Disclaimer: La historia es original, pero los personajes que aquí se muestran son propiedad de Michael Dante DiMartino, Bryan Konietzko.
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En mi blog: .com encontrarán este fic con varios capítulos actualizados. De hecho, estos capítulos servirán para promocionar mi blog, así que daré prioridad de 1 MES a las actualizaciones en mi blog. Es decir: este fic se actualizará mensualmente. Si no quieres esperar, visita el blog y podrás seguirlo al día, debido a que ya hay varios capítulos.
Capítulo 1
Pasa casi una hora desde la medianoche y en la torre 35, en la planta de Ember Holding, una luz seguía prendida. Era lógico pensar que para medrar en la empresa debes dedicarle más horas que el resto pero lo que Azula Raiko hacia solo podía definirse como avaricia empresarial o bajo la lupa más crítica, poco aprecio por su vida fuera de sus obligaciones.
Vida era termino vacuo usado por aquellos poco ambiciosos, solía pensar la joven de cabello recogido y mirada severa al tiempo que miraba su reloj de pulsera. Sí, llevaba un reloj de pulsera y era algo que consideraba una pieza de distinción que dejaba exponer su amor por la precisión. Así como ella, su reloj de pulsera era minucioso, pulcro y detallista, exponiendo en su cúpula cuadrada el trabajo de un artesano. La correa era nueva pero el talco y la caja formaban una pieza de maquinaria de más de setenta años, evidenciando el hecho de que ciertos artes antiguos seguían teniendo más carisma que las modernidades más superfluas.
Algo tan simple como el reloj decía de su dueña. Azula Raiko detestaba las modas pasajeras y las bagatelas que algunos se compraban por ser lo más reseñable del momento. No se paraban a pensar que estaban adquiriendo algo que en un mes o menos estaría abandonado en un cajón y que había sido anunciado por sus ídolos previo pago de una jugosa suma de dinero. Le gustaba la tecnología, disfrutaba de su equipo de música de su pantalla gigante con sonido envolvente, de su tablet, de su conexión de internet y de todo aquello que sea de primer nivel. Siempre y cuando lo que adquiriese fuera de calidad, ese desembolso valdría la pena. No, su crítica era hacia los productos que generaban un deseo de moda que no existía anteriormente y que sería algo tan temporal como las estaciones y era algo que sabía mejor que nadie. Ella sabía que vender un producto era cuestión de marca y expectativas, no de calidad.
Azula Raiko lo sabía porque había ingresado en Em-Com, la filial de comunicaciones de Ember Holding, al licenciarse. Años de papeleo, fotocopias y ajetreo, le llevó a ser la primera sub - ejecutiva junior más joven de la empresa pero eso no iba a terminar así y enseguida apuntó más alto.
Casi siete años, durante casi siete años había estado persiguiendo los ascensos más jugosos hasta comenzar a ser considerada para un puesto de ejecutivo junior subordinado directamente del señor Roku, uno de los ejecutivos senior más importantes de la compañía. Aquello era tanto una ventaja como una condena porque mientras Roku intentaba hacerse amigo de sus rivales, imponiendo la práctica de que una sonrisa mueve montañas, Azula competía con el resto de subordinados en base a burlas y desprecios hacia ciertas labores mal gestionadas.
Su actitud era altiva, fiera y con un punto engreído, provocaba más de un malestar que era tapado por sus labor y dedicación. Labor y dedicación plasmada en aquella luz velada que se refleja en los ventanales de la torre 35 y que recuerda, como un testigo mudo, que hay gente que decide no dormir jamás.
No, ella no era como el resto y hacia tiempo que había decidido ser pantera entre gatitos pasase lo que pasase. Pasó más pronto que tarde, quedando sus relaciones personales relegadas a Sokka y Jeong, dos compañeros de trabajo, y a la familia de su hermano, Zuko.
Sokka era el compañero divertido, algo bobo pero de buen corazón que podía aguantar el humor de chica de tez pálida porque la mitad de las veces no se enteraba de la crítica o el significado sarcástico de sus palabras. Por otro lado, Jeong era un miembro de la vieja guardia, un veterano, amigo de Roku y compañero de fatigas de los ejecutivos subordinados; había decidido tomar bajo sus alas protectoras a alguien tan talentosa como Azula, quien no semejaba disgustar los galones que daba la experiencia.
En el otro punto de la balanza tenemos a su hermano, Zuko. Su hermano mayor siempre había cuidado de ella, sin importar las quejar de una chica con un constante puchero en el rostro por no poder hacer "cosas impropias de una niña". Sí, su madre era una mujer que vivía en otra época y su padre no era alguien que se podía catalogar con ese título. Para su suerte o su desgracia, siempre estaba su hermano mayor para cuidarla.
Para su suerte porque Zuko se enfrentaba a su padre cuando este decidía intentar impartir justicia a base de sangre. En sus mejores momentos, su padre era algo peor que un hombre, en los peores algo mejor que una bestia; así que era lógico que su vida se orientase unicamente en salir de aquel pozo.
La fortuna sonrió, su madre abrió los ojos, y su padre terminó en un agujero sin recuerdos ni visitas. Sin embargo, era como si de ella solo se esperase que fuese una buena chica, que aprendiese a coser y a cocina, silenciosa y taimada de forma perenne. Algo que distaba mucho de la realidad que ella quería vivir, con su propio dinero y su propio destino tomado en sus manos, sin hombre algo que le dijese que era una pertenencia o una posesión. Más aun cuando se dio cuenta de que le gustaba más cazar tiernas gacelas más que a un león.
Su adolescencia se remarcó no solo por descubrir sus gustos o tener que ocultarse en un armario por miedo a disgustar a su madre, sino por una animadversión hacia su hermano. No era que lo odiase, era que semejaba que todos los focos apuntaban siempre hacia él y a ella la relegaban a actriz de reparto de su propia vida. Su hermano el capitán del equipo, su hermano el cinturón negro, su hermano el chico responsable, su hermano el valiente, su el rebelde de buen corazón. Su hermano, siempre su hermano y nunca ella.
¿La solución para que la gente la tuviese en cuenta?, superar las expectativas de todos. Tenía que admitir que su hermano la superaba en muchas cosas pero en lo académico ella ganaba. Si Zuko sacaba sacaba un notable, ella un sobresaliente; si Zuko lograba un buen expediente en su promoción, ella salía del instituto como el mejor expediente de la historia del centro. Todo por el todo, y todo por ganar.
La competición que había organizado Azula en su mente se detuvo el día que su madre falleció, no había necesidad de impresionar a nadie más y solo se lamentaba de no haber pasado más tiempo con ella. Aunque anclada en sus convicciones, una madre siempre era una madre y su amor era enorme, eterno y sincero.
La tragedia que debía unir más a ambos hermanos, terminó distanciándolos durante unos años. El motivo era que Zuko había decidido trabajar en una pequeña empresa y a la vez estudiar condicionamiento deportivo. Por otra parte, Azula fijo su mirada en Administración y Dirección de Empresas, especializándose en marketing y desarrollo ejecutivo. La respuesta a porque un joven con tal proyección había decidido orientarse al deporte eran tres motivos.
El primero era que a Zuko le encantaba el deporte y soñaba con ser profesor de instituto. Algo que logró con mucho esmero.
El segundo era que así podía buscar un trabajo y ayudar a su floreciente y exitosa hermana. Algo que a Azula le dolía admitir porque nunca quiso sentirse como una lacra y que intentó siempre recompensarle.
El tercer punto, tenía nombre y rostro. Jin Han, la sobrina del dueño de la tienda. La mujer que ató a su hermano y hasta terminó arrastrándolo al altar, aunque él estaba más que convencido.
Los padres de Jin se opusieron, ni siquiera quisieron conocer a Zuko. Al parecer los padres no veían bien mezclarse con gente del este y ya tenían un pretendiente para Jin. Así es, en pleno siglo XXI los padre estaban disgustados porque su hija no había querido conocer a un chico aprobado por ellos. Alguna gente cree que el mundo debería volver al medievo y no se dan cuenta de que fuera de sus casas hay un mundo que siempre avanza.
No hubo problema, la boda fue pequeña y solo amigos, porque el único familiar era Azula. La hermana pequeña les regaló un coche familiar, aunque para semejante detalle tuvo que pedir un préstamo. Algo que no le importaba debido a su buen nivel salarial.
Así, mientras su hermano atesoraba una familia, un trabajo medio, un apartamento pequeño y la llegada de su hija; Azula atesoraba dinero, ascensos, enemigos y horas de sueño acumuladas en su cuerpo.
Asuka Sakura Raiko, la pequeña de la familia y la abejita más linda de al escuela. La alegría de sus padres y el ojito derecho de su tía. Incluso Azula cedía ante esos enormes ojos centelleantes de ilusión y emociones, tomando para ella misma la responsabilidad de darle más de un regalo en cumpleaños, navidades y otros momentos. Era su forma de sentirse parte de esa familia o de tener algo similar.
La joven de mirada afilada sabía que su camino no era ese. Las parejas eran algo temporal en su vida, no había mucho tiempo para ellas ni encontraba nadie que le hiciera sentir diferente. No esperaba tener hijos, primero por sus gustos sexuales y luego porque la idea de la progenie no le agradaba. Su camino era luchar por más y cumplir sus metas. Para Azula solo había dos tipos de personas: las que consiguen lo que quieren y las que no se atreven a conseguir lo que quieren.
Las elecciones de su vida habían sido marcadas por esa forma de pensar y estar terminando un informe pasada la medianoche era una reminiscencia a su código de vida. Pesadamente guardaba el informe en su ordenador, en la tablet y en pen-drive usb, para levantarse y comenzar a recoger. Siempre guardaba todo por triplicado, mejor prevenir que lamentar, porque cada palabra era parte de su sueldo y perderlo representaba el despido.
Apaga la luz y cierra su puerta con llave. Se coloca correctamente la chaqueta de su traje y cambia de mano el maletín para poder mirar la hora. Los amplios pasillos de paredes biseladas de azulejos conformados por detalles monocromáticos. Grandes cuadros y ventanales decoraba la mayoría del camino donde debía surcar una sinuosa serpiente con forma de pasillos y cubículos, llegando finalmente al ascensor.
En el ascensor, una estancia amplia de aluminio y cristal, con luces de neón y botones iluminados, la joven de mirada afilada comenzaba a leer los mensajes de su celular. La mayoría eran del trabajo, sobre la reunión de mañana y ya los había revisado. No obstante, uno era de su hermano.
Te he visto conectada y espero que no vuelvas a pasarte toda
trabajando. Bueno, Asu te manda besos y Povi también.- Zuko.
En la imagen se veía una niña de cabello moreno y ojos claros, mostrando su panza al mundo, saludando con su oso de peluche.
-Que gordita estas – sonreía Azula ante la imagen de la niña.
Al bajar, la recepción estaba silenciosa como en un cementerio. No se escuchaba nada, algo extraño teniendo en cuenta el ajetreo del día a día. El sonido de sus tacones al chocar contra el suelo era lo único que despuntaba, además del correcto saludo del guardia nocturno que le abrió la puerta de seguridad.
-Buenos noches, señorita – se apresuraba Han a abrir.
-Buenas noches – se despidió del joven que sin duda la observaba embobado. A veces ni ella sabía decir si era por su cuerpo o la erótica de alguien con poder, pero más de uno y de una se descalabraban a su paso. A ella le gustaba y sonreía ante ello.
Con cierta prisa se apura hacia la parada del metro. Es tarde pero solo vive a un par de paradas de distancia, además que ella sabe defenderse. Si todo fallaba, tenía un tasser. Pasó por los acceso y se alegro al ver que el tren de su parada llegaba justo a tiempo.
Nada más abrirse las puertas metálicas resopla de alivio al ver que el vagón esta vacío o casi vacío. En un asiento, al extremo del vagón, aferrada al pasamanos de su asiento, se encuentra una joven de coletas castañas que reconocía.
Nunca había hablado con ella, solamente la recordaba de tomar ese metro, ella lo tomaba los viernes con una sonrisa resplandeciente y un brillo en esos ojos pastizos. Solía venir con globos o flores, siempre con muchos y a gente sonreía al verla, era como una burbuja de alegría entre la seriedad de una jornada laboral. A menudo, cuando Azula volvía de trabajar, coincidía con ella, pero esta vez no portaba flores ni globos. En su lugar, solía traer una sonrisa en el rostro tan grande que iluminaría toda la costa. Salvo hoy.
Azula no sabía que hacer o decir, la joven portaba un globo solitario atado a uno de sus dedos y vertía lagrimas a la vez que intentaba reprimir algún sollozo. No se había dado cuenta de que la ejecutiva estaba allí y parecía que ni se había percatado de que el metro se había detenido en una parada. La mujer de ojos ambarinos estaba de pie, congelada, sin saber que hacer y deseando que la tierra se abriese bajo sus pies; pero no se dio cuenta de que el vagón comenzaba a moverse.
De pronto, la maquina comenzó a avanzar y para no caer, Azula trastabilló hasta agarrarse en uno de los soportes del vagón. Aquel evidente ruido hizo que la otra joven la mirase y durante un segundo Azula pudo verse reflejada en esas lagrimas derramadas. Hubiera podido callar, toser y no decir nada; pero en esas gotas de tristeza siempre había dudas y deseos de sonrisas.
-Perdona – saludó al tiempo que se acercaba lentamente hacia la joven sentada.
-¿Sí?.
-¿Por qué lloras?.
Continuará...
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