(A/N): Con todo lo que tengo que hacer, ¿por qué me inspiro cuando menos me conviene?... ¡Espero que les guste!
Eren se colocó encima, agarrándolo a ambos lados de su cabeza para besarlo con mayor intensidad. Llevaba toda la mañana queriendo estar a solas con Levi, más aún después de haberlo visto con el nuevo uniforme haciendo pruebas con su equipo de maniobras. Siempre le había parecido que el uniforme le quedaba bien, aunque aquel cravat ocultaba la deliciosa piel de su cuello.
Sin embargo, el nuevo uniforme negro se ceñía al cuerpo del capitán como un guante, marcando sus músculos y dándole un toque elegante. Si a eso le sumaba las acrobacias que realizaba con tanta precisión en el aire y la flexibilidad de su cuerpo cuando se arqueaba hacia atrás para dar una voltereta… Loco, lo volvía loco de deseo.
Hacía solo unos meses que Eren había reunido el coraje suficiente para confesar sus sentimientos. Lo había admirado desde niño y al convertirse en parte de su escuadra esa admiración se había ido transformando poco a poco en algo más profundo. Con todo lo sucedido en la batalla por la recuperación del muro María, Eren se había dado cuenta más que nunca de que sus vidas pendían de un hilo. Se había enterado, por medio de la comandante Hange, de que Levi había estado a punto de ocupar el lugar de Erwin para permitirlos escapar.
Levi habría muerto aquel día.
Sin embargo, había tenido demasiadas cosas en mente como para atreverse a hacer nada en aquel momento. Había necesitado años para comprender el alcance de esos sentimientos, para madurar y dejar de comportarse como un chiquillo desesperado.
Una mañana había tomado la determinación de intentarlo. Su rostro ya no era tan redondeado, su pelo caía liso hasta los hombros y se había dejado algo de vello facial. Ya no era un crío, era un hombre cargado de resolución, con más aplomo y con las ideas muy claras. Se había aproximado a Levi cuando este acariciaba a su montura antes de entregársela al mozo que se ocupaba de los caballos. Le había detenido antes de que avanzara y había soltado el discurso que tanto había ensayado delante del espejo, no sin cierto titubeo, aquel hombre aún le imponía.
Levi se había quedado sin palabras, con los ojos muy abiertos y la boca en una línea inexpresiva. Aquella había sido la primera vez que se había manejado de forma torpe ante un acontecimiento. Apenas había podido explicarse. Su primer argumento había sido la diferencia de edad, pero Eren lo había desechado recordándole que su esperanza de vida era demasiado corta como para preocuparse por algo así. Su superior lo había mirado con el entrecejo más fruncido de lo normal, quizás con cierta compasión en aquellos grises iris.
Entonces el mayor había soltado su segundo argumento, diciendo que él no entendía de esas cosas, que no sabría cómo llevar una relación, que no sería capaz de darle lo que él necesitaba. Sin embargo, Eren había negado con la cabeza, pidiéndole que le diera una oportunidad, que le permitiera intentarlo. Eren se había sentido más resolutivo porque en ningún momento Levi le había dicho que no le gustaba en absoluto.
Al final lo había convencido con un beso.
Y más besos habían sucedido a ese desde entonces.
Eren introdujo su lengua en la boca del mayor, habían estado separados durante unos días y lo había echado mucho de menos. Levi correspondía ese beso con ganas, enredando su lengua con la de su subordinado, mordisqueando de vez en cuando el labio inferior del joven. No hizo falta mucho más para que el cuerpo del castaño comenzara a reaccionar a aquellas atenciones, sin embargo, todavía no habían intimado más allá de unos besos en el cuello o del contacto de sus torsos desnudos.
El más joven era incapaz de ocultar su excitación, jadeando en los labios del otro y moviendo sus caderas en búsqueda de un poco de fricción. Levi era más calmado, pero su cuerpo también estaba reaccionando a aquellos besos y caricias. Se sorprendió un poco al sentir la mano del muchacho descender hacia sus abdominales y rozar de forma superficial el bulto que se estaba formando en sus pantalones. Rompió el beso para mirarlo a los ojos, provocando que Eren dudara por un instante acerca de lo que estaba a punto de hacer.
—Levi —susurró lo más firme que pudo—. Déjame tocarte.
El mayor continuó con sus ojos fijos en el castaño durante unos segundos que parecieron eternos. Succionó su propio labio y ladeó la cabeza, como si estuviera valorando si aquello le convenía o no.
—Eren, yo nunca he hecho nada de esto —confesó directo, sin ningún atisbo de vergüenza—. No sé si podré complacerte.
Eren sonrió y descendió su rostro para juntar sus labios una vez más. Le gustaba aquella honestidad, sin tapujos, sin titubeos. Levi se desenvolvía de forma extraña en el ámbito romántico, sobre todo cuando intentaba devolverle algún cumplido o hacerle un comentario cariñoso. No se le daba muy bien, pero lo compensaba con aquellos besos que le quitaban el aliento. Quizás esos labios no eran capaces de formular las palabras correctas, pero ¡vaya si besaban bien!
—Entonces déjame ser el primero —murmuró, imprimiendo todo el cariño que sentía en sus palabras—. Aunque si no quieres…
—No he dicho que no quiera —interrumpió—. Solo que nunca he hecho esto.
La mano de Levi ascendió para acariciar su mejilla, Eren entrecerró los ojos, disfrutando de ese contacto. Cuando los abrió, destilaban un profundo deseo.
—Solo quiero que te relajes, déjate llevar. Nunca te has permitido eso —le dijo con cierto tono de reproche—. Yo me encargaré de todo.
Levi elevó la comisura de sus labios, consciente de que el muchacho había acertado de lleno, nunca se lo había permitido.
—¿Qué me relaje? —preguntó en un susurro para sí mismo—. Difícil, pero lo intentaré.
Eren asintió, humedeciendo sus labios y acariciando de nuevo a Levi por encima del pantalón. Su boca volvió a conectarse con la de su capitán y solo detuvo los movimientos de su mano para retirar un poco la camiseta y descubrir los trabajados abdominales de su superior. Su boca descendió a ese cuello blanquecino que le encantaba saborear y sus dedos desabrocharon con facilidad el cierre de los pantalones de Levi, deslizando la prenda junto con la ropa interior lo suficiente como para dejar al descubierto su erección.
Comenzó a acariciarlo, sintiendo bajo sus dedos cómo reaccionaba de forma positiva a su contacto. A continuación, lo agarró con firmeza e imprimió un ritmo constante a su muñeca, deteniendo sus besos para observar el rostro de Levi ante la ausencia de su voz.
El mayor respiraba con los labios entreabiertos, sin vocalizar ningún sonido, mostrándose comedido en sus reacciones incluso en un momento como ese. La tensión de su cuerpo era evidente, pero poco a poco comenzó a entrecerrar los ojos, suspirando de vez en cuando y mordiendo su labio inferior de forma sensual sin siquiera proponérselo.
Eren aprovechó para besar aquellos pectorales, probando a succionar uno de los pezones y ganándose un leve gemido como respuesta. Demasiado corto, demasiado fugaz. Quería más, quería que se relajara de verdad, que se entregara a esas caricias desconectando su mente de tantas batallas y preocupaciones.
Lo tenía complicado, pues Levi era demasiado pragmático, no por nada era un hombre con una capacidad de reacción asombrosa, siempre alerta, siempre preparado. No es que no estuviera disfrutando todo aquello, pero no lo veía del todo entregado.
Los labios del castaño descendieron, delineando con su lengua cada abdominal, besando esa piel surcada de cicatrices. Cada una era única, cada una le relataba cómo ese hombre era la supervivencia personificada. Su boca llegó hasta el ombligo, donde una línea de vello oscuro descendía cada vez más abundante, contrastando con esa pálida tez. Besó esa zona, sin importarle el cosquilleo que provocaban esos pelos en sus labios. Lejos de ser desagradable, encontró excitante lo que aquella senda escondía, el lugar al que se dirigía.
Elevó las piernas de Levi para que doblara las rodillas, aprovechando para retirar del todo la ropa que aún cubría al capitán. Se posicionó entre sus piernas, rodeando con sus manos los muslos del mayor y cubrió poco a poco con su boca aquel miembro de tamaño considerable.
Levi liberó un siseo en ese preciso instante, con los puños arrugando la sábana que cubría su cama. Sus suspiros aumentaron de frecuencia y se entremezclaron con algún que otro gemido conforme la cabeza de Eren subía y bajaba. Desvió su mirada para contemplar aquella escena y vio que la larga melena de Eren suponía un estorbo en ese momento. Soltó la sábana para apartar ese pelo lo mejor que pudo y lo mantuvo con una de sus manos mientras Eren continuaba con renovada avidez.
El capitán cerró los ojos, tratando de entregarse a las oleadas de placer que recorrían su cuerpo. Por supuesto que se había tocado él mismo algunas veces, pero aquello no se podía comparar a las sensaciones que le estaba provocando Eren. Aquello era nuevo, intenso, maravilloso.
—Ahhhh —incluso él se sorprendió al escuchar su propia voz de esa manera.
Se olvidó por completo de lo que tenía que hacer después, de la discusión que había mantenido con Hange, de los ajustes que tenían que realizar a su equipo de maniobras, de la mancha que había visto en su ventana. Se evadió por completo de las preocupaciones que le provocaban insomnio por las noches, de aquellas batallas que aún estaban por delante, de la congoja que sentía cada vez que pensaba en el futuro de su amante.
Se permitió, por una vez en su vida, ceder ante el placer.
Eren sintió cómo aquel hombre que tanto amaba se rendía ante sus atenciones. Notó cómo los músculos de su abdomen se tensaban al tiempo que su voz se quebraba con algún gruñido o gemido. Seguían siendo algo comedidos, pero cada vez eran más frecuentes y lo estaban provocando demasiado. Con torpeza, consiguió desatarse el cierre de su propio pantalón, masajeando su propio miembro, imaginando cómo debía ser hacer el amor con él.
Se detuvo para lamer sus propios dedos, ganándose una mirada confusa por parte de Levi, quien había abierto sus ojos ante la pérdida de contacto. El muchacho no tardó en regresar a su tarea anterior, mientras introducía con cierta timidez el primer dedo en su propio orificio. Superó la incomodidad inicial, y no tardó en añadir un segundo dígito ante la mirada perpleja de su superior.
El miembro de levi se tensó en su boca.
El capitán cerró los ojos al sentir la vibración de la voz de Eren en su piel. Se sintió un poco culpable de dejar que el muchacho se encargara de todo, pero parecía tener más experiencia o al menos más información acerca de lo que tenía que hacer. Por supuesto que intuía cómo funcionaba el sexo entre dos hombres, no era idiota, pero jamás se había planteado los detalles hasta ese momento.
Eren lo estaba conduciendo al límite de su aguante. Estaba comenzando a entregarse de nuevo cuando aquellos labios se separaron de forma repentina de su cuerpo.
El mayor gruñó a modo de protesta.
—Levi, quiero montarte —dijo el castaño entre jadeos.
Levi se mordió el labio, soltando el pelo de Eren y acariciando uno de sus muslos.
—¿No te haré daño? —preguntó con voz enronquecida.
Eren gateó para poder besarlo en los labios. Dejó caer su cuerpo hasta quedar sentado sobre la cintura del otro y rompió el beso para mirarlo con franqueza a los ojos.
—Estaré bien —susurró con voz tranquilizadora.
No solo para Levi, sino para él mismo.
El mayor asintió con un leve cabeceo y lo ayudó a desvestirse y a posicionarse. Eren tomó el miembro del otro y lo dirigió hacia su entrada, intentando no expresar de forma demasiado evidente el dolor inicial que le estaba provocando aquello. Levi siseó de nuevo cuando introdujo la punta en aquel estrecho agujero, pero en ningún momento quiso romper contacto visual con el muchacho, sabía que le estaba doliendo, y por ese motivo sostenía con fuerza sus caderas, evitando que hiciera algún movimiento brusco.
Eren tuvo que hacer alguna pausa, permitiendo a su cuerpo ajustarse a esa nueva intrusión. Se tocó en un intento de compensar aquello con un poco de placer, ignorando las miradas cargadas de preocupación que le enviaba Levi.
—Oye.
—Estoy bien —contestó Eren amagando una sonrisa.
Levi enmudeció, nada convencido, pero le permitió seguir intentándolo. A los pocos minutos Eren comenzó a moverse encima suya, primero de forma lenta para acostumbrarse del todo, hasta que el placer sustituyó por completo al dolor, provocando que sus movimientos fueran más bruscos, menos delicados. Levi se recreó en aquella imagen, en lo hermoso que se veía Eren encima suya, gimiendo sin pudor alguno con los labios entreabiertos, temblando debido al gozo que sentía con cada golpe de cadera.
El ceño de Levi se hizo más evidente, incapaz de mantenerse impasible, incapaz de respirar de otra forma que no fuera jadeando, incapaz de evitar que sus ojos se entornaran para focalizar sus sentidos en aquel exquisito roce, en cómo el interior de Eren se apretaba en torno a su miembro, en lo bien que se sentía.
El castaño continuó, cada vez más excitado, aumentando la velocidad, queriendo sentir cada centímetro de Levi en su interior, rozando aquel punto que lo estaba volviendo loco. Comenzó a tocarse de nuevo con una de sus manos. Sus cuerpos se cubrieron de una película de sudor que aumentaba el sonido de cada embestida y Eren se percató de que las caderas de Levi se estaban elevando hacia arriba, de que no eran solo sus movimientos los que lo estaban conduciendo al borde del frenesí. Las manos de Levi se deslizaron para acariciar sus glúteos, apretando con sus dedos para acompañar sus movimientos.
Aquello era demasiado.
Levi profirió un intenso gruñido y azotó con poca delicadeza la nalga del muchacho. Eren abrió los ojos y apenas pudo reaccionar cuando Levi se incorporó, rodeando con un brazo su cintura, enterrando sus dedos en su espalda y elevando el cuerpo de Eren con la otra mano, embistiéndolo mientras su boca devoraba la suya, perdiéndose en el momento. Eren continuaba montándolo, aunque eran las caderas y los brazos de Levi los que estaban haciendo la mayor parte del trabajo. Era como si el mayor se hubiera transformado en ese momento, deseoso de poseerlo, de hacerlo suyo. Ahogó su voz en el cuello de Eren, justo debajo de su oído.
—Eren —la voz de Levi no parecía la misma—. No voy a aguantar más.
Bastante sorprendente era que hubiera aguantado tanto para ser su primera vez.
El castaño lo abrazó con fuerza, pegando sus cuerpos lo máximo posible, pero su mano se resbalaba por la espalda de Levi. Entonces lo agarró del pelo, sintiendo la humedad en la zona rapada, e inclinó su cabeza para besarlo.
Los movimientos del mayor se volvieron erráticos y rompió el beso para morder la piel de Eren, amortiguando un ronco gemido, entregándose a la intensidad del orgasmo.
A Eren le pareció el sonido más maravilloso del mundo. El castaño aumentó la velocidad de su mano, mientras sentía los últimos espasmos del cuerpo que tenía debajo. Un grito corto escapó de sus labios cuando se vino en el vientre de Levi.
Permanecieron unos segundos así, temblorosos, bañados en sudor, sin aliento. Intercambiaron algún que otro beso, pero era como si sus labios estuvieran adormecidos, como si toda la fuerza hubiera abandonado sus cuerpos. Se dejaron caer de nuevo hacia el colchón, sin romper su abrazo, conscientes de lo que acababa de pasar entre ellos.
—Joder —murmuró Levi, intentando retirar el sudor que caía por su frente.
—Si —dijo Eren con una expresión atontada en su rostro.
El muchacho lo besó, esa vez con ternura, satisfecho de haber podido dar un paso más en su relación. Había disfrutado como nunca, se había sentido vivo, realmente vivo.
—Te quiero —le susurró al mayor.
Levi lo miró. Su pecho subía y bajaba con rapidez, aún no había podido normalizar su respiración. Su brazo rodeó los hombros de Eren e imprimió un cariñoso beso en su sien.
—Yo también te quiero —susurró en el oído del muchacho.
Aquella era la primera vez que le devolvía un te quiero, a pesar de que hacía tiempo que se lo había transmitido de mil formas diferentes.
Los ojos de Eren brillaron y su voz se quebró al hablar de nuevo.
—Quiero aprovechar todo lo que me queda, Levi —su mano acarició la mejilla del mayor—. Haces que merezca la pena vivir en este mundo.
El mayor se quedó sin palabras, con los ojos humedecidos por primera vez en mucho tiempo. Jamás le habían dicho algo como aquello, jamás había sentido que alguien lo valoraba por algo que no fueran sus habilidades en el campo de batalla. Una calidez se instaló en su corazón en ese instante y se prometió que le daría a Eren todo lo que necesitara, que lo cuidaría cuando su cuerpo comenzara a fallar, que lo acompañaría hasta el último aliento.
Intentaría seguir sobreviviendo para no dejarlo solo.
—Estaré a tu lado Eren —prometió con solemnidad, como si se tratara del juramento de un caballero, en cierto modo lo era.
Eren se enjugó las lágrimas y sonrió. Se sentía feliz a pesar de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, a pesar de saber que tenía un tiempo limitado para disfrutar del calor de esos brazos que lo rodeaban. Se había entregado por completo a ese amor y aquello estaba por encima de todo, por encima de cualquier nación, por encima de cualquier guerra, por encima de la propia muerte.
Intentó romper aquella melancolía que amenazaba con apoderarse de un momento que quería atesorar lo que le restaba de vida.
—Por un momento pensé que de verdad iba a tener que hacer yo todo el trabajo —comentó con sorna—. Te veo cansado, capitán.
Levi entornó los ojos y le propinó otro azote, fingiendo sentirse ofendido.
—Cuánta soberbia —puso los ojos en blanco y rodó hasta colocarse encima del muchacho—. Dame unos minutos y te mostraré lo cansado que estoy.
Eren rió de buena gana, sorprendido ante el tono sugerente que escuchaba por primera vez en Levi.
El mayor lo besó, era como si hubiera despertado un instinto, uno que había reprimido durante toda su vida. Siempre pensó que moriría sin aquella necesidad, sin tener esa experiencia.
Solo Eren, a quien había conocido en una celda cuando aún era un crío, a quien había considerado un temerario adolescente con un discurso demasiado pasional. Solo Eren, a quien consideraba más puro y honesto que cualquiera de las personas que había conocido. Solo Eren, quien había sido capaz de ganarse su corazón, de desvirgarlo a sus treinta y largos años, de hacerle creer que el amor no era una distracción sino un motivo por el que dar la vida.
Solo Eren.
Puede que estuvieran en guerra, que alguno de los dos muriera en la siguiente batalla, que nacieran para tener que perderlo todo. Sin embargo, en esa habitación, entre esas cuatro paredes construyeron su propio mundo, construyeron algo que conseguiría sobrevivir a la piedra, a la ciudad, al paso del tiempo, a esos cuerpos con los que se expresaban.
Solo Eren.
FIN
(A/N): He pasado de estar muerta de vergüenza a estar echa polvo con ese final… mierda.
