Título: La vida perfecta
Autora: Clau Felton Black
Beta: Call me Nexus
Pareja: Harry/Hermione, Draco/Hermione, Harry/Hermione/Draco
Rating: R
Advertencias: Dub-con, abuso de poder, smut, tríos y relación poliamorosa.
Sumario: Hermione pensaba que cuando la guerra terminara su vida sería perfecta. No sabía cuan equivocada estaba. Ni que para lograrlo necesitaría junto a ella a dos hombres hasta ahora enemigos.
N/A: Esta historia fue escrita para el festival de Big Bang de Harry Potter 2011, organizado en el LiveJournal con ocasión del lanzamiento de la última película. Ya está finalizada.
Admito que el inicio es un poco duro para nuestros personajes así que tomen nota de las advertencias y tomen en cuenta que poco a poco, la relación se convierte en poliamorosa.
La vida perfecta
Capítulo 1. Haré lo que sea
Harry se removió un poco para dejar espacio al cuerpo menudo que se deslizaba bajo las sábanas para apretujarse contra el suyo. Reconoció sus movimientos, el peso que se hundía en el colchón, el calor que emanaba y le llegaba a través de su pijama de franela. Estaba medio dormido, pero eso no impidió que instintivamente se acomodara junto a ella. La abrazó por la espalda, apretándola contra su pecho y brindándole la seguridad que ella necesitaba.
No era ni la medianoche y a ninguno de sus compañeros le pareció extraño que Hermione se deslizara de su cama a la de Harry.
—¿Te encuentras bien? —preguntó con voz adormilada.
—Solo es una pesadilla.
Esa noche era a causa de las pesadillas. Otras noches a causa del insomnio. Otras por el exceso de cansancio. Otras por los estudios. Y ya que Harry tenía prohibido llegar hasta la habitación de las chicas, era Hermione la que entraba a hurtadillas con cualquier pretexto que les permitiera amanecer juntos. Nadie criticaba ni cuestionaba. Ni siquiera los profesores. Todos sabían que los jóvenes que habían regresado a Hogwarts después de la guerra estaban sanando sus heridas como podían. Sobre todo aquellos que ya eran ahora adultos y no habían terminado su último año a causa de Voldemort.
Harry y Hermione estaban entre ellos.
Habían vencido al Innombrable y ahora estaban de regreso en el colegio, tratando de llevar una vida normal aprovechando la apertura de la profesora McGonagall de recibir a los jóvenes que no pudieron estudiar a causa de la guerra. Esos alumnos pertenecían a todos los niveles; los hijos de muggles y los mestizos que estaban retomando sus estudios iban desde segundo al séptimo año, así como aquellos que no habían podido graduarse el año anterior y que a pesar de recibir todas sus clases con los demás alumnos de séptimo año, entre los demás estudiantes se les conocía como "los de octavo".
Avanzado el año, los profesores se dieron cuenta que era complicado manejar a este último grupo de estudiantes. Aunque eran pocos, ya eran adultos y todos sin excepción tenían secuelas de guerra (físicas o psicológicas) que se hacían sentir en mayor o menor grado. El antes muy conversador Dean ahora de pronto caía en mutismos hostiles y le incomodaba realizar proyectos en el Bosque Prohibido; Harry se había vuelto imposiblemente serio y reservado, mientras que Ron era despreocupado en exceso; Hermione tenía dificultades para conciliar el sueño y despertaba en medio de la noche con pesadillas; las cicatrices de Ernie eran visibles en sus pálidos brazos aunque no había perdido movilidad; y los dos Slytherin, Draco y Theo, estaban tan paranoicos que parecía que temían por sus vidas aun en la privacidad de sus habitaciones.
Los profesores habían contemplado la posibilidad de solicitar apoyo a San Mungo para tratar a todos los estudiantes, al fin y al cabo, todos habían vivido en alguna medida la batalla final librada dentro de Hogwarts, pero ése era solo el pretexto. En el fondo, querían que los estudiantes mayores recibieran algún tipo de ayuda antes de dejar la seguridad que brindaba el colegio. Si bien en el mundo mágico aún quedaban mortífagos fugitivos de baja peligrosidad, McGonagall consideraba que sus chicos podían ser blancos fáciles de gente sin escrúpulos.
Pero como todavía no recibían ninguna ayuda especializada, los profesores permitían que los estudiantes manejaran sus traumas como podían y en el caso de Hermione, eso era amanecer junto a Harry todas las mañanas.
Hermione encajó su cuerpo al de Harry, dándole la espalda. Y él pasó su brazo por encima de su cintura, aferrándola con fuerza. Harry sintió el suspiro satisfecho que salió del cuerpo de Hermione, cuando al fin pudo relajarse y conciliar el sueño de nuevo. Era una costumbre adquirida en la época que huían de Voldemort y se refugiaban en una tienda de campaña en medio del bosque. Cuando estaban solos. Cuando incluso Ron les había dejado.
Al principio había sido la necesidad de sentir un poco de calor humano en medio de todo el caos, algo que diera cierto sentido a todo el dolor, el terror y la incertidumbre que les rodeaba. Fue una noche de invierno, con claro de luna pero de intenso frío. Ambos titiritaban en sus respectivas camas a pesar de los hechizos de calefacción que había colocado. No podían ser muy fuertes, porque entonces su magia sería detectada por los carroñeros que rastreaban todos los bosques en busca de sangre-sucias y mestizos.
Harry le propuso a Hermione compartir el catre para calentarse mutuamente y concentrar el hechizo de calefacción en su solo espacio de la tienda de campaña. Para ese momento, a Hermione ya le castañeaban los dientes. No se lo pensó dos veces para meterse en la misma cama de su amigo. Tomó su almohada y su frazada para también echársela encima y se acomodó junto a Harry, quien la abrazó de manera protectora. Tengo los pies helados, había dicho ella en tono de disculpa. No te preocupes que estoy en iguales condiciones, había respondido él. Sus cuerpos se acoplaron como si siempre hubieran dormido juntos. Pronto se encontraron compartiendo cama todas las noches, sintiéndose reconfortados por el calor de sus cuerpos. Al pasar las noches, su necesidad no se limitaba al hecho de dormir juntos. La amistad dio paso al deseo y el deseo se convirtió en amor.
Desde la primera vez, Harry había sentido un fuerte sentimiento de posesión que no se calmaba cuando la abrazaba contra él. Necesitaba poseerla y marcar ese cuerpo como suyo. Asustado por lo intenso de su deseo, durante unos días luchó contra esa urgencia repitiéndose a sí mismo que ella era como su hermana, que no tenía ningún derecho de aprovecharse de la situación. Pero Hermione era muy intuitiva y conocía demasiado bien a su amigo, un amigo que nunca se había reprimido para darle abrazos y muestras de afecto en público, y que ahora se mantenía alejado de ella. Cuando sintió que la tensión entre ellos aumentaba hasta llegar a niveles casi insoportables, fue Hermione la que dio el primer paso. Y esa noche, la primera vez de ambos, se olvidaron del mundo para amarse a conciencia. Tampoco fue la última vez, pero en medio de la guerra ninguno podía hacerse ilusiones sobre una relación. La dejaron sin nombre y sin compromisos, solo sabiéndose el uno para el otro.
Cuando Ron regresó con ellos, se dio cuenta con rapidez que su retirada solo había contribuido a hacer realidad su temor de perder a Hermione, pero tuvo que admitir que en gran medida él era responsable de eso, al haber esperado tanto tiempo para expresarle sus sentimientos. También pronto comprendió que ellos estaban hechos el uno para el otro y sin mayores problemas, dio un paso atrás respetando el vínculo que sus amigos habían establecido en su ausencia. Al principio fue difícil, pero Ron tampoco era estúpido y no quería perder a sus amigos. Suficiente zozobra causaba la mera posibilidad de morir antes o durante la batalla final.
Esa mañana, Hermione despertó sintiéndose liviana y arropada por los brazos de Harry. Durante la guerra había temido tanto perderlo, que ahora no se cansaba de estar siempre junto a él. Lo sintió hundiendo su rostro en su cuello, aspirando el olor de su cuerpo y su cabello imposiblemente alborotado. El brazo en su cintura se apretó y ella pudo sentir su erección matutina contra sus nalgas. No lo pudo evitar, era algo instintivo y se restregó contra él, arrancándole un pequeño gemido que él ahogó contra su hombro. Tampoco había que ser tan obvios, teniendo en cuenta que estaban en el cuarto que Harry compartía con Dean y con Ron. Se quedaron un momento más en la cama, mientras escuchaban como los otros dos se dirigían al cuarto de baño para prepararse para la jornada y en cuanto salieron, Harry no perdió de un instante para hundirse en ella. Él siempre se lo repetía: que no había mejor manera de iniciar el día que haciendo el amor.
Hermione se escabulló para regresar a su habitación y arreglarse también para asistir a clases.
-.-.-.-.-.-.
El año escolar avanzaba a su ritmo normal. Para variar un poco, Hermione ya estaba presionando a Ron y a Harry para que comenzaran a estudiar para los ÉXTASIS. Pero en realidad, ninguno de los dos le estaba dando demasiada importancia al asunto. Apenas estaba iniciando el mes de marzo, los exámenes no serían hasta junio, tenían tiempo de sobra para estudiar. O al menos comenzarían con más ánimo después de la Pascua.
Estaban en el Gran Comedor después del almuerzo, cuando Hermione repasó los resultados de sus materias: Encantamientos, aceptable; Defensa, extraordinario; Transformaciones, extraordinario; Runas antiguas, extraordinario. Con seguridad que en todas ellas obtendría un Supera las Expectativas. La única materia que la tenía preocupada era Pociones.
Severus Snape había sobrevivido la guerra y la mordida de Nagini, pero su carácter se había agriado todavía más. Si bien los recuerdos entregados a Harry le habían servido para demostrar que era un espía de Dumbledore, el hecho de ser removido de su cargo como Director de Hogwarts para ser reemplazado por Minerva McGonagall, no le había sentado nada bien a su ego. Mucho menos tener que regresar a impartir la clase de pociones, pues Horace Slughorn se había retirado a último momento y Minerva ya contaba con un sustituto pero para la clase de Defensa. Y a eso ahora se sumaban las feas cicatrices que adornaban su garganta y que le daban un aspecto más temible, sobre todo entre los alumnos de los primeros años.
Siempre había sido un profesor exigente, pero ahora lo era mucho más. Destilaba ira por todos los poros de su piel. Muy pocos alumnos aprobaban sus estudios con extraordinarios y ahora que no tenía que fingir favoritismos, hasta sus propios discípulos de Slytherin sufrían sus amarguras.
Ese día tenían un nuevo examen de esa asignatura. Debía sacar una excelente calificación si quería alcanzar su meta de graduarse con honores de la escuela. Después de la guerra, Hermione había aprendido que había cosas mucho más importantes que la escuela, no en vano la había abandonado el año anterior, pero estaba en su naturaleza volcarse por completo en sus estudios.
Y para ella, los Supera las Expectativas tenían un ligero sabor amargo y los consideraba como pequeños fracasos.
La primera parte de la prueba de ese día era teórica. Luego debían elaborar de manera individual una poción asignada al azar por el profesor.
Los alumnos de séptimo y los pocos de octavo ingresaron en el salón. Hermione siempre junto a Ron y Harry. Sin embargo, Ron se quedó junto a Luna. Era cuestión de tiempo que les anunciara que tenía una relación con ella. Parecía que la mente extraordinaria de la Ravenclaw y su continúo estado distraído había logrado calar muy hondo en el corazón del pelirrojo.
Harry se quedó junto a Hermione. Cuando todos estuvieron listos, el profesor Snape hizo aparecer los pergaminos en cada una de las mesas. El Gryffindor dejó salir un jadeo sorprendido cuando vio la cantidad de preguntas que tenía enfrente. Recorrió con la mirada los exámenes de sus compañeros para comprobar que todos tenían una prueba similar a la suya, porque creía a Snape muy capaz de preparar uno especialmente para que él reprobara la materia. La vieja animadversión se mantenía y con más fuerza que antes.
Aunque lo cierto era que no se había preparado a conciencia para el examen y también era cierto que necesitaba, no, requería con urgencia, obtener una buena calificación.
Él apenas estaba terminando de leer el examen cuando Hermione ya estaba respondiendo las primeras preguntas. Se tenía que poner a ello a gran velocidad si quería que su chica le echara una mano con algunas respuestas.
Hermione frunció ligeramente el ceño cuando se dio cuenta del apuro en el que estaba Harry. Tal vez en otro momento ella hubiera cubierto su página y evitado que su novio le copiara algunas respuestas, pero simplemente no podía dejarlo a su suerte. Sobre todo a sabiendas de que él podía truncar su carrera de auror por el continuo acoso al que siempre lo sometía Snape.
No se lo pensó dos veces y decidió mover ligeramente su examen hacia Harry, facilitándole copiar algunas respuestas.
Severus Snape se movía entre los estudiantes sin dar señales de notar algún movimiento extraño entre los dos Gryffindors.
Durante la prueba práctica, Hermione se concentró en obtener la mejor poción, olvidándose por un momento de Harry. Al parecer el chico se desenvolvía mejor en esta parte del examen y ella pudo elaborar una dosis de Amortentia que le había sido asignada.
Cuando el tiempo del examen terminó, los estudiantes caminaron hacia la salida del salón.
—Señorita Granger, necesito que venga esta tarde para hablar sobre los resultados que ha obtenido en algunas pociones.
—Sí, profesor —respondió ella, esperanzada a mejorar sus calificaciones.
Por la tarde, ella se presentó diligente al salón de clases. Se había preparado mentalmente para rebatir algunas de las objeciones que el profesor Snape pudiera tener con respecto al desempeño que había tenido en los últimos meses. No consideraba que fuera algo grave, pero conociendo al hombre, ella podía esperar que tomara cualquier pretexto que le permitiera tanto bajarle sus calificaciones como restarle puntos a su Casa.
Respiró profundo y tocó la puerta.
—Adelante —rugió la voz del profesor, como siempre intimidante.
—Buenas tardes, profesor —Hermione avanzó dos pasos dentro del salón de clases, pero se quedó esperando que Snape le indicara que podía entrar.
El profesor le hizo un gesto con la mano indicándole que podía acercarse. Mientras ella avanzaba hacia el escritorio, el profesor colocó con mucha parsimonia la pluma en el tintero y apoyó sus brazos sobre el mueble en un gesto imponente.
—Señorita Granger, estoy muy decepcionado de usted…
Hermione frunció el ceño. ¿Qué demonios había hecho mal? Y ¿desde cuándo el profesor se decepcionaba por algo que ella hiciera?
—…este día, usted cometió una falta muy grave, que puede costarle la suspensión completa de esta materia, poniendo yo en duda su desempeño futuro.
—¿Pero de qué está hablando, profesor? Yo no…
—Usted le facilitó a su amiguito Potter todas las respuestas del examen teórico de hoy —afirmó él, y Hermione sintió que su rostro se quedaba blanco por la impresión—. Una falta que a mi juicio amerita una expulsión.
La Gryffindor estaba impactada, pensando qué decir que pudiera frenar que Snape tomara medidas drásticas en contra de ellos.
—Preferí hablar primero con usted, porque no toma las cosas tan viscerales como el señor Potter. Sin embargo, tengo una reunión con la Directora McGonagall para exponerle el caso. ¿Qué puede decir a su favor?
—Señor, yo… no sé ni qué…
—Bien, dada su elocuencia, iré a hablar con la señora directora para pedir una suspensión para usted y la expulsión de mi materia para el señor Potter.
—No, señor, por favor, debe haber alguna manera de que evitemos llegar a ese extremo.
Por toda respuesta, Snape movió su varita para guardar todas las cosas que había sobre su escritorio. Hermione estaba desesperada, pensaba en ella pero quizás pensaba más en Harry y que al hacerle falta el EXTASIS de pociones, no podría ingresar a la Academia de Aurores.
Y en un arranque, soltó las palabras que fueron su perdición.
—Profesor Snape, haré lo que sea.
Severus Snape se levantó de su asiento y, por un instante, Hermione pensó que la sacaría a gritos del salón de clases. Pero de pronto percibió una mirada predadora que la intimidó más de lo que ya estaba. Sin darle tiempo a reaccionar, el profesor dio dos pasos hacia ella y la tomó de su mano derecha.
—¿Me da su palabra de bruja que hará absolutamente todo lo que yo le ordene hacer, sin protestar, ni lloriquear, ni cuestionar nada hasta el día de Pascua?
—Sí, profesor.
—¿Me da su palabra de bruja que no revelará nada de lo que suceda en este salón de clases y si llega a hablarlo con alguien se atendrá a las consecuencias que yo disponga?
Hermione tragó saliva, visiblemente asustada. Todo era tan repentino... pero aun así...
—Sí, profesor.
Snape soltó su mano, caminó de regreso hacia el escritorio y tomó asiento.
—Bien, veo que realmente le interesa salvar su pellejo y el de su amigo —dijo con un retintín, por demás irónico—. Mi primera orden: desnúdese.
—Pero, profesor...
—Acaba de darme su palabra de bruja, señorita Granger. Hasta el día de Pascua usted me pertenece, no puede cuestionar nada y no puede revelar nada. ¡Haga lo que le he ordenado! —rugió poniéndose de pie otra vez.
Hermione notaba que el rostro le quemaba por lo avergonzada que se sentía. Levantó la vista para descubrir que el profesor se había quedado frente a ella, con las manos cruzadas en el pecho y el rostro de piedra, esperando que cumpliera con la orden. Con manos temblorosas, alcanzó el nudo de su corbata y lo aflojó, lo deshizo y haló de la prenda para sacársela del cuello. Snape extendió su mano para recibirla, la dobló y la dejó en una de las mesas de la par. Poco a poco, Hermione fue despojando su cuerpo de toda su ropa, prenda por prenda se la fue entregando al profesor que la doblaba y la ponía a un lado, hasta quedar completamente desnuda frente a la escrutadora mirada del hombre.
No lo podía creer. Que estuviera de pie tal y como su madre la trajo al mundo frente a su profesor de pociones.
Él comenzó a caminar alrededor de ella, observándola de arriba a abajo. Hermione no podía siquiera levantar la mirada para enfrentar el exhaustivo chequeo visual al que estaba siendo sometida. Snape hizo un leve sonido de aprobación y se detuvo de nuevo frente a ella. Él vio que las manos le temblaban casi con violencia.
—Tranquilícese —le recomendó Snape cuando se fijó que no solo sus manos, sino todo su cuerpo temblaba a causa de la vergüenza y el miedo—. Esto tal vez pueda ser un poco chocante para usted, pero le aseguro que no haré nada que usted no disfrute.
Hermione pensó que nada que él pudiera hacer le causaría placer. Pero ya no podía dar marcha atrás a lo que estaba sucediendo. Hasta el día de Pascua. En silencio, ella hizo sus cuentas. Estaban a principios de marzo. Por Merlín, era casi el mes. Casi las cuatro semanas aguantando esa situación. ¿Harry se daría cuenta que ella estaba con otro? ¿Podía un hombre darse cuenta de eso físicamente? El profesor se colocó junto a ella y acarició uno de sus rizos. Lo acercó a su nariz para olerlo.
—Sígame —le ordenó y comenzó a caminar hacia el escritorio. Se sentó de nuevo en su silla y la deslizó ligeramente hacia atrás—. Siéntese en el borde del escritorio frente a mí y coloque una pierna en cada brazo de la silla.
Hermione pensó que realmente su rostro ya no podía enrojecer más. ¿Quería también revisar sus genitales? Con lentitud, se sentó en la forma en que Snape le había indicado. El hombre tomó su varita y con ella separó sus labios, abriendo su vagina. La revisó completamente (hasta acercó ligeramente su prominente nariz para aspirar su olor) y se tomó su tiempo para hacerlo. Entonces y para sorpresa de Hermione, la punta de la varita comenzó a vibrar. Snape la movía con suavidad de arriba hacia abajo, por momentos se detenía en su clítoris y luego la bajaba hasta la entrada de su vagina, como si fuera a follarla con ella. A pesar de todo, fue inevitable que el cuerpo de Hermione respondiera a las caricias. Su vagina comenzó a humedecerse y no logró suprimir un gemido de placer cuando Snape regresó la vibración de nuevo a su clítoris.
Él le vio con una sonrisa de satisfacción.
—Le aseguré que lo disfrutaría —dijo pagado de sí mismo. Dirigió la varita hacia su vello púbico—. Depilo —lanzó, desapareciendo todo el vello y dejándola como si fuera niña—. Aprenda bien a aplicarse ese hechizo, porque así la quiero durante estas semanas.
—Sí.
—Las cosas acá adentro no cambian. Responderá, "Sí, señor" o "Sí, profesor" —le aclaró, ejerciendo su poder.
—Sí, profesor Snape.
El hombre la sorprendió de nuevo cuando la tomó con su boca, deslizando su lengua por todos sus genitales de la misma manera en que lo había hecho con la varita.
—Por Merlín...—susurró Hermione sobrepasada por esas sensaciones.
—Puede recostarse en el escritorio —dijo Snape levantando ligeramente la cabeza para luego continuar con las caricias. Ella no se hizo repetir el ofrecimiento. Prefirió acostarse sobre el mueble y solo sentir, alejando su mente de cualquier análisis o pensamiento. Simplemente no podía pensar sin echarse a llorar o sin salir corriendo de allí, cosas que en definitiva no podía hacer.
Sintió que deslizaba dos dedos dentro de su ahora húmedo pasaje y comenzaba a follarla con ellos. Las caricias de su lengua se habían quedado concentradas en su clítoris. El hombre era feo, estaba marcado (no solo del brazo izquierdo sino las feas cicatrices de su rostro y garganta), y le estaba forzando a estar en esa situación, pero no podía negar que sabía lo que hacía. Llegó a un punto en que no podía reprimir los profundos gemidos de placer que brotaban de su garganta, hasta que todo su mundo estalló en mil pedazos. Oleadas de placer la inundaron y todavía no se había recuperado del todo, ni siquiera había abierto sus ojos, cuando le sintió ponerse de pie, comenzar a desabotonarse el cinturón y los pantalones y abrir su bragueta.
La penetró con un movimiento rápido y seguro. Oh, mierda, el hombre estaba bien dotado. En el fondo había deseado que fuera del tamaño de un maní para no disfrutar sus encuentros con él, ni hacer comparaciones con Harry. La folló con fuerza, tomándola de las caderas con ambas manos. No llegó a besarla pero sí inclinó su cuerpo, hasta que prácticamente la cubrió con su túnica, pues ni siquiera se había tomado la molestia de desnudarse, y enterró su rostro en el cuello de la chica, jadeando contra su piel toda su excitación, hasta que culminó y la llenó con su esencia. En esa misma postura se quedó unos minutos, mientras recuperaba el aliento.
—Sepa que no me gusta compartir. Si tiene pareja termine con ella mañana mismo —le ordenó entre jadeos.
A Hermione se le apretujó el corazón. En su ingenuidad, había pensado que Snape le permitiría continuar con sus relaciones tal y como estaban pero era obvio que no sería de esa manera. De todas maneras, el profesor tampoco tenía forma de saber que su pareja era Harry porque eso no era de dominio público. Él no preguntó ninguna identidad y ella no quiso aclararle nada al respecto.
—Sí, profesor —respondió muy a su pesar. Ya después pensaría en las excusas que le daría a Harry. De algún lugar, muy en el fondo de su ser, encontraría la fuerza para sobrevivir ese mes.
Él se incorporó levemente, para verla a los ojos. Sus rostros estaban tan cerca que Hermione pensó que se inclinaría de nuevo para besarla, cosa que no estaba muy segura de soportar sin vomitar. Pero simplemente se quedó mirándola en silencio.
—Veo que aprende muy rápido —dijo con ironía, puesto que ella había acatado su orden sin protestar.
—Siempre he sido una excelente alumna —respondió ella sin poderse contener—. No le veo razón a su sorpresa.
Snape sonrió de lado. Como si encontrara divertida esa reacción de la chica. Salió de ella con cuidado y tomó su varita, lanzando un hechizo de limpieza en ambos. Se acomodó su ropa y sentó de nuevo.
—Puede vestirse y retirarse —dijo.
—Sí, señor.
Hermione no perdió ni un instante. Se levantó con presteza del escritorio y buscó su ropa. Sin embargo, a pesar de las ganas que tenía de salir corriendo del lugar, se tomó su tiempo para vestirse adecuadamente y no salir con el uniforme mal colocado del salón de clases. No quería toparse con alguien que hiciera preguntas impertinentes sobre su indumentaria. Lo hizo a espaldas de Snape, quien permaneció en silencio todo ese tiempo. Lo único que ella escuchó es que él volvía a colocar los pergaminos de los estudiantes sobre su escritorio y el roce de su pluma al comenzar a escribir correcciones.
Al final, tomó sus libros y salió del salón de clases sin siquiera volver la cabeza para ver al profesor.
-.-.-.-.-.-.
Se agradecen los reviews! Espero no haber herido susceptibilidades con este primer capi.
Con relación a los comentarios, FF ha cambiado la manera en que podemos responderlos. Quienes tienen cuenta, deben tener activada la opción de enviar y recibir mensajes privados (PM) y si aun así no reciben respuesta mía…es que me abrumó la tecnología…cosa que me pasa con frecuencia…
