Corría el año de 1821, el pueblo mexicano se alzaba con júbilo celebrando su independencia, y a pesar de que España aún no la aceptara, ésta ya era un hecho.

María celebraba su recién adquirida libertad con su vecino del norte. Al grito de "Viva México", habían comenzado a tomar cuanta bebida con alcohol había caído en sus manos. Celebraban el hecho de ser los dos niños emancipados de Europa.

Si se hablaba de ellos en la Unión Europea, Inglaterra rompía lo que tuviera en las manos y España estallaba en llanto.

Y las horas pasaron, de bromas y felicitaciones a chistes estúpidos y tonterías. Eran aproximadamente a las 2 de la madrugada cuando decidieron irse a la cama, estaban tan borrachos que se dirigieron a la misma habitación tumbándose sobre ésta.

El estar tan cerca hizo que la temperatura comenzara a elevarse. Un roce llevó a otro, una caricia por aquí y por allá y la ropa empezó a caer al suelo.

Entre besos apasionados causados por el mismo alcohol, se volvieron uno. Después de todo, eran jóvenes que no pensaban en las consecuencias.

La casa de la mexicana se llenó de jadeos y gemidos mientras la cama era sacudida por un terremoto de 10.5 en la escala de Richter.

Ninguno de los dos llegó a imaginar lo que causaría una simple noche de copas.

El estadounidense regresó a su casa después de que ambos juraran que la noche anterior nunca había pasado.

Comenzaron a pasar los días y la salud de la mexicana se alteró de manera extraña.

-Señorita María-dijo Agustín de Iturbide llamando la atención de la morena que se estaba quedando dormida en la reunión, últimamente se sentía fatigada-Mi propuesta es que viaje a España para tratar de arreglar las cosas ¿Qué le parece?

La simple mención de su antiguo tutor hizo que le diera jaqueca

-¡Si sales del maldito país, cuando regreses te fusilaré!-le espetó molesta-¡Hablo en serio, Iturbide!

Su estado de ánimo había estado igual de cambiante que una montaña rusa.

-Pero… Señorita…-murmuró el hombre asustado

-¡Es mi última palabra!-exclamó la mexicana antes de levantarse de su asiento- la reunión terminó.

-Pero…-murmuró, sin embargo la nación lo calló con una mirada asesina

La ojidorada salió de la casa del emperador para dirigirse a su casa para descansar un poco cuando se encontró con cierto inglés que la esperaba en su hogar.

-Arthur, que sorpresa…-dijo ella con una sonrisa- ¿Qué haces aquí?

-Solo venia a ver cómo estabas, my lady-comentó tranquilamente- ya que el Spaniard está inconsolable

De pronto unas lágrimas inundaron los ojos dorados de la chica

-Mi pobre tajtli-sollozaba ante el sorprendido rubio-soy una mala hija… ¡Todo lo hago mal!

-María…-murmuró el mayor sin saber que decir así que se limitó a darle un par de palmadas en la espalda- is ok…

-¡No, nada está bien!-sollozó redoblando su llanto

-Vamos, en cierto modo el Spaniard se lo merecía…-comentó el europeo

Una ira inexplicable se apoderó de la chica que fulminó con la mirada al inglés

-¡No te atrevas a insultar a España! –Le espetó furiosa- ¡Solo yo puedo insultar a ese idiota!

Esa respuesta asombró al rubio por su repentino cambio

-Estoy de mal humor así que o te largas o te saco a patadas-le espetó antes de dirigirse a su habitación.

-She is insane…-comentó el ojiverde antes de salir de su casa.

Cuando pasó el primer mes, los mexicanos comenzaron a notar un ambiente extraño en la nación. Ella había mandado fusilar a Iturbide cuando regresó de Europa y no hizo nada por detener el golpe de estado contra Vicente Guerrero.

Había asesinado a dos de las grandes figuras de su independencia por un capricho.

A finales del segundo mes, asistió por primera vez a la sala de juntas mundial. Alfred la estaba esperando afuera de ésta para que entraran juntos.

-María, how are you?-le preguntó antes de saludarla con un beso en la mejilla- hace casi dos meses que no nos vemos…

-De hecho…-aceptó ella y miró la puerta- ¿y si no lo hago bien? ¿Y si hago el ridículo frente a todos?-y sin previo aviso, algunas lagrimas comenzaron a descender por sus mejillas-

El estadounidense se puso nervioso al verla llorar.

-Vamos, no harás el ridículo, yo estaré a tu lado en todo momento-comentó el joven tratando de darle ánimos- recuerda que somos los emancipados de Europa

Pero esa frase sólo hizo que la mexicana llorara aun más, el rubio no sabía qué hacer así que la abrazó.

Cuando la mexicana sintió que la apretaba contra su pecho, su llanto se detuvo en el acto y lo empujó con fuerza

-¡No me estrujes!-exclamó furiosa llevando las manos a sus pechos, últimamente los tenía bastante sensibles-¡me lastimas!

El norteamericano se había golpeado la espalda contra la pared

-¡Ay! I'm sorry…-se disculpó mirándola-Uhm… ¿es mi imaginación o tus pechos están más grandes?

La mexicana le alargó una rápida cachetada al angloparlante antes de entrar a la sala de juntas.

A lo largo del tercer mes se hizo más notorio de que algo extraño le pasaba a la mexicana, se quedaba dormida en las reuniones, pedía permiso para ir al baño constantemente y se quejaba de unas nauseas horribles.

El resto de los países habían notado esos cambios y todo lo habían atribuido a su recién adquirida libertad.

El americano se acercó a la chica al final de una de las muchas reuniones

-Ven, vamos a comer algo-exclamó tomando su mano pero de pronto la soltó- ¡María, estás ardiendo!

La chica estaba más caliente de lo normal y su corazón latía con mucha más fuerza, como si su sangre hubiera aumentado en cantidad.

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