En vista de la aceptación de La llegada de Phoebe y El hermano mayor y a petición de algunas lectoras que dejan sus RV hice un pequeño OS que dividi en 3 partes. Las demás partes las iré subiendo en cuanto las valla terminando y por como se valla aceptando la historia y eso lo sabré con sus RV :) espero les guste y gracias a los que han comentado y se han suscrito a mi FF y dado fav/follow.
Un besote y espero leerlos pronto :)
Anastasia hacía el camino desde el enorme armario a la cama donde se encontraba su maleta abierta y casi llena. Podía sentir la miraba de su esposo encima de ella desde el marco de la puerta y trataba de que la expresión en su cara cincelada no la afectara mientras sus ojos la estudiaban como un halcón.
-¿De verdad lo harás?- su pregunta salió estrangulada por la ansiedad que sentía en ese momento. Ana dobló su pijama de seda favorito con rapidez para luego mirarlo un minuto.
-Si, Christian.- le contestó igual de ansiosa. Ésto no estaba siendo para nada fácil y la mirada de su marido sobre ella y mucho menos su expresión estaban ayudando.
-Pero... No puedes irte así.- dijo en un murmullo. Entrando a zancadas y sacando el pijama que acababa de empacar su mujer que lo miró con el ceño fruncido. Volvió a tomar la prenda de sus manos y a dejarla en la maleta para que un segundo después estuviera fuera de ella una vez mas.
-¡Christian!- Chilló exasperada
-¡Ana!- le contestó igual de frustrado. Si él podía hacer cualquier cosa para que ella se quedara, lo haría. Aun si le llevaba toda la madrugada aquel juego infantil de desempacar lo que ella empacaba.
-Christian, ya hemos hablado de esto hasta el cansancio, Por favor- rogó con aquella mirada azul suplicante que lo desarmaba por completo. Al ver que no respondía tomó la prenda de seda de sus manos y volvió a dejarla en la maleta, procediendo a cerrarla sin darle tiempo a su testarudo esposo de sacar nada.
-Si, pero una cosa es hablarlo y otra que suceda. Jamas me he quedado a solas con ellos todo un día.- El miedo era un sentimiento al cual no estaba muy acostumbrado antes de conocer a Ana pero ahora era lo que se reflejaba en sus ojos grises.
-Pues siempre hay una primera vez. Estoy segura que podrás manejarlo. Ya lo haz hecho con Ted- recordó ella a modo de prueba pero su esposo estaba en plena etapa de negación.
-Ésta es una situación distinta.- apuntó. Ella lo miró y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa que lo dejó desconcertado.
-Si mal no recuerdo tú eres muy bueno sobrellevando situaciones- se mordió el labio para esconder su sonrisa y aquel sonrojo suave no se hizo esperar cuando una lluvia de imágenes inundaron su cabeza. A veces ella amaba las situación en las que su marido tomaba el control y su diosa interior estaba de acuerdo con ello.
-¿Se burla de mi, Sra. Grey?- acusó el cobrizo con la expresión mas dolida que podía manejar aunque por dentro estuviera conteniendo las ganas de morder aquel labio, duro.
-Jamas me atrevería- El guiño que acompañó aquellas palabras fue la señal que estaba esperando para dar un paso cerca de ella con claras intenciones en su mirada. Intenciones que fueron interrumpidas por el sonido del teléfono de su esposa ¿Quien podría llamar a las 4am? -¿Kate?- su ceja se alzó al oír aquel nombre. Su esposa se alejó una vez más al armario -Si, estoy saliendo, te veo en 15 minutos- colgó y miro el esculpido perfil de su esposo. Se había alejado hacia la ventana de la habitación donde la luna podía verse aun imponente y bañaba el lugar de plata. Podía percibir en sus hombros rígidos la desconfianza en sí mismo por quedarse sólo con sus hijos, lo cual era absurdo, tonto y también imposible de hacérselo entender. Miró hacia la cama con sabanas revueltas en donde hacía poco menos de media hora desnudaron sus almas y una vez mas no creía que éste hombre asustado que veía fuese ese mismo hombre. Su voluble esposo.
Odiaba que no confiara en él y también su auto valoración negativa cuando de ser padre se trataba. No había encontrado la manera de hacerle entrar en su cráneo excesivamente grueso que era un excelente padre, responsable, amoroso, dedicado, atento, divertido y firme al establecer limites.
-¿Tienes que ir?- su voz le atravezo el corazón y comenzó a pensar que tan vez si era muy pronto para dejarlo al cuidado de dos bebés que necesitaban a su mami cerca ya que, gracias a la naturaleza, las mujeres teníamos ese sexto sentido que ayudaba a la hora de que tu hijo entraba en una crisis. Pero para los hombres era un tanto mas complicado y más cuando Ted estaba en la terrible etapa de los tres años y Phoebe a penas había cumplido nueve meses y comenzaba a gatear.
-Kate y yo hemos estado esperado ésta conferencia por años. Es un gran atractivo para mi hoja de vida y no quisiera perder ésta oportunidad, pero si no te sientes preparado para quedarte sólo con los niños está bien, llamaré a Kate para que ella valla a New York sin mí.- bajó la mirada hacia sus nudosos dedos sintiéndose resignada. Y no precisamente por no ir al viaje sino por el hecho de que había perdido contra aquella sombra que no lo dejaba relajarse con su paternidad y que lo perseguía. Sintió los largos dedos de él acunarle la barbilla y cuando lo miró sus ojos reflejaban miedo, amor, arrepentimiento y muchas otras emociones más.
-Hey, no quiero truncar tus metas profesionales ni personales, nena.- masculló acariciando su rostro. Ella no le estaba pidiendo nada del otro mundo. Ella confiaba en él lo suficiente como para dejarlo a cargo de sus pequeños y no quería ser el causante del atisbo de decepción en su mirada. Ella siempre apostaba por él y la amaba aun más por ello si eso era posible. Serpenteó una mano por la cintura de ella, tirándola hacia sus brazos para respirarla y dejar un beso en su cabello. -Ve, yo estaré bien.- asintió, apretándola más a él. Por esa mujer él estaba perdido y haría todo para hacerla feliz.
-¿Estas seguro?- inquirió ella en su pecho. Dándole una mirada por debajo de sus pestañas. Él asintió.
-Siempre apuestas por mi, Anastasia. Y no se porque lo haces pero no voy decepcionarte.
-Nunca lo haz hecho y apuesto por tí porque no tengo duda de que podrás con ello. Eres un excelente padre, Christian.- Él hizo una mueca con el ceño, no muy seguro de aquella afirmación pero su rostro se suavizó al sentir los dedos de su mujer acariciarle la cara. suspiró inclinándose a aquel toque. -Lo eres, mete eso en tu grueso cráneo y gracias.- besó su pecho -Es sólo un día. Ya verás que se divertiran y será un día para recordar.
-¿Alguna sugerencia?
-Paciencia y mucha comprensión.- pronunció cada silaba de la última palabra lentamente para recalcarsela -No te dejes manipular por Ted con el biberón y nada de azúcar si quieres llegar con vida hasta la hora de dormir.
-Lo tendré presente.
-Ahora debo irme. Elliott vendrá a las 2 con Ava. Kate y yo planeamos una cita de juego con los niños así se hacen compañía y ustedes se ayudan mutuamente.
-¿Esto no fue planeado por ustedes en venganza de nuestra escapada al partido de los mariners o si?
-¿Nos crees capaz?- ella revoloteo las pestañas de manera inocente haciéndolo mirarla con ojos entrecerrados.
-Sra. Grey de ustedes lo espero todo.- sus ojos ahora eran suaves y cálidos, inclinándose hacia ella para atrapar sus labios.
-Te amo, Christian.
-También te amo, Amor.
-Amo cuando me llamas así.- ella enrroscó sus brazos alrededor de su cuello para profundizar aquel beso. Las manos de él vagaron por su cintura, luego su cadera para terminar en el esquisto trasero de su mujer empujándola hacia él para hacerla sentir el creciente bulto en su delgado pantalón de pijama. Ella gimió bajo en su garganta. Al separarse para recuperar el aire no tardó en aparecer aquella mirada. Esa que ella conocía muy bien y que llamaba algo en lo mas profundo de su interior. Se sacudió de sus brazos rápidamente antes de dejarse hechizar por el calor que comenzaba a encender su cuerpo. -Se lo que tratas de hacer y no.- tomó la maleta y volvió al armario por su abrigo. -De haberme dejado tomar un vuelo programado podría quedarme un poco mas pero su megalomanía programó a Stephen para salir a las 5am asi que debo ir ahora.- Él hizo un mogin infantil haciéndola reír.
-En éste momento odio mi megalomanía.- se acercó para darle un último beso.
-Nos vemos mañana. Despideme de mis bebés y estoy al teléfono por cualquier eventualidad.- lo apuntó con su dedo -Cualquiera Christian.- recalcó.
-Lo se. Que tengan buen viaje. Me llamas al aterrizar, ¿ok?- fue su turno de apuntarla serio y ella puso los ojos en blanco conscientemente.
-Si, Señor.- después de otro corto beso y de una buena palmada en el trasero tomó su maleta y la acompañó hasta la puerta donde Taylor ya la esperaba.
-Hasta luego, nena- guiñó Christian con su sonrisa secreta cuando estaba subiendo al auto. Ella se contuvo de regresar y devorarlo ahí mismo, en la entrada de la casa a las 4 de la madrugada y faltando poco para la salida de su vuelo.
-Adiós, nene.- secundó cerrando la puerta. Christian se quedó de pie allí hasta que el auto se hubo perdido y suspiró. Así comenzaba su día de padre e hijos y aun cuando fueran las cuatro de la madrugada estaba mas despierto que nunca. Cerrando la puerta se encaminó a la habitación de Ted que dormía profundamente abrazado a su dinosaurio de peluche. Se acercó, ajustó su manta y acarició su liso cabello. En el cuarto de junto su pequeña también dormía. El chupete junto a su boquita abierta para respirar. Se quedó un momento contemplandola. Phoebe estaba creciendo demasiado rápido. No podía creer que ya tuviera 9 meses. Aun recordaba como si hubiera sido ayer cuando la vio por primera vez y la sostuvo cerca de su corazón.
Mas específicamente no podía creer que fuera real tener dos hermosos hijos y una maravillosa mujer a su lado cuando siempre su vida estuvo llena de sombras y toda esa felicidad se la debía a Ana, su Ana.
Le sopló un beso a su pequeña y se dirigió a su oficina a trabajar un poco antes de comenzar un dia sin su esposa en el trabajo más difícil que alguna vez tendría.
A las 7 en punto distintos sonidos salían del parlantito de bebés que Christian tenía en su oficina. Apartó la mirada de su computadora y sonrió cuando se escuchó la risa alegre de su bebé y el sonido del piano de cuna a través del aparato dando así por iniciada su faena del día. Phoebe pateaba enérgicamente el piano a sus pies, chillando cada que éste emitía sonidos distintos. Se había metido su chupete en la boca y quitado la manta que la cubría. Chilló en feliz reconocimiento cuando su papi se asomó en la cuna y no tardó en alzar los brazos en clara petición de atención. Christian la tomó, besándole la frente y llevándola directo al cambiador.
-Buenos días a la niña de papi.- aun le resultaba raro escucharse hablar de aquella manera tan rara pero había descubierto que era algo inevitable cuando se tenían bebés en casa. Y a ellos parecía encantarles aquel tono agudo -¿Dormiste bien? ¿Soñaste con angelitos?- su hija lo miró con esos ojos idénticos a los suyos y una vez más se maravilló con la perfección de la naturaleza. Ella era perfecta, nadie podía decir lo contrario.
Con cuidado quitó el pantalón del pijama rosa que vestía a su pequeña y prosiguió con el pañal. Era una tarea que no le gustaba hacer para nada. No por lo sucio o complicado sino porque se sentía apenado de hacerlo ya que era la privacidad de su hija aun cuando ella no supiera que era tal cosa.
-Pido permiso para hacer esto Phoe. Papi debe cambiarte el pañal.- repetía aquello cada que debía cambiarla. Phoebe rió alegre aunque la pequeña no comprendiera de lo que hablaba su padre -¿Que tenemos aquí?- agradeció en silencio no conseguir un regalito mayor en él y se dispuso a limpiarla con una toallita húmeda con excesiva meticulosidad -Esto es algo que sólo podrá ser visto por un hombre y ese seré yo. Por lo menos hasta que cumplas los 30 pequeña.- Phoebe río una vez más y pateó enérgica jugando con el bote de talco junto a ella. -¿Que quieres usar hoy? ¿Un lindo vestido?
-Papi- La vocesita de Ted le hizo girar la cabeza hacia la puerta donde su pequeño se encontraba, enfundado en su pijama de astronauta y abrazando su mantita. Su cabello era un desastre al despertar igual que el suyo.
-Buenos días, campeón. ¿Dormiste bien?- habló con una mano sosteniendo el nuevo pañal y la otra a su hija que se removía.
-¿Nonde ta Mami?- preguntó el pequeño, buscándola dentro de la habitación. Normalmente ella era la que estaba allí dándole pecho a su hermana lo cual él no entendía ¿Porque Phoebe preferiría el pecho de mami al bibi? El bibi era mucho mas delicioso y no sabía porqué los grandes querían que él lo dejara.
-Mami tuvo que ir al trabajo temprano, Ted. Hoy tú, Phoebe y yo tendremos un día sólo los tres y será divertido.- sonrió a su hijo.
-¿Divetido?- repitió el pequeño llegando junto a Christian que trataba de colocarle un mameluco a su inquieta hija.
-Si. Será divertido.
-Hamble papi, bibi.
-¿Tienes hambre?- el niño movió su cabeza en claro asentamiento. Su Mami le había dado un vaso entrenador la última semana. Tenia un feo payaso que no le gustaba y se votaba cuando intentaba beber de él, y por mas que lloraba para que lo dejaran tomar de su bibi otra vez ella no daba el brazo a torcer. ¿Su papi se lo regresaría? -Termino de cambiar a tu hermana y vamos a desayunar.- Ted frunció su pequeño ceño. No le gustaba esperar y menos porque Phoebe estuviera recibiendo toda la atención de su papi. Él quería mucho a su hermanita pero no le gustaba que acaparara todas las miradas por ser una bebé.
-¡Ahoda papi!- exigió dejando ver el carácter heredado de su padre. Christian lo miró entre orgulloso y preocupado tomando en cuenta que sólo tenia tres años.
-Paciencia Ted, papá esta ocupado ahora.- vio como el labio de éste temblaba y como sus ojos, tan azules a los de su Ana se llenaba de lagrimas. El corazón se le arrugó. Phoebe chilló y apretó el bote de talco justo en la cara de su progenitor quien dio un salto hacia atrás -¡Phoebe no!- la bebé se paralizó, soltando su chupete e hizo un puchero al sentirse regañada por la voz firme de su padre -¡No! no llores, Phoe.- Christian se apresuró a negar. Pasando su mano libre y llena de talco por su cabello en frustración. Ya tenía a uno de sus hijos llorando y no quería sumar uno más cuando no tenían ni media hora despiertos.
Con manos rápidas terminó de vestir a su hija, la tomó en brazos acomodándola en su cadera para luego girarse, tomar a un Ted enfurruñado y encaminarse a la cocina donde lo esperaba otra batalla campal. Agradecía al cielo que Ana fuera tan organizada con la comida de sus hijos y anotara que comerían en el día y así sabía lo que podían y debían. Phoebe por su corta edad aun estaba con el biberon y lo que eran papillas de frutas y sopas pero Ted estaba pasando por la transición de bebé a niño grande y eso no lo tenia muy feliz. Recordó aquello y le preguntó rápidamente.
-¿Quieres usar el baño, Ted?- lo dejó en su silla alta cerca de la barra. Ted negó. Aun estaba enfadado con él por hacerlo esperar cuando tenía hambre. Más aun cuando lo vio tomar aquel horrible vaso con pico y orejas que no le gustaba nada. -Recuerda que debes avisarle a papá cuando quieras ir al baño para no tener un accidente.- No recibió respuesta. Su hijo podía ser tanto o mas testarudo que él y sólo había una mujer que sabía manejarlos y llevarlos a los dos, la cual, para la pérdida de sus nervios, no estaba allí. Sentó a Phoebe en su silla mecedora ajustandola con los broches y le dio un juguete que encontró en la encimera para distraerla mientras preparaba el desayuno. Un biberón para ella y algo de fruta picada. Y el vaso de entrenamiento para Ted con leche caliente y algo para desayunar como un sándwich con queso o hotcakes. -¿Que quieres que papá te haga de desayunar?- preguntó en tanto vertía leche en el vaso de entrenamiento y hacía lo mismo con el de Phoebe sólo que agregándole la formula especial que contenía todos los nutrientes que ella necesitaba para proceder a dejarlos en el microondas.
-Quiedo mi bibi- habló firme el niño. Christian suspiró.
-Ted, no puedes usar tu biberón. Ya eres un niño grande.- explicó paciente sacando los biberones. Comprobó que estuvieran a temperatura perfecta y se lo acercó a su hija quien rió feliz y se lo llevó a la boca inmediatamente haciendolo reír. No fue la misma historia con Ted quien empujó el vaso en cuanto se lo mostró -Vamos, hijo toma de tu vaso.- Ted negó comenzando a llorar otra vez.
-¡No! quiedo mi bibi, papi.- odiaba ver llorar a su hijo y mas sabiendo que el tenia la culpa. Tenia un gran problema con el hecho de que nunca le decía que no, a ninguno, y por mas que Ana dijera que eso los haría crecer como mal criados a él no le importaba. Le daría el mundo entero igual que a ella. Aunque si accedía estaría tirando a la basura todo el trabajo de su mujer para quitarle el biberón. Se hincó para verlo a los ojos mientras se devanaba los sesos en busca de las palabras que debía usar y le limpiaba las lágrimas derramadas.
-A ver campeón. ¿Recuerdas que hablamos de esto ya? Ya eres un niño grande y...
-Puedo sed glande con mi bibi, papi.- hipo el niño haciendo el trabajo mas duro.
-Pero los niños grandes no toman bibis, Ted. ¿Ves a papi tomar de un bibi?- el niño no dijo nada tomando respiraciones entrecortadas debido al llanto -No, porque los niños grandes como papi bebemos de un vaso para grandes porque no nos gusta que nos llamen bebés. ¿Quieres volver a ser un bebé? Si eres un bebé no podrás subir a tu auto rojo o jugar en el resbalin del parque o usar tu bicicleta. Y no quieres eso ¿Verdad?
-No, papi. Me gusta ed desbalin.- murmuro el pequeño luego de un largo minuto de análisis.
-¿Ves que es mejor ser un niño grande?
-Pedo no me gusta la taza, papi.- señaló mas tranquilo, mirando aquel vaso de manera recelosa.
-¿No?- el niño negó frenéticamente -¿Quieres uno como el de papi?- ofreció Christian. Debía aprovechar que estaba aceptando lo que le decía.
-Si.- a este punto ya el niño se había resignado con el bibi y dejado de llorar. Ahora esperaba a ver que era lo que su papi haría. Christian pensó un momento. No podía darle un vaso de cristal a un niño de tres años, mucho menos una taza que era más pesada. Le dio una ojeada a Phoebe que comía absorta de todo sosteniendo su pie con una mano y el biberón con la otra. Rebuscó en los gabinetes uno que pudiera darle a Ted y encontró unos de colores que Ana usaba cuando venía Sophie a jugar con su hijo pero eran aburridos. Un simple vaso de plástico duro. Miró los dibujos de Ted que Ana pegaba en la nevera con pegatinas y le vino la idea.
-Vamos a hacer este vaso más divertido ¿Te parece?- le dijo a su hijo mientras rebuscaba las pegatinas que guardaba su esposa en una cesta en uno de los gabinetes.
-¿Cómo papi?- inquirió el pequeño con ojos curiosos y con toda la atención en su papi.
-Con esto.- le mostro la hoja que traía las pegatinas de autos, aviones, nubes, estrellas y muchas cosas más y a Ted le brillaron los ojitos azules.
-¡Si papi! ¡Yo quiedo hacedlo!- movió sus manos frenéticos hacia su padre que sonreía por haberle ganado la pelea al biberón. Se sentía orgulloso de él mismo. Dejó el vaso en la barra y acercó a Ted quien no perdió tiempo para comenzar a pegarle un auto por aquí y una nube por allá al vaso. –¿Puedo poned una estella papi?- preguntó el niño y Christian le sonrió contento porque su hijo estuviera feliz.
-Puedes ponerle lo que desees, hijo. Éste será tu vaso especial de niño grande ¿Te gusta?
-¡Si papi!.- afirmó pegando una estrella junto al avión azul -¡Ya tedmine!- Anunció cuando ya no hubo más espacio en la superficie del vaso.
-Ese es mi hombresito.- felicitó alborotando su cobrizo cabello.
-Ahoda quiedo mi leche, papi.
-Enseguida- Tomó la taza de entrenamiento y vertió su contenido en el nuevo vaso de su hijo que no tardó en beberse toda la leche-Papá está orgulloso de ti, Ted.- le dijo su papi contento y Ted sonrió feliz por ver feliz a si papi y por ahora ser un niño grande.
Christian habia superado la primera tarea del día sin demasiado drama pero aun le quedaban tres grandes acontecimientos. El aterrador baño, la hora de la comida con un bebé mas en casa y la hora de dormir. ¿Saldría con vida de éste inolvidable día?
