Este fic participa en el Reto Drabble "Nueva vida en Storybrooke" del foro Once Upon a Time.

Estuve pensando sobre quién escribir y me di cuenta que me apetecía algo sobre Mary Margaret. Espero que está historia pueda entenderse con su perspectiva.

Disclaimer: Mary Margaret y el universo OUAT no me pertenecen sino que a sus creadores y a los productores de la serie.

Saludos.

Palabras: 492

Tantas y tantas veces

Tic, tac, tic, tac. El sonido del reloj era lo único que estaba presente en el absurdo día lunes, eran las 9 de la mañana y Mary Margaret suspiraba mientras sus alumnos esperaban el comienzo de clases. Todos estaban en silencio, sentados en su sitio como cada mañana. Desde hacía cuanto tiempo era algo que le resultaba imposible determinar. Su interior estaba vacío de recuerdos, como si supiera por inercia que debía tener un pasado porque eso es lo que todas las personas tienen. La existencia de un hombre se basa en un pasado que se vuelve mayor a medida que crece, modificando su experiencia y, por ende, su personalidad. Eso era lo que los libros de psicopedagogía decían. O eso sabía ella que los libros decían porque no recordaba haber leído uno jamás.

Era una maestra pero no podía recordar ni siquiera cuando había estudiado para serlo, en qué sitio, o si había tenido compañeros de estudio. Su mundo comenzaba en Storybrooke por mucho que algunos días se sentaba a tratar de rebuscar memorias con Ruby, la mesera y nieta de Grannie's, alguien que le caía bien pero tampoco que se acordaba porqué.

-Buenos días niños – dijo a su reducida clase de pueblo pequeño del interior – abran su libro en la página 28.

Todos los chiquillos sacaron su libro de historia que era la materia de la primera hora. Una ilustración el Monte Rushmore, una imagen familiar pero al mismo tiempo desconocida, extraña. Mary Margaret entiende lo que representa aunque considere que no representa nada para ella. Pero lo único que la identifica en este pueblo vacío de demasiadas cosas es ser maestra, así que enseña con fervor la importancia de ese emblema nacional, emblema de una nación que ella nunca salió a ver. ¿Existirá esa nación? ¿Existirá algo más además de este marginado pueblo del que nunca salió? Ni tiene excusas para salir. Sacudió su mente de tantos disparates. "Hoy si que me he levantado algo melancólica", pensó. Al fin y al cabo, Storybrooke era su vida, su presente y pretérito árido, y un potencial futuro. Con una alcaldesa malhumorada que parecía odiarla especialmente, un hombre en coma al que le leía los días martes, un electricista amargado y una abuela que se dedicaba a hacer café y hamburguesas. Y por supuesto, sus pequeños.

-Bien niños comencemos con el presidente Jefferson, alguien puede decirme cuál es su fecha y lugar de nacimiento – varios niños levantaron la mano y ella les sonrió – todos juntos…

-Shadwell, Virginia, el 13 de abril de 1743 – los niños a mayor y menor destiempo pronunciaron la respuesta.

-¿Y Washington? - lo insólito fue que al escuchar sus palabras sintió un dejavu, un fenómeno que la literatura explicaba como una sensación de "ya he estado aquí". Un eco antiguo. Ese sabor que paladeaba y le decía: "no he dado nunca está lección y la he dado tantas y tantas veces". Algo que le ocurría con demasiada frecuencia.