Disclaimer: todos los personajes pertenecen a JK Rowling. Yo solo los tomé prestados.

Este era mi primer fic y es un Hansy, pero no sé que me dio por revisarlo y corregirlo. Al final termino con una capitulo extra, que espero que les guste.


Capítulo 1

Venía de la sala común de slytherin. Las frías mazmorras llena de persona que definitivamente no deseaba ver en este momento, iniciando por mis amigos.

Acabábamos de hacer un trabajo en pareja sobre transformaciones, aunque en realidad no me importaba entregarla o no. Después de todo, Macgonagall seguía molesta conmigo por haber gritado que entregaran a su divino niño dorado a Voldemort y no se moderaba en demostrarlo con la mirada.

Algunos podrían creer que lo grité porque lo deseaba muerto, otros porque tenía miedo de todo lo que sucedía y sentía que sólo entregándole a Potter al señor oscuro todo acabaría. Otros simplemente pensarían que era más importante salvar mi vida y ya. Cierto. Eso era importante. Salvar mi vida era lo primordial, pero no acuestas de Potter, nunca le desearía la muerte de verdad, aunque mi vena venenosa pedía a gritos su sangre. Deseaba herirlo, deseaba que sufriera, que agonizara, pero en mis brazos, ardiendo por mí, vivo por mí. No muerto. Su muerte no la soportaría en realidad. Era más bien por algo personal.

Salí del castillo y deambulé por el patio. El día era gris, había enormes nubes color plomo en el cielo, pero estaba bien, combinaba con mi humor. No me sentía con ganas de hablar, de moverme o dormir. Estaba furiosa, angustiada y triste. Estaba sola en realidad. Astoria, mi compañera de trabajo y novia de Draco, sabía de mis cambios repentinos de humor y pensó que sería una grandiosa idea decirle a Draco que estuviera presente mientras hacíamos la tarea. Como si a mí me pudiera controlar el rubio aristocrático de Malfoy, era mi mejor amigo, pero pocas veces podía conmigo en realidad y ahora menos después de la guerra, sabiendo de antemano lo que sucedió y aunque me lo reprochó en un inicio, dejó de hacerlo cuando vio que realmente me afectó profundamente. Él sabía que me sentía más sola que nunca, porque él pudo haber perdido a su padre en Azkaban, su cuantiosa fortuna se redujo a la mitad y su madre no podía salir del país, pero al menos tenía una familia y Astoria no le importaba su pasado, lo conocía de sobra y aun así quería estar con él.

Pero yo, yo no tenía a nadie ni nada. Una madre desquicia, sufriendo de migraña día y noche, un padre asesino recibiendo el beso del dementor y una escasa fortuna, que apenas solventaría el resto de mis estudios. Y no tenía a nadie, no como Draco al menos, porque la única persona que quise en realidad decidió que mi pasado era demasiado turbio para él. Que él necesitaba un poco más de claridad, una poco de paz después de todo, tranquilidad en su vida, algo que los demás aceptaran y yo no cumplía nada de ello.

Sí. Yo no cumplía sus expectativas y ni él las mías, pero me quería y yo lo quería, ¿Qué importaban las expectativas? Seriamos felices aun en la tormenta.

Nunca fui una chica fantasiosa, yo no creía en los cuentos de hadas, ni de princesas y castillos, no sabía porque creí por un momento que podríamos estar juntos. Éramos muy diferente, si él era cálido, yo era fría, si él era tierno y dulce, yo era distante y soberbia, si él decía quererme, yo lo besaba, porque no tenía palabras, no era buena hablando, pero si demostrando. Pero no le bastó. Yo no era suficientemente buena, tierna, cálida o dulce. Era insuficiente.

Además, la manera en cómo nos conocimos no era la ideal. No fue un encuentro memorable, ni mucho menos amor a primera vista. Fue todo lo contrario. Nos detestábamos a la primera mirada, a la primera palabra. Éramos enemigos por naturaleza, estábamos en el lado opuesto de la historia. Él era un buen león y yo una serpiente muy venenosa, la más atrevida y cruel serpiente, pues ese era mi destino, era mi deber ser así, era lo que mis padres querían, lo que mis amigos deseaban. Malfoy y Parkinson, los líderes de la casa, los príncipes de las serpientes. ¿Nos sirvió de algo al final? No. Ni una puta mierda sirvió ser así. Seguía siendo respetada y temida, más lo segundo que lo primero, pero no me servía de nada. Fuera de las paredes del castillo y hasta en los mismos pasillos del colegio, yo no era más que una paria.

Y el cómo iniciamos un romance sin futuro, un amor sin motivos, podría decirse que fue una consecuencia de mis errores, actos o mis travesuras. Causa y efecto. Eso era. Caí en mi propio karma, en una gran ironía de la vida, y ni siquiera lo noté, yo simplemente estaba defendiendo a mi príncipe, a Draco, a mi amigo. Un encuentro más con el trio dorado, una pelea más, iniciando por insultos: qué si los padres de Draco eran unos asesinos, que al menos el rubio tenía padres respirando en este mundo; que éramos una escoria de la sociedad, qué si ellos eran traidores a la sangre; que éramos prospectos a mortífagos, que era una sangre sucia. Una varita levantada, ni recordaba quien fue el primero, y después de tres segundos, ya había seis varitas en el aire, tres en nuestra contra y tres contra ellos.

Al final, Snape y Macgonogall planeando nuestros castigos: Malfoy y Granger en el salón de pociones limpiando calderos; Zabini y Weasley ayudar a Hagrid; Potter y Parkinson a la sala de trofeos. Perfecto, simplemente perfecto, era uno de tres y tenía que quedarme con el premio dorado literalmente.

Unos insultos más, miradas molestas y luego un silencio incómodo y furioso. Tres fines de semanas consecutivos, y el segundo fin de semana, como si fuera cosa de una broma o más venganza por parte del destino: una estantería llena de trofeos sobre mí, porque como no era posible utilizar varita y mi estatura no me ayudaba, era obvio que no alcanzaría la parte más alta del sitio, y claro que eso se me tuvo que venir encima. Potter llamándome por mi nombre, no Parkinson, sino Pansy, sonidos metálicos, un golpe en la cabeza y un tendón de mi tobillo rasgados.

Sus brazos levantándome y llevándome casi cargada a la enfermería, mientras sentía correr por mi sien algo caliente y pegajoso. Un hechizo para curar mis heridas, una poción reconstructiva, reposo absoluto y un Señor Potter, sea tan amable de acompañar a su compañera a su sala común, es claro que no podrá caminar y sus amigos no están cerca, de la enfermera.

Más discusiones al caminar, mi tobillo prácticamente inmovilizado y los brazos de Potter alrededor de mi cintura. Su aroma a bosque mojado en mi nariz, arruinando mi olfato, y los suaves mechones negros tocando mi mano que rodeaba su hombro para poder sostenerme. Sus palabras masculladas sobre mi torpeza y mis labios contestando con insultos, agregando el hecho de que me tenía que tocar con el más enclenque del trio, porque estaba segura de que hasta Granger tenía más fuerzas y quizá pudiera llevarme cargada.

Aun podía sonreír por eso, pues se lo tomó como un reto y cinco segundos después ya estaba en sus brazos, siendo bajada casi corriendo las escaleras hacia las mazmorras. Más palabras de su boca diciendo que tenía que ser precisamente de Slytherin, un lugar que se encontraba bastante cerca del infierno y era demasiado largo el camino allá. Un golpe de mi mano en su pecho, alegando que yo no pesaba tanto y él era el débil, además, que las mazmorras eran mejor, pues con el aire de grandeza que había en la torre de los valientes, era claro que no podríamos respirar y nos volveríamos tan idiotas como ellos.

Después de eso, silencio absoluto, y sólo un bufido de su parte, molesto por el insulto, pero sin ganas de seguir discutiendo. Cuando llegamos a las mazmorras, después de interrogarlo como era que sabía llegar, pues ni siquiera me pidió explicaciones, él sólo se sonrojó y dijo que daba igual, que el chiste era que me había traído en brazos. Quise seguir indagando, hasta que escuché el gritó molesto de Draco y luego los brazos de Blaise tomándome, y ambos exigiéndole una explicación de porque había llegado de esa manera.

Y por primera vez en la historia y de mi vida, lo defendí, defendí el estúpido león, pidiéndole a mis amigos que lo dejaran en paz, que había tropezado en la sala de trofeos y Potter me había traído cargada desde la enfermería pues no podía caminar muy bien. Malfoy y Zabini guardando silencio, y un murmulló mío agradeciéndole al león, dándome cuenta de que era la primera vez que era amable con él y él lo había sido conmigo, pues pudo haberse negado a la petición de la enfermera o pudo haberme mandado sola a la enfermería después de caer, pero no lo hizo.

Y sí, como en todo cuento, después de un acto tan valeroso por el príncipe, la chica tenía que caer ante aquello, pues en la tercera noche de castigo, yo estaba nerviosa y no hubo discusiones, ni insultos, ni malas caras, sólo su curiosidad para saber si estaba bien y yo explicando que lo estaba, sonriéndole por primera vez en la vida. Y algo cambio allí, pues él devolvió la sonrisa y comentábamos sobre las copas, pues no había más que hablar y por una extraña razón no deseábamos estar en silencio.

Salir a platicar mientras nadie lo supiera se volvió una rutina de media noche, de vez en cuando en pasillos desiertos o bocadillos en las cocinas, cuando nadie nos veía además de los elfos. Mirándonos de reojo durante las clases y en el comedor, sonriéndonos a escondidas o mandándonos papelitos en la biblioteca, simplemente preguntando como nos iba. Primero amistad, una extraña y secreta amistad, pues ni sus amigos lo sabían, ni los míos. Hasta que pasó, el primer beso en un pasillo oscuro, cerca de las mazmorras, una declaración simple de que nos gustábamos, una relación aún más secreta y un amor lento y fracturado, pues era obvio que él no dejaría de ser quien era por mí y ni yo lo haría por él.

Hasta que él sintió que era suficiente, que no podía más con eso, que sus amigos no lo merecían, que su vida no lo merecía, que era momento de terminar, porque esto no era lo que se esperaba de él, que él no podía estar al lado de una hija de mortífagos, personas que mataron a sus padres y a padres de sus amigos, que querían matarlo a él.

Tengo que hacer lo correcto en mi vida, Pansy. Esas fueron sus palabras específicas. Yo lo escuché hablar, pues yo no era buena con las palabras, pero si con las acciones, lo escuché y asentí a todo lo que decía, hasta que terminó de hablar y yo sólo dije adiós y giré para irme de aquel salón en desuso. No había caso decirle que lo quería, que renunciaría a todo aquello que había dicho porque lo amaba, de todos modos, haciendo eso mi pasado no desaparecería y mi sangre no cambiaría, seguiría siendo la misma, seguiría siendo la hija de mortífagos.

Y un año después, él ya estaba en manos de la zanahoria menor, la más grande fan de Harry Potter en la historia, la chiquilla mala en poemas, pero si muy buena, lo suficiente para que el niño que vivió saliera con ella. Sí, ella era suficiente para él, pero no completamente al parecer, pues las miradas seguían y los encuentros casuales no dejaron de suceder, más frecuentes cuando Theo y yo dimos a conocer nuestra relación, impuestas por nuestros padres, aunque no me importaba en realidad, sabía que de todos modos algún día me casarían con alguien a quien no amaría y me alegraba que al menos fuera Theo, quien era uno de mis mejores amigos desde niños. Pero esos encuentros, después de la cuarta vez, cuando estaba en mi ronda de prefectos, supe que no eran porque sí, él sabía dónde y a que hora estaba por cierto pasillo.

Una pelea sin varitas a base de insultos, acusándonos de la poca relevancia que teníamos en la vida del otro. Qué si porqué me iba a casar con Nott, de porqué él estaba con Weasley. Y ambos acertando en una sola respuesta: porque era lo correcto, era lo que se esperaba de nosotros. Y cuando él trató de besarme, le juré que jamás se lo permitiría mientras siguiera con Weasley, además, de que yo ya estaba comprometida con alguien más.

Y luego, llegó la guerra al castillo. Estaba tan enojada porque no había vuelto al colegio, estaba nerviosa y preocupada por su vida, y también por la de Draco, estaba endemoniadamente celosa de que Weasley dijera que se casaría con él apenas salieran del colegio y salvaran el mundo mágico. Estaba furiosa por todo, así que cuando lo vi, mi rabia, mi orgullo, mi rencor, sólo pudieron gritar que lo entregaran, y él primero me miró con tristeza y dolor, y luego se puso furioso, al ver mi mano sostenida por Nott.

Ya no había salvación, lo supe, en ese momento maté la última oportunidad, si es que hubo alguna en algún momento, de salvar algo entre nosotros. Y eso era lo mejor, tuve que repetirme durante todo el resto de la noche, en aquella celda en la que nos metieron, hasta que Blaise apareció y me nos sacó de ahí, diciendo que todo había acabado, que Potter había ganado, que el bando de la luz estaba atrapando a los mortífagos y que nosotros nos podíamos ir a casa. Abracé a Blaise y luego tomé la mano de Theo, pues eso era lo correcto, podíamos ir a casa, donde sea que fuera eso, pues ni la mía ni la de él eran un hogar.

Pero era lo correcto, la guerra había acabado, yo me casaría con Theodore Nott y Harry Potter con Ginevra Weasley, su gran admiradora. Y eso era lo correcto.

Sonreí sin ganas. Sí, eso había sido lo correcto, hasta que Theo decidió que, con la muerta de su padre, siendo éste su único tutor, ya no tenía porque acatar sus órdenes y por lo tanto no estaba obligado a casarse conmigo, que me quería y mucho, pero que no sería bueno nuestro matrimonio, pues él sabía que yo no lo amaba y nunca podríamos vivir realmente felices. No tuve que decirle que no era cuestión de felicidad sino de hacer lo correcto, pues era obvio que tenía razón y no quería atarlo, no quería hacerle lo mismo que su padre le hizo.

Así que antes tenía al menos la perspectiva de una vida compartida con alguien, ahora estaba más sola que nunca. Blaise en Italia, y Theo y Draco saliendo con las hermanas Greengrass.

Levanté la mirada del pasto, el jardín estaba solitario, como casi siempre y más ahora que empezaban a caer las gotas heladas de lluvia. No había problema con eso, me encantaba la lluvia, era como limpiarme de todo. Seguí caminado, hasta que lo vi. Seguía siendo guapo, más ahora, al parecer el año que estuvo lejos del colegio le sirvió de mucho y más con su todavía puesto de capitán del equipo de Quiditch de su casa. Estaba más alto y su cabello igual estaba largo y desordenado como era su costumbre.

No pensaba tomar otro camino. No quería demostrarle que tenerlo cerca aun me provocaba algo. Ya no ahora que había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo tuve tan cerca. Él no merecía nada de esto, ni yo tampoco.

Podía sentir el aroma frío de tierra mojada y podía escuchar su respiración amortiguada por el sonido de las gotas lluvia y el fuerte viento que hacía temblar las ramas de los árboles. Sus ojos verdes me estremecieron, la piel blanca de su cuello y sus cabellos negros provocaron un picor en mis manos y en la punta de mis dedos por querer acariciarlos, como hace tanto tiempo.

Pasé a su lado, con la idea de ir a uno de los invernaderos a ver las rosas. Esa era mi idea, pero al pasar a un lado, me paralicé al sentir su mano rodeando mi muñeca. Bajé la mirada hasta su agarré y debía admitir que seguían viéndose bien juntas, su mano rodeando mi muñeca, su piel color crema combina perfectamente con mi piel blanca y el contacto me producía un cosquilleó por todo el cuerpo.

Levanté la mirada, mirándolo a los ojos, pero rápido salí de mi transe, no debería estarme tocando y ni yo debería disfrutarlo tanto.

—¿Sí? —pregunté, intentando mantener la voz firme, arrebatando mi mano de la suya.

Él tan solo me observó y con un rápido movimiento me aprisionó. El árbol y su cuerpo ahora eran mi cárcel. Mi respiración se aceleró y la lluvia me cayó en los ojos, no dejándome apreciar bien lo que hacía, pero sabía que miraba mi boca y entonces centré mi atención en la de él.

Y sin decir nada, se lanzó a devorar mis labios. No podía llamarlo de otra manera, ya que esto era todo menos besar, era un choque de labios, de dientes y lengua, saliva mezclándose entre ellas y el agua que caía a nuestras caras. No debería corresponderle, pero lo hice como muchas ganas, con las mismas ganas que él tenía al parecer. Rodeé su cuello con mis manos y lo jalé con más fuerza, instándole a que no dejara ningún espacio entre nosotros, y mis manos dejaron de picar cuando decidí acariciar su cabello y cuello.

De repente, sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, pero no importaba que él me hubiera mordido, seguimos besándonos hasta que la falta de aire se hizo necesario.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté al separarnos con voz entrecortada, pues él era fiel en su decisión de elegir a la chica correcta en su vida y esa no era yo.

Su mirada se posó sobre mis ojos y dejó caer su frente en la mía, mientras movía con suavidad sus manos en mi cintura.

—Porque lo deseaba desde hace tiempo —contestó con sinceridad, con esa voz ronca a causa de la falta de oxígeno.

Eso ya lo sabía, evité decirlo en voz alta y sonreí con suficiencia, apostando a que la Weasley no lo tenía así de intenso, así de pasional y directo. Pero no quería pensar en ella, ni en él con ella, por algunos segundos era solamente mío.

—Entonces no pares —susurré jalándolo hacia a mí por el cuello de la camisa.

Y así inició otra batalla y esta vez era yo quien llevaba la batuta, alejándome de él por un momento y luego volviendo a iniciar. Le mordí los labios con rabia, para que ella notara la huella de que no es suyo completamente, que una parte de él seguirá siendo de otra, mía en todo caso. Y a él parecía importarle poco, y solo nos separamos cuando el oxígeno se nos agotó.

Prometí nunca besarlo si es que estaba con otra, pero al menos me servía de venganza contra ella, por ser tan buena, por ser su fan, por ser lo que él deseaba, esa tranquilidad que quería en su vida.

—Por fin lo conseguiste. Ganaste —dije con voz apenas audible, ya que por la cercanía no era necesario alzar la voz.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó sin entender.

—En unas de nuestras conversaciones te dije que nunca conseguirías nada de mí mientras estuvieras con otra —respondí, acariciando su cuello y sonriendo— Pero sabes, yo también gané —él tan solo se me quedó viendo confundido— Sí, yo también gané, porque al igual que tú, yo deseaba esto desde hace tanto tiempo —confesé.

Volví a besarlo, pero esta vez de manera más calmada, pero sin pausa, y él abrazó mi cintura, hasta que su cuerpo estuvo pegado al mío. Al separarnos, lo observé nuevamente y encontré en sus ojos un sentimiento desconocido y eso me desconcertó, ya que las únicas miradas que me dedicaba últimamente eran de rencor, coraje, celos, posesión como si yo fuera de su propiedad.

—Prometo que este… —le volví a besar de manera desesperada hasta que nuestros pulmones suplicaron por oxígeno y al separarnos le susurré— Es el último.

Y con una fuerza de voluntad desconocida, logré empujarlo para separarlo de mí.

—Creo que es lo mejor —dijo metiendo sus manos en las bolsas de su chaqueta.

—SÍ, es lo correcto después de todo, tú mismo lo dijiste hace mucho tiempo —respondí con enojo.

Observé un momento más sus ojos antes de empezar a caminar, pero en su mirada todavía estaba ese sentimiento acompañado con las ganas de decir algo, pero sabía que no se atrevería, tal vez fuera por no abrir heridas que equivocadamente cree que se cerraron o simplemente fuera cobardía, aunque él no era así.

—Pansy —escuché llamarme cuando apenas había dado tres pasos. Tan sólo me detuve sin voltear a verlo e hice un movimiento de cabeza en señal de que estaba escuchando— Adiós.

—Adiós.

Empecé a caminar de nuevo, recriminándome por pensar que diría algo más.

—Pansy —volvió hablar— Te amo.

Detuve mi andar inmediatamente, ¿acaso había escuchado bien? ¿Él había dicho las palabras que siempre soñé escuchar? Esas que hubieran provocado que yo renunciara a todo, renunciar hasta mi propia vida para entregárselo a él, renunciar a mi libertad, a mi apellido, a todo, por él, sólo por él.

Me volteé y confirmé en su mirada que era verdad lo que acababa de decir, que realmente era sincero, y yo sentí que todo a mí alrededor había desaparecido. Éramos solamente nosotros dos, como antes, cuando las citas eran a media noche, cuando nos besábamos en los pasillos solitarios, cuando hablábamos por notitas en la biblioteca.

—Te amo —logré decir.

Pero después de decir esas palabras caí de nuevo en mi realidad, una realidad cruel, sin sabor y sin color. Él estaba con otra, con alguien que era lo correcto en su mundo, y era demasiado tarde para nosotros, tarde para curar heridas provocada por nosotros mismos, porque esa era la principal razón al estar separados: nos habíamos hecho demasiado daño mutuamente.

Nos observamos a los ojos, pero sin movernos, y en sus ojos logré ver las ganas de acercarse a mí, esas mismas ganas que tenía yo y que luchaba con todas mis fuerzas para no hacerlo, porque no era lo correcto. Porque un león y una serpiente no quedaban bien juntos. Porque éramos tan diferentes. Porque si yo no era buena con las palabras, él si lo era; porque si él era bueno para decir adiós, yo era muy buena en no volver.

Con una última mirada nos despedimos. Había una tristeza solemne en el aire, una promesa de buscarnos en algún otro momento, en alguna otra vida, cuando las heridas no fueran tan malas o graves. En otra vida donde sepamos luchar por nuestro amor, porque ahorita nuestro amor esta fracturado y no tiene solución. Porque, aunque yo sea la serpiente más atrevida de todas y él sea el león más valiente, aun no estamos dispuestos a ignorar lo que dirán de nosotros, menos él, pues a mi temen y puedo hacerlos callar, pero él no podría oponerse a los suyos.

Después de todo, hay cosas que se espera de nosotros, el estar juntos no es una de ellas.

Por ahora ambos continuaremos nuestra vida por diferentes caminos. Él ya escogió el suyo que es junto con esa pelirroja sin chiste y era lo suficientemente buena para él. Y yo, yo todavía tengo que aprender amar a otra persona, pero eso no quiere decir que algún día dejare de hacerlo, porque el amor de mi vida era y será Harry Potter.