituto, podía escuchar diversas melodías rebotar contra sus tímpanos. A veces era el suave sonido de un piano, otros eran guitarras eléctricas bajo enojados gritos, sin embargo, siempre eran capaces se trasladarle al mundo de los sueños.


xv. – Seda.

El peli-anaranjado adolescente parecía estar obstinado en acariciarle el cabello; sus dedos entrelazándose con sus mechas celestes como si se tratasen de la seda más exclusiva del mundo.


xvi. – Cubrir.

Él se había un experto en cubrir de marcas rojizas la piel bronceada del joven Shinigami. El sector donde su cuello se encontraba con su hombro siendo su víctima predilecta. E Ichigo, aunque le enfurecían, ya había desistido de intentar encubrir tales promiscuos y visibles moratones.


xvii.Promesa.

Más tarde que nunca, Ichigo Kurosaki cumplió con su promesa. Sus espadas encontrándose violentamente, la arena de Hueco Mundo temblando bajo sus presencias combinadas.

"Ya era hora, Shinigami." Eso él le dijo; el resto del universo se sintió pequeño, insignificante mientras observaba la maniaca sonrisa del peli-anaranjado al decir:

"Bankai."


xviii. – Sueño.

Los Hollow no soñaban. Era algo que simplemente ellos no eran capaces de hacer; muy fuera de los parámetros de su existencia. Fue por ello, quizás, que la primera vez que vio el rostro del peli-anaranjado Shinigami mientras dormía, creyó haber enloquecido.


xix. – Vela.

No lucían ser inclinados al romanticismo. Para nada. Es más, esa mujer peli-anaranjada se lo comentó; veneno tenuemente empapando sus palabras.

Idiotas como ella, no tenían por qué saber de la existencia de aquella vela que el Shinigami compró por su cumpleaños enésimo, y que aún le alumbraba el cuarto.


xx. – Talento.

En cada día que transcurría en su estadía en el Mundo Real, se veía descubriendo un nuevo talento del ya-no-tan-joven Shinigami. Por ejemplo, hoy se enteró de la habilidad que tenía el peli-anaranjado para tocar la guitarra. Y su perfecta melodía no tardó en inundarle los sentidos.


xxi. – Silencio.

Cuando sus miradas chocaban, chispas nacían y un absoluto silencio les inundaba. Reiatsu borbotando de sus cuerpos con fiereza, alejando del lugar a esos entrometidos Shinigami inconscientemente. No tenía nada que decir y, por la expresión que Ichigo Kurosaki plantó en su rostro, supo que él no era el único.


xxii. – Viaje.

El viaje a través de la Garganta era un completo suplicio, tan insoportable que cuestionaba su raciocinio en el momento que decidió abrirla en primer lugar. Sin embargo, cuando veía el techo de la Clínica Kurosaki, y ese conocido poder espiritual se encontraba con el suyo, olvidaba todas sus quejas.


xxiii. – Fuego.

Esas manos se sentían como fuego contra su blanquecina piel. Quemándole de forma agradable, dejando secuelas a su paso, e ignorando el detalle de que su Hierro no debería ser capaz de percibir algo como aquello.

Y cuando era él infligiendo tales quemaduras, el cuerpo de Ichigo temblaba bajo él.


xxiv. – Fuerza.

Como Sexta Espada, siempre lo había anhelado. Fuerza, poder, supremacía; todo lo relacionado. Y, luego de años, quizás siglos, la había conseguido, en la forma de poder empujar al peli-anaranjado contra su espalda y robarle el oxígeno de los pulmones.

El sentimiento era mejor de lo que jamás pudo imaginar.


xxv. – Máscara.

Él solía preguntarse que sentía el Shinigami sustituto cuando sus manos alcanzaban el trozo de máscara que adornaba su rostro, acariciándola y definiéndola con la punta de sus dedos. Simpatía, temor quizás.

El sonrojo que coloreó las mejillas de Ichigo fue suficiente respuesta.


.


xxvi. – Hielo.

Desde aquella primera vez, su cama se sentía congelada bajo él. Sábanas hechas de hielo cubriéndole el cuerpo y haciendo nada por disminuir el inminente frío que la ausencia del peli-celeste ex Espada generaba en su cuarto.


xxvii. – Caída.

Cada vez que su mirada castaña se encontraba con esos furiosos ojos azules, se sentía perdido, como cayendo por un infinito precipicio del que no planeaba escapar. Acorralado por sus contradictorios y odiosos sentimientos.

Últimamente, él se estaba volviendo demasiado poético. Lo sabía; había caído bajo.


xxviii. – Olvidado.

Hacía años que no sentía ese calor consumidor invadiéndole el cuerpo. Su estómago repleto de mariposas imaginarias, y su mente convertida en su inmenso mar de confusión, perdido sin querer escapar.

Nostálgico en verdad, que un sentimiento tan olvidado como el enamoramiento resurgiera gracias a aquel feroz y zafiro mirar.


xxix. – Baile.

Llevó al baile de graduación a Inoue. Tal como su amiga de infancia quería, como Chad le comentó y como el resto de sus conocidos Shinigami le obligaron. No le importó mucho, porque, al final del día, era al peli-celeste ex Espada a quien él llevaría a su cuarto.


xxx. – Cuerpo.

Con el paso de los años, su bronceada piel se había cubierto de cicatrices. Algunas más visibles que otras; todas llenas de recuerdos nunca olvidados. Y él estaba orgulloso de como lucía su cuerpo, en especial bajo las apreciativas irires zafiro del ex Espada.


xxxi. – Sagrado.

Él no era de atesorar muchas cosas, realmente no era su estilo. Sin embargo, con el pasar del tiempo, había aprendido a considerar como sagrados a esos esporádicos momentos en los que se encontraban en la oscuridad de su cuarto, a puertas cerradas, con su cuerpo bajo al del Arrancar.


xxxii. – Hasta luego.

Lo negaría rotundamente, pero él siempre era capaz de percibir el crujir de su cama cuando el peli-celeste debía regresar a Hueco Mundo. Nunca se despedía; solo le escuchaba marcharse en completo silencio, sin mover ni un solo músculo.

Ese "Hasta luego" quedándose atrapado dentro de su garganta.


xxxiii. – Mundo.

Ocurría siempre que aterrizaba en Hueco Mundo. Su agarre alrededor de Zangetsu se estrechaba, forzoso, tratando fallidamente de mantener controladas sus alocadas emociones. La presencia de Grimmjow Jaegerjaquez alcanzando sus sentidos en meros segundos; mensaje recibido fuerte y claro.

Adrenalina, espadas encontrándose, el mundo temblando bajo ellos. Como debía ser.


xxxiv. – Formal.

Eran aspectos inútiles como la formalidad los que le fueron difíciles de explicar. El ex Espada de cabellera celeste simplemente incapaz de darle importancia a algo tan frívolo e insignificante como etiqueta y modales. Y él solo pudo concordar, rendido, sellando sus quejumbrosos labios con los propios.


xxxv. – Fiebre.

Él no era alguien enfermizo, al contrario, y una fiebre no le mataría. Sin embargo, hubo algo encantador en la forma en que el rostro de Grimmjow se deformó en genuina confusión cuando le comentó acerca de su insistente dolor de cabeza.


xxxvi. – Risa.

Fue a mediados de un verano, cuando la escuchó por primera vez. Su risa era una melodía foránea, desconocida por sus tímpanos. Y él le observó desde el rabillo de sus ojos, extrañado, recibiendo una almohada de lleno contra su rostro como respuesta del Arrancar peli-celeste.

También era contagiosa, descubrió.


xxxvii. – Mentiras.

Se había convertido en su segunda naturaleza. Mentir, eso es. Excusas ridículas abandonando sus labios en son de explicar sus prolongadas desapariciones, su cuerpo todo maltratado luego de solo caminatas al parque. Y ocultando con experticia la presencia del ex Sexta Espada en su cuarto; desnudo y decorado con marcas.


xxxviii. – Por siempre.

No había nada que fuera ilimitado, inagotable, de eso él estaba seguro. Mas la idea de permanecer por el resto de sus días en vida y muerte cruzando espadas con el peli-celeste Arrancar no sonaba del todo mal. "Por siempre" nunca sonando tan tentador como en ese instante.


xxxix. – Abrumado.

Cada vez que sus manos hallaban las contrarias, un sentimiento le nublaba los sentidos. Se sentía abrumado, colapsado por sus propias emociones. Y por como Grimmjow le observaba, sus orbes zafiro brillando tiernamente, como nunca, supo que él no era el único que sintió aquel cortocircuito de percepciones.


xl. – Susurro.

Sus rostros estaban demasiado cerca; tanto así que podía percibir el agitado respirar del peli-celeste Arrancar contra sus labios, tentándole con esa maldita mueca adornándole las facciones. Y él solo necesitó susurrar desesperadas palabras contra su oído para ambos encerrarse detrás de la puerta de su cuarto.


xli. – Esperar.

Él espero cercano a dos años para volver a encontrarse con el ex Espada, uno que todos tacharon por muerto. "Que era otra semana", pensaba, seguro de que su camino se intersectaría con el de Grimmjow Jaegerjaquez tarde o temprano.

Le debía una revancha, después de todo.


xlii. – Hablar.

Él no era mucho de palabras, ninguno de ellos, realmente. Eran esas leves acciones, choques de espadas, miradas y movimientos que lo decían todo. Un lenguaje que solo él y el ex Espada de cabellos celestes parecían conocer.


xliii. – Buscar.

Buscó por cada rincón de Las Noches hasta cruzarse con lo que supuso era el cuarto del peli-celeste ex Espada. Sobrio, repleto de su Reiatsu, algo polvoriento del desuso. Y él solo fue capaz de sonreír cuando sintió esa familiar espada contra el costado de su cuello.

Le había encontrado.


xliv. – Esperanza.

Había algo especial en la forma en la que él observaba al peli-celeste Arrancar. No era su característica mirada de desdén, tampoco era una empapada de afecto; tenía su propia categoría. Era un brillo de esperanza, quizás. Promesas reciprocadas y silenciosas de batallas y encuentros de labios.


xlv. – Eclipse.

La mejor forma de eclipsar su peculiar relación era, en definitivas cuentas, simular ignorancia. Pretender odio; lo que ellos querían observar. Mientras que él se conformaba con sus encuentros nocturnos, a escondidas; sus cuerpos y rostros alumbrados solo por la luz de la luna.


xlvi. – Gravedad.

Era como gravedad, la fuerza con la que sus labios descendían desde su posición sobre él y colisionaban con los suyos. Forzosos, hambrientos, sangre borbotando de ambos pares de labios. Y, quizás, era esa misma gravedad la que les obligaba a entrelazar sus cuerpos una vez más.


xlvii. – Autopista.

Cuando consiguió la licencia de conducir, su primer destino fue Tokio. Él y su pequeño vehículo cruzando las autopistas de Japón sin ninguna preocupación aparente. "Ah.", también Grimmjow, pero el ex Espada siempre venía incluido por defecto; distrayéndole del trayecto con un par de labios contra su cuello.


xlviii. – Desconocido.

Aunque supo que la forma en la que brillaron sus marrones irises era desconocida por el peli-celeste Arrancar, fueron las foráneas palabras de amor las más inéditas de escuchar. Un "Te quiero." abandonando sus labios antes de poder retenerlo.

La sonrisa del contrario tras escucharle fue tan incandescente, como irreconocible.


xlix. – Bloquear.

Aunque le era sencillo solo bloquear sus ataques, tan innato como respirar, no lo hacía. Se dejaba herir a propósito, sin excepción; nadie entendía por qué. Solo él sabía que el sentir y saborear sangre borboteando desde alguna herida de antaño era uno de los peculiares deleites del ex Espada.


l. – Respirar.

Aprendió que necesidades básicas como respirar se volvían inútiles cuando Grimmjow Jaegerjaquez invadía sus sentidos. Sangre aun descendiéndole desde una de sus cienes, coloreando su azulado cabello, pero más ensimismado en robarle cada partícula de oxígeno, sus manos viajando frenéticamente dentro de su ropa.

"Aire." Él quería, más no necesitaba.


::

.

.


Todos los derechos reservados a Tite Kubo, auspiciadores y Staff. Personajes de su propiedad. Relato hecho sin fines de lucro, solo por mi propio deleite y diversión.


¡Yo!

Uhmm... esto es inesperado.

Esta es mi primera historia para el archivo de Bleach, y honestamente, solo espero que la disfruten.

No se como funcionan las cosas por estos lares, estando más familiarizada con Katekyo Hitman Reborn y todo eso, y Bleach es un anime que termine hace solo un mes, por lo que sería genial si me dijeran como son las cosas por aquí.

Ésta es la tercera parte del desafío "50 temas en 50 palabras o menos", de la comunidad 1sentence en livejournal. Como siempre, todos lo créditos van hacia ellos, yo no me acredito ninguno de estos temas, solo la traducción de ellos a mi conveniencia. Las otras dos las pueden encontrar en mi perfil, pero son de Reborn!, por lo que quizás no sean del interés de quien sea que lea esta historia. En fin, siéntanse animados de tomar este desafío, es más entretenido, y difícil, de lo que imaginan.

Hay temas en los que mi inspiración fluyó maravillosamente, y me dolió en el alma tener que reducirlo solo a 50 palabras. Por lo que, si hay algún tema del que les gustaría que yo escribiese algo más extenso, solo coméntenlo y veré que puedo hacer.

Solo como un dato, en los primeros 25 temas, todos los "él" se refieren a Grimmjow, y el resto, a Ichigo, es por eso que esta la separación allí y todo. En caso de que se confundan.

Y no tengo nada más que agregar. Lamento de antemano cualquier falta ortográfica que se me haya escapado, y todo comentario, favorito; lo que sea, es infinitamente agradecido. Significa mucho para un escritor.

Eso es todo... supongo. También subiré las otras 2 partes que faltan en esta misma historia. No se cuando, pero lo haré. Así que, nos vemos en otra ocasión.

By-e.