Cuando es verano, suelo despertarme antes de que el primer rayo del sol se asome por el horizonte. Lo primero que hago, es correr a la ventana y tirar de las cortinas, sin importar si estoy descalza o desabrigada, y observo.

Tokio de Cristal todavía duerme. La ciudad entera esta sumergida en un profundo y sereno silencio, descansando bajo un cielo que presenta una escala de tres colores: un tímido blanco en el horizonte, celeste en el medio, y un profundo azul oscuro en lo alto, con todas sus estrellas de la noche aún resplandeciendo, y una hermosa luna plateada.

Me visto mientras el sol se desliza por el este. Cuando era niña, pensaba que los amaneceres consistían en el sol dándose un brinco y apareciendo de golpe en el medio del cielo. Pero ahora puedo ver que es una línea dorada que aparece en el este y va desmantelando el telón de la noche con todos sus astros.

Tan hermosa.

Me acerco otra vez a la ventana, después de vestirme, casi suspirando y contemplando el paisaje de la ciudad entera que tengo delante de mí.

Hace tres años que veo lo mismo todas las mañanas, pero sigue dejándome sin aliento. Esta hermosa ciudad. Capital del reino, y hogar de Su Majestad la Reina Serenity.

— Yuko.— Alguien golpea suavemente la puerta, mi compañera de trabajo Manami se asoma con cara soñolienta: — Puedes prestarme tu shampoo? Me he quedado sin…— Dice mientras abre los ojos como platos: — Ya estas despierta? Son recién las cinco, falta una hora y media para nuestro turno.—

Me encojo de hombros mientras busco lo que me pide: —Me gusta levantarme temprano, ya sabes.—

— Si si…— Dice poniendo los ojos en blanco: — Lo sé, lo sé, la vista de la ciudad y todo eso…pero ya hace como tres años que vives aquí, no te cansas? —

—Como puedes cansarte de eso? — Digo mientras señalo la vista que tengo detrás de mí. —Tienes idea de lo que sale un departamento en Tokio con esta vista? Y nosotras lo tenemos gratis!—

—Si, muy lindo todo…pero eso no compensa el hecho de tener que levantarnos a las cinco de la mañana.— Dice mientras se va alejando. — Y gracias por el shampoo.—

—Claro que si lo compensa.— Digo en voz baja, mientras empiezo a peinarme y a prepararme para el desayuno.

Hace tres años que vivo en Tokyo, trabajando como doncella de servicio para Su Majestad. La realidad es que los requisitos para este empleo son sumamente exigentes, y una graduada universitaria que ha vivido en Nara toda su vida no estaría al alcance del mismo. Pero yo soy una Osaka, y la reina no confía su casa a otros como lo hace con nuestra familia.

Bajo por el ascensor hasta el hall principal de la torre del este, el palacio es gigante, y me llevó casi un año entero aprender las direcciones.

Los sirvientes y empleados que trabajamos para este complejo gigante vivimos en la torre del este, la Reina es sumamente generosa con aquellos que trabajan para ella. Los departamentos no son lujosos ni caros, pero tenemos todo lo necesario. Y la mejor vista, claro.

Yo, como una de sus doncellas principales, tengo el privilegio de tener una habitación individual solamente para mí, y además tengo un cuarto de descanso en el Palacio Interior, en caso de que deba quedarme durante las noches con la Reina.

— Buenos días señorita Yuko. — Mientras voy caminando hacia el salón principal, el resto de la gente me va a saludando. Desconozco quien es quien en su mayoría, pero realmente hago un esfuerzo en recordarlos por sus uniformes y saludarlos siempre.

Hay más de quinientas personas en la servidumbre, incluyendo doncellas, criadas, cocineros, ayudante de cocineros, mayordomos, mozos, jardineros, herreros, plomeros y muchas otras personas de las cuales desconozco su función o profesión. La guardia real viven en la torre sur, bajo la supervisión de Lady Venus, quien les hace llevar una estricta vida militar y entrenamiento.

— Es extraño y casi raro que ella sea tan…difícil.— Dijo una vez Mariko, una doncella de servicio que tiene un hermano en la guardia, durante las horas de descanso. No me agrada Mariko, siempre anda chismeando absolutamente todo, y si alguien quiere que un secreto se haga público, lo único que tiene que hacer es contárselo a ella y en cinco minutos ya ha llegado a oídos de todos en el complejo.— He escuchado que cuando era joven, Lady Venus era sumamente…bueno, no estricta ni exigente, y que ella apenas podía cumplir con los reglamentos del colegio y cosas así.—

— Sacaba pésimas notas. — Había dicho otra de las criadas, Mitsuki, la mejor amiga y siempre compañera de chismes de la primera. — Al igual que Su Majestad…eran pésimas alumnas.— dijo riéndose en voz baja.

—Están locas?— la Sra. Hiroshi había interrumpido en la conversación levantando la voz en un tono tan agudo que era insoportable para cualquier oído de un ser viviente. — Hablar así de la familia Real?—

— Bueno, Lady Venus apenas es de la familia real…— dijo Mariko en un susurro de protesta.

—No tienes trabajo que hacer?— la Sra. Hiroshi le levantó una ceja, y eso hizo que ambas volvieran a sus puestos de trabajo. —Algún día te va a costar el empleo, niña tonta. Cuida tu lengua y tu tono. No aceptamos ese tipo de críticas irrespetuosas. — les dijo enfadada a ambas.

La Sra. Hiroshi es la ama de llaves y jefa de casi toda la servidumbre, es una mujer sumamente seria, y hace más de un siglo que trabaja en el Palacio. Es de hecho, una pariente lejana mía. Como dije antes, la reina confía solamente su casa en manos de los Osaka.

—Yuko.— Apareció delante mío de golpe, interrumpiendo mis pensamientos y casi me la llevo puesta.

—Disculpe Sra. Hiroshi, casi la choco.—dije dando un brinco.—No estaba mirando.—

—Ni pensando, me parece.— Dijo frunciendo el entrecejo, —qué haces aquí?—

—Vengo a…desayunar?— dije mientras levantaba la vista al reloj gigante que marca la hora en la pared del salon principal, marcaba las cinco y media.

—Es Tanabata, Yuko.—la Sra. Hiroshi lo dijo despacio, sílaba por sílaba, como si le estuviera hablando a alguien sumamente estúpida.—No lo recuerdas?—

Y me di cuenta que tenía razón, realmente soy estúpida.

El festival de Tanabata, uno de los festejos más importantes del país.

Pensé mientras me di la vuelta, y empecé a correr a toda velocidad hacia los aposentos de la reina.