Nueva historia, espero que sea de su agrado.

Alas rotas

Capítulo 1

La indiferencia del ángel

Capítulo beteado por: Rosario Tarazona, Beta FFAD
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Viernes 15 de julio de 9 a.m.

Estaba sentado en la terraza de mi mansión. Sí, de mi mansión. Como todo empresario mimado que se creía el dueño del mundo, es un deber tener una mansión.

Estaba relajado, recordando la ardiente noche de sexo desenfrenado que había tenido con Kate, mi amante. Kate era una de esas chicas lanzadas y fáciles, eso ya era típico de las mujeres que me rodeaban. Solo me bastaba con medio sonreír para que todas estuvieran a mis pies. Con Kate, había sido un poco más duro, por decirlo así, para ver si ella se hacía de rogar. Pero al encontrarla en mi oficina, desnuda… pues, soy humano y no me pude resistir.

Ya estaba harto de este mundo de mujeres fáciles. Quería un poco de diversión. Quería una mujer que se hiciera de rogar, que hiciera que yo me esforzara por obtener un beso de ella, que me hiciera pensar que yo no era lo suficiente para ella… pero todas las que se me acercaban eran unas gatas en celo, ansiosas por que las poseyera, las hiciera mi mujer.

Estaba tan perdido en mis recuerdos, que no me percaté cuando Alice se acercaba, solo me di cuenta cuando ya estaba sentada a mi lado.

—Edward, ¿vas a ir mañana a la fiesta de caridad? —me preguntó Alice.

Fiesta de caridad. Sería fiesta de hipocresía dije en mi mente.

Por más que las personas donaran dinero, yo sabía muy bien que lo hacían para presumir su poder. Esta fiesta era organizada anualmente por mi padre, Carlisle, y Esme, mi madre. Ellos lo hacían de corazón, pero los demás no.

—Creo que sí —le dije mirando al cielo y sonriendo. Tal vez encontremos un culito lindo para tirar pensé.

—Bueno... —dijo Alice pensativa—, si a la final vas, ya tu ropa esta en tu cuarto. Edward, de verdad deberías de ir.

—Mañana veremos —le dije levantándome de mi silla y subiendo a mi habitación.

Sábado 16 de julio 8 p.m.

Nunca en mi vida había visto una mujer tan bella y angelical. Y nunca antes había sentido que mi corazón se acelerara por solo verla y admirarla. Daba gracias a Dios que mi hermana Alice me hubiera traído, casi arrastrando, a esta fiesta.

Me parecía una muy buena causa, pero ese tipo de fiestas, donde reinaba la hipocresía, me molestaban.

Ella ni me miraba, y era absurdo, porque mientras otras mujeres me querían violar prácticamente con la mirada, ella solo estaba entretenida hablando con una mujer casi de la misma edad de mi madre. En ningún momento me dirigió la palabra ni mucho menos la mirada.

Tenía la piel como la porcelana. Una clara invitación a que pasara mi lengua por ella. Su cabello era castaño y con reflejos rojizos, lo tenía casi llegando a su trasero, tan brillante y llamativo que provocaba pasar los dedos. Sus ojos eran grandes y expresivos, de un color como el chocolate, y sus labios, sin duda carnosos y apetecibles. Era un espectáculo de mujer.

Bajé más la mirada y me detuve en su cuello, demasiado sexy, solo me imaginaba como un vampiro hincando mis colmillos en tan elegante cuello. El vestido que tenía era rojo y con un escote de infarto, se podía apreciar un poco sus senos, los cuales no se veían muy grandes, pero para mí eran perfectos, podía calcular que cabrían perfectamente en mis manos. Era, sin duda, la mujer más bella que mis ojos habrían podido ver.

Traté de acercarme a ella, pero parecía que todo estaba en mi contra, debido a que todos los demás invitados solo querían hablar conmigo.

Ya había pasado cerca de una hora y nada que podía acercarme a ella. Miré a mi alrededor y vi que Kate venia directo hacia mí, por primera vez en mi vida quería que ninguna mujer se acercara a mí.

—Que gusto encontrarte aquí, Edward —dijo mi nombre como si saboreara el mejor dulce.

Kate tenía un escote casi igual de revelador como el que tenía la castaña, pero en cambio, a Kate se le veía muy vulgar. Sus senos casi le llegaban a la cara y se notaba a simple vista que eran operados. Después de casi tres meses de ser amantes, sentí un poco de repulsión al verla. Era muy artificial y con ese labial rojo que tenía puesto parecía una puta. En cambio el rojo que tenía la castaña en los labios la hacía ver tan angelical.

—Edward… te estoy hablando —dijo Kate un poco enojada.

— ¿Sabes algo? ¡Déjame en paz! —le dije y me marché dejándola sola.

Todos bailaban y sonreían, muchas mujeres exhibiendo sus joyas, pero ella se veía tan fuera de este mundo. Era imposible que dejara de mirarla, era una fuerza sobrenatural que me obligaba a verla y admirarla.

Tomé un vaso de whisky y me acerqué a la mesa donde estaba sentada. Cuando ya estaba cerca pude notar que en la mesa también estaba Aro Volturi con su esposa Heidi, que era casi de la misma edad de mi hermana.

—Edward —me llamó Aro. Le sonreí y me terminé de acercar a la mesa.

Él se levantó y me dio su mano al igual que su esposa, la cual me regaló una sonrisa coqueta.

—Quiero presentarte a mi sobrina —dijo Aro mirando a la castaña, la cual rodó los ojos, pero pude notar que Aro le dio una mirada amenazante y ella de inmediato se puso de pie.

—Hola, mucho gusto, Isabella Swan —dijo ella mordiéndose el labio. Tentador.

—Edward Cullen, es un placer conocerte, Isabella —le dije besando su mano. Su piel en contacto con la mía hizo que una electricidad recorriera todo mi cuerpo. Acaricié su muñeca y pude sentir unas pequeñas cicatrices, ¿acaso este ángel había pensado en quitarse la vida? Ella notó que había sentido sus pequeñas cicatrices y apartó su mano.

—Mi sobrina Isabella es hija de mi hermana Renée y su padre es Charlie Swan
—dijo Aro.

Charlie Swan era un empresario muy importante aquí en este país. Él había muerto hace 7 años si no estaba mal, pero nunca había escuchado que tuviera una hija. Solo tenía entendido que Aro Volturi se había hecho cargo de esa empresa debido a que Renée quedó como la heredera, y me imagino que la hija también es heredera… pero, ¿por qué nunca había escuchado hablar de ella?

—Isabella vino de Londres junto con su madre, la cual, lamentablemente, no pudo asistir a esta gala —dijo con pesar, pero vi que Isabella lo miraba con resentimiento. Definitivamente aquí había gato encerrado.

Después de unos veinte minutos de hablar con Aro de cosas relacionadas con el ámbito de la economía, me arriesgué a pedirle a ese ángel que bailara conmigo.

—Isabella, ¿me concedes esta pieza? —le pregunté de pie, ofreciéndole mi mano. Ella ni se inmutó, parecía que la proposición le había desagradado.

— ¿Qué pasa, Bella? ¿Piensas dejar al caballero con la mano estirada? —le dijo Heidi, y en ese preciso momento me guiñó un ojo.

—Sé educada, mi querida sobrina, pon en práctica esa maravilla habilidad que posees para bailar —le dijo Aro, pero el tono en el que expresó esas palabras era de burla.

Ella se levantó pero ignoró mi mano, se paró frente a mí y tomó un trago de su copa de vino.

—Bailemos entonces —dijo adelantándose a la pista de baile, yo la seguí y pude apreciar ese hermoso trasero que poseía, respingado y tentador.

Con las nota de un perfecto jazz, comenzamos a bailar. Las demás personas no dejaban de mirarnos, mujeres celosas y asombradas.

Bailaba sensual, sus movimientos eran con gracia. Provocativa. La miré directamente a los ojos, ella se sonrojó y se mordió el labio.

— ¿Cuántos años tienes? —le pregunté, pero ella ignoró mi pregunta ¿Qué había de malo en ella?, ¿por qué era tan amargada?

Después de unos largos minutos, ella respondió.

—Señor Cullen, ¿no sabe que es de mala educación preguntarle la edad a una dama? —dijo ella sonriendo, pero de una manera malvada.

— ¡Oh! —exclamé—. Siento mucho si la hice sentir incómoda, solo trataba de ser cortés —era la primera vez en toda mi vida que una mujer me ponía nervioso.

—Tengo 17 años, soy menor de edad, así que mucho cuidado. Las leyes de este país son tan… ¿como diría yo? Mmm, estrictas —tenía el presentimiento que era joven, pero no tanto. En cambio, yo tenía 28 recién cumplidos. Me quedé mudo ante aquella revelación, era una niña prácticamente.

Bailamos dos canciones más y ella se fue a su mesa. En cambio, yo me acerqué a la barra y pedí un whisky. Cientos de mujeres se me acercaron pero no muy amablemente las aparte de mí.

— ¿Qué te pasa hijo? —me preguntó Carlisle acercándose a mi lado y arrebatándome el vaso.

—Nada —le contesté escuetamente.

— ¿Quién era esa señorita con la que bailabas? Nunca la había visto —preguntó curioso.

—Isabella Swan, hija de Charlie Swan —respondí.

— ¿Charlie tenía una hija? No lo puedo creer —dijo mi padre dirigiendo su mirada a la mesa donde estaba sentada el ángel.

—Sí, al parecer la tenían escondida. Tal vez en una torre al estilo Rapunzel —dije riéndome de mi propio chiste.

—Mmm… esto es una novedad —dijo mi padre—, ¿por qué no te acercas a nuestra mesa? Ya pronto se harán las subastas para la cenas de mañana —me levanté junto a mi padre y nos reunimos con el resto de la familia.

Ahí estaba mi hermana Alice, con su esposo, Jasper Hale, su hermana Rosalie y su novio Emmett McCarty, y mi adorada madre, la cual al verme me abrazó.

—Mi niño, te veías guapo en ese baile, todo un caballero —ella me alagó y tomé asiento.

— ¿Quien fue la que te concedió ese baile? —preguntó Alice con una notoria curiosidad que no era rara en ella.

—Isabella Swan, sobrina de Aro, hija de Charlie Swan —todos en la mesa se sorprendieron pues nadie sabía que ese señor tenia descendencia.

—De lo que uno se entera —dijo Emmett.

Después de unos cuantos minutos, mi madre se subió a la tarima y tomó el micrófono en sus manos.

—Buenas noches, es un placer para mí volver a dar esta fiesta que permite que les podamos regalar un poco de alegría a aquellas personas que más lo necesitan. Y, como todos los años, ha llegado la hora de las subastas para las cenas de mañana en el restaurant Salomón. Llamaremos a las cuatro mujeres que se han puesto a la disposición de acompañar a aquel notable caballero que presuma su billetera
—todos rieron ante aquel oportuno comentario de mi madre—. Rosalie Hale, Bree Turner, Kate Smith e Isabella Swan.

De inmediato giré mi cabeza 90 grados para mirar a ese ángel. En su cara pude notar la sorpresa y molestia, eso me daba a entender que ella no se había ofrecido a la subasta. Con pasos torpes, ella se dirigió a la tarima y todos la miraban, se veía un poco incómoda. Debí de suponer que todos ya relacionaban a Isabella con Charlie Swan, y a ella parecía molestarle.

—Comencemos con Rosalie Hale —dijo mi madre y comenzó con las ofertas.

Al fin habían terminado con las tres mujeres, solo faltaba Isabella.

—Ahora Isabella, es tu turno —dijo mi madre regalándole una sonrisa.

—Seis mil dólares —gritó el hijo de Cayo.

—Ocho mil dólares —dijo Emmett y vi que Rosalie lo miró con odio.

—Veinte mil dólares —dije y todos me miraron.

—Veinticinco mil dólares —dijo Félix, el hijo de Cayo, nuevamente.

—Treinta mil dólares —dijo Emmett de nuevo.

—Cuarenta mil dólares —dije, esa cena tenía que ser conmigo. La miré y su cara era de asombro.

—Cincuenta mil dólares —dijo Félix y me miró con odio.

Tomé aire.

—Ciento cincuenta mil dólares —todos se quedaron en silencio.

—Doscientos mil dólares —dijo Félix.

—Trescientos cincuenta mil dólares —dije y me acerqué un poco más a la tarima, miré fijamente a Isabella.

— ¡Oh caballeros! —dijo mi madre—. Trescientos cincuenta a la una… trecientos cincuenta a las dos… trecientos cincuenta a las tres.

Celebré internamente mi victoria, me acerqué a la tarima y besé la mano del ángel.

—Isabella —dije acariciando su nombre, sus ojos me decían que no le agradaba tener que cenar conmigo mañana.

—Señor Cullen, me ha dejado asombrada, tanto dinero solo por una cena.

—Sí Isabella, es una cena inocente y, sobre todo, por una buena causa —le regalé mi mejor sonrisa—. Acuérdate, mañana paso a recogerte a la casa de tu tío a las 7 preciosa —volví a besar su mano y me dispuse a salir del lugar.

Eran las seis y cuarenta en mi reloj de mano. Iba camino a la casa de Aro Volturi, una mansión muy llamativa y con un estilo gótico.

Con anterioridad esta propiedad había pertenecido a Charlie Swan, pero como todo lo que algún día fue de él, paso a manos de su cuñado. De Renée Swan solo sabía que se había mudado a Londres. Y lo sabía ya que Renée fue muy amiga de mi madre cuando estas vivían en Canadá e iban al mismo instituto. Tenía que preguntarle a mi madre si ella sabía de la existencia de mi ángel. Isabella además de ser hermosa poseía un nombre excitante.

Toqué el timbre de la casa y al abrirse la puerta me recibió una mujer de más o menos 50 años, ella me sonrió y me dijo que Aro me esperaba en su despacho.

—Hola Edward, ¿cómo estás? ¿Ansioso por ver a mi sobrina? —dijo él de una manera burlona ¿Qué le pasaba a este tipo?

—Bien. Espero que su sobrina no tarde, no me gusta esperar —le dije un poco molesto. Él de inmediato borró esa estúpida sonrisa que tenía en su cara.

A los diez minutos Isabella llegó al despacho. Casi se me cae la mandíbula cuando la vi entrar.

Tenía un vestido demasiado corto, era negro, con mangas largas y llevaba unos tacones de igual color muy altos. En esta oportunidad, tenía el cabello recogido en una especie de trenza.

Ella notó que me la quedé viendo más tiempo de lo normal y se relamió sus labios, los cuales no tenía pintados.

—Espero no tener problemas por cenar con esta jovencita —dije mirando a su tío, el cual me miró un poco extrañado por lo que acababa de decir.

— ¿Cómo? Si Isabella es una mujer, en todos los sentidos —dijo Aro y me molestó muchísimo.

—Diecisiete años. Para mí todavía es una niña —le dije. De inmediato, Isabella se mordió su labio, un poco nerviosa.

— ¡Ja! Diecisiete años. Por Dios, si ella cumplirá en septiembre los veinte —ella trató de no mirarme, pero sin embargo habló.

—Fue solo una pequeña broma, señor Cullen —dijo un poco apenada. Isabella era astuta e inteligente, tenía que reconocerlo.

Su tío se acercó a ella y la tomó del brazo un poco fuerte, pude saberlo por ella hizo un gesto de dolor en su cara.

—Al parecer mi sobrina aún no ha olvidado sus años de niña traviesa.

Íbamos de camino al restaurante. Isabella iba mirando por la ventanilla. Estaba un poco molesto. ¿Por qué me mintió? Quería saberlo, pero esperaría cuando acabara la cena.

Ella pidió sushi y yo ordené lo mismo. Tomamos vino y al parecer a mi ángel le encantaba. La velada pasó en mucho silencio, pues Isabella solo me contestaba con monosílabos, y ya me estaba molestando más de lo que ya estaba. Al salir del restaurante ella se detuvo en las escaleras y comenzó a tocarse el cuello desesperadamente.

— ¡Por Dios no! —dijo ella con pesar.

— ¿Qué te sucede? —le pregunté un poco preocupado.

—Mi collar no está —dijo devolviéndose al restaurante, yo la seguí y ella entró como alma que lleva el diablo.

Al llegar justo a la entrada, noté que hablaba con la mesera que nos había atendido y estaba prácticamente rogándole por saber si ella lo había visto. Al llegar no me quedó otra que hacer frente.

—Señorita, disculpe, ¿cuál es su nombre? —le pregunté tratando se seducirla para que así me pudiera decir la verdad.

—Eh… Chantal, señor —dijo nerviosa.

—Isabella al parecer dejo caer su collar, necesito que me diga si lo vio, o de lo contrario… —ella me cortó.

—Lamento no darle ninguna información, señor, pero solo yo me he acercado a la mesa en el momento que se fueron y no he visto nada —ella se veía que en realidad lo lamentaba. Era un caso perdido, ella no mentía.

Salimos al estacionamiento e Isabella aun seguía tocándose el cuello y mirando a todos lados, como si así pudiera encontrar su collar.

—Tal vez lo dejaste en tu casa —le dije tratando de darle un poco de optimismo.

—No, no pudo habérseme caído allá y en tal caso… — pero no continuó.

—En tal caso, ¿qué? —le pregunté. Quería saber por qué se lamentaba tanto haber perdido ese collar—. ¿Era muy importante para ti?

—Demasiado —dijo suspirando, era la primera vez que la veía tan triste, como si su vida fuera miserable.

— ¿Cómo era?, ¿tenía algún dije? —quería saber.

—Era una cadena de plata y tenía una llave dorada —dijo y de inmediato se tapó la boca—. Por favor no le comentes nada esto a mi tío Aro —dijo nerviosa.

—Porque… te castigará. Aunque no lo creo, se me olvidaba que si eres mayor de edad —le dije un poco molesto.

—Señor Cullen, siento haberle mentido, pero… es que me pareció divertido —ella medio sonrió, pero de inmediato se puso seria—. Y respecto a que no le diga nada a mi tío es porque… ese regalo me lo dio mi padre y si él se entera que lo perdí, pues… no le gustará —se notaba a simple vista que mentía, porque no dejaba de mirar sus zapatos y de morderse el labio. Yo era muy bueno detectando cuando alguien mentía.

—Está bien, cerraré mi boca. Pero dime de verdad, ¿por qué me mentiste sobre tu edad? —le pregunté, ella me miró y ladeó un poco su cabeza.

—La verdad… es que usted no me agrada, tiene ese aspecto de que se cree dueño del mundo y odio a los hombres así. Además, su mirada hacia mí es muy… ¿cómo decirlo? Eh, muy pervertida —dijo ella sonrojándose.

De inmediato solté una carcajada, ella lo sabía. Y no le iba a mentir, en realidad ella me encantaba.

—Bueno, sí es verdad, eres hermosa y soy hombre. Tienes un ángel que me enloquece —le confesé.

Ella por un momento se asombró, pero de inmediato puso una cara de indiferencia.

—Bueno, qué lástima señor Cullen, porque la verdad no estoy interesada en hombres —dijo dándome la espalda. Me molesto aquella confesión, ¿cómo era posible que ella se resistiera a mis encantos?—. ¿Me podría llevar a mi casa? Tengo que buscar esa cadena —dijo lo último en un susurro.

Le abrí la puerta del auto como todo un caballero. Iba conduciendo rápido, ese era un signo de que estaba molesto. Odiaba que las personas se resistieran a mí, a mis deseos. Y que Isabella me haya rechazado me enfurecía. No importaba cómo, pero ella sería mía.

—Ya llegamos —le dije y me golpeé internamente por haber dicho eso. Ella sonrió con burla como si lo que yo hubiera dicho estaba demás. ¿Pero que carajos me pasaba que lo único que decía eran puras estupideces?

—Sí, ya llegamos señor Cullen —dijo a punto de abrir la puerta, pero yo la tomé por la mano y no se lo permití.

— ¿No piensas despedirte de mí? —le dije sonriendo

—La verdad, no pensaba hacerlo. La cena estuvo bien, pero su compañía es detestable —dijo mirándose la uñas.

— ¿Quién te crees que eres para hablarme así, niña? —le dije molesto

—Soy Isabella Swan, y me vale mierda si usted es el dueño del mundo. He escuchado que usted es un playboy —hizo con el dedo cómo si fuera a vomitar—. Y, la verdad, usted ni siquiera me inspira un mal pensamiento —dijo eso saliéndose del auto y dejándome ver sus largas y torneadas piernas.

—Isabella no he terminado de hablar —dije, ella volteó y me mostró su dedo del medio.

— ¡Inmadura! —grité molesto, ¿qué se creía?

Molesto aún, me monté a mi auto y arranqué como si me persiguiera el diablo. Pero de algo estaba completamente seguro, que esas palabras te las ibas a tragar Isabella Swan.


espero que les guste. se que dirán la misma historia de siempre, pero lo bueno se hace esperar jajaja espero que todo lo que se me a ocurrido con esta historia salga tan maravillosa como lo es en mi cabeza, sin mas me despido hasta el próximo capitulo y gracias a mi beta xariito sba y al grupo de fanfiction addiction.