Bueno, aquí un capítulo de un fic que jamás me había atrevido a escribir.... Un D/G. Espero que lo disfruten, y por favor, dejen RR!!!
Capítulo I
Acarició por última vez la fría lápida, que parecía sonreír ante el dolor de la muchacha pelirroja de enfrente. Una lágrima se deslizó por su mejilla mientras las nubes grises surcaban el cielo como acompañándola en ese día de dolor. Era la última vez que visitaría es tumba. Esa y las otras siete que había ahí. Una por una fue palpándolas todas, tratando de sentir las letras que había ahí, como queriendo leer el grabado que ellas daban a los que pasaban por ahí y se detenían a mirar las lápidas.
Unas gafas oscuras ocultaban al mundo su dolos y su tristeza, ya que a pesar de que no había en sus ojos signo alguno de vitalidad, si había reflejo de lo que había en su interior.
Y en esos momentos era odio. Odio por aquel mísero ser que la había hecho sufrir desde el principio.
Tanteo por última vez aquellas rocas que simbolizaban un recuerdo a siete de sus ocho parientes, todos muertos a manos de Voldemort, excepto por uno. A su hermano Charlie lo había matado la mísera criatura que la había hecho cargar con aquella maldición de la que no podría librarse jamás.
Tomó en sus manos su varita e impuso el hechizo para poder ver a través de las gafas. No era igual, pero era peor que nada. Había escuchado que los muggles tenían que andar a ciegas completamente, aún no habían inventado aparatos para poder hacer ver a los ciegos. "Que tontos son esos muggles" pensó la muchacha. "Han ido hasta la luna, pero no han podido inventar cosas que ayuden a los demás.". Eso y muchas cosas mas pasaban por su mente, sin notar que estaba siendo observada desde muy cerca....
La persona que la seguía caminaba con cautela, como si temiese ser vista siguiendo a la joven, y no era para menos, ya que podría ser peligroso para ambos que fuera así. Caminaba sigilosamente a través de las concurridas calles del Londres muggle, mientras que la muchacha se alejaba cada vez mas. Llegó por fin el momento en que la perdió totalmente de vista, y dándose por vencido en ese día, se alejó de ahí, y, escondiéndose en un callejón, desapareció de la vista de toda persona.
Solo una persona había advertido este extraño movimiento, solo una persona había advertido que la habían seguido, solo una persona vigilaba cada movimiento de su vigilante. Ginny Weasley empuñó su varita y desapareció del lugar de los hechos.
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Un hombre joven, de aparentemente unos 25 años, caminaba a lo largo de la calle concurrida, mirando vagamente los escaparates en la tienda y los transeúntes, pero sin reparar mucho en ellos. Era un muchacho alto y guapo, con el cabello rojo, casi se podría decir que el único pelirrojo en la calle, pero eso no era nada comparado con el chico que venía directamente hacia él. Era un muchacho de su misma edad, con el cabello negro azabache y gafas. Sus ojos eran de un inusual color verde esmeralda, dando paso a una cicatriz en forma de rayo justo a la mitad de su frente. Llevaba unos periódicos en la mano, y se veía que no había dormido en toda la noche.
-¡Ron!- exclamó éste último, sacando al otro chico de sus pensamientos.
-¡Harry!- exclamó Ron esbozando una sonrisa, pero al reparar en el semblante triste y desalentador de su mejor amigo, la sonrisa se borró casi en seguida. -¿Qué pasó?- preguntó casi al mismo tiempo.
Harry no dijo nada, simplemente le entregó un periódico que traía en la mano. En primera plana se encontraba la figura de una muchacha que había sido encontrada semi-inconsciente en las afueras de Londres. Había sido brutalmente golpeada.
-¡Ginny!- exclamó Ron. Y ambos chicos se dirigieron a San Mungo con paso apresurado, sin reparar en la figura que había seguido al pelirrojo toda la mañana.
-Por fin...- se escuchó la voz de la "sombra".
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La oscuridad reinaba en el hospital San Mungo, excepto por una de las habitaciones, en donde se encontraba una pelirroja dormida. La sombra pasó rozando a su lado, y la contempló por unos minutos, para luego pronunciar su nombre en silencio.
Comenzó a mover los párpados, mas por costumbre que por otra cosa, sin embargo, no tardó mucho en reconocer la silueta de la persona, gracias a las gafas hechizadas que había en su mesita de noche.
-Asesino...- murmuró Ginny en un tono que no se le hubiese creído capaz, y sin embargo, el muchacho había escuchado muchas veces. La chica buscó su varita en la mesita, sin encontrarla, y fue cuando éste se acercó a ella y la tomó firme, pero delicadamente de las manos y la obligó a quedarse quieta.
-Ginny, necesito que me escuches un momento, por favor...- comenzó a decir el joven, pero Ginny, a pesar del dolor que sufría en su cuerpo, sintió que la herida que éste había dejado en su vida había sido mucho mayor. Alzó su mano y le dio una bofetada, y éste no se amedrentó, pero tampoco hizo señal alguna de defenderse.
-No te mereces nada Malfoy, debería denunciarte ahora mismo...- comenzó a decir Ginny, mientras sus manos buscaban a tientas el comunicador para llamar a la enfermera.
-Lo siento mucho Ginny...- dijo Malfoy, y le quitó las gafas que la ayudaban a ubicarse en el mundo, en medio de toda su oscuridad.
-Primero me quitas mi vista, luego me quitas a mi hermano, y por último me quitas la única esperanza que tengo de ver, ¿Qué me quitarás mañana?- preguntó Ginny, comprendiendo que tendría que estarse quieta por unos momentos, sin embargo, no estaba ociosa, ya que sus manos tanteaban de manera imperceptible a su alrededor, buscando algo que la ayudara.
-Ginny, no vine a quitarte nada, de verdad, tienes que creerme....- comenzó a decir de nuevo Malfoy. Su voz no era fría, como la que dirigía a sus enemigos en la escuela, si no que era cálida. Si Ginny no hubiera tenido suficiente de él, podría haberse percatado de ello.
-Si, claro, después de todo lo que ha pasado....-
-¡Lo que ha pasado ha sido un error! ¡No era yo!- exclamó Draco, sin poder contenerse mas.
-¡Claro que no eras tu! Después de todo, ¿Quién sospecharía del aplicado muchacho de 17 años que tenía de las mejores calificaciones en su generación? ¿Quién sospecharía que aquel rubio "bien portado" tratara de hacerle algo a su gran amiga Ginny, si después de todo, era la única persona con la que había hecho amistad? ¿Quieres saber quien iba a sospechar? ¡YO! ¿Quién mas podría ser? Desde aquella noche en que mi hermano fue atacado y tu no llegaste, desde ese momento he estado pendiente, hasta que al fin Harry supo hacerme ver la verdad. Tu piensas que soy una tonta que no sabe lo que hace y cae rendida a los pies del niño que vivió.... Fue por eso que hiciste lo que hiciste.... Fue por eso... Y yo te creí..... ¡Te creí! ¡Por tu culpa la mayoría de los miembros de la Orden fueron asesinados! Debí haber hecho caso de Harry cuando me advirtió.... Debía haberlos escuchado.... Pero no, seguí confiando en ti.... Seguí esperando alguna señal que indicara que mis suposiciones fueran erróneas.... Y esa señal jamás llegó.... Al contrario.... Pasó lo que tenía que pasar... Y ahora yo debo cargar con el fardo pesado que me impusiste..... Tantos años.... Y al final todos fuimos traicionados... Por una asquerosa serpiente....-
La voz de Ginny había quebrado el silencio de la habitación, de suerte que las paredes tenían hechizos especiales para que no se escucharan los sonidos de una habitación a otra, pero eso no era lo que le preocupaba al rubio de ojos grises que ahora miraba a la chica comprendiendo todo.
-Ginny, por favor, si tan solo me dejaras explicarte....-
-No, creo que ya he escuchado demasiadas excusas por el momento Draco, déjanos a mi y a mi hijo en paz, creo que ya es suficiente con lo que ha pasado como para que vengas a arruinarnos el resto, por favor, márchate- declaró la chica, y encontrando su varita la tomó y la alzó en vilo. -¡Accio gafas!- Y éstas salieron volando de la mano de Malfoy y se posaron en la de Ginny, que se las puso para poder distinguir la silueta de quien una ves hubo hubiera sido alguien mas que un amigo.
-De acuerdo...- murmuró Draco, esta vez con su voz fría –Estas armada y yo no- le entregó su varita. -¿Me dejarás hablar ahora?- preguntó. Ginny miró la varita sin comprender, y decidió escucharlo, para luego denunciarlo. Hizo un gesto afirmativo.
-Me estoy muriendo- soltó Draco, esperando reacción alguna por parte de Ginny, cosa que no consiguió. Decidió continuar. – Mi vida se ha estado apagando poco a poco, y no puedo hacer nada, una enfermedad consume mis entrañas cada día, cada minuto, siempre está presente para destrozarme... ¿Recuerdas aquel viaje a el Río de Osiris?- Ginny asintió
–Pues bien, el poder maligno que ahí encerraban se desató.... La maldición final quedó hecha, estoy muriendo, al igual que todos los Mortífagos que ahí nos encontrábamos.... Mi padre me dio un antídoto en contra del gran poder que se iba a desatar, y sin embargo, no lo usé.... Por que sabía que alguien mas lo iba a necesitar.... Lo vertí en el vaso que te ofrecí en la mañana antes de que todo pasara.... Y la maldición no te tocó.... Pero a mi si, y ahora estoy muriendo....- Draco se acercó a la cama, y tomó a Ginny por los hombros, y fue cuando Ginny cayó en cuenta que tenía unos guantes puestos.
-Draco...- comenzó a decir Ginny, pero éste hizo un gesto para interrumpirla.
-Hay dos opciones en este momento, y tu estás en libertad de escoger cualquiera de las dos que haya, te prometo no decir nada ni hacer nada que te afecte...- comenzó a decir Draco.
-¿Cómo puedo creerte eso, si todo lo que has hecho ha sido para herirme?- preguntó Ginny. No le daría el gusto de verla llorar... No de nuevo. Draco la miró por un instante, sin expresión alguna en su rostro. No trató de disculparse, pero tampoco de inculparse.
-Ginny, todo lo que necesito es que escuches las dos condiciones que tengo para ti. De ser así, podrás olvidarte de mi para siempre, hasta quedarte con el estúpido Potter... Lo que quieras... De seguro eran tus planes, ¿no?- Ginny se revolvió en su cama, ofendida.
-Di lo que tengas que decir Malfoy, y lárgate de una buena vez- exclamó Ginny totalmente furiosa. Malfoy exhaló.
-Bien, la primera opción es que me entregues. Después de todo, creo que ya no importa donde acaben mis días... De seguro acabarán mas pronto por esta enfermedad que por Azkaban... no lo se... simplemente entrégame y olvídate de mi, pero por favor, jamás le menciones a tu hijo algo acerca de su ascendencia-
-¿Y la segunda opción es?...- preguntó Ginny, como si no hubiera escuchado la última parte.
-Puedo volver al pasado... A la época en que fuimos al Río de Osiris. Puedo hacer una poción que me salve después de haber recibido el impacto de la maldición, sin embargo... Solo necesito una cosa para poder terminar eso, y es un poco de sangre mía, sin embargo, la mía no está totalmente limpia, pero he estado investigando... y la sangre heredada podría servir.... O la sangre de alguien que sea compatible de manera mágica con la mía. Es decir, un mago de sangre limpia.- Ginny se quedó estupefacta. No esperaba eso. No después de todo lo que había pasado. Ahí estaba Draco, ante ella, humillándose y pidiéndole que lo dejara vivir, pero al mismo tiempo se estaba entregando en caso de que ella no accediera.
-No...- comenzó a decir Ginny. Los ojos de Draco dejaron de emitir esas ansias locas que lo consumían por el hecho de haber tenido alguna esperanza que lo salvara. Sin embargo, había dicho que no.
-De acuerdo- contestó Draco, y se sentó, esperando. –Aquí esperaré a que los Aurores lleguen por mi- declaró. Y se recostó en el sillón, como si nada estuviera pasando. Como Ginny lo había visto miles de veces antes de que todo se complicara. La chica lo miró apenada, y muy a pesar de lo que creía, aún lo quería, y lo sabía, si no, hace tiempo que lo hubiera denunciado. Tomó su varita en sus manos, que en un instante había obtenido la forma de una daga dorada.
-¿Por qué necesitas ir al pasado para hacer eso?- preguntó Ginny antes de hacer nada mas, con cierta curiosidad.
-Necesito arreglar ciertas cosas que dejé pendientes- contestó Draco, sin abrir los ojos.
-Jamás me atrevería a dañar a mi hijo, y lo sabes bien, y menos por ti- contestó Ginny.
-Lo se, por eso sabía que era una opción desesperada, sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?- preguntó Malfoy sonriendo. Ginny captó la indirecta. Malfoy seguía con los ojos cerrados, así que Ginny aprovechó. Tomó uno de los frascos vacíos que había en la mesita y se hizo un corte ligero que recorrió su mano a todo lo largo. La sangre comenzó a manar a grandes torrentes, mientras un líquido rojo llenaba una cuarta parte del frasco. La varita volvió a tomar su forma original y luego con ella, Ginny se cerró la herida. Tapó el frasco y lo puso en la mesita.
-Ahí la tienes, es toda la sangre que puedo darte por el momento, cosa que no debería hacer después de la golpiza que acabas de darme- declaró Ginny, mientras se recostaba a descansar y entrecerraba los ojos.
-Ginny, yo no fui...- pero esto último ya no lo escuchó ella, por que se había quedado dormida. Draco la observó por última vez, luego de eso sacó una poción y guardo el frasco con la sangre de Ginny en su túnica, y bebiendo de un sorbo la otra poción, desapareció.
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Ok, son las ochorrocientas mil de la noche, estoy que me muero de sueño y totalmente agripada y aquí me ven, escribiendo fics. Espero que lo hayan disfrutado, y por favor, dejen RR!!! Si quieren que siga, digan, si no quieren que siga, digan también!!
