HOLAAAAAAAAA! He vuelto con estos personajes... No he podido evitarlo. Queda poquito para acabar mi otro fic...Surprise: s/11374049/1/Surprise Y he decidido empezar esta segunda parte de 1+1=5 Que obviamente teneis que haber leido para empezar esta historia y comprenderla:
s/10897730/1/1-mas-1-son-5
Tan sólo espero que os guste tanto como a mi escribirla y si os gusta tanto que sea muy leida y comentada...Más que la anterior? Veremos.
Graciassss como siempre. Y POR SUPUESTO MIL GRACIAS A Juno y Berta por su apoyo constante y a KtlinaRicarda por la pedazo de Portada que me ha hecho ;-)
S.
Llegaba tarde. Llegaba muy tarde. Y ya tenía más de una advertencia por lo que no podía permitirse el lujo de llegar tarde.
Se detuvo un segundo mientras la leve llovizna de ese mes de Noviembre golpeaba en su cara y le hacía mascullar mientras intentaba respirar a la vez y no vomitar.
En ese momento echaba de menos su BMX.
En ese momento la echaba tanto de menos que le pegaría un puñetazo al malnacido que se la robó.
¿Quién iba a pensar que alguien robaría su bicicleta en el Upper West Side? El maldito Upper West Side, donde se encontraba el maldito Lincoln Center con la puñetera Julliard School. Malditos todos.
No podía dejar de maldecir a la par que su cuerpo temblaba ya no por el frio… Si no por el cansancio.
Maldito Subway colapsado. Si el maldito metro funcionara como era debido… Hubiera llegado a tiempo, ya que tenía una parada de metro frente a la escuela… O tal vez si el maldito despertador hubiera sonado…
Suspiró.
Por más que corriera sus piernas no daban más de si… No podía con su alma. Tenía una resaca importante y además tenía que cargar con un cello a sus espaldas, que pesaba bastante.
Las gotas cada vez más insistentes golpearon en su cabeza recién rasurada dejando una sombra de cabello castaño claro, casi rubio, húmedo.
Se pasó una mano por su cabello echando en falta sus mechones rizados y desaliñados y siguió corriendo evitando chocar con todos los transeúntes que a pesar del tiempo, habían decidido salir esa mañana.
No era para menos, la ciudad de Nueva York siempre estaba en movimiento… Daba igual si llovía, nevaba o caía un meteorito.
Siempre iba a haber movimiento.
Siempre iba a haber tráfico.
Y por supuesto, siempre se encontraría con alguien que le increpara que fuera corriendo como en ese momento cuando escuchó el eco de un vagabundo quejarse por casi patear el cubo metálico de sus ganancias.
-¡Lo siento!-gritó el muchacho casi al viento.-
En su cabeza se repetía la misma cantinela una y otra vez "Llego tarde. Llego tarde. Teller me va a matar… O lo que es peor… Mamá me va a matar...Si me expulsan me matará".
Giró la esquina y cruzó la plaza Richard Tucker frente a su escuela y cruzó la carretera casi sin mirar hasta llegar a su destino.
Casi chocando con otros chicos que en su descanso, hablaban tranquilamente en la entrada, evitando mojarse, cruzó la puerta sintiendo que estaba más cerca de su objetivo, esquivándoles y corriendo a la misma velocidad que llevaba las últimas cuatro manzanas. Giró el pasillo y llegó hasta la puerta de la sala de ensayos.
Miró el reloj.
Tocó la puerta y entró disculpándose.
-Es todo un honor, señor Castle, que haya decidido honrarnos con su presencia.-comentó su director de orquesta, el señor Teller.
-Lo siento…-murmuró sentándose en la silla que le tocaba, con sus compañeros de cuerda mientras hacia el ruido suficiente para alterar la armonía de la sala mientras sacaba su instrumento y colocaba todo lo necesario para empezar con el ensayo.
Las partituras resbalaron de su mano cayendo al suelo todas desordenadas ante la estupefacta mirada del hombre.
Johnathan Teller, más conocido como "el maestro de acero" por su duro carácter, carraspeó y le miró desafiante.
Su profesora en su primer año en la Julliard, Helene, había hablado con Teller para que le aceptara en ese ensayo y poder demostrar su talento. Nada tenía que ver con que hubieran tenido sexo.
El mejor sexo de su vida, a decir verdad.
Y el motivo de su ruptura con Rachel, quien a pesar de que se veían poco, seguían siendo novios hasta que se enteró de lo sucedido con su profesora.
-Parece ser… Señor Thomas Castle-dijo el director-Que aun no sabe donde se encuentra… Si está aquí… Demuestre lo que sabe… Demuestre que es digno de una prestigiosa escuela como la nuestra… Demuestre que tendrá un futuro siendo parte de la familia que es el Lincoln Center. O por el contrario… Si va a volver a llegar tarde, levántese y márchese antes de que haga que se trague su puto cello.
Tommy tragó saliva. A veces Teller podía ser realmente duro e hiriente…
Negó.
Sintió como su mundo se complicaba una vez más…. Una de tantas. Los últimos meses no estaban siendo nada fácil para los Castle, o para él en particular, pero no iba a permitir rendirse. Siempre había tenido pasión por la música… La misma que sentía por el futbol… La diferencia estaba que podía dedicarse a la música y no al balón y pensaba en cumplir su reto. Dedicarse a ello… Hiciera lo que hiciera falta.
Él iba a demostrar que todos esos años aprendiendo varios instrumentos, todo el sacrificio era mucho más que el simple nombre que tenía o quien era su padre o el hecho de que hubiera pasado toda su infancia en una escuela bastante elitista…
Él era mucho más.
Él tenía estilo propio y pensaba demostrárselo a todos.
Alzó su arco y se concentró en tocar como él sabía y así librarse de la expulsión con la que amenazaban últimamente debido a sus ausencias en ensayos o clases.
Pero todo tenía una explicación…
Terminó de sacar la ropa de la secadora y dejarla amontonada cuando el reloj marcaba la media noche. Estaba realmente agotada y aunque su horario laboral había terminado hacia horas y ser Capitana no era tan duro como salir a la calle… Sentía que necesitaba como todo un día para dormir y recuperarse.
Ya tenía más de cuarenta… Cuarenta y dos para ser exactos… Y los años empezaban a pesarle.
Suspiró y se recogió su cabello castaño más claro que de costumbre y liso en un moño informal. Apagó la luz al salir de la habitación contigua a la cocina y se arrastró por el salón.
Todo recogido.
Todo en silencio.
Se apoyó en el umbral de la entrada al salón y a las escaleras que daba al piso superior y miró todo con nostalgia. Recordó cómo años atrás, cada noche el salón estaba desordenado con las cosas de sus hijos y en el piso superior a esas horas en ocasiones aun podían escucharse ruidos. Ahora ni tan siquiera quedaban juguetes de Frankie, la pequeña de la familia.
O lo que era peor… Ahora ni tan siquiera quedaban sus hijos mayores y de ahí ese casi perturbador silencio.
Subió las escaleras arrastrando sus zapatillas de conejitos, regalo de su hija pequeña para su cumpleaños y pasó por delante de su habitación, encontrando la luz de la mesita encendida y ella completamente dormida.
Se acercó para arroparla y acarició su frente, haciendo que se removiera.
-Cielo, ¿Te has puesto el tratamiento?
Frankie asintió y se levantó la manga del pijama para mostrarle a su madre la marca de la inyección de insulina para su problema de Diabetes 1 que se había administrado un rato atrás.
-Eres una campeona-dijo Kate besando su frente y arropándola- Duerme bien, cariño.
Frankie farfulló algunas palabras medio dormida y se acomodó dándole la espalda a su madre y haciéndole sonreír.
Kate apagó la luz de la habitación de su hija y cerró la puerta al salir.
Minutos más tarde entró en la habitación y se encontró a Rick en la cama, con una camiseta blanca y las gafas de leer inmerso en la lectura de su tablet.
Suspiró y se encerró en el baño sin decirle nada.
Minutos más tarde, ya con su pijama puesto; tras desmaquillarse, lavarse la cara, ponerse crema y cepillarse los dientes; salió del baño provocando que Castle levantara la vista de la tablet.
-No te había oído.
-Lo sé-murmuró Kate destapando su lado de la cama y metiéndose bajo la colcha-.
Ambos se quedaron en silencio. Kate mirando unos mensajes en su móvil. Rick con su lectura.
-Frankie ya no tiene ningún problema en ponerse la insulina ella sola…-comentó como si nada- Hace dos días la diagnosticaban como aquel que dice…-hizo una pausa- Y ahora… Dios, se ha hecho mayor tan rápido-comentó, con algo de angustia camuflada en sus comentarios como si nada.
Kate alzó la vista de su móvil.
-¿Rick?
-¿mmm?
-¿Me estas escuchando?
-Si…
-Ya-se quejó Kate. Dejó su móvil en la mesita y se recostó tapándose mejor. Ella le estaba exponiendo su nostalgia y él simplemente ni levantaba la vista del aparato. ¿Cuándo habían dejado de prestarse atención? Si era cierto que el que la casa estuviera tan vacía… Con Sophia estudiando fuera… Alexis viviendo su vida… y Tommy sin casi aparecer a pesar de vivir en la misma ciudad les había afectado. Pero de ahí a esa monotonía… Esa rutina… Esa falta de entendimiento y sobre todo… Esa falta de sexo.
Miró de reojo a su marido.
¿Cuánto hacía que no se acostaban?
Se mordió el labio y miró el techo.
Ni siquiera recordaba la última vez.
Probablemente… San Valentín o San Patricio… Hizo cálculos… ¿8 o 9 jodidos meses?
-He hablado por Skype con Sophia está mañana.
-Aha…
Kate acomodó mejor su almohada bastante molesta ante la indiferencia de Castle.
-Dice que no cree posible que pueda venir para acción de gracias.
-Bueno no pasa nada…
-¿No pasa nada? ¿En serio? El año pasado casi pones el grito en el cielo por que Martin… ¡Martin! –Exclamó- El novio de tu hija no iba a venir… Y que tal vez por eso Alexis no estuviera… ¿Y ahora no pasa nada?
Rick frunció el ceño.
-De verdad… No entiendo como hemos llegado a este punto…
-Kate…
-No Castle. –Bufó- No.
-Becks…
-No-dijo seria. Apagó la luz de su mesita, dejando encendida solo la de él y ahuecó mejor su almohada. Se giró para darle la espalda y ni siquiera verle la cara a su marido y así no discutir más de lo necesario.
Rick suspiró bastante molesto también. Dejó la tablet en la mesita tras apagarla e hizo lo mismo con la lamparita.
Se quedó mirando el techo, incapaz de conciliar el sueño.
-Oye…
-Creo que deberíamos replantearnos que queremos hacer-susurró Beckett interrumpiéndole-Tal vez… Deberíamos darnos un tiempo.
Hasta aquí hemos llegado... ¿He empezado bien? ¿Me dejais vuestra opinión? ¡Gracias!
