1-La pelea del Cisne
El año era 2. Abril pero aún hacía algo de frío.
Yo había salido tarde de la academia, por que me distraje hablando con mi profesor, aunque solo hablaba yo. Como no quería llegar demasiado de noche a casa cogí un atajo por un callejón que daba directamente a mi hogar.
No sé si me alegro de haberlo hecho o no.
El callejón estaba oscuro y húmedo. En un tramo en concreto había un ensanche que comunicaba con un descampado (uno de muchos en esta ciudad. Pues desde que se empezaron a derribar edificios que no cumplían con las condiciones medioambientales requeridas por la ONU, Tokio se ha convertido en un punto más verde).
En un principio pasé de largo sin fijarme en el descampado. Pero vi una especie de resplandor proveniente de él. Era de un azul celeste muy claro y brillante. Tenía aspecto de neblina.
Me paré en seco y, oculto tras uno de los muros que formaban el pasadizo, observé con cautela. La curiosidad me podía.
Seguí la neblina celeste con la mirada y esta me llevó al filo de una antigua katana portada por un muchacho delgado que aparentaba trece años a pesar de su cara redonda e infantil. Tenía el pelo castaño claro recogido en una coleta baja y sus ojos eran negros. De la mejilla le caía un surco de sangre fresca.
Una gota de sudor frío se resbaló por mi nuca. ¿Y si era un loco? ¿O un sádico?
Cuando el joven recuperó el aliento dijo con una voz clara y musical:
-¿Esto era lo que me pedías, sacerdote Xenon?
A lo que una voz, masculina, grave y con un extrañísimo acento, le respondió:
-Asakura Shiratori, has aprobado el examen de inscripción al Shaman Fight de 2 500. Recibe tu oráculo portátil.
Entonces, el chico, Asakura Shiratori, se acercó a un punto que yo no veía y del que, indudablemente, procedía la voz.
¿Oráculo portátil? ¿Shaman Fight? ¿De qué hablaba? O, mejor dicho, ¿de qué oscuro secreto me había enterado sin quererlo ni saberlo? ¿Y qué era la neblina celeste alrededor del filo de la espada? Además, faltaban aún dos años para 2500.
Entonces la voz sin rostro dijo:
-Humano, ven aquí.
Tardé una milésima de segundo en comprender que me hablaba a mí.
Lógico, desde donde estaba cualquiera que se situase en mi punto ciego me vería.
Tenía demasiado miedo. No sabía de que iba todo aquello que había visto y oído, ni lo que me harían esos Xenon y Asakura.
Por fin, mi cuerpo tembloroso se decidió a moverse y, con la frase ``Me muero de miedo´´ escrita en mi frente con sudor, me asomé.
Volví a ver a ese Asakura e identifiqué al hombre (aunque más bien parecía un armario) con el nombre de Xenon. Llevaba una capa blanca con motivos étnicos y una gran placa metálica con forma de lagarto en el pecho. Su pelo tenía las puntas hacia arriba y era completamente negro. Llevaba unas gafas de sol con aspecto de muy caras. Su mandíbula era cuadrada y tenía la nariz rota y cara de malas pulgas. De muy malas pulgas.
Ambos me miraban, y yo cada vez tenía más miedo. Aún así, me fijé en algo. El chico, Asakura Shiratori, llevaba un colgante que parecía un huevo de metal y cristal azul celeste, como la neblina que rodeaba antes el filo de su espada, ahora guardada en su vaina y sujetada por el obi negro de judo que el muchacho utilizaba, seguramente para sostener sus pantalones caqui, tan holgados.
¿Sería ese colgante el oráculo del que hablaban?
Entonces, sin que yo supiese porqué, Asakura me sonrió cálidamente lo que realzó su carilla de niño. Después miró al hombre-armario y dijo calmado:
-Espera, Xenon. No es mala persona; sabe guardar secretos.
¿Pero qué hacía hablando de mí como si me conociera de toda la vida? También Xenon se sorprendió porque le inquirió:
-¿Le conoces?
-¡Huy, sí! ¡Somos amigos desde los tres añitos!
Yo no podía dejar de alucinar con las mentiras de este tío, pero el hombre con gafas de sol resopló, exasperado, y dijo:
-Sea pues, le dejaré marchar. Hasta la próxima vez, Asakura Shiratori.
Entonces se dio la vuelta y se fue.
En cuanto me cercioré de que se había ido miré al otro chico y le inquirí:
-¿De qué vas? ¿Por qué le has dicho a ese tío que me conocías?
Él se limitó a mirarme con calidez.
-Es que me caes bien. Y ya puestos nos hacemos amigos y la mentira deja de serlo, ¿no crees?
-¡No, no lo creo!- le espeté, enfadado-¡No tengo ningún interés en conocerte!
Así que me giré, volví corriendo al pasadizo y, sin mirar atrás, corrí y corrí hasta llegar a mi casa. Una enorme y antigua mansión con más de 500 años de historia. Una de las pocas que había logrado adaptarse a la normativa medioambiental de la ONU, librándose así de ser derribada.
La mansión Ôyamada, en la que yo, como descendiente de dicha familia, vivía con mi único pariente vivo. Mi abuelo, Ôyamada Honai, un hombre de corta estatura y amplia inteligencia, como todos los Ôyamada de la historia.
Abrí el portón de entrada aún rabioso por la actitud de de ese tal Asakura. Ya no me importaba la neblina azul, ni la Shaman no se qué, ni nada que se le relacionase.
Subí las escaleras sin darme cuenta de que mi abuelo me esperaba al final de las mismas.
-Te noto raro, Chisai- me dijo con su voz ronca y grave.
Me llamó la atención que se dirigiese a mí por mi nombre de pila. Normalmente mi abuelo me llama solo "jovencito".
-No es nada.-intenté excusarme.
-Jovencito-¿Veis?-, te conozco desde que llevabas pañales. Eres una persona fría a la que pocas cosas le alteran. Ni te inmutas por las burlas de otros sobre tu poca altura. Pero algo ha ocurrido hoy que te ha alterado. Y yo quiero saber qué es ese algo, porque en el lecho de muerte de tu madre prometí cuidarte toda la vida, y pienso cumplir mi promesa.
Él siempre soltaba un discurso para decir cualquier cosa. Sus pequeños y brillantes ojos me miraban con tal intensidad que resultaba incómoda. Al final se lo conté todo con pelos y señales. Esperaba que soltase una carcajada y me tomase el pelo, pero no lo hizo.
Cuando terminé de hablar, le miré.
-¿Shaman Fight? ¿Estás seguro de que oíste eso?- me preguntó con el ceño fruncido.
-Sí, ¿por?
Pero yo me di cuenta en ese preciso instante.
Shaman Fight. Pelea de Chamanes. Una batalla entre aquellos seres inaceptados por la sociedad.
Mi abuelo debió darse cuenta y siguió hablando:
-Si los espiritistas van a batirse en duelo dentro de dos años, habría que avisar a las altas esferas de la política mundial, ¿no crees, jovencito? Por supuesto que sí. Pero Asakura mintió para que Xenon no te hiciera Dios sabe qué y no estaría bien hacerle tal desprecio a alguien que se he preocupado por ti, ¿verdad? Verdad. Luego, nos callaremos como muertos a no ser que esa Shaman Fight acabe resultado perjudicial para los humanos normales.
Yo ya no escuchaba la perorata de mi abuelo. Pensaba en los chamanes, en esas gentes de cuya existencia se sabía desde hace poco más de cien años aunque, al parecer, existían desde Adán y Eva; en los albores del siglo XIX habían sido olvidados hasta que se les "redescubrió".
Solo hacía ocho años que se habían parado las trifulcas entre ambos tipos de seres, humanos y chamanes. Cesaron cuando una familia entera de chamanes fue masacrada por una secta opuesta a su existencia. Entonces la ONU había decidido poner fin a tal comportamiento de una forma muy efectiva. Pena de muerte al que molestase a cualquier "bando". Aún así los chamanes eran hoy lo que los judíos en el tercer Reich. En las escuelas, los alumnos con los brazaletes reglamentarios de tela negra con una cruz blanca eran marginados y había muchos espacios públicos en los que los chamanes estaban prohibidos o eran colocados aparte.
Entonces me percaté de algo. Asakura no llevaba el brazalete obligatorio. Estaba infringiendo la ley.
Pero mi abuelo (al que ahora sí atendía) tenía razón. No estaría bien chivarme dado que él me había protegido.
Al final me fui a la cama hecho un lío.
***
Cuando, al día siguiente, me saludaron las burlas de siempre, yo hice lo propio. O sea, ni caso.
Me senté en mi mesa y decidí leer un poco en mi libro virtual. Pero (oh, sorpresa, sorpresa) llegaron los habituales graciosillos.
-¡Muy bien, Ôyamada! ¡Sigue así, sin estirarte demasiado que sino no te va a aguantar nadie, eh!
Quise omitir la voz que me insultaba, pero otra, muy distinta y familiar dijo detrás de mí:
-¡Chisai-kun, cuánto tiempo!
Unos brazos me aferraron por la espalda. El derecho llevaba un brazalete negro con una cruz blanca.
Los otros chicos verían también el brazalete y se alejaron con cara de asco. Por supuesto, ninguno de ellos llevaba uno igual.
Con lentitud giré mi cabeza y vi el infantil rostro de Asakura Shiratori junto al mío. La susurré con irritación:
-¿Qué haces tú aquí? Nos están mirando
Eso no era cierto del todo. Miraban el brazalete de Asakura. Engarzado en un brazo alrededor de mis hombros.
Él me dijo por lo bajo:
-¿Podemos hablar luego? Te espero en la azotea a la hora de comer.
Y me soltó. Pero justo entonces entró el profesor y le hizo un gesto a Asakura para que se le acercase. Apenas unos segundos más tarde, con todos los alumnos sentados y en relativo silencio, anunció:
-Bueno, chicos, vuestro nuevo compañero es Asakura Shiratori, de Izumo-pronunció el nombre de aquel pueblo con cierta dureza. No en vano, cerca del noventa por ciento de la población allí llevaba brazaletes negros.-. Es el único espiritista de todo el curso de 2º de Secundaria y espero que eso no le condicione.
Por supuesto que le iba a condicionar. Lo que el profesor pedía era que no acabase como una alumna que hubo hace dos años en nuestra clase y que se suicidó por el desprecio que los demás alumnos le hacían. Claramente era una chaman. Y hasta ahora no ha vuelto a haber otro en nuestra clase. Me acuerdo de ella por que una vez me ayudó a alcanzar un libro de la biblioteca al que no llegaba de puro bajito que era (y soy). Ella me lo cogió y se portó muy bien conmigo. Recuerdo que me dijo "Espero que te guste, Ôyamada-san". Era la primera vez que alguien me trataba con tanta educación y respeto. Se llamaba Takei Megumi (N/A: ¿A qué nadie adivina de dónde lo he sacado?).
Las clases transcurrieron con cierta normalidad. De vez en cuando, lanzaba alguna mirada a Asakura. Él estaba a veces distraído, a veces atento.
Al final, dieron la hora de comer y vi que Asakura se iba de clase, seguramente, a la azotea, con su bento en las manos.
Dudé sobre si debía ir a la cita o no. Opté por lo primero y apenas un minuto después de él, yo también fui hacia arriba. No encontré a nadie por las escaleras. Abrí la puerta chirriante de la azotea.
-Hola, Chisai-kun-me saludó él, sentado de piernas cruzadas sobre el suelo y con el bento abierto en el regazo.-. Me alegro de que hayas venido. Lo cierto es que tenía algunas dudas.
Me fijé en él. Sonreía con suavidad. Ya no tenía el pelo recogido en una coleta, sino suelto, formando un corto velo castaño claro tras su nuca. Además ahora iba de blanco y con los pantalones verdes del uniforme del colegio; no de negro y con holgados vaqueros caqui atados con un obi,como anoche.
En la mejilla de la que ayer rezumaba un poco de sangre, ahora había una venda adhesiva blanca. No parecía llevar el colgante que el tal Xenon le había dado. Tampoco veía la espada por ninguna parte.
Parecía que de momento no iba a matarme.
Me invitó a sentarme y acepté. Nos pusimos a comer en silencio.
Yo tenía sushi de salmón y una ensalada de arroz y algas. Hasta que no iba por la mitad no me di cuenta de que Asakura me miraba la comida con ojos de cervatillo hambriento. Su mirada me incomodó, pero vi la media bola de arroz que sostenía y nada en su bento me indicaba que hubiese habido otra.
Le pregunté:
-Si sabes que vas a pasar hambre, ¿por qué no te pones más?
Él, apenado, respondió:
-Es que la comida me la prepara mi hermana y como me tiene manía me pone lo justo y necesario para que no me muera.
-Pues díselo a tus padres o imponte a ella.
Él se puso pálido:
-Es-Es que tú no conoces a mi hermana, Chisai-kun. Ella da miedo.
Remató sus palabras con varios escalofríos.
No sé por qué pero le acerqué los restos de mi comida y dije:
-Yo como muy poco. Además no me gusta el salmón. Cómetelo tú.
-¡Gracias, Chisai-kun!
No me gustaba nada la rapidez con que me hablaba con tanta confianza. Decidí omitir el detalle de cómo demonios sabía mi nombre.
"Es un chaman", me dije, ". Un brazalete-negro. Igual a invocado algún fantasma o algo así para que me espíe y…" Y no quise seguir pensando. La idea de que un chico (¡ese chico, en concreto!) me acosase, me daba escalofríos. A ver, ser gay o lesbiana hoy en día es como preferir el verde al rojo. A nadie le importa. Si lo eres, guay; y si no, pues también.
Pero si te acosan, te acosan. Y eso no me gusta ni a mí ni a nadie. Y tampoco me gustaba nada Asakura.
Mientras mi espina dorsal se convertía en el Boulevard de los Escalofríos (de tantos que la recorrían), Asakura masticaba con gesto agrio el salmón que le había dado. Algo cortado, dijo:
-Esto no es salmón natural, ¿verdad?
-Claro que no-respondí-. Sólo los ricos riquísimos pueden permitirse alimentos naturales. El resto de los mortales tenemos que conformarnos con transgénicos de laboratorio.
-Aaaah…-masculló con desgana.
Continué hablando, aunque no tengo ni idea de porqué:
-Yo he comido alimentos naturales tres o cuatro veces en mi vida. En bodas y cosas así. Pero me da bastante asco comer algo arrancado de un animal o extraído de la tierra. No sé cómo se las apañaban antes, cuando eso era lo único que tenían.
Jamás en mi vida había hablado tanto de mí. Y todo era totalmente cierto.
Me fijé en Asakura. Parecía costarle comer mi salmón transgénico. Cuando tragó, dijo:
-A mí me pasa al revés. Casi nunca como transgénicos.
-Es imposible que puedas comer alimentos naturales siempre-le espeté-. Son demasiado caros.
"Y tú tienes unas pintas de no tener dónde caerte muerto, que tiran de espaldas", añadí para mis adentros, aunque no lo dije en voz alta.
-Tenemos nuestros truquillos.-comentó él, palpando su brazalete.
-Eso es trampa.-mascullé, esperando que no me hubiera oído.
Pasamos cinco minutos (¡sí, los cronometré!) en silencio. Asakura se terminó el salmón, aunque con reservas, me devolvió mi bento y después dijo:
-¿Después de clase tienes algo que hacer?
-Voy a una Academia durante tres horas y luego voy a casa a estudiar durante otras dos. Después ceno un poco y me voy a la cama.
Luego me quejaré de que se sabe mi vida al dedillo…Me lo habré merecido, por bocazas.
-Vente a dormir a mi casa mañana-propuso, volviendo a tomarse demasiadas confianzas-. Es sábado y no tendrás que ir tan justo de tiempo.
-Los sábados tengo Academia de dos a cinco, y luego voy a la biblioteca a repasar hasta las ocho. Después, en casa tengo que ayudar a mi abuelo con el invernadero y me dan las once. No tengo ni tiempo ni interés en quedar con nadie.
Dicho aquello, y como estaba harto de la atmósfera de la azotea (de la cuál, el principal culpable era Asakura), me levanté de un salto y me dirigí al aula. Las clases estaban apunto de empezar y quería leer un poco para quitarme el estrés que me producía aquel chico. Asakura Shiratori.
Mientras bajaba las escaleras oí un pitido, como el de un móvil. Yo no llevaba encima nada que pudiera emitir tal sonido, así que no podía ser algo mío. Pero miré a mí derecha, pues el pitido provenía de allí.
Solo había un chico de esos que más bien parecen armarios y que como les tosas te matan y desmenuzan. Miraba una pantalla holográfica que salía de ¿un colgante al cuello?
"Bah.", me dije, "Habrá recibido un mensaje al móvil; por eso la pantalla".
Iba a marcharme pero, de refilón, vi que en la pantalla aparecía una foto de Asakura junto con su nombre. Más abajo ponía:
Centro Comercial "Matsuri"
19:30 h
Con una sonrisa que no me gustó nada, aquel mastodonte dijo:
- Ya ha empezado, ¿eh? Prepárate insecto, ¡sólo uno se convertirá en Rey!
No estaba muy seguro de a que se refería con eso de "Rey" y supuse que eso que decía que había empezado sería la Shaman Fight de la que les había oído hablar a Asakura y Xenon la otra noche. Lo supuse porque yo ya había visto el brazalete negro de aquel chico.
Pero lo único de lo que estaba completamente seguro era que él iba a matar a Asakura.
Por un momento quise volver arriba a avisar a la futura víctima pero el gorila comenzó a moverse hacia la izquierda. Es decir, hacia mí.
Por suerte no me había visto así que pude escabullirme y largarme a mi clase, a sabiendas de que él no me seguiría.
Poco a poco fueron entrando más personas en el aula, entre ellos Asakura. Dimos las horas que faltaba de clases y todos nos fuimos a casa.
En ningún momento pude hablar con Asakura. Ni siquiera le encontré mientras salíamos todos del instituto.
Acabé resignándome y bajé las escaleras hasta el monorraíl subterráneo. Me dejaba más cerca de la Academia que el superior.
También me dejaba en la puerta del Matsuri…
¡En qué estaba pensando!¡Tenía Academia!¡Y la cita entre Asakura y aquel bruto era dentro de dos horas y media!¡Que narices iba a hacer yo en un centro comercial pasada la hora general de cierre a las siete en punto!
Con la intención de distraerme busqué mi libro virtual en la mochila. Cuando lo saqué, me llevé una horrible sorpresa. No tenía batería.
Y el único sitio donde yo sabía que podía comprar otra era…
El Centro Comercial Matsuri.
¿Por qué no me había ido ya? Mi libro virtual ya se había recargado. Había dado una vuelta por el Centro hasta que cerraron a las siete en punto y de eso hacía ya veinticinco minutos, que había gastado en un banco, con uno de esos bollos de crema de los puestos ambulantes.
Empezaba a hacer frío y ya se había ido el sol. Por suerte había traído la gabardina.
Faltaban cinco minutos escasos.
Yo esperaba en mi banco, con el tercer bollo de crema y echándome la bronca por haber perdido una tarde de estudio solo por alguien que, además, ni siquiera me caía bien.
Y además, ¿qué iba a decirle? ¿"Cuidado, que ese tío te va a matar"? Imagino que eso lo sabría ver él, ¿no? No. Es un tonto.
Ya no quedaba nadie más que yo en aquel lugar. Entonces oí unos pasos a mi izquierda. Miré y vi a Asakura, que volvía a vestir la ropa de ayer noche, de nuevo sin el brazalete. También llevaba la espada, la coleta y el colgante. Pero no había ni rastro de la tirita de esta mañana ni tampoco tenía ninguna cicatriz.
Él me vió y, asombrado, dijo:
-¿Chisai-kun?¿Qué haces aquí?
-Pues, verás…-comencé.
Pero no pude seguir. Una voz áspera y grave surgió de la nada, diciendo:
-Mira, Argon. Se ha traído a su novio para que lo anime. ¿No es bonito?
Obviamente, era el otro oponente burlándose. Le vimos en la dirección contraria. Estaba acompañado por un hombre adulto que llevaba una capa muy parecido a la de Xenon, pero este no se le parecía en nada.
Sus rasgos eran armoniosos y delicados y tenía unos ojos azules muy brillantes. Llevaba el pelo castaño recogido en una trenza que colocaba por delante de uno de sus hombros. Algunos mechones le caían sobre la cara, adornada con una suave sonrisa. En la frente llevaba una cinta con motivos semejantes a los de la capa y con ella sujetaba una pluma que llevaba detrás de la cabeza. La placa de su pecho; al contrario que la de Xenon, que parecía un lagarto, simulaba una araña.
Seguramente era el Argon que el bruto había mencionado.
Espera un momento, ¡¿acababa de llamarme novio de Asakura?!
Mientras a mí me llevaban los demonios, Asakura dio un paso al frente y dijo:
-Por mí, podemos empezar.
El hombre, Argon, ensanchó aún más su sonrisa, complacido.
-Ya conocéis las normas. Se pierde al perder el Oversoul.
Ambos contendientes se prepararon. Asakura sacó su espada de la vaina y la sostuvo, rígido, ante sí. El otro sacó un enorme puño americano del bolsillo.
Argon proclamó con serenidad:
-Asakura Shiratori y Kubo Tassho, este es el primer combate de la Shaman Fight de 2 500, y empieza… ¡ya!
Asakura musitó algo que yo no pude oír y al segundo la neblina celeste que yo ya había visto rodeaba de nuevo la espada.
El otro tío, Kubo, gritó: "¡Oversoul!", y alrededor de su puño se acumuló otra neblina. Pero esta era de un sucio color gris.
Justo después se abalanzó hacia el frente y Asakura se puso en guardia. Yo temía lo que Kubo fuese a hacerle.
Pero, para mi sorpresa, Kubo giró y en vez de Asakura fue a por ¡¿mí?!
Oí que Asakura gritaba mi nombre, esperando que eso me hiciese reaccionar. Pero yo tenía demasiado miedo y estaba paralizado.
Con violencia y haciéndome mucho daño, Kubo me agarró por el cuello de la gabardina y me elevó sobre su cabeza, lo que significaba que la punta de mis pies ahora estaba a la altura a la que solían estar mis orejas. Sólo me costaba un poco respirar, pero tenía tanto miedo que no me atrevía a dar una sola bocanada.
Kubo, entretanto, se burlaba:
-¡Ven aquí, Asakura!¿No querrás que le pase algo a tu churri, verdad?¡Ja,ja,ja,j…
No siguió. Su risotada se paró en seco y justo después me sentí caer con estrépito, haciéndome aún más daño la bajada que la subida. Debido al pánico había mantenido los ojos cerrados, pero cuando los abrí, lo vi.
La mano de Kubo seguía agarrando mi gabardina y el puño americano, ahora sin la niebla gris, aún estaba engarzado en ella.
Pero la mano no estaba unida a su dueño y por su recién estrenado extremo nuevo brotaba sangre que caía en mi gabardina. Sentí náuseas y unos crecientes deseos de vomitar. Los tres bollos de crema que me había comido no ayudaban mucho, que digamos.
Un alarido de dolor me hizo alzar la vista.
Kubo apretaba la muñeca contra el estómago, posiblemente tratando de detener la hemorragia, y maldecía a gritos:
-¡Cabrón! ¡¿Qué me has hecho, hijo de puta?!
Junto a él, Asakura portaba su espada envuelta en la neblina azul y manchada con la sangre Kubo. Se volvió para mirarme, pero yo no vi nada en sus ojos o su expresión, como si no acabase de cortarle la mano a un tío.
Me zafé de la mano cercenada de Kubo, la tiré un poco más allá y volví a mirar a Asakura. Quise decirle algo pero no conseguí que saliese un solo sonido de mi boca y de todas formas, Argon rompió el silencio proclamando:
-Kubo Tassho ya no se encuentra en estado de Oversoul. El vencedor es Asakura Shiratori.
Al perdedor no le debió sentar bien eso, porque vociferó:
-¡Joder, Argon! ¿Pero qué haces?
-Tranquilízate, Tassho-kun-le respondió él, sin perder la ún las normas aún tienes derecho a otros dos combates. Con respecto a tu pregunta, es mi trabajo. Soy tu tutor en la Shaman Fight, pero ante todo soy un juez de la misma y Asakura te ha vencido. Y no te preocupes por tu mano, ahora mismo me encargo de ella.
Dejé de prestar atención a esos dos y (otra vez) busqué a Asakura con la mirada. Cuando le encontré estaba como a cinco metros.
Me levanté y corrí hacia él gritando:
-¡Espera! ¡Asakura!
Por suerte, él se paró y se volvió para mirarme, esta vez algo asombrado. Cuando llegué hasta él le miré a los ojos y con cierta dificultad le dije:
-Muchas gracias.
Tras unos segundos en silencio, me preguntó, abrumado:
- ¿No me rechazas?
Negué con la cabeza.
-Me has salvado. Creí que Kubo me mataría.
-Sí, lo cierto es que es lo que pretendía él.
-¿Para provocarte?- pregunté
Él dudó unos instantes y luego, con una amarga sonrisa, dijo:
-Sí, por mi culpa podrías estar muerto. Lo siento mucho, Ôyamada-san. Si no quieres no tienes porque hablarme nunca más, lo comprenderé y no te guardaré rencor.
Me quedé petrificado. Me había llamado "Ôyamada-san" y no "Chisai-kun". No me gustaba. Quería seguir siendo "Chisai-kun". Por lo menos para él. Y además solo había una persona que me hubiese llamado "Ôyamada-san" y no quería que nadie más lo hiciera. Sólo ella.
Asakura se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
Oí un murmullo a mi espaldo que decía "No lo haré". Me giré y vi a Kubo repitiendo esas palabras como un mantra. Argon ya se había ido y Kubo volvía atener la mano intacta con su puño americano, alrededor del cuál volvía a aparecerse la niebla gris.
-No lo haré. No lo haré. ¡No lo haré! ¡¡NO DECEPCIONARÉ A HAO-SAMA!!-gritó al final, echando a correr hacia nosotros como un rinoceronte en estampida.
A mí se me volvió a congelar el cuerpo pero, con asombrosa rapidez, Asakura se plantó frente a mí enarbolando su espada y con urgencia me dijo:
-¡Quédate detrás de mí!
Obedecí y además cerré los ojos con fuerza .Cuando oí una especie de aullido que, por la voz, supuse que sería de Kubo, los abrí.
El cadáver de Kubo estaba en el suelo con un profundo corte en diagonal que casi lo parte en dos, desparramando una ingesta cantidad de sangre.
Asakura estaba justo a su lado, limpiando la sangre de la hoja en la ropa de Kubo. Sin mirarme, me dijo:
-Mejor vete a casa. Estarás a salvo si no seguimos hablando.
Había tal frialdad en sus palabras que me costaba creer que se tratase de la misma persona que había mirado mi bento con cara golosa hace horas.
No me fui. De repente, ya no me quería separar de Asakura.
-¿A quién iba a matar ahora?-pregunté
-Probablemente a los dos.
El tono de su voz no cambió
-Entonces ninguno está a salvo. Quizás…-me detuve, e incómodo, tragué saliva-¡Quizás tendríamos que protegernos mutuamente!
Tierra llamando al auténtico Chisai. ¡¿Qué coño te pasa!?
Pero la parida que solté debió funcionar, porqué Asakura me miró detenidamente y volví a ver calidez en sus ojos.
-Sí-me dijo con su voz musical-, quizás.
-Menuda recuperación. Hace un rato me mandabas a tomar por viento fresco.
Él, incómodo se rascó la nuca, despeinándose la coleta.
-Je, je. Ya, bueno, es que… no quiero que vengan otros como Kubo y te maten, así por las buenas.
Ya la tenía donde quería.
-¿O sea que hay más como Kubo? ¿Chamanes que odian a los humanos y quieren matarlos?
Él se dio cuento de que había hablado de más y todo su cuerpo se puso tenso. Yo seguí preguntando.
-Kubo dijo que no decepcionaría a alguien o algo así. ¿Sabes tú algo?
Esperé a que Asakura reaccionase. Tardó unos dos minutos en decidirse a responderme. Pude ver claramente en sus ojos de cristal negro como luchaba consigo mismo. Al final, toda la tensión de su cuerpo desapareció y dijo con su tono habitual, pero con un deje dolido:
-Sé demasiado, pero…
-Pero es un tema muy delicado.-completé yo.
Asakura asintió dándome la razón. Me senté junto a él y dije:
-Pues cuéntamelo cuando tengamos algo más de confianza.
Él me miro sin entender ¿Cómo podía ser tan sumamente corto?
Solté un bufido y con la poquísima paciencia que tenía, dije:
-El domingo no tengo Academia ni nada por la noche. Ese día podemos quedar.
Sííííí… Ahora es cuando suena una musiquilla emotiva demostrando que yo también tengo sentimientos. Ya se lo explicaría a mi abuelo (que se burlaría de mí diciéndome si me dolía la tripa o algo por el estilo. Fijo).
Asakura me miró con ternura.
-Chisai-kun…Oye, ¿hoy no tenías Academia?
¡Sí, joder, sí! ¡Hoy tenía que estudiar como un mulo y por tu puñetera culpa no he dáo ni chapa!
-No, te mentí porque no quería juntarme contigo, pero ahora ya no pasa nada.
Para, Chisai. Ponte a pensar, maldita sea. No hay ni Dios en las calles, es noche cerrada, estás tú solo con un tío que es más simple que el mecanismo de un chupete y un cadáver aún caliente desangrándose en el suelo. ¿Qué coño haces?¡Y lo peor es que te has saltado toda una tarde de Academia así por las buenas!¡¿Estás tonto o qué?!
Hice caso omiso a la voz de mi razón (que desgraciadamente llevaba más razón que un santo) y le dije a Asakura que ya había guardado su espada:
-Por cierto, ¿cómo debo llamarte: "Asakura-kun" o "Shiratori-san"?
Él se señaló y dijo sonriente:
-Shiratori-kun
¡Y un cuerno!
-¡Muérete!-le espeté dándome la vuelta.
-¡Espera, Chisai-kun!-lloriqueó
-¡Que te largues!
Creo que ese era el comienzo de una cansina "amistad".
