¡Hola! Pues aquí estamos con mi primera fanfic que espero ~por fin~ poder terminar. Llevo sin terminar una fanfic desde mis tiempos de escribir rpf(real person fanfiction) en wattpad (esa cuenta ya no existe, igualmente no os hubiese gustado leerlo). En fin, espero que disfrutéis esta fin escrita con mucho amor (y muchas palabras, nunca llegué a más de 1000) sobre una de mis OTPs en Hetalia.
Lukas Bondevik era un chico noruego de 20 años, con el pelo rubio platino, del que destacaba un pasador con forma de cruz que siempre llevaba para recogerse el pelo de la cara, y un rizo salvaje que colgaba del lado derecho de su cabeza,que permanecía ahí por mucho que intentase aplastarlo por las mañanas. Sus ojos eran de un extraño color violeta, algo poco común,especialmente en su actual de residencia, Estados Unidos, donde estaba llevando a cabo su formación universitaria. Su carrera de elección era Mitología y Folclore,elegida por recordarle a como su madre y su abuela le contaban numerosas historias sobre criaturas fantásticas típicas de su país de nacimiento.
Los estudiantes universitarios, por lo general, suelen tener poco dinero. Lukas no era una excepción. Su condición económica hizo que solo se pudiese permitir un pequeño estudio de 15 metros cuadrados a 20 minutos a pie del campus en el que estudiaba. Intentaba pasar todo el tiempo posible fuera de esa claustrofóbica habitación, abarrotada de apuntes y salpicada por allí y por allá de pequeños recuerdos de su familia y amigos. Y ahí es donde entraba la biblioteca de su universidad. Pasaba en ella la gran mayoría de sus ratos libres, ya fuese estudiando (aunque solamente las asignaturas que realmente le interesasen) o leyendo, casi siempre cosas relacionadas con la mitología.
En ese momento estaba repasando el contenido de la clase de esa misma mañana, cuando empezó a sentirse somnoliento. Era la manera en la que su cuerpo le indicaba que quería una buena taza de café. ¡Qué gran bebida, el café! Lukas conocía muy bien su olor desde que era pequeño, siendo su país de origen uno de los tres mayores consumidores de café. Sin embargo, varios de sus amigos que habían tenido el privilegio de viajar al otro lado del charco antes que él ya le avisaron que el café en Estados Unidos no se parecía en nada al noruego,y para mal. Lukas evitó tener que tomar café norteamericano durante poco más de dos meses llevándose varios botes de café tostado y molida en su maleta, pero una vez que esa reserva se acabó, no pudo evitar tener que acercarse a las estanterías de los supermercados o a las cafeterías de los alrededores para probar una taza de su bebida favorita. El primer día tomando café fuera descubrió que el de la cafetería de su universidad era más bien poco apetecible, incluso para los estadounidenses. El segundo día descubrió una pequeña y encantadora cafetería a solo dos calles de la salida del campus.
Lukas cerró el cuaderno, lo metió en la mochila y salió del edificio en busca de una buena taza de café caliente. En menos de cinco minutos ya estaba entrando por la puerta de su destino. Se dirigió a la barra para pedir lo de siempre:
-Un café con leche. De almendra, a poder ser.
Le atendió un chico con el pelo rubio y con aspecto alborotado. Nada más oír su comanda puso la cafetera a funcionar. Cuando fue a echar la leche, volvió a dirigirse a Lukas con una expresión alegre.
-Lo siento, no tenemos leche de almendras. ¿De soja o sin lactosa?
-Vaya...Que sea sin lactosa.
Su condición de intolerante a la lactosa hacía aun más difícil el intentar disfrutar del café estadounidense. La gran mayoría de locales disponía de la opción de la leche sin lactosa, pero solo unos pocos tenía leche con almendras, la favorita de Lukas.
El camarero volvió a darse la vuelta para posar la taza de café con leche (sin lactosa) en la barra, justo delante de Lukas.
-Disfrútalo-Le dijo, con una sonrisa de oreja a oreja.
Cogiendo la taza con mano firme, Lukas se apartó de la barra y se dirigió hacia una mesa libre, cerca de una maceta con un pequeño arbusto de lavanda. Normalmente uno uno se fija en quién le sirve el café, y él tampoco, pero ese día era una excepción. El chico de pelo alborotado era nuevo en la cafetería, y parecía rondar su edad. Pensó que sería otro estudiante universitario, que trabajaba a medio tiempo para poder permitirse los estudios. Dándole un sorbo a su taza humeante de café, volvió a mirarle. Tenía los ojos de color azul, y daba la sensación de estar siempre a punto de explotar de alegría, incluso haciendo algo tan rutinario como preparar café. Su piel era varios tonos más clara que la de la mayoría de los norteamericanos. Lukas pensó que el camarero podría incluso ser otro estudiante extranjero, como él.
Pronto, la tazá se vació del todo, y Lukas tuvo que volver a la biblioteca de la universidad. Allí se quedó, sentado entre gigantescas estanterías repletas de tomos que podrían pasarse varios años sin abrir hasta que alguien los necesitase para esa redacción, hasta que la bibliotecaria lo echó. La mujer,de unos 40 años, conocía a Lukas, y se saludaban y despedían a diario.
-Adiós Lukas, nos vemos mañana.
-Adiós, hasta mañana.
Y así un día tras otro.
A lo largo de las próximas semanas, Lukas volvió a ser atendido por el rubio de cabello alborotado. De vez en cuando sacaba el tema de la leche de almendras, e incluso llegaron a entablar breves conversaciones sobre temas banales como el tiempo, o el último partido de baloncesto. Lo que siempre se repetía era la pregunta de "¿Soja o sin lactosa?". Un día probó la leche de soja. Efectivamente, seguía sin gustarle, igual que la primera vez que la bebió hace ya varios años, al ser diagnosticado con intolerancia a la lactosa. Sus clases, sus ratos en la biblioteca y sus viajes a la pequeña cafetería, todos iguales, cinco días a la semana.
Todos iguales hasta que un día su camarero habitual le dijo:
-Hey, ¿leche de almendras?
Lukas se quedó un momento sorprendido. Por una parte, por el tono extremadamente informal y cercano del chico. Por otra parte, por el hecho de que hubiese leche de almendras en el establecimiento.
-Sí, por favor-Respondió él con una leve sonrisa-. ¿Había más gente que la pedía y la habéis comprado?
-Bueno...-El camarero se pasó una mano por el pelo, consiguiendo que estuviese aun más alborotado-Me dio la impresión de que la leche sin lactosa no te hacía demasiada gracia, y como vienes a diario, te he comprado un cartón de leche yo mismo...-Cuando terminó la frase se dibujó en sus labios un pequeña sonrisa nerviosa.
Lukas simplemente cogió su taza de café de encima de la barra, se la llevó a los labios y dio un sorbo. Reconociendo el sabor de la leche de almendras, volvió a sonreír, esta vez mucho más notablemente, y miró al camarero a los ojos.
-Muchas gracias-Deslizó un par de billetes por encima de la barra para pagar su consumición. Se volvió para dirigirse a la mesa libre más cercana, pero se giró para decir algo más-. Perdona, me llamo Lukas Bondevik. ¿Cómo te llamas tú?
-Mathias Køhler, danés, estudiante de biología marina. Encantado de conocerte-Cerró la frase con una amplia sonrisa.
Y entonces, por primera vez en su vida, Lukas se quedó en la barra de una cafetería a tomarse un café, inspirado por la alegría que desprendía el tal Mathias.
