¡Hola relinchoso de nuevo, nakamas! ¿Recordáis que había comentado en el oneshot anterior que decidiría si ligaba a Mae (mi nuevo OC e hija adoptiva de Luffy y de Nami) con la línea temporal de "Aventura en el Antiguo Mundo", en cuanto llegase al capítulo final? Pues bien, mirando a conciencia el desarrollo de dicha historia y el de las que tengo planteadas para ligarlas a ella, llegué a la conclusión de que sería demasiado complicado mezclar los OC pertinentes sin prestarles más antención a unos que a otros; así mismo, escribir oneshots entre fics largos como aquél me sirve de relax mientras desarrollo las distintas tramas. Por lo tanto, he tomado la decisión de que las historias de LuNa + Mae tomarán caminos ditintos de los de la saga "Aventura en el Antiguo Mundo".

Así pues, ambas líneas se titulan y disponen de la siguiente manera:

1) Línea de "Mundos Paralelos": "Oro y Cristal", "Aventura en el Antiguo Mundo", y las que la siguen. En esta incluiré los fics más largos; es decir, de diez capítulos o más.

2) Línea de "Era de Monkey D": "La herencia de una madre", "Los lazos inquebrantables que nos unen", y las que siguen. En esta saga subiré oneshots de variable extensión o fics muy cortos (de dos capítulos como mucho).

Advierto que el hecho de que haya subido este nuevo oneshot no significa que esté paralizada la redacción del nuevo capítulo de "Aventura en el Antiguo Mundo", el cual está en camino y espero poder traéroslo la semana que viene.


Año VIII de la Nueva Era Pirata, también conocida como la "Era de Monkey D"

Hacía tiempo que los rumores se habían confirmado a lo largo del Paraíso, y en el Nuevo Mundo las voces ya corrían como la pólvora de boca en boca: Monkey D Luffy, también conocido como Mugiwara no Luffy, tenía una hija. Muchos rivales y aliados ya se habían impresionado hacía años con la noticia de que el Rey Pirata había se había unido en matrimonio con su navegante, Nami "la Gata Ladrona", a quien ahora también apodaban como "la Reina de los Piratas" o "la Diosa del Clima". Él era reconocido por su temible fuerza gracias a la Gomu Gomu no mi, por su grandioso dominio de los tres hakis, y por su férreo sentido de la lealtad hacia su tripulación. Ella, si bien en cambio no se había hecho famosa por su fuerza ni menos por poseer dones sobrenaturales, había dejado huella en el mundo de la cartografía al ser la primera persona en la Historia que había conseguido dibujar un mapa completo del mundo (aunque aún faltaban ciertos detalles que tenía pensado solventar a lo largo de sus nuevas travesías); así mismo, famosos eran su amplio conocimiento y control del clima, y su belleza casi divina (de ahí su tercer sobrenombre).

A ambos se les había pasado a nombrar como la Pareja Real, y no pocos pasaban por alto el fuerte vínculo que les unía; un vínculo que se había fortalecido con la llegada de una preciosa niña llamada Mae. Ella era el orgullo del Rey Pirata, y la heredera que encabezaría la nueva generación naciente de piratas... Aunque decían por ahí que si te quedabas un sólo día cerca de aquel trío, descubrirías con asombro que se comportaban como la familia más normal de la Tierra: Padre e hija se guerreaban entre ellos por la comida y jugaban mientras reían a carcajada limpia, y la Reina Pirata cubría de cariños y atenciones a su princesita; así mismo, el temido monarca, como cualquier hombre casado, no se libraba de las regañinas de su esposa, y ésta se encargaba también de poner a su traviesa hija en su lugar cuando se portaba mal. Por último, cabe mencionar que la niña era el vivo reflejo de sus padres, tanto en las maneras de actuar como en la forma de sonreír.

Sin embargo, los contados testimonios que aseguraban haber visto a Monkey D Mae admitían que no habían sido capaces de reconocerla en un primer momento, o al menos hasta que uno de los Mugiwara la llamaba por su nombre. De cabellos lacios de color castaño claro y de grandes ojos verdes oscuro, nadie diría a simple vista que aquélla era la famosa hija de Mugiwara, por lo que algunos se atrevían a dudar (entre murmullos debido al miedo hacia la posible reacción del Rey Pirata) si por las venas de aquella pequeña corría la sangre de la Pareja Real. Pero sin embargo, no podía ignorarse que la joven Monkey D, a pesar de su corta edad, estaba destinada a algo grande; ya fuera siguiendo los pasos de su padre o los de su madre, el legado que acarreaba su apellido jugaría un importante papel en su futuro.

Pero fuese cual fuese el destino que le aguardaba a la joven Mae, poco era tenido en cuenta durante un 2 de agosto como aquél.


La música y un agradable olor a comida recién hecha llenaba la cocina del Thousand Sunny, y no era para menos: Monkey D Mae, la tripulante más joven del barco, cumplía cinco años y debía celebrarse por todo lo alto. La mesa estaba a rebosar de bandejas de fruta, golosinas, repostería y por supuesto (a demanda de cierto hombre de goma), trozos de carne bañados en salsa. En el techo flotaban globos de colores, y en una esquina de la estancia, se habían amontonado varios regalos que esperaban ser abiertos. Mae, con el cabello adornado con una flor de mandarina y con sus grandes ojos verdes reluciendo por la emoción, se encontraba en su lugar de siempre; entre su padre (sentado en la cabecera) y su madre (situada a la derecha del Rey Pirata), esperando a que el tío Sanji trajese la tarta.

-Feliz cumpleaños, cielo mío- dijo Nami mientras abrazaba a su hija, la cual correspondió al gesto con una feliz sonrisa.

-Gracias, mamá.

-Ya casi eres una niña grande, Mae. Dentro de poco podrás entrenar conmigo shishishi- comentó Luffy con su característica sonrisa, imaginándose a sí mismo enseñando a su pequeña a luchar como un auténtico pirata.

Éso le hizo recordar los días de entremaniento en plena selva con Ace, quien seguro estaría orgulloso de lo bien que estaba creciendo su sobrina, la cual aspiraba a conseguir grandes logros; el futuro decidiría cuándo y de qué manera.

-No empieces con eso otra vez, Luffy- lo regañó la navegante- Déjala que crezca primero, es la única de todos nosotros que podrá hacerlo con calma.

Con "calma", Nami se refería a que aparte de los ataques de los piratas rivales, viejos enemigos, las tempestades repentinas, los monstruos marinos, y los líos en los que Luffy solía meter a sus nakamas en cada pueblo que pisaban, Mae podía vivir tranquilamente bajo la celosa protección de la tripulación más poderosa de los mares hasta que decidiera independizarse.

-Si te esfuerzas, Mae, pronto llegarás a alcanzar la fama legendaria de tu tío el Gran Guerrero Usopp- dijo de pronto Usopp a su sobrina, sirviéndose una copa de sake para prepararse a contar otra de sus míticas historias- Por cierto, ¿sabíais que a los cinco años yo ya había vencido a mi primer enemigo, que tenía unos brazos como troncos y...? (bla bla bla).

Poco después llegaba el momento más importante del día, que era cuando Mae tenía que soplar las velas y pedir un deseo. Tomando una fuerta bocanada de aire, la niña lo explusó con tanta energía que casi se puso roja del esfuerzo, hasta el punto que perdió el equilibrio y cayó sobre una esquina de la tarta, provocando la risa de sus padres y de sus tíos al ver su carita cubierta de nata.

-No hacía falta soplar tanto, Mae- dijo Nami mientras limpiaba el rostro de su hija.

-Mi pastel de mandarina y chocolate, me había quedado tan perfecto...- se quejó Sanji, mirando la zona hundida de la pieza de repostería con un aura depresiva.

-Lo siento, tío Sanji...- se disculpó Mae, arrepentida.

-No no no no, mi adorada princesita- la interrumpió el cocinero, al tiempo que se ponía la mano en el corazón y se erguía cuan caballero andante- Ningún desliz que pueda suceder en mi cocina es culpa tuya, y si una comida tuya se estropea, te haré dos y hasta tres si hace falta...

Y aquí viene otra vez el discursito, pensaron con expresión de fastidio Zoro, Usopp, Chopper y Franky.

-...porque yo soy y siempre seré un humilde servidor de las damas, y si para ello tengo que cocinar mil tartas por ti, Mae-chan, así lo haré. Tienes que comer bien para convertirte en un futuro en una hermosa mello... ¡eh, digo...! mujer como tu madre.

Antes aquellas impertinentes palabras, poco apropiadas para ser escuchadas por una niña pequeña, Nami preparó su puño para darle una lección de control a su nakama rubio. Sin embargo, se contuvo cuando vio que Luffy la detenía interponiendo su brazo entre ella y su objetivo; la navegante se fijó entonces en que una sombre oscura cubría su mirada bajo el sombrero de paja.

-Sanji- dijo el Rey Pirata con un tono tan serio que impuso el silencio absoluto- A mí no me importa que andes acosando a Nami, porque eres mi naka y confío en ti, y también porque sé que ella sabe cuándo pararte los pies. Pero te advierto que si en el futuro, cuando Mae sea grande, te atreves a acercarte a ella con esas intenciones, no dudaré en patearte el culo.

Ante aquella advertencia, que cualquiera que no conociese a Monkey D Luffy pensaría que era una amenaza de muerte, los Mugiwaras miraron orgullosos a su capitán. Había demostrado infinidad de ocasiones sus dotes de buen líder, y ahora había dejado claro que en su papel como padre no se quedaría atrás. Jinbe asintió en silencio, sabiendo que a pesar de la actitud infantil de que Luffy a veces rivalizaba con la de su hija, éste estaba dispuesto a todo para velar por su bienestar, incluso si éso suponía enfrentarse a un nakama suyo. Sanji también comprendió el significado de aquellas palabras, y agachó la mirada en señal de arrepentimiento.

-Sí, Luffy. Lo entiendo, y lo siento- dicho ésto, el cocinero se giró hacia la navegante pelinaranja- Te pido disculpas a ti también, Nami-san.

-Está bien, Sanji-kun. Sé que no le harías nada malo a Mae.

-Luffy es un SUPER DADDY- gritó Franky de repente, que estaba emocionado por la manera tan noble en la que Luffy protegía a su hija.

-¿Ah sí, de verdad lo crees? Shishishi, no es para tanto- dijo el aludido completamente ruborizado, aventando una mano para tratar de evadir su vergüenza ante tal halago.

La pequeña Mugiwara, por su parte, ladeaba la cabeza de un lado a otro (costumbre tomada de Luffy, cómo no), incapaz de comprender esas conversaciones tan propias de los adultos.

-¿Qué? No lo entiendo, mamá. ¿De qué estáis hablando? ¿Y qué decís que pasará cuando sea mayor?

-De nada, hija- contestó Nami con una gotita de sudor en la sien- ¿No quieres un poco de tarta?

-Síiii- chilló Mae agitando alegremente los brazos.

-Oi, yo también- intervino Luffy, de cuya boca ya colgaba un reguero de saliva.

-Te esperas, Luffy. Hay que servir primero a la que cumple años.

-Aarg, qué fastidio- protestó el moreno con una mueca poco propia de un hombre de su edad.

Una vez que el pastel se terminó, llegó el momento de abrir los regalos, cada cual era más original que el anterior. Nami se había decantado por regalarle a Mae un monedero de primera calidad, el cual ella misma había encargado que se lo diseñaran personalmente (y prefería no recordar que le había costado un ojo de la cara); era de color amarillo, la cremallera había sido bañada en oro, y tenía bordadas en letras rojas el nombre de la niña, así como la silueta de un caballo galopando (su animal favorito).

-Con ésto podrás guardar tus ahorros. Más tarde te enseñaré cómo controlar tus gastos y conseguir que te rebajen los precios- comentó la pelinaranja a la cumpleañera guiñandole un ojo; y ella, inocente como era a esas edades, sonrió de oreja a oreja al imaginar cuántos consejos "sabios" le daría su madre para el uso de su regalo.

-Ya tenemos suficiente con una bruja, ¿no crees?- comentó el espadachín Mugiwara al respecto.

Nami le frunció el ceño en respuesta, aunque para sorpresa del peliverde, esta vez no lo castigó con un chichón del tamaño de una sandía.

-Me abstengo de golpearte, Zoro, porque es el cumpleaños de mi hija. Pero en compensación te añadiré otros 400 berries a tu deuda.

-Mierda... Serás...

-Zoro, querido, callado te defiendes más. Fufufufu- le aconsejó Robin palmeándole el hombro.

El regalo conjunto de Usopp y Franky era un pequeño pony blanco de hojalata, que se movía y relinchaba automáticamente en cuanto se activaba con un botón. Después abrió el de Sanji, el cual era un vestido verde de marca Doskoi Panda; y aunque a Mae no le hacía demasiada ilisión llevar vestidos, ya que se sentía más cómoda con pantalones para así poder corretear y saltar por el barco, le dio un beso en la mejilla a su tío rubio (el cual se tuvo que aguantar mucho para no ponerse a dar vueltas gritando "Qué dulce princesita digna de su madreeeeee").

Por su parte, el presente de Jinbe era un ajedrez de la Isla Gyojin, en el cual las piezas estaban formadas por dos monarcas sirenos que se distinguían por la corona tallada en sus cabezas, los alfileres eran gyojins con capa, los caballos consistían en (valga la redundancia) caballitos de mar, las torres eran dos corales, y los peones los constituían gyojins y sirenos que portaban un casco de batalla. Después, Brook obsequió a la princesa pirata con una canción que había escrito sólo para ella. Luego tocó el turno de Robin, quien se había decantado por darle a su sobrina un pequeño colgante con la calavera Mugiwara en plata de primera ley; siguió Zoro, que le regaló un bonito peluche de tigre, vestido con una camiseta que tenía la frase "I'm your guardian boss" estampada en el pecho.

-Lo vi en una tienda y me pareció adecuado para ella- murmuró malhumorado, tratando de no dejarse llevar por la alegría de ver cómo Mae corría agradecida a abrazar sus piernas- Ya, ya, chica; no seas empalagosa.

-Shishishi, eres un tío marimo- dijo la niña con una sonrisa de agradecimiento.

-¿QUÉEE? ¿DE DÓNDE HAS SACADO ESA PALABRA?

-El tío Sanji me dijo que marimo significa "genial".

-¡¿Aaah, sí?!- Zoro echó la mano a la empuñadura de su katana, dispuesto a abalanzarse contra el impertinente cocinero.

-Bueno, como marimo nadie es más genial que tú, jajajajaja- espetó éste con sorna, preparándose también para darle una paliza al peliverde.

PAAF

Los potentes puños de la Reina Pirata sobre sus cabezas les hizo pensánselo dos veces. En efecto, aquél era un día muy especial para la sobrina a la que ambos querían por igual; ya tendrían el resto del año para darse de palos a gusto. Entonces llegó el turno del regalo de Luffy, que consistía en un bulto pequeño y alargado. Intrigada, Mae rompió el envoltorio y descubrió una lanza tallada en madera de roble y con la punta de piedra ónix finamente pulida; por último, en la vara podía leerse la siguiente inscipción: "Propiedad de la pirata Monkey D Mae".

-Oooooh- exclamó la niña, sientiéndose muy feliz al tener su propia arma por fin.

-¿LE HAS COMPRADO UNA LANZA?- chilló Nami al borde de los nervios.

-No, shishishi. Les pedí a Usopp y a Franky que se la diseñaran.

-¡Pero si apenas acaba de cumplir cinco años!

-Exacto, shishishi. Yo a su edad ya había aprendido a manejarlas, y además le será de gran ayuda cuando la lleve de expedición a la selva cuando tenga siete años.

-Un momento- la pelinaranje se volvió hacia Usopp y Franky con una mirada propia de una fiera- ¿vosotros tomásteis parte de ésto?

Ambos artesanos tragaron saliva y se pegaron el uno al otro, como si éso fuera a protegerlos de la ira de la Reina Pirata.

-Bueno, Nami, verás... Es que Luffy estaba muy ilusionado con la idea- intentó defenderse el artillero Mugiwara.

-Es cierto, onechan- lo acompañó el cyborg-Y Mae también nos había pedido últimamente que quería entrenar con un arma a medida.

-Que sepáis que por ésto os voy a cobrar 800 berries a cada uno.

-NOOOOOOO- gritaron los aludidos, para luego sentarse en una esquina con un aura de depresión- Maldito Luffy, todo por tu culpa.

Por su parte, Mae admiraba la bonita lanza con los ojos brillando por la ilusión.

-¿En serio podré ir contigo a explorar, papá?- preguntó extasiada al capitán Mugiwara.

-Por supuesto, shishishi- respondió éste risueño, acariciándole la cabeza a su hija- Si quieres ser una mujer de verdad, tienes que aprender a sobrevivir ahí fuera.

La castaña lo abrazó con fuerza en la cintura, cuidando de mantener lejos la punta de su nueva arma.

-Muchas gracias, papá.

-Shishishishi.

-LUFFY- se hizo oír el rugido de Nami, haciendo palidecer al hombre más fuerte de los océanos.

-¿Qué he dicho de malo, Nami? ¡No querrás que Mae sea un hombre!

Éste chico es tonto, pensaron los demás Mugiwaras al unísono al tiempo que caían de espaldas.

-¡No es éso, idiota!- lo corrigió la navegante, sin suavizar su expresión de molestia- ¡No voy a permitir que mi niña vaya por la jungla a merded de los animales salvajes, y menos blandiendo una lanza! Podría hacerse daño, ¿sabes?

-Si no aprende ahora a defenderse y a cazar, nunca conseguirá valérselas en el mar por sí misma. ¿Qué clase de pirata llegará a ser entonces?

-Al menos pon algo en la punta de esa cosa para evitar que se lastime.

-No lo necesita, Nami. Si se pincha, así sabrá cómo evitarlo para la siguiente ocasión; así aprendí yo con su edad, shishishishi.

Y así has acabado de corto de luces, comentaron en silencio sus demás nakamas, abanicando una mano en el aire.

-No me importa, Luffy. Ponle un corcho o algo, o no hay lanza.

Ésta última advertencia preocupó a la pequeña Mugiwara, ya que ella deseaba aprender a usar su lanza cuanto antes y entrenar para ser la pirata más fuerte del mundo.

-Pero mamá...- intentó hablar.

-Tú no repliques, Mae- la interrumpió su madre con expresión imperturbable- Es por tu propia seguridad.

-Pero mira, no es complicardo manejarla- dicho ésto, la castaña comenzó a blandir hacia delante y hacia atrás el arma, para luego girarse hacia la pelinaranja- ¿Ves?

Sin embargo cometió un error al volverse, ya que el afilado vértice de la lanza atravesó al otro lado de la mesa y se clavó un poco en la panza de Jinbe.

-UAAAAAHHHH.

-¡Semejante pinchazo!- chillaron todos con los ojos desorbitados.

-¡Ups!- dijo Mae, encogiéndose en su asiento- Tío Jinbe, perdona...

-Lu... Luffy-kun- alcanzó a murmurar apenas el gyojin; su imperiosa voz sonaba tan aguda a causa del dolor que casi no parecía masculina- Haz caso a Nami y... y ponle algo a esa puñetera punta.


La fiesta continuó hasta bien entrada la tarde, momento en el cual el Sunny atracó en la ciudad de Walterim; un lugar cuyos habitantes vestían ropas tan anticuadas que parecían sacadas del Renacimiento, y montaban sobre unos antílopes gigantes de grandes cuernos y pelaje gris perlado. Sin hacer caso de las advertencias de Nami, Luffy no perdió ni un minuto en desaparecer del puerto con Mae cargada en sus hombros, por lo que la fustrada madre se tuvo que resignar (por millonésima vez) a rezar porque su marido o su hija no se metiesen en problemas mientras ella intentaría disfrutar de una tarde de compras. Sin embargo, debido a que Luffy no quería arruinar el cumpleaños de la niña (tampoco tendría por qué suponer tanto sacrificio, sólo era por dos veces al año; contando con el día del aniversario de boda del capitán y la navegante), decidió que ambos pasarían una tarde como una familia normal.

Dado que Nami le había dado el doble de paga por esta vez, y también porque era un día especial, el joven rey llevó a su princesita a comprar la paleta y el helado más grandes del mercado, aunque por supuesto, se tomó la libertad de comprar unas cuantas golosinas más para él sólo; pues a pesar de sus 27 años, seguía teniendo el mismo apetito insaciable. Mae no se quejaba de ello, ya que estaba más que acostumbrada a la actitud caprichosa de su padre hacia la comida, aunque no dudó en gritarle para que dejase en paz su paleta, ya que el muy zampón había intentado más de una vez darle un lengüetazo cuando ella no miraba.

-¡Ni voy a dártela, papá!- lo regañó enseñando una dentadura afilada.

-No seas egoísta, Mae. Déjame probar un poquito- le pedió el aludido, dejando que un hilito de baba se le escurriese por el mentón.

-No, dijiste que era para mí.

-Claro que lo es; pero yo la he pagado, así que tengo derecho a probarla.

-¡No!- la niña hinchó los carrillos tal y como hacía Nami cuando se molestaba.

-Aaargg, eres igual que tu madre- masculló Luffy con una mueca de fastidio.

-Shishishishi- rió en respuesta la ojiverde, sabiendo que se había salido con la suya.

-¿Pues sabes qué? Me voy a comprar una paleta para mí sólo, y será mucho más grande y deliciosa que la tuya- contestó el capitán Mugiwara, estirándose un párpado al tiempo que le enseñaba la lengua a Mae- Ble ble ble ble.

-¡Je! Como si fueras a encontrar una más grande que ésta- dicho ésto, la castaña imitó el gesto de burla de su padre- Ble ble ble ble.

El Rey Pirata resopló ante aquéllo y se dirigió a la tienda de golosinas, dispuesto a compar el dulce con palo más grande jamás creado, sólo por tener la satisfacción de ver la cara derrotada de su hija. Una vez que desapareció entre la masa de personas y animales que llenaban la calle, Mae fue a sentarse en un banco cercano, así podría degustar su paleta con tranquilidad mientras Luffy buscaba algo que hasta ella, una niñita de cinco años recién cumplidos, sabía que era imposible de encontrar en aquella ciudad; su padre parecía haberse olvidado que antes habían visitados todas y cada una de las tiendas de dulces del lugar, sin encontrar una paleta más grande que la que la pequeña Mugiwara relamía en ese instante.

Ya quedaban pocas horas para el anochecer cuando Mae hubo terminado, pero su padre todavía no regresaba. De pronto, el pequeño desafío anterior no le parecía tan divertido, y quería volver al Sunny para practicar con su nueva lanza. Ya estaba pensando en llamar a Luffy con su pequeño den den mushi, cuando observó que un viajero vestido con una vieja capa, de cabello castaño oscuro y de ligera barba descuidada, detenía el antílope que montaba para mirarla con los ojos abiertos como platos. Su expresión era la sorpresa personificada: boqueaba una y otra vez, intentando hablar pero sin lograrlo; sus manos temblaban sobremanera y sus ojos grises apenas parpadeaban. Parecía que estuviera viendo un fantasma.

-Tú... tú eres...- consiguió murmurar apenas el viajero.

La aludida ladeó la cabeza confusa, no entendía qué le pasaba a aquel hombre tan raro por qué la miraba de ese modo.

-¿Ocurre algo, señor?

-No... yo... yo...

De pronto, como si algo peligroso se hubiera abalanzado hacia él, el viajero clavó los talones en los costados de su montura y se alejó cabalgando a toda la velocidad. Mae observaba extrañada cómo se marchaba el hombre, cualquiera diría que estaba huyendo de ella... En ese instante, Luffy aparecía con una mueca de disgusto, ya que no había conseguido encontrar su tan ansiada paleta para fastidiar a su hija.

-Estúpidos fabricantes de paletas, ¿qué cuesta hacer una más grande?- mascullaba mientras hacía pucheros como un crío de tres años.

-¡Ey, papá!- lo saludó Mae con una sonrisa traviesa- No encontraste la paleta gigante, ¿a que no? Shishishishi.

Frunciendo el ceño, Luffy le pellizcó un poco la mejilla; a pesar de sus cinco años ya empezaba a pecar de descaro, en lo que demostraba parecerse a Nami.

-Ay ay ay ay ay, papáaaa...

-No te burles de tu padre.

GRUUUM

Un repentino rugido en el estómago del Rey Pirata le hizo olvidarse de sus responsabilidades paternas.

-Tengo hambre- comentó tocándose el musculoso y vibrante vientre- Vamos a comer carne, Mae.

-¡Síiii!- respondió la niña con euforia, le encantaba comer con su padre, aunque a veces se enfadaba porque él le robaba algún trozo.


Mientras caminaban por la calle principal en busca de un puesto de comida que sirviese carne, Mae recordó al jinete que se había asustado al verla.

-Papá- le dijo a Luffy tirándole suavemente de la camisa.

-Dime, Mae. ¿Prefieres que Sanji te prepare una carne especial en el Sunny Go? Tendrás que compartirla conmigo entonces, shishishi.

La ojiverde pasó por alto el egoísmo del moreno y lo miró con una seriedad poco común en ella, lo cual preocupó un poco al capitán Mugiwara.

-Antes de que volvieras, un señor muy raro se me quedó mirando y luego se marchó corriendo. No sé, parecía que le había asustado. ¿Doy miedo, papá?

Luffy ladeó la cabeza confuso, ¿de dónde había sacado una tontería semejante? Su hija era el orgullo de sus ojos; y además, todos decían que era una niña muy linda.

-No, Mae. Aunque cuando te enfadas, me recuerdas un poco a tu madre, shishishishi.

-¡Oi!- exclamó Mae enseñando una dentadura afilada tal y como lo hacía Nami- Yo no soy tan aterradora como mamá. No me enfado tan fácilmente.

-En eso tienes razón, shishishi.

-Shishishishi.

De repente, padre e hija se vieron obligados a callarse al sentir una poderosa presencia detrás de ellos.

-¿Así que me enfado con facilidad y soy aterradora, eh chicos?- dijo una voz familiar con un tono demasiado dulce.

-GLUPS.

Los aludidos, aterrados y sudando a chorros, se dieron la vuelta con cautela para entonces ver a una Nami que cargaba varias bolsas de marca, y que sonreía de un modo temiblemente adorable. Una voluminosa vena le palpitaba en la sien, señal de lo que les esperaba a los descarados de su marido y de su hija.

-Na- Nami preciosa...

-Ma- mami bonita...

Se les puso el cabello de punta en cuanto observaron cómo el rostro de la navegante aumentaba, mostrando unas fauces de tiburón y unos ojos cargados de furia.

-VOSOTROS DOS SOIS TAL PARA CUAL.

PAAF CLONK

En un segundo, el Rey y la princesa piratas tenían un chichón del tamaño de una naranja sobresaliendo de su cráneo.

-AAUCH.

-AAAUU.

Nami sopló el humo que salía de su puño antes de señalar con el dedo a los caídos.

-Precisamente os estaba buscando. Dentro de poco se hará de noche, y no quiero que vayáis por ahí solos y os metáis en problemas.

-¿Y qué diferencia hay en meterse en líos durante el día?- quiso saber el capitán Mugiwara, acariciándose el chichón.

-Que por la noche hay más gente peligrosa rondando por las ciudades, Luffy, ya deberías saberlo. ¿Y si un secuestrador intenta ir a por Mae?

-Para eso estoy yo, Nami, porque no permitiré que nada de eso suceda.

El joven bajó la vista hacia Mae y le revolvió el cabello.

-¿Has oído, Mae? No dejaré que nada ni nadie te haga daño, ni te separe de nuestro lado. Shishishishi.

-Sí, papá- contestó la castaña, sabiendo que su padre siempre cumplía su palabra- ¿Mamá tampoco lo permitirá, verdad?

-Pues claro que no, cariño- le aseguró la peliranja, ya calmada de su enfado, para justo después besar la frente de la pequeña- Si cualquier insentato que ose hacerle alún mal, lo freiré con una dosis de rayos.


Más tarde, el trío familiar se encontraba en el parque central de la ciudad. Mae jugaba al balón con otros niños mientras que la Pareja Real descansaba un banco a cierta distancia. Nami se encontraba entretenida leyendo un libro sobre navegación que se había comprado esa tarde, mientras que Luffy terminaba de roer un grueso picho de carne bañado en salsa que acababa de comprar en un puesto ambulante. El muchacho observaba pensativo a su hija mientras masticaba el último pedazo; a medida que Mae iba creciendo, era más consciente de ciertas cosas. Hacía pocos días, le había preguntado por qué su cabello tenía distinto color que el suyo o el de Nami; el chico, que nunca había dominado el arte de mentir, se sintió salvado en cuanto Nami, que se encontraba a su lado, contestó en su lugar alegando que Mae había heredados rasgos de sus parientes lejanos. Aquella respuesta le fue más que suficiente para la niña, para alivio de sus padres y también de los demás Mugiwaras. Sin embargo, hasta el torpe del capitán era consciente de que, algún día, Mae tendría que saber la verdad de sus orígenes.

-Tengo miedo, Nami- se atrevió a admitir al tiempo que veía a su hija correteando y riendo con los niños del parque.

Nami levantó la vista de su libro y lo miró impresionada. Aquel comentario era tan poco propio de Luffy, quien no conocía el temor ni la prudencia, que creyó que se lo había imaginado.

-¿Miedo a qué?

-A que llegue el día en que tengamos que decirle a Mae que nosotros no la concebimos.

La navegante cerró el libro y tomó de la mano a su compañero para transmitirle que lo comprendía. En momentos así, Luffy recordaba por qué Nami era la única mujer que había conseguido enamorarlo.

-A mí también me asusta pensar en que ese momento llegará, pero no sería justo que le ocultásemos algo así- dijo ella, dirigiendo también su mirada hacia la pequeña.

-¿Crees que después de eso, dejará de llamarme "papá"?

La pelinaranja vio en el rostro de Luffy una preocupación nunca vista en él; era la mirada de un padre que temía perder el amor de su hija tras enterarse de un secreto inimaginable.

-No, estoy segura de que no. Se llevará una buena impresión, no lo niego; pero Mae no renegará de ti como su padre, porque eres el único que tiene y que siempre tendrá.

El joven apretó la mano de Nami y la miró agradecido. Saber que era el único a quien Mae había reconocía como su padre, lo consolaba. Su esposa, por su parte, también sintió el peso de la duda al recordar cierto momento especial, hacía cinco años.

-Tal vez es cierto que debimos habérselo explicado desde el principio, pero cuando Mae me dijo "mamá"... Yo tampoco me sentí capaz de negárselo.

La muchacha sintió que algo se posaba en su cabeza con delizadeza: era el sombrero de paja de Luffy, quien la observaba con una amplia sonrisa.

-Bueno, tú eres su "mamá" y siempre lo serás. Eso es innegable, shishishi.

Aquellas palabras provocaron que los ojos marrones de la navegante se humedeciesen, hasta el punto que ella tuvo que morderse el labio para no romper a llorar de felicidad. Aquel hermoso momento culminó con un beso cargado de amor y sinceridad.

Llevaban así unos minutos cuando la repentina aparición de un jinete a lomos de un antílope los interrumpió. Ambos ignoraban que aquel hombre era el mismo que había contemplado a Mae aterrado una hora antes.

-Disculpad- les dijo mientras desmontaba- ¿Vosotros sois los tutores de Mae?

La Pareja Real se alertó ante aquella pregunta, ¿por qué demonios aquel se refería a su hija de una manera tan informal, sin mencionar su apellido siquiera, como hacía la mayoría de la gente que no les conocía? La idea de que aquel sujeto pretendía hacerle algún mal a Mae se instaló en sus mentes y les hizo ponerse aún más en guardia ante cualquier movimiento sospechoso.

-Sí, somos sus padres- contestó Luffy con una agresiva seriedad- ¿Por qué lo preguntas?

-Quisiera hablar con vosotros sobre ella y sobre sus verdaderos padres.

Aquella inesperada respuesta impactó al matrimonio de distintas maneras: Nami, sumamente perpleja, se tapó la boca con la mano; y Luffy, por su parte, se sintió furioso al escuchar cierta palabra.

-¿"Verdaderos"? ¡Nami y yo somos sus padres de verdad, bastardo!

El joven estuvo a punto de lanzarse contra el viajero para asestarle un buen puñetazo, pero la mano de la Reina Pirata lo detuvo.

-Espera, Luffy- murmuró sin apartar la vista del desconocido- Antes de preguntarnos nada, señor, ¿quién es usted y de qué conoce a nuestra hija?

-Yo... soy Zommer D Hime, el hermano de la difunta Zommer D Anne: la madre de Mae.


En fin, nakamas-lectores, hasta aquí el capítulo de hoy, y mañana subiré el último. Tenía pensado en subir ambos en un único oneshot, pero se hacía demasiado largo y quiero dejarlo listo cuanto antes para así poder terminar el nuevo capítulo de "Aventura en el Antiguo Mundo".

¡Muchos agradecimientos relinchosos por haber llegado hasta aquí y nos leemos pronto!

Saludos especiales a adrySOE, Solitario196, Alice1420 y Falkner Zero por su reviews en mi anterior fic de esta línea, "La herencia de una madre".