Después Del Mañana
Cap. 1 — Pasado
Los personajes mencionados pertenecen al manga de Shingeki No Kyojin de Hajime Isayama. La historia en mención es de mi pertenencia.
Por los caminos de un pueblo llenos de gente, un hombre de cabellos oscuros y estatura llamativa conducía un carruaje simple y sin lujos, el viento removia sus mechones dando claridad a aquella mirada azul como el cielo de invierno, pálido como los muertos. En su andar recordaba con cierto sentimiento de nostalgia el cómo había llegado a ser tan cercano a otra persona, hace mucho tiempo que su corazón se había cerrado por su bienestar y está nueva compañía le otorgaba una segunda oportunidad para sentir cariño.
Unos hombres discutiendo en frente de su carreta lo despojaron de sus recuerdos trayéndolo al presente, estos no hacían más que gritar ignorando razones o excusas del problema. Le pareció tedioso intervenir, además ese era la responsabilidad de la Guardia Estacionaria, sin embargo, nadie llegaba y perdía tiempo esperando, con una voz ronca y sombría amenazó a los bravucones, "O se mueven o los paso por encima". Ambos se apartaron altaneros y a regañadientes ante la burla de transeúntes y curiosos que caminaban por ahí, sin más problema todos regresaron a sus actividades, madre con sus pequeños hijos, hombres trabajando, niños jugando y él rumbo a aquella casa solitaria en la colina, dónde sus sentimientos y pesares drenaron, dejando a la herida cicatrizar para que no sea más que sólo eso, un recuerdo de lo que alguna vez provocó dolor.
El aroma de pastel de manzana llegaba a su olfato, sabía que estaba hecho para él, bastó con mencionarlo una vez en las amenas conversaciones que tenían para que ella automáticamente lo captará e intentará poner en práctica, cocinaba muy bien a comparación suya, el trato fue ese entonces Tú cocinas y yo aseo.
Subió por el angosto camino marcado de pasto removido por las tantas pisadas consecutivas, flores de intensos y variados colores que le quitaban monotonía a la colina, piedras simétricamente colocadas de distintos tamaños, muchas de ellas cargadas por él, el soldado más fuerte de la humanidad.
Casi llegaba a lo alto y ya divisaba una figura femenina con un vestido celeste, el cabello negro recogido en una cola debajo de un sombrero, se hallaba de rodillas frente a unas masetas que adornaban la entrada de una mediana cabaña.
— Sabes que no debes hacer mucho esfuerzo...— Dijo en voz alta por la distancia.— Tus piernas no son como antes.
Ella no quiso verificar la identidad del recién llegado, sólo por su voz lo reconocía.— No he sentido dolor, eso significa que nada va mal en mi cuerpo.— Sus manos acomodaban los pequeños brotes dentro de las macetas con sumo cuidado.
Levi se arrodilla al lado de la joven observando el lento procedimiento.— Mikasa...
— ¿Mikasa?- Interrumpe.- Ackerman, Señor Ackerman, hace mucho que no me llama Ackerman.
— Mikasa y punto.— Bufó.
Ambos entraron en aquella acogedora casa, extremadamente limpia y llena de agradables aromas, Levi tomo asiento en el comedor de madera oscura ubicado en el centro de la habitación, un horno de barro, unas cuantas mesas, baúles amplios, contenedores pequeños de agua y unas estanterías de libros junto a un improvisado escritorio al otro lado de la habitación llenaban el primer nivel con una escalera que facilitaba el subir de la joven. Mikasa preparaba te en la mesa de apoyo cerca al horno que mantenía caliente el agua.
— Levi hice un pastel de manzana para que lo lleves al cuartel, está vez invitale a la Comandante Hange, a pesar de los años aún debe estar afligida por lo del Comandante Smith.
— Un dulce no cura el mal de amores, Mikasa. Ella lleva esa tristeza muy oculta y por años, nadie pudo notar esa capa de acero con la que dirige a la Legión.
— Cierto, aunque el que parecía sufrir de amor eras tú. Pero no quiero recordar ello así que omítelo.— Lleva dos tazas a la mesa principal y se sienta frente a él.
— No lo quieres recordar porque estabas dispuesta a atravesarme con tu espada.— Remarcó.
— No lo quiero recordar porque puse la vida de un ser querido sobre la de otra persona, fue muy egoísta, pero así es el ser humano cuando se enfrenta a una pérdida, me excuso.— Respondió con tono serio.
— ¿Cómo has estado?, Cinco días que no puedo verte.— Bebe un poco de te.
— Algo inmóvil, no me pude defender a puño limpio de unos sujetos que me asediaban y correr me sigue costando pero ya no tanto como al principio.
— Lo siento, perdoname.— Agacha la mirada.
— No es propio de ti disculparte así que no lo hagas, es la milésima vez que te lo pido y olvida ya eso, fue una simple reacción, si alguien tiene la culpa soy yo...
— Mikasa lo siento.— Responde con la mirada perdida en la taza de té.
El día oscurece y el cielo recibe a la luna como centro de atención, esa noche las estrellas no serían las protagonistas, aún así destellan hermosamente, los vientos frescos primaverales sacuden los sembrios, árboles y campos de los alrededores, la oscuridad invade la cabaña, a excepción del segundo nivel, dos velas, una en cada esquina opuesta, alumbrando tenuemente la única cama de sábanas blacas y almohadas suaves.
La pequeña distancia que los separa permite sentir los calores de sus brazos a través de las telas, ambos miraban el techado de madera de roble, sus pupilas recorrían aquel plano oscuro que interrumpía el tono mostaza de las paredes como si no hubiera más que ver, imaginar o sentir aún si fuese una tentación, un deseo o un berrinche que por años se hacía presente en ese momento. Dormir juntos como soldados no era el problema, el hecho de ser hombre y mujer vulnerables y débiles el uno con el otro, conociendo sus temores y problemas, si lo era.
Mikasa dio la espalda a su compañero tratando de enrollarse como una manta humana mientras este se levantaba a apagar las velas, la luz de luna que se inmiscuía por la ventana frente a la cama iluminaba levemente el piso de madera. Levi se sentó en la cama, pensante sin intención alguna de echarse en ella, sus manos se pusieron frías y la mirada se apago.— Eren...— Pausó su declaración.
— Eren tiene una vida libre ahora.
— Nunca recibes sus cartas.— voltea a verla, toda encogida.
— No las necesito para vivir.
— Tu no necesitas a nadie para vivir... Mi vida hubiera sido la misma de siempre si no te hubieses metido en ella.
— No comprendo el mensaje, eso fue bueno o malo... Tal vez innecesario...
— Fue bueno para mí.— Deja caer su cuerpo sobre la reconfortante cama, sus ojos, con sutileza, miran los hombros y la silueta de la espalda cubierta de sábanas de su acompañante.— ¿Duermes?— Dijo tratando de revivir el diálogo.
— No, sólo pienso...
— ¿Dije algo indebido?
Mikasa gira su cuerpo ignorando cualquier uso de razón y lo mira fijamente.— El soldado más fuerte de la humanidad viene a convivir conmigo en sus "fines de semana para la familia"...¿No lo haces por lo del accidente?
Levi sintió como su cuerpo se tenzaba frente a la mirada gris y casi imperceptible de aquellos hermosos ojos, únicos dentro de las murallas. Sin embargo, no era algo que no pudiese controlar. Con la mirada hacia el techo respondió.— Al principio lo hice por esa razón... Cargaba culpa cada vez que salía de las murallas, tenía la necesidad de ayudarte para no sentirme de esa manera. Cuando te dieron de baja en la Legión la culpa aumentó, sin embargo ya no querías que me acercara a ti... En ese momento me di cuenta que me había acostumbrado a tu compañía... Te seguí hasta aquí al saber que te habían otorgado esta casa por tu servicio, el resto de la historia lo conoces... ¿Duermes?
— Mis ojos siguen abiertos... Te acostumbraste a mí, puedo decir lo mismo... Eres como la compañía perfecta para una soldado retirada, no tengo familia y no se me da por hablarle a un animal, aunque un gato no estaría mal de lunes a viernes...
— Te vería los días de semana si pudiese... hablaré con Hange respecto a eso.
— Estoy bien.— apoya completamente su espalda sobre la cama.— ¿Puedo tomar tu mano?
Levi coloca su mano sobre la de ella, con temor a sentir algo desconocido, pensante en lo que fuese a curiosear o comprobar en ella. Mikasa al sentir aquellos dedos sensibles a cualquier movimiento, acaricia su suavidad, siente su fuerza y reposa en su confianza. Ambos comparten aquel lazo que los unió hace cinco años a pesar de su fatidismo, explorando sus recuerdos y elaborando nuevos para sus futuras vidas.
