El dolor detrás de la sonrisa

Sailor moon, la gran súper heroína de Tokio quien todos han de idolatrar, la sailor más poderosa de la galaxia quien con una sonrisa es capaz de vencer todo mal. Sus cabellos dorados como el oro corren como el viento en medio de la noche mientras corre a su labor, usando aquella pequeña falda que tanto ha de llamar la atención de los hombres junto a su expresión angelical.

Los periodistas noche tras noche desvelan en los tejados con cámaras esperando la suerte de atrapar a la heroína infraganti con los flashes de sus cámaras, la joven heroína como parte de su labor siempre se detendrá y regalando su mejor pose para aquella esperada foto seguirá su trayecto.

-"Eres un ángel, un bello y bondadoso ángel que vino del cielo." Murmuran los periodistas tras verla por primera vez y la sailor reía con elegancia ante el alago dejando de lado a sus fanáticos.

Las imágenes de Sailor Moon se propagan por las calles, cada periódico y revista tienen una imagen de la heroína, quien es venerada como una diosa por su belleza e inocencia. Los múltiples comentarios de los jóvenes adolescentes y quienes ha rescatado se propagan, enriqueciendo su fama. La proclaman como diosa de la luna, princesa de las princesas, protectora de Tokio y la larga lista de títulos sigue de forma eterna, cada uno acompañado de la emoción y amor por su protectora nocturna.

Una día lluvioso, ante una famosa terapeuta llegó una pequeña adolecente no mayor de 17 años, pálida como un papel, con ojeras marcadas, vistiendo ropa oscura que no dejaba a la vista su piel y cabello escondido tras un capucha. Sus ojos azules sin vida y la palidez en su cara eran lo único visible.

-"Que haces en mi casa, pequeña? ¿Quieres entrar?" Preguntó la mujer mayor con la voz más suave que pude encontrar y la chica simplemente lo siguió, se sentó en un sofá de su mansión y la terapeuta le dio algunas galletas que había horneado. "¿Por qué estás aquí, pequeña?"

-"Vi un letrero en la calle, pensé que podía ayudarme." Contestó con vergüenza la pequeña chica.

-"En qué podría ayudarte, querida." Preguntó cuidadosamente la profesional mientras sacaba una libreta y se sentaba frente a la adolecente.

-"Cada vez que sonrió, mi corazón duele como si hubiera recibido un puñal. No soy capaz de dormir por la noche sin tener pesadillas, no soy capaz de comer sin vomitar después todo lo que comí, mis notas han empeorado y cada vez que me veo al espejo no puedo dejar de llorar. Algunas veces cuando mi dolor empeora falto a la escuela y tomo hasta sentir mi corazón tan entumido como para poder seguir adelante, en esos momentos tengo sexo con cualquier hombre que lo desee para sentir solo por algunos segundos que hay alguien que me quiere, también he intentado suicidarme algunas veces en el último año."

El silencio inundó la habitación ante las palabras de la joven mientras el corazón de la experimentada terapeuta se desmoronó. Llevaba años atendiendo numerosos pacientes de todas las edades y con todos los problemas, escuchando sobre abuso y temas de dolor pero por alguna razón, esta adolecente había logrado hacer a su corazón gritar por su dolor, el dolor de una adolecente desconocida después de años de terapias.

-"¿Cómo es tu familia?"

-"Mis padres me odian, sus miradas solo me miran con decepción. No me gritan cuando pierdo una prueba, no me regañan, ahora solo me ven con decepción e ignoran. Soy su vergüenza, los he escuchado comentarlo a mis espaldas más de una vez desde que cumplí 14 años. Las miradas que me dirigen no tienen amor, solo decepción. Mi hermano, el favorito de mis padres, me critica todos los días diciendo que lamenta tener una hermana tan lamentable." La voz carente de emoción retumbó en el pecho de la terapeuta.

-"Un hijo nunca será la vergüenza de un padre, debes estar malinterpretando la situación."

-"Antes de que dejaran de hablarme, mi padre me llamó puta porque creía que había pasado toda la semana con mi novio. Pero, yo no estaba con mi novio, hubiera deseado tenerlo a mi lado pero no estaba ahí para mí."

-"Quieres decir donde estabas?"

-"En el hospital, había sido muy herida durante un ataque youma, había estado en coma por una semana y escapé de mi dormitorio cuando desperté. Tenía tres costillas fracturadas, una de las cuales había perforado mi pulmón derecho, una apuñalada en el estómago, brazo roto y quemaduras en la espalda." Su tranquilidad y honestidad al hablar dejaron helada a la terapeuta.

Fue una larga pausa antes de que la terapeuta se dignara a hablar, aun conmocionada por el estado de su nueva paciente.

-"Pudiste haberle dicho a tus padres."

-"Lo intenté pero cada vez que lo intenté las palabras no salían, hay cosas que no puedo decirles a ellos. Abandoné mi casa algunas semanas después del incidente, no podía soportarlos mirándome de esa forma. Les dejé una nota, no me sorprendí cuando me di cuenta de que no se preocuparon lo suficiente como para buscarme."

-"Donde vives ahora?" Preguntó la terapeuta con preocupación y una opresión en el pecho al pensar en la situación de la muchacha.

-"En muchos lugares y en ninguno, a veces duermo en la estación del tren, otras veces en bodegas abandonadas y en el parque cuando hace calor. Trabajo durante el día para pagar mis estudios y comida, decepcionaría enormemente a mis amigos si abandonara mis estudios de esa forma."

-"Tienes amigos o un novio?"

-"Una vez los tuve, éramos una gran familia pero de un momento a otro terminó. Me olvidaron, si los llego a encontrar por las calles no me reconocerán, lo he hecho varias veces y decidí dejarlos seguir con sus vidas. Por mucho que lo desee, no quiero hacerlos recordar." Las lágrimas finalmente se escucharon de la joven visitante.

-"Si tanto los extrañas por qué no haces algo?"

-"Cosas malas suceden cuando están a mi lado, los he perdido varias veces ya y no quiero que sigan sufriendo. Son importantes para mí. Tres de ellos murieron a causa mía y de mi debilidad. Encontré a Luna y Artemis muertos cerca de casa y… M-Molly, una amiga de la infancia murió en mis brazos por defenderme de un youma cuando estaba inconsciente." La adolecente empezó a llorar sin dejar de ver sus manos cubiertas por unos guantes negros.

Aquella adolecente empezó a hiperventilar y en cuestión de segundos, finalmente rompió por completo frente a su terapeuta, quien no pudo hacer más que acercarse y abrazarla mientras la dejaba llorar entre sus brazos.

-"Es mi culpa." Musitó entre los brazos de su terapeuta sin dejar de llorar.

-"No lo es, no podías hacer nada por ella, no eres Sailor Moon." En ese momento el llanto de la chica aumentó.

-"Por qué siempre sailor moon?" Murmuró con debilidad la adolescente mientras la mujer mayor apretaba el abrazo y acariciaba la espalda de la menor para decir con toda la seguridad del mundo.

-"Ella es la que tiene el poder suficiente para luchar contra el mal." La seguridad en los ojos de la mujer mayor era tan fuerte como la amargura de la adolecente afligida. "Sailor moon era la única capaz de hacer algo por ustedes, pero incluso ella no tiene el poder para estar en todas partes. No es tu culpa." Hizo una pequeña pausa para sonreír débilmente. "A ella le gusta animar a las víctimas de los ataques en el hospital infantil, tal vez te sientas mejor después de hablar con ella. La he visto hacer sonreír a chicos con cáncer, paralíticos y a varios de mis pacientes. La fortaleza en su postura, la ternura en sus ojos y la compasión en sus palabras, si ella estuviera aquí estoy segura de que no podrías llorar más."

La fe que aquella mujer colocaba sobre la defensora de Tokio, recibiendo como respuesta la amarga risa de la adolecente en sus brazos acompañada de un llanto desgarrador capaz de entristecer a cualquier alma.

Era el llanto de un ángel caído.

Los lamentos de una diosa.

La tristeza de un alma en pena.

El sonido que los lamentos de aquella joven eran tan profundos que harían enmudecer a cualquier persona.

-"¿Me hará sonreír a mí?"

-"Sin duda alguna, su presencia es como la de un sol. Tal vez deberías acompañarme mañana al hospital, tal vez aparezca."

Sin importar lo mal que fuera el día de la terapeuta o de los pacientes del hospital infantil, con solo ver a Sailor Moon animar a los niños o regalando autógrafo todo mejoraba mágicamente. De ahí provenía la fe ciega de la mujer con la heroína de Tokio, quien en el ultimo año se había vuelto viral en los medios de comunicación por sus ayudas ocasionales a hospitales y orfanatos de la ciudad.

Todo el mundo confiaba en Sailor Moon, todos adoraban su sonrisa.

Ella era el ángel de Tokio, aquel capaz de brindar ilusiones a todos en la ciudad.

La heroína desinteresada que sin dudar ayudaría cualquiera en la ciudad, no solo de los ataques youma, sino también de ladrones y asesinos comunes, además de todo aquél que necesite ayuda.

Sailor Moon, en algún momento se convirtió en la luz de la esperanza de todo Japón, por esa razón todos los chicos querrían ser como ella y los adultos la respetarían y le confiarían todo de ser necesario.

-"Dudo que funcione, debes buscarme otro tratamiento. La culpa sigue siendo solo mía."

-"¿Por qué?" Pidió la desconcertada terapeuta mientras la adolecente la abrazaba con fuerza.

-"Porque yo soy Sailor Moon."

La terapeuta enmudeció ante la confesión de su heroína, quien seguía llorando entre sus brazos. Las lágrimas resbalaron por las mejillas de la mujer, mientras le quitaba la capucha a la adolecente entre sus brazos dejando a la vista el distintivo peinado de sailor moon y una cicatriz distintiva en el hombro de la muchacha, dicha cicatriz era blanca y delgada que ella misma tuvo que tratar hace casi un año cuando Sailor Moon fue internada en el hospital de Tokio.

Todo este tiempo la heroína invencible de Tokio fue una chica triste y rota escondida tras la máscara de una justiciera fuerte y llena de vida.

Por primera vez en mucho tiempo, alguien vio el dolor de sailor moon y le permitió llorar en sus brazos como la adolecente que realmente era y no como el valiente soldado que aparentaba ser.