Silencio.
Es todo lo que quedaba tras la batalla.
Una nación entera había sucumbido al poder de un solo hombre. Una máquina de matar perfecta.
La luna llena iluminaba la brillante sangre que cubría el suelo, las paredes, los cuerpos inertes y amputados. Aquella imagen le era gloriosa. Gracias al fruto de sus manos, había conseguido una hazaña que se recordaría durante siglos.
Altivo, fue recorriendo lo que era ahora sus dominios. Todo era perfecto, hasta que un pequeño detalle llamo su atención. Un sollozo se oía en la lejanía.
-Vaya, juraría que había acabado con todos. Bueno, eso tiene remedio.
Siguiendo el sonido, llegó hasta una casa medio demolida. De un golpe abrió de par en par la puerta, dejando que la luz de la luna penetrase en su interior.
En medio de la sala, se encontraban 2 cadáveres descuartizados. Entre ellos, una niña sujetaba un osito de peluche.
-Asique eras tú la que perturbaba el esplendido silencio de la conquista. Supongo que esos son tus padres. No deberías llorar por ellos, pronto os reuniréis.
Rápidamente saco una navaja atacando por sorpresa a la indefensa niña, pero justo antes de clavar sus mortíferas armas en su piel, se quedo paralizado.
Aquella niña no lloraba de miedo, ni siquiera se movió para intentar defenderse. Estaba sentada, tranquila, mirando fijamente al despiadado asesino. Sonriente.
-De qué demonios te ríes? Acaso no me tienes miedo?
-Tú pelo tiene un color extraño. Y brilla por la luna.
Aquella respuesta le desconcertó. Cualquier ser consciente de su situación habría suplicado por su vida cayendo en la más profunda desesperación. Pero aquella niña no le temía. Una extraña curiosidad lleno su mente. Guardando las armas, se apartó de la puerta, saliendo de la casa.
-Ven. Sal a la calle para que te pueda ver mejor.
Poniéndose de pie, y arrastrando su osito de peluche, esquivó los cuerpos para salir de aquella casa. No mostró en ningún momento miedo hacia él, o hacia la precaria situación en la que se encontraba. Solo se limitó a obedecer, parándose junto a él. Sonriente.
Iluminado por la luz, Flippy pudo observar aqula pequeña y frágil cuerpo. Era una niña de piel blanca, esbelta y fina. Sus cabellos manchados por la sangre, eran rojizos como el fuego. Pero lo que más le llamo la atención, fueron sus brillantes ojos. Inmensamente carmesi. Inmensamente inocentes.
-Cuántos años tienes?
-8 años-respondio con una sonrisa-y tu?
-amm 15 y cómo te llamas? Lo sabes?
-Sí. Me llamo Flaky. Y tú?
Una leve sonrisa se dibujó en la inexpresiva cara de Flippy. Rápidamente atacó a la muchacha de nuevo, pero esta siguió sin moverse.
No llegó a tocarle. Permaneció sujetando su peluche. Sonriente.
-Por qué no me tienes miedo?
- No lo sé.
Levantó a la pequeña niña. Agarrándola como si se tratase de un saco, la colocó en sus hombros. Flippy siguió patrullando el pueblo sin decir nada. Miraba de vez en cuando a la joven Flaky, para ver si por fin sentía miedo. Estaba observando los cadáveres de sus vecinos y de sus antiguos amigos.
Tranquila, agarrando de la pata a su osito de peluche. Sonriente.
Al día siguiente.
-Pero estas loco o qué? Esto no es un juego, y mucho menos un sitio donde cuidar de una bebé!
-No lo tienes que cuidar, solo no le pegues si le ves por ahí andando, ahora es mi nuevo juguete.
-Já. Espero que te canses de él cuanto antes. Solo nos retrasará en nuestras misiones. En qué demonios estarías pensando anoche. Debiste matarla junto a los demás.
-Riuk, déjalo. No me importa que Flippy la tenga. Es tan solo un capricho. Cuando se canse de ella podrás experimentar con un nuevo sujeto. Míralo más como una inversión.
-Pero! Aaahh, hacer lo que queráis, a mí ya no me importa.
Marchándose de la sala, Flippy agradeció al coronel el permitirle esa tontería. No tenía otro nombre.
Cuando entró en su habitacion, la pequeña Flaky estaba dormida en su cama, abrazando tiernamente el osito. Sonriente.
Flippy comenzó a trabajar en su nueva estategia perdiendo la loción del tiempo.
La Pequeña pelirroja, se incorporó quedándose sentada, mientras se frotaba sus ojos. Bostezando, empezó a mirar la habitación donde había pasado la noche. Era un lugar muy oscuro. Solo unas velas iluminaban una mesa.
Realmente a Flippy le encantaban, pero la joven Flaky no lo entendería hasta pasados muchos años.
Deslizándose hasta tocar el suelo con sus pequeños pies, Flaky caminó hacia la iluminada mesa. Cuando llegó, permaneció quieta, con la cabeza elevada, observando curiosa el impasible movimiento de su nuevo amigo. Sonriente.
Tras unos minutos, sintió un pequeño escalofrió en su espalda. Jalando de la chaqueta, sacó de su profunda concentración a Flippy.
-Tengo ganas de hacer pipi.
-Pos bien por ti, qué quieres? Un premio? No me distraigas, estoy con algo mucho más importante que tu propia vida niñata.
-Pero…tengo ganas de pipi.
-He dicho que no me molestes más! Sal de la habitación y a mano derecha encontrarás el baño!
-Gracias
Con su pequeño peluche, se encaminó hacia la salida de la habitacion. Flippy quedo por un instante anonadado. Le había agradecido esa estupidez. Sin darle mayor importancia reanudó su minucioso trabajo.
Saliendo por la puerta entreabierta, descubrió un largo pasillo mucho más iluminado. Despacio pero firme, fue recorriéndolo a la vez que escuchaba varias conversaciones al final del todo.
Una puerta quedaba a la derecha, tal y como le habían indicado. Empujando con debilidad, consiguió entrar en el baño, cerrando tras de sí la puerta.
No había nadie, así que dejando a Tedy, su osito de peluche, en el bidel.
Aliviada por fin, volvió a abrazar a Tedy y se quedó mirando la puerta. No podía abrirla. Necesitaba una silla. Por suerte, había una cesta donde el resto del equipo, dejaba la ropa sucia. Dándole la vuelta, pudo pararse encima y volver a abrir la puerta.
Asomando la cabecita, comprobó que no había nadie en el pasillo. Correteando por él, se dirigió de nuevo a la habitacion. No conocía ningún otro sitió al que volver. Al entrar, vio que nada había cambiado, todo seguía en su sitio. Sin perturbar a su nuevo amigo se volvió a colocar a su lado. Sonriente.
-Puedo ver qué haces?
-Para qué? Tu ínfima consciencia no entendería nada de lo que pudieras ver.
-Me puedes enseñar
Sería una pérdida de tiempo. Pero no pudo evitar subirle a la mesa, tras ver su rostro. Esos ojos iluminados por la luz de las velas, ilusionados por descubrir que era lo que tanto le entretenía. Y su permanente sonrisa. Acaso nunca la perdería? Eran demasiado distintos, pero no podía evitar verse a sí mismo cuando aún era un niño.
-No toques nada ni me molestes, si lo haces te mataré, entiendes niñata?
-Sí !
No volvió a pronunciar palabra durante toda la mañana. Solo observaba feliz como poco a poco se construían los sobrepensados planes de su amigo.
Silencio.
Pasaron las horas. Poco a poco un pequeño ruido iba aumentando en la habitacion. No estaba siendo producido por Flippy. Molesto, miró fijamente a la niña. Su estomago no se callaba por mucho que le mirase mal. Suspirando, decidió tomarse un descanso.
Bajó de nuevo a Flaky al suelo.
-Ven enana. Me estas molestando con tu estúpida necesidad de comer. A ver si ha sobrado algo de los demás para ti.
Flippy caminó sin fijarse más en la pequeña Flaky. No le importaba si se perdía por la estancia mientras le seguía hasta la casi olvidada cocina para él.
Sin separarse mucho de su amigo peliverde, Flaky y Tedy miraban con los brillantes ojos todas las dependencias por las que iban pasando.
Cuando llegaron a su destino, trepó una de las sillas y se sentó en la mesa, hipnotizada por las acciones de su amigo. Sonriente.
Flippy no paraba de rebuscar en la nevera cualquier tipo de comida ya cocinada. Solo encontró medio filete empanado y media mandarina.
-"Esto bastará para una niña pequeña"
Sacándolo, se dirigió hasta la mesa donde lo depositó sin delicadeza alguna.
-come de una vez.
-Y los cubiertos?
-Ten y come maldita sea!
Un suspiro salió de su boca. Aquella niña realmente le sacaba de quicio y, a la vez, le agradaba.
Se sentó a su lado, observando cómo se llevaba pequeños trozos de comida a su boca. Le costaba manejar los cubiertos, pero aprendía rápido a moverlos correctamente. Quizás no era tan tonta como parecía. No era de una familia de soldados, por lo que no estaba obligada a saber cuidarse por sí misma, sin embargo, tampoco se comportaba como una cria. Era algo más madura, demasiado tranquila para solo tener 8 años. Sí sobrevivía, quizás con el tiempo le enseñase a defenderse.
-"En qué demonios estoy pensando? Me he debido romper la cabeza. Yo enseñar a esta? Para qué?"
Cuando terminó de comer, permaneció cayada, mirando a los inexpresivos ojos del peliverde. Flippy se perdía en esos carmesi ojos. Transmitían tanta tranquilidad, tanta inocencia, tanto calor.
-Bien, vuelve a la habitacion mientras lavo los platos. Y no toques nada.
-Sí Flippy.
Empezó a recoger la mesa mientras la pequeña pelirroja corría en dirección al pasillo. Sonriente.
-veo que has hecho amistad con la chiquilla, Sargento Flippy.
-Ncht, qué quieres? No me molestes, estoy ocupado.
-Nada, solo te venia a recordar que me tienes que ayudar con una investigación.
-Ya lo sé, iré cuando limpie esto.
-Te estaré esperando entonces en el laboratorio. No tardes demasiado.
No le hacía gracia que le hablase así. Aunque fuese su compañero no tenía derecho a inmiscuirse en sus asuntos.
Terminando en pocos minutos de lavar los cubiertos, se dirigió directamente al laboratorio. Se había olvidado de la pequeña pelusa que andaba suelta en su habitacion.
Flaky se sentó en la cama, esperando con impaciencia a que su amigo volviese y le aupase una vez más a la mesa. Al pasar media hora, vio que no volvería. Seguramente se había entretenido con otra cosa. Bajó de la cama con Tedy y emprendió el camino de vuelta a la cocina.
Ya no estaba allí. Una conversación a lo lejos llamó su atención. Creyendo que allí encontraría al peliverde, salió corriendo en su dirección.
Llegó hasta un gran salón. Dentro, había un grupo de personas, sentados alrededor de una mesa de cristal. Algunos hablaban, otros jugaban a las cartas y uno gritaba enfurecido.
-Seguro que has hecho trampas! no me creo que puedas volver a ganar!
-Hirashi, siégtate y dagme el dinego que te has apogstago.
-Pero chicos, a qué estáis de acuerdo conmigo?, ha hecho trampas, lo sé!
-Dale su dinero de una vez, quiero seguir jugando.
-Tú cállate! No le pienso dar ni una sola moneda! Ha hecho trampas!
-Hola.
Todos se voltearon, extrañados de aquel saludo.
-Eh? Y quién cojones eres tú eh?
-Me llamo Flaky.
-Y a mí que me cue…gggg
Mouse-k bom estaba estrangulando a Hirashi mientras cogía el dinero de su bolsillo. Tras contar que había cogido la suma de la apuesta, le lanzó contra la pared.
-Cof, cof…maldito… has usado a la enana para que me distraiga!
- Un buen sogdado debe estag siempre atento.
Sin hacer caso al alboroto que estaba montando la pareja, Flaky se acercó hasta la mesa. Miraba uno a uno buscando entre ellos a Flippy, aunque no lo encontró.
-Bueno, y qué hacemos con ella? Se supone que ha descubierto nuestro escondite jejeje. Deberíamos matarlo.
-Egso sí que es una pégdida de tiempo. Dejádmelo a mí, si lo alquilamos seguro que ganagmos mucho dinero. Conozco a mucha gente que pagaría bien por teneg una noche a una niña como esta.
