Era Navidad, sus familias se habían reunido en la casa de Gabriel para celebrar y ella estaba lo suficientemente nerviosa como para asegurarse de que en un momento a otro haría algo incorrecto.
Plagg se había tomado la molestia de contarle sobre el plan malvado de Adrien para esa noche; el rubio había pasado la mañana entera colocando muérdago en lugares estratégicos en todo lo largo y ancho de la mansión para seguir dicha tradición a su lado en algún momento.
Con la idea de besarla probablemente frente a sus padres, provocando que sus progenitores hablarán con Gabriel sobre la unión formal de ambas familias y preguntándole dónde le gustaría que fuese la recepción de dicho evento.
Como si Adrien y ella ya fueran lo suficientemente maduros como para casarse y formar una familia con diecisiete años encima.
En definitiva, era demasiado para ella. Amaba la idea de tener a ambas familias reunidas, sí. Le hacía ilusión que los mayores aceptaran la relación, como si fuera una forma de formalizar aún más su noviazgo con el rubio.
Ese noviazgo por el cual sus padres la habían visto suspirar, antes de que siquiera fuera capaz de hablar correctamente con Adrien sin morderse la lengua en el proceso.
Pero eso no significaba que no se encontrara nerviosa.
Después de todo, Marinette aún intentaba liderar con sus ideas sobre la opinión general de Gabriel a su persona.
Porque estaba segura -aunque sonara terriblemente egocentrista- que el mayor Agreste pensaba que tenía un gran futuro en el diseño, pero eso no la hacía olvidar el ceño fruncido del hombre cuando Adrien la presentó formalmente como su novia.
Un ceño que siempre aparecía cuando la veía después de ese feliz suceso.
La estaba analizando, lo sabía. Lo había visto cientos de veces con esa expresión cuando estaba diseñando algo que no terminaba de convencerle.
Y saber que estaba en una clase de examen que parecía no tener fin la hacía sentirse nerviosa.
Por lo cual, la situación actual no le ayudo en nada.
¿Sería demasiado osado de su parte? ¿Pensaría que solo estaba jugando con su hijo? ¿La echaría de su casa junto a sus padres para vetarla para siempre?
No lo sabía y aunque el miedo era grande, no fue capaz de detenerse cuando ya lo estaba haciendo.
Parada de puntitas, jalando el saco del mayor para que se encorvara sobre ella para poder besarlo bajo el muérdago que pudo haber pasado desapercibido si ella no hubiese levantado la mirada al techo y la del mayor no hubiese seguido sus orbes azules.
Un beso corto y gentil que ninguno de los dos espera tener esa noche o en ningún otro momento.
Los labios rosados de la chica sobre la mejilla de su suegro que mantenía los ojos ligeramente más abiertos de lo habitual era una imagen para enmarcar.
Al igual que las expresiones de su familia y el heredero Agreste, pues Marinette era consciente de que el barullo se había detenido y que todos se encontraban observándolos en ese momento.
Bajó los talones de sus pies, soltó su agarre del saco masculino y sonrió, sintiendo su rostro acalorado.
—Feliz Navidad señor Agreste.
El hombre la observó con su habitual dureza antes de sonreír. Una sonrisa a la que la azabache no estaba acostumbrada y que la descolocó todavía más.
—Feliz Navidad Marinette.
Cuando se giró a ver a su familia se topó con la mirada de Adrien que la veía enternecido.
—¿Yo también debo pararme bajo el muérdago para recibir un beso?
—¡Papá! Gritó ligeramente la chica antes de acercarse a su progenitor para poder besarlo —Solo tienes que pedirlo.
Soy un Grinch publicando algo sobre Navidad en Marzo... ¿alguien entiende lo que pasa? Yo tampoco. Quizás necesito dormir. XD
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