DISCLAIMER: unicamente la historia me pertenece. Los personajes que aqui se muestran pertenece a Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko
Primer Capitulo de lo qee espera que sea un fic bastante largo y un poquito diferente. Acompañame si quiere, toma asiento y ojala quieras quedarte. Aun así recuerda que una review o muestra de apoyo espolea a cualquiera que escribe y lo anima a continuar
CAPITULO 1
La vida era muy simple, casi aburrida, para Asami Sato porque no había nada reseñable para una persona que lo tendía todo. La señorita de tez pálida no solo era una importante directiva de Future Industries, sino que era la hija del dueño de la compañía y poseía el un porcentaje muy elevado de las acciones de esta. Es muy extraño para muchos que una persona en tal posición social, y que desborda tanta personalidad, fuera en el fondo una persona melancólica y temerosa, pero la vida familiar de la joven empresaria no había sido muy normal, por decirlo de un modo educado.
Hiroshi Sato se había preocupado mucho por la educación de su única hija. Las institutrices más reconocidas se dedicaron a su cuidado y educación; los tutores de etiqueta y decoro la enseñaron los entresijos de la alta sociedad; casi obligatoriamente sus maestros de pintura y piano la instruyeron para que pudiese tocar el Grand Rondeau de Schubert sin la necesidad de partitura, para contentar a los asistentes de los almuerzos dominicales que organizaba su padre. Los internados de señoritas también fueron de la mayor calidad e importancia, dando desde muy temprana edad economía y aritmética. Asemejaba que el adusto hombre quería que su hija fuera un florero con piernas, sin la mínima opción de poder expresar su opinión; pero eso había cambiado con el paso de los años, centrándose en que su hija debía prepararse para sucederlo.
En cierto modo, ella sabía los motivos del porqué del cambio de rumbo que tomaron las decisiones de su padre. Hiroshi Sato había tenido un gran amor, Yasuko, la madre de Asami. Yasuko era una mujer de salud frágil que había logrado ablandar a su marido con el paso de los años, pero por desgracia con el embarazo que traería a Asami al mundo, su salud se resintió cada vez más. Yasuko no pudo resistir el complicado parto que tuvo -una pesadilla entre gritos y contracciones, solía decir su padre- y después de horas de lucha para traer a su hija a este mundo, Yasuko logró ganar la batalla y dar a luz a su esperada hija. Por desgracia, esa batalla se cobraría un alto precio y la valiente mujer fallecería victima del agotamiento después de abrazar a su hija por primera y ultima vez.
Ese golpe emocional rompió a Hiroshi para siempre. El hombre no pudo hacer frente a la perdida y prefirió alejarse de su hija, dejándola primeramente al cuidado de sus abuelos, pero cuando estos murieron en un accidente de transito, el presidente de Future Industries tuvo que hacerse cargo de la pequeña. No era difícil prever su reacción ante tal hecho: el distanciamiento. El caballero no quería tener un trato más allá de lo obligatorio con su hija, así que dejó su cuidado y educación a expertos profesionales a los que desembolsaba grandes cantidades de dinero. Esa era la idea principal de Hiroshi y su solución para todo: el dinero; con el dinero se podía pagar lo más caro y, en consecuencia, lo mejor, pero ni todo el monto de su fortuna pudo salvar a su esposa, ni tampoco abrigaba y calentaba el corazón de su hija, quien no entendía porque era tratada con tanto desdén.
Asami solo tenia a alguien que le daba un sincero e incondicional amor, su niñera, Kya. Ella siempre la había cubierto de mimos y abrazos, aunque siempre a escondidas de su padre. Ella estaba a su lado cuando enfermaba y cuando en las noches de tormenta, los truenos no la dejaban dormir. La mujer de ojos celestes y mirada afable siempre tenía la luz encendida de su cuarto cuando una dulce niña de ojos esmeralda llegaba a su puerta arrastrando su mantita y un conejo de peluche de color blanco. No importaba la rapidez que Kya se quedase sentada en el borde de la cama observando a la lluvia estrellarse contra el cristal de su ventana, casi a la espera de que el relámpago refulgiese en el cielo; si esto pasaba, podía encontrarse a una niña tapada con una mantita con motivos de hélices en su puerta antes de que ella pudiese colocarse un albornoz para ir en su busca. La joven aun recordaba esas caminatas por los lóbregos pasillos de la mansión Sato, cantando una tonadilla para espantar al miedo, con cuidado de no gritar para no molestar a su papa. Su mantita con hélices, su conejo Champi y ella, emprendían una aventura rumbo al ala de la mansión donde dormía el servicio. Quedaba lejos, al menos lejos para una niña asustada en medio y medio de la oscuridad de la noche, donde solo unas lamparitas dejaban ver algo pero proyectaban lánguidas y fantasmagóricas sombras a su vez. Pero ello no le importaba a la pequeña que caminaba por dichos pasillos, su misión era llegar a esa ala de la mansión, a ese cuarto, a junto a Kya para que la abrazase y le dijera que nada iba a pasar, así que siempre que emprendía ese camino, la pequeña intentaba ir todo lo rápido posible y no llorar por el camino porque si lloraba su niñera se pondría triste y lloraría también.
Ella era lo mejor de temprana y poco común vida. La única persona que le demostró un poco de verdadero cariño en esa casa, pero también la que tuvo que marcharse por culpa de ella. Kya, cansada de los desplantes que la señorita Asami sufría por parte de una institutriz de piano especialmente dura, no dudo en acusar a la maestra ante el señor Sato. La denuncia fue muy clara, la mujer estaba golpeando a la pequeña como método de enseñanza y siempre que la niña se equivocaba en un compás o en una nota era reprendida con el golpe seco una vara en su espalda. Puede que Asami fuera una niña pero nunca olvidaría las palabras que Hiroshi dijo en ese momento: -"son solo golpes que no le dejarán cicatriz". Kya no pudo más que estallar y recriminarle a su señor una actitud tan inhumana para con su propia hija, pero este montó en cólera y alegó que él educaría a su hija como estimase; algo que ya de por sí sonaría terrible para un adulto, pero más para un infante que observa en esa sala como su propio padre ignora su dolor y despide a su bien amada niñera.
La pequeña lloró y lloró, rogando que Kya no se fuera pero ella no podía hacer nada y su padre quitaba hierro al asunto alegando que en breves Asami tendría una nueva mama; pero eso no importaba lo más mínimo, ella no quería a una extraña, ella quería a su niñera, quién la había abrazado, quién le regaló a Champi, quién la abrazaba cuando los truenos caían y todo daba miedo. En ese momento su padre enrojeció de irá ante la familiaridad que había presentado un miembro de su servicio con su hija, así que agarro a su hija por un brazo y la arrastró a su habitación ante la mirada aterrada de su niñera. Una vez allí, el hombre agarro el peluche y se lo arrojó a la ya ex-sirvienta
-¿Como ha osado darle algo así a mi hija? - bramó mientras el conejito de felpa impactaba en el suelo - ¿no vale con todo lo que tengo?, ¿con todo lo que le doy?.
-Cálmese señor Sato - replicó ella, mientras agarraba a Champi y lo aplastaba contra su pecho – esta asustando a su hija, es muy pequeña para entender lo que ocurre.
Pero ella si estaba entendiendo lo que ocurría a su alrededor. Su padre estaba despidiendo a su niñera, le estaba quitando su peluche y estaba golpeando los armarios y los juguetes mientras la agarraba con fuerza de la mano.
-Y tu – dijo encarándose hacia su hija quien observaba a su progenitor aterrada – tienes que ser fuerte, se lo debes a tu madre.
Nombrar a su madre significaba que las cosas eran más serías de lo que deberían ser y siendo Hiroshi Sato un hombre taciturno y meticuloso, esa explosión de rabia unida a que había nombrado a su esposa, hizo que la mirada de los presentes se oscureciese llena de temor.
-Mañana vendrá tu nueva madre y decidiremos lo mejor para tu educación. Usted puede recoger sus cosas y ni se le ocurra asomarse por aquí nunca más.
Kya sostenía todavía el peluche y se acercó a Asami para devolvérselo pero ante la mirada desaprobatoria del padre, prefirió cesar en su empeño. En su lugar abrazó al muñeco de felpa y se marchó de la habitación dando tumbos, mientras el señor Sato cerraba la puerta tras de si, encerrando a la pequeña niña.
Asami solo recuerda ver a su niñera desde la ventana, como abrazaba el peluche mientras arrastraba una enorme maleta; por muy pequeña que fuese, ella sabia que la mujer estaba llorando. A ese amargo recuerdo se le unían otros dos: estar encerrada esa noche en su cuarto, mientras tronaba la tormenta y Kya no estaba para consolarla; y su nueva madre.
Su nueva madre se llamaba June, era una bella mujer de labios oscuros, larga melena opaca y ojos ambarinos. Era muy bonita pero sin duda lo que Asami más recuerda era el miedo que le daba el enorme animal que la acompañaba, un gigantesco cánido que gruñía casi a cada rato. Era como si el animal estuviese siempre listo para atacar y observase a la niña embutida en un traje de domingo de color rojo, como si fuese un aperitivo envuelto en papel de regalo. Ese fue uno de los pocos días que tuvo trato con su madrastra, ya que al mes su padre decidió que lo mejor que podía hacer por Asami era garantizarle un entorno libre de distracciones y decidió enviarla a un internado para señoritas.
La joven Sato solo podía recordar esos años en el internado como los últimos clavos en el ataúd de su relación con su propio padre, quién solo asistía a reuniones ya establecidas en un calendario y unicamente llamaba para felicitarle su cumpleaños. Aunque las normas eran duras y los docentes muy estrictos, no fue del todo una época mala en su vida; el internado estaba afincado en una isla muy hermosa llamada isla Kiyoshi,hacían excursiones al campo y a la playa, pero lo más importante es que allí conoció a su primer amor. Cuando tenía 17 años, Asami conoció a Jin, una jovencita de ojos grandes y cabello trenzado que se convirtió en su primer amor. Resultaba algo extraño fijarse en otra chica, aunque el internado era solo para señoritas, pero sin proponerselo la joven Sato empezó a fijarse en Jin y en como la pubertad estaba moldeando su cuerpo y dotándolo de sugerentes curvas. Era extraño recordar su primer beso, un primer beso curioso y madrugador en las taquillas de las duchas justo antes de empezar las clases; nunca había podido olvidar ese olor a jabón de té verde y ese aire húmedo que las envolvía. Hubiera sido perfecto, un recuerdo hermoso sino fuera porque su felicidad se volvía truncar cuando su padre había decidido tomarla como heredera y prepararla para ello.
Nunca se quisieron, pero la mujer de ojos verdes no podía evitar sentir lastima por su padre, quién había estado años con su madrastra hasta que esta decidió abandonarlo. Los motivos eran un secreto a voces para el vulgo: ella era una interesada que vio en las continuas infidelidades de el una excusa para el divorcio. Al parecer su padre obsesionado con tener más hijos se había acostado con varias mujeres, para terminar descubriendo que era él quien no podía tener hijos y que seguramente la concepción de Asami fue una excepción a la regla de que todos sus soldados nacían sin fuerzas.
La joven de tez pálida se vio arrastrada de nuevo a la vida de la clase alta, a una cena en su honor para celebrar su regreso, al lado de su padre, sonriendo falsamente mientras repiten a todos los presentes que por fin su hija volvía de estudiar en el extranjero. Lo cierto es que ella era la única opción y a la vez la peor de todas, ella era lo que Hiroshi no quería, el vivo reflejo de su madre, el recuerdo de su perdida y a la vez la responsable indirecta de su muerte. Asami había aprendido a vivir de aquella forma, a aceptar su destino impuesto, pero no quería quedarse más tiempo en esa mansión.
Al ocupar un cargo en Future Industries, la joven heredera dispuso de un lujoso ático en el centro para sus quehaceres. Ese lugar, que había sido el testigo silencioso de las infidelidades de su padre, se había convertido ahora en su nuevo hogar pese a que su progenitor la exhortaba a permanecer en la mansión. La mansión era hermosa, tenía piscina, jardín, una extensa librería, pero no era su hogar; era una simple extraña en la residencia de Hiroshi Sato, un huésped molesto, un perro sin amo, una hija no querida que debía ocupar un puesto al lado de su padre casi por obligación y no por deseo propio.
En esos meses, la mujer tuvo que adaptarse a las obligaciones de un cargo obtenido de forma tan tempranera y sin esfuerzo, algo que logro hacer con increíble desempeño pero que seguía quedándole grande. Solo hacía unos años que había vuelto a casa de su padre, aun estaba estudiando conceptos avanzados de ingeniería y economía, no estaba lista para afrontar tal responsabilidad, cuando ella lo único que deseaba era construir y fabricar la maquinaria que llevaría a la sociedad a un nuevo futuro. Esos sueños tontos eran opacados a cada rato por las charlas, casi los soliloquios de su padre, donde alegaba que su hija no iba a construir motores o hélices.
Su moral se fue minando pero decidió intentar cambiar ese rumbo negativo, volcándose enteramente en suministrar los fondos de obras benéficas de la empresa. No era una gran labor, pero contentaba a su padre, la hacia sentir bien, y desgravaban impuestos. Fue en ese momento donde se sintió verdaderamente perdida; tanta gente pasando necesidades, mientras ella y el circulo social de su padre vivían llenos de lujos; solo de pensarlo notaba como su estomago se cerraba y una terrible acidez se le afincaba en la garganta. Las dudas habían sido enormes, así que empezó a elaborar planes de acción, confeccionando obras de labor social más allá de las donaciones. Su nuevo objetivo era intentar hacer de los bajos fondos de Ciudad República.; todo aquel acto donde Hiroshi pudiese presumir de la bella, talentosa y dadivosa hija que tenía; aunque él preferiría que no existiese. Esta vez se trataba de un baile benéfico en el hotel Omashu, un hotel cercano a la sede de Future Industries, con un enorme salón de baile, alquilado exclusivamente para celebrar el cumpleaños de la joven heredera. Fue alli, mientras recibía a los invitados cuando Asami empezó a sentirse mal, debido al agotamiento y al estrés de estar rodeada de extraños, que la joven heredera terminaría por sentirse mal, ver borroso, y acto seguido, desmallarse. El golpe seco de su cabeza impactando contra la espesa alfombra del salón de baile del hotel Azulón comedor hizo enmudecer a todo el mundo.
En el hospital, Asami se encontró acompañada por una mujer de mirada afilada, coronada por dos brillantes ojos verde oliva y un un flequillo lánguido que caía despreocupadamente por su rostro.
-Señorita Sato, ¿se encuentra bien? - preguntó la mujer
-Si, gracias, ¿Quién es usted?
-Me llamo Kuvira, soy parte de la seguridad de Future Industries. Su padre me ordenó escoltarla y cuidar de usted mientras él estará en el hotel. Se desmallo en la mansión Sato y la han traído al hospital Yangchen. ¿Lo recuerda?.
-Recuerdo haberme empezado a sentir mareada, despertarme y tener esta conversación. No recuerdo nada más.- respondió con una sonrisa para que la expresión de la otra mujer se relajase un poco, pero entristecida porque incluso en este momento su padre la había ignorado.
-No se disculpe. Los médicos le han sacado sangre para hacer pruebas.
-Menos mal que no estaba despierta. Odio las agujas.
Al poco la joven heredera vio como entraba en la habitación un hombre alto, con espeso bigote, sonrisa amigable y ya entrado en años.
-Señorita Sato, soy el doctor Gyatso, medico y director de este hospital. He venido en cuanto me he enterado que estaba ingresada para ver como se encuentra y agradecerle personalmente la ayuda del fondo Future para la modernización de las instalaciones. Gracias a su ayuda nuestra ala de pediatría podrá tratar más niños enfermos.
Asami sintió como se le encogía el corazón ante tales palabras de agradecimiento. Ella misma había empezado a destinar el dinero a hospitales con necesidades especiales como este. Estaba harta de administrar un fondo que simplemente se dedicaba a donar dinero a campañas políticas y a construcciones inservibles. Ella quería esto, ayudar a gente que lo necesitase, y si de paso hacia más pobre a su padre pues mejor que mejor.
No pasaron allí mucho tiempo. Después de que a la joven de tez pálida le dieron el alta, tanto ella como su escolta se encontraron con la noche cerrada.
Asami comenzó a pasear, ignorando completamente a Kuvira, quería notar el frio de la noche en su piel y así que le aliviase el dolor de cabeza que aun luchaba por no desaparecer. Caminaron por el parque de Sozin, disfrutando de las luces que iluminaban los jardines en plena floración, mientras que el agua de la fuente burbujeaba iluminada por media docena de focos. Era plena primavera y aunque era de madrugada, uno sentía una agradable brisa que le invitaba a pensar; en el caso de Asami, a pensar si de verdad merecía tanta felicidad después de haberle quitado la suya a su padre y a su madre, pues que la de Hiroshi estaba unida al bienestar de su esposa.
Resultaba extraño que esas dudas llegasen a su mente después de tanto tiempo, pero el hecho verdadero es que siempre las tuvo; incluso siendo solo una niña sentía que ella había sido una tragedia más que una alegría.
-Señorita Sato, deberíamos irnos- interrumpió Kuvira, sacándola de su ensoñamiento – Debería de descansar. Recuerde. Ordenes del doctor.
-Tienes razón Kuvira- no podía molestarse con ella, solo hacia su trabajo- por favor, ve a buscar el automóvil, te esperaré en el puente que hay al final de la calle. Esta bien iluminado y así podré disfrutar de las vistas.
-Como guste, no tardaré- dijo Kuvira mientras desaparecía doblando la esquina.
En ese momento, Asami comenzó a caminar hacia el puente. El puente De la Ruta de la Seda era un hermoso y monumental puente en suspensión, que rememoraba la época donde ambas orillas de Ciudad República no estaban conectadas y los mercaderes tenían que trasladar por barca su mercancía para ahorrarse horas de viaje. Además de la pequeña y curiosa historia del puente; este daba una magnifica vista de la ciudad, donde todas las luces nocturnas se convertían en pequeñas luciérnagas de tintineaban al son del mar que se encontraba bajo el puente y que hacia de improvisado acompañamiento musical. Sin duda era una estampa hermosa y una oda bellísima; tan bella que a Asami no le importaría si ese momento fuera el ultimo que pasase por sus ojos.
Entonces lo pensó, "¿y si me arrojó al vacio?", sin duda nadie la extrañaría, al menos no lo suficiente para llorarle profundamente o visitar su tumba regularmente. Había entablado amistades en el internado, pero ninguno profundo y duradero; su padre la lloraría pero le quedaba la duda si por sentimientos verdaderos o por mantener las apariencias; Kuvira la extrañaría porque seguramente perdería su trabajo al día siguiente. Una leve sonrisa se afianzó en su rostro al pensar que solo la añoraría una persona a quien acababa de conocer y puede que su niñera de la infancia, si se llegase a enterar. En ese momento su pie golpeo algo y al agacharse para ver que era se encontró con una bota. La curiosidad pudo con ella y observó como más lejos se encontraba un calcetín, y aun más lejos otra bota y otro calcetín. ¿Quién demonios deja botas y calcetines por la acera?, sus dudas serían respondidas en el acto, cuando observo el reflejo de unos centelleantes ojos celestes que la miraban desde el exterior de una de las barandillas.
Asami casí se queda petrificada al ver esos dos brillantes ojos observándola con cierta curiosidad. Esos ojos pertenecían a una chica, una joven morena con melena oscura por los hombros y que esbozaba una sonrisa de lo más tonta. Vestía un pantalón gris y una chaqueta cerúlea con pelo alrededor de la capucha. No obstante lo más importante de todo era ¡que estaba en el exterior del puente, subida a la barandilla, descalza y agarrándose de una farola con ambas manos mientras el resto de su cuerpo se mecía por la gravedad!.
-Siento lo de las botas, cariño- dijo la chica con una leve sonrisa.
-No pasa nada- Sato no sabia que hacer, no se le ocurría que hacer salvo ganar tiempo- ¿Como estas?.
-¡Oh!, bien, bien – la muchacha tenía signos de haber bebido.
-Si estas tan bien ¿por qué estas ahí arriba?.
-Porque no estoy bien fresón- respondió haciendo un mohin.
-Perdona, disculpa, entonces, ¿por qué no estas bien?.
La joven de ojos azules la observó fijamente, con una mueca pensativa, luego miró al frente, hacia la ciudad que enmarcaba la escena y gritó
-¡porque todos son unos idiotas!, ¡Mako es un imbécil!, ¡mis primos unos cretinos!, ¡y mis padres unos tontos!.
Asustada ante la enorme capacidad pulmonar de la joven en la barandilla, Asami comenzó a hablar a trompicones.
-S-Si que deben ser tontos, ¿Qué ha sucedido?.
-Que mi novio me ha engañado, mis primos no me lo dijeron porque no sé qué de alineaciones planetarias, y mis padres, bueno, ellos me dejaron de lado hace muchísimo tiempo y ya no quieren saber nada de mi.
Un mazazo de realidad trajo de vuelta los fantasmas de Sato, pero tenía que controlarlos o iba a ser la responsable de no haber podido ayudar a esa joven. No quería eso, no podría vivir sabiendo que no pudo salvar a alguien que solo necesitaba palabras.
-Tu novio es un imbécil, pasa de él y búscate a otro. Lo de tus primos, es que veras, no se nada de alineaciones de planetas – dijo sonriendo para que la otra joven se relajase – pero se lo que se siente con los padres.
-¿Sí?
-Si, el mio...bueno- intenta encontrar las palabras adecuadas mientras resoplaba con dificultad – Hoy me he desmallado delante de él y de sus amigos en mi propia fiesta de cumpleaños. En vez de acompañarme al hospital ha encargado a un miembro de su seguridad que me custodie.
-Que capullo.
-Si- una risita se le escapó al admitir que su padre era un idiota de primera categoría- Así que lo único que malo te pasa y no puedo aconsejarte es de tu novio porque de padres tengo para escribir una novela.
-Mako es imbécil, me puso los cuernos. Me fue infiel. Con una golfa, llamada Ginger.
-Pues no deberías de deprimirte por alguien así- un pensamiento surge en Asami mientras observa como la camiseta de la otra chica se mece con el viento, dejando a la intemperie el marcado abdomen moreno acompañado por unas caderas marcadas: "si te ha sido infiel, Ginger tiene que ser una modelo".
-Sé que no soy muy femenina, sobretodo comparada con una modelo, pero Ginger también era mi amiga.
La mente de Asami solo pudo pensar : "Auch y doble auch. Vaya mala pata". Aunque no pudo responder porque la joven suicida continuó hablando.
-Y no digas que no debe de ser tan guapa porque lo es. Cuando la conocí casi me muero al verla, de no haber estado con Mako hubiera intentado algo con ella, pero no lo hice, me reprimí, le fui fiel aunque la veía cambiarse de ropa delante mía. ¿Y Mako?, no, él aprovechó que yo tenía doble turno para acostarse con ella. Al final, no tuve doble turno, estaba contenta, ¿sabes?, podíamos ir a ver una película o probending – las lagrimas brotan por sus ojos y surcan sus mejillas como rios en una oscura pradera – hoy jugaban los Wolfbats, su equipo preferido. Quiere ser profesional también, competir contra Tahno, su ídolo. Así que llego y me los encuentro en mi cama, ¡mi cama!, ¡mía!.
La joven heredera no sabe que hacer ni que decir, en ese momento observa a su alrededor rogando en silencio por ayuda, pero no hay nadie, ella debe de lidiar con esto si quiere salvarla.
-Me llamo Asami, Asami Sato. ¿Como te llamas?
-Korra
-Korra, es un nombre precioso. Mira, Korra, no sé nada de esas cosas, tu situación es complicada. Entiendo porque has bebido y porque estas en lo alto de la barandilla, pero recapacita.
-¿Por qué?, ¿por qué futuro?, ¿crees que ha sido solo por él?, ¿qué he bebido por él?. No, mi vida es una mierda, una montaña de basura donde me corono como reina y no es algo que un fresón como tu pueda entender.
-¿Fresón?
-Por tus labios, con ese pintalabios que tienes me recuerdan a los fresones.
Un leve rubor aparece en las mejillas de Asami debido al comentario tan dulce de la joven, pero no permite que eso le distraiga.
-Korra, deberías bajar. Has bebido y creo que no piensas con claridad, por favor, bájate del puente.
-Lo único estable en más de 3 años ha sido ese imbécil y me ha estado engañando. Aun por encima me lo restregó, como si fuese una loca por gritarle.
-No te martirices, no merece la pena.
-Tienes razón, vivir no merece la pena.
Asustada ante la oscura mirada de su nueva conocida, la joven heredera intenta recurrir a la única y más estúpida idea que su mente puede discurrir.
-¡Espera!
-¿Qué?
-¿Recuerdas que hoy es mi cumpleaños?, pues nadie me ha dado nada este año. Ni un solo presente.
-Pues feliz cumpleaños- responde Korra con una leve sonrisa
-¿Podrías darme tu un regalo?.
-¿Cual?
-¿Podrías no saltar?
