Los ojos de Ygritte no podían mentirle, quizá Jon Snow le mentía a ella al decirse un cambia capas, pero sus labios no lo hacían cuando la besaban, cuando sus manos la acariciaban para darle calor, ahí no había nada de falso. Pobre Jon que vivía bajo el yugo de sus propias falacias, bajo la dubitativa de ser o no ser, del sí o no, del muro o su mujer, del hielo sórdido del castillo negro, o el fuego del cabello de Ygritte, no, más bien, el fuego de Ygritte.
Ella no despertó después de un rato. Jon estuvo mirándola mientras dormía, era rara la noche en la que el hermano juramentado de la guardia de la noche lograba conciliar el sueño por varias horas, dormía a pausas y con desconfianza porque sabía que no era del agrado de muchos de los salvajes, principalmente de Styr. Pero cuando veía dormir a la pelirroja, era como si ella confiara en él. Bajo la capa que ambos compartían, esa enorme capa de cueros, sucia, era ya todo menos negra, aunque les cubría el frío, la desnudez de los cuerpos era la principal fuente de calor, Jon deslizó los dedos por la cintura de la muchacha, la piel pálida le daba cierta dulzura. Era mucho más menuda sin tanta ropa encima, esa apariencia de mujer agresiva llegaba a quebrantarse cuando se había desecho de su arco, ahí, bajo las pieles, era una joven hermosa, que grita, gime y jadea cuando él surca su cuerpo a besos, no era mero morbo, de alguna manera amaba a esa mujer hasta la médula... Dónde también estaba su honor.
La mente de Jon, un sinfín de pensamientos, todos ellos repletos de sentimientos encontrados, ahí, ahí se divagaban, sobre todo cuando la mujer abrió los párpados, como instinto natural se quedó viendo a Jon, tan guapo él, con esos ojos grises que eran capaz de perder a cualquiera en ellos, ¿quién no querría estar con él bajo las mantas? La piel del cambiacapas era reconfortante. Antes de que él continuara tocándola, Ygritte le dedicó una sonrisa que dejó entrever los dientes blancos y dispares, una sonrisa distinta, pero que Jon consideraba la más bella, la diestra del joven avanzó sutilmente los centímetros distantes hasta la cadera ajena, tan redondeada que le hacían suspirar. Ygritte se fue directo a los labios de Jon, quería besarlo, pero él recordó que no, no era momento, no podían, el pueblo libre partiría en poco y ellos en el grupo. Cómo si le leyese la mente, ella susurró cerca de sus labios.
- No hay reglas, nos iremos después, nadie nos dirá nada, Jon Snow, somos del pueblo libre y yo una mujer del acero. -
El tono, siempre retador y altanero. El azabache retiró la diestra de la anatomía ajena, era hora de ponerse los calzones de lana y el jubón de pieles para partir, la pelirroja se enojó bastante, tanto que optó por jalar la capa y dejarlo desnudo. El frío demencial atacó su cuerpo que cambió tan drásticamente de temperatura, dentro era mejor, dentro, con ella.
Ygritte soltó una carcajada, arrojó la capa al costado y empezó a vestirse, pieles, tras pieles, el objetivo era quedar lo más cubierta posible. Las botas desgastadas la calzaron y en menos tiempo que él estaba lista, era un nuevo día, tendrían que dejar la cueva estrecha dónde pasaron la noche para ir a seguir al pueblo libre. Mientras veía a la mujer, recordó a Arya, el cuerpo menudo y pequeño de ella seguía siendo mucho más grande que el de su pequeña hermana. ¿Seguirá viva? Jon ya no sabía que era, si un hermano juramentado, un salvaje que compartía lecho con Ygritte o un bastardo Stark.
Cuando Jon se echó la enorme capa encima, asomó el rostro por la entrada de la cueva, el viento apenas y se escuchaba golpear entre las lozas naturales de piedra pero una ligera nevada caía, así que le pegaron casi en la cara unos copos de nieve. Ahí vio también a varias personas avanzando.
- Vamos... -
Dijo alto mientras salía, el cielo gris se alzaba como infinito y Jon seguiría ahí, buscando quién era, dejando al amor ser o al honor surgir. Un camino largo les esperaba.
