En los brazos del Príncipe

Advertencias: Los personajes de Vampire Knight pertenecen a Matsuri Hino, los demás son inventados por mi. Esta historia es cien por cien Kaname y Yuuki.

Clasificación: Fiction Rated M (por si acaso).

Resumen:

Después de la trágica muerte de Emma Cross, Kaien Cross decide enviar a su hija, Yuuki Cross, a la ciudad de Londres a vivir con sus tíos, los cuales tienen dos hijos; Zero e Ichiru Kiryu. Sus tíos deciden comprometerla con Su Alteza Real, Rido Kuran, para afianzar los lazos con la realeza, pero Zero, para salvar a Yuuki de una vida de desdicha, le pide al sobrino del Rey, Kaname Kuran, que acepte a su prima como futura esposa.

Kaname es el único Kuran que queda a parte de su tío, por lo tanto es el próximo heredero a la corona. Él ya tiene dos propuestas de compromiso con dos de las mejores candidatas de la corte, Sara Shirabuki y Ruka Souen. Pero cuando conozca a la joven y radiante Lady Yuuki quedará prendado por su belleza y sus hermosas sonrisas. Aceptando la petición de su amigo, tendrá que conquistar a la bella Dama y evitar que su tío le ponga las garras encima.


Capítulo 1. Londres.

Yuuki revisó por quinta vez su vestido, alisándose la falda con las manos y mirando hacia la ventana del carruaje. Se había despedido de su emotivo padre con un abrazo antes de subirse al carruaje y emprender un largo camino hasta Londres. Suspiró con pesadez, definitivamente aquello iba a ser la aventura de su vida. No había pasado ni siquiera una semana des de que su madre había muerto, y su padre había decidido enviarla con sus tíos, los cuales desconocía que tenía. Sí, Emma le había contado sobre su tía Celia, y sobre lo feliz que estaba de casarse con un adinerado conde de la ciudad, el cual era muy cercano a Su Alteza Real. Pero nadie le dijo que tenía dos hijos de su misma edad ni que viviera en una de las mejores ciudades de Inglaterra.

Ahora, con todo un equipaje, se dirigía hacia Londres, más concretamente a la Mansión Kiryu. Donde sus tíos le esperaban, después de haber recibido una carta de su padre, donde les pedía amablemente que se hicieran cargo de su hija y la prepararan para su debut en sociedad. Para que después ella se comprometiera con un noble adinerado, se casara, tuviera hijos y cumpliera el deseo de su madre de ser feliz y tener una familia. Todo eso lo hacía por ella, para que su madre fuese feliz, por eso había aceptado la decisión de su padre sin rechistar.

Pero los nervios no dejaban de avasallarla. Ella había vivido toda su vida en las tierras de Iversley con sus padres, montando a caballo libremente y comportándose como no lo haría ninguna chica de su edad. Claro que tenía conocimientos de etiqueta, pero su forma de ser no se asemejaba para nada a cómo eran las jóvenes londinenses. Se recostó con cansancio en mullido sillón del carruaje, segura de que, si sus pensamientos seguían por el mismo camino, la cabeza acabaría por explotarle.

OOO

Un pequeño movimiento del carruaje la despertó de su sueño, indicándole que el cochero había parado a los caballos. Pestañeó varias veces y enfocó la vista, deseando que todo aquello hubiese sido un sueño, que su madre aun siguiera viva y ella se encontrara por sus tierras cabalgando a Lisie, la hermosa yegua que su madre cabalgó cuando era joven.

Pero no, estaba en un carruaje, con todo el equipaje necesario para vivir en Londres, con sus tíos, con aquellos primos los cuales desconocía, y en una ciudad desconocida para ella que muy seguramente la juzgaría.

El cochero abrió la puerta y ella, con su ayuda, bajó del carruaje. Apretó las manos cerrándolas en puños bajo los guantes de encaje, pasando su mirada por todo el lugar. La mansión era preciosa, decorada con unas columnas blancas, muy seguramente recién reformada y elegantemente decorada. Un camino de piedra que iba directo hacia la puerta principal empezando des de la verja abierta y unos rosales a ambos lados que los sirvientes debían regar todas las mañanas adornaban el camino hasta el lugar.

Dio unos pequeños pasos hasta travesar la verja y se despidió cordialmente del cochero, los sirvientes no tardaron en aparecer llevando su equipaje hasta el interior de la mansión. Divisó cuatro figuras a lo lejos, y agachó la cabeza con timidez.

Una mujer adulta, con los cabellos marrones pulcramente recogidos en un moño y un vestido verde que combinaba a la perfección con sus ojos esmeralda, no tardó en acercársele obviando las normas de etiqueta y plantándole un beso en la mejilla seguidos de un abrazo. Esta no puede ser mi tía.

-Oh Yuuki, no sabes cuánto lamento la perdida de tu madre, Emma siempre fue como un modelo a seguir para mi, ojala aun siguiera aquí.

Intentó descifrar lo que aquellas palabras ocultaban, pero solo podía captar pena y lastima, y aquel rastro de lágrimas en los ojos verdes enrojecidos solo confirmaban cuan pesar sentía su tía.

-¡Hmp!- El gesto de un hombre mayor las hizo desviar su mirada hasta este, el cual mantenía una pose estoica al lado de su mujer.

-¡Oh! Que desconsiderada, ni siquiera me he presentado, soy Celia, seguro que tu madre te habló de mí, fui hace unos años a visitarte a Iversley cuando aun eras un bebé. Este es Dallas Kiryu, mi marido.

-Encantado de conocerla Señorita Cross.

El Señor Kiryu se le acercó y besó el dorso de su mano. Al estar tan cerca pudo fijarse perfectamente en sus rasgos, sus cabellos eran de un extraño matiz de color blanco y sus ojos eran una mezcla entre el violeta y el morado. Portaba un elegante traje negro y azul que resaltaba más sus ojos, aun así de tener una apariencia mayor, se notaba que era apuesto, una de las razones por las que su tía muy seguramente se enamoró de él.

-Y estos son mis hijos- La mujer volvió a hablar señalando a dos jóvenes muy parecidos físicamente. –Ellos son Zero, mi hijo mayor, e Ichiru, el menor.

Yuuki parpadeó varias veces, sorprendida. Uno era la copia exacta del otro, era imposible diferenciarlos, tenían el mismo cabello y ojos que su padre, y el rostro fino como su madre, pero aun así eran iguales o más apuestos que el Señor Kiryu.

Una pequeña risita inundó el lugar, causada por su tía la cual contempló con gracia la sorpresa pintada en el rostro de su sobrina.

-Se que son iguales, son gemelos, idénticos físicamente- Contestó con una de sus radiantes sonrisas.

El mayor gemelo sonrió con gracia y se acercó a besarle el dorso de la mano, tal como dictaba la etiqueta. Lo mismo hizo el gemelo menor, el cual tenía una sonrisa más abierta y cálida que la reservada de su hermano. Ahora que se fijaba, el menor tenía el cabello un poco más largo que su hermano.

-Es un placer conocerte al fin prima- Contestó el menor Kiryu después de presentarse.

-El placer es mío- Contestó con una tímida sonrisa.

-Debes de estar agotada por todo el viaje, mi hijo Zero, se encargará de llevarte a tu habitación- El Señor Kiryu se dirigió a ella muy educadamente haciendo una seña a su hijo para que la guiara.

Dio una rápida mirada a su tía la cual la miraba con una sonrisa, antes de encaminarse a la que sería su habitación permanente.