Bueno, mi primera experiencia fuera de Digimon xD Aunque sea una viñeta cortita. Trata sobre Tumnus, en una idea que tuve para el reto semanal del Torneo de Críticos de Los Malos Fics. Espero que se entienda todo, no sé distinguir cuando lo escribo todo demasiado amorfo. Si queiréis recriminarme por algo, por favor, decídmelo, las críticas son del bien.


Los tambores golpean el aire, la música flota en el bosque, una enorme hogera ilumina los rostros de decenas de faunos unidos en una danza desenfrenada entre gritos de alegría, juegos y risas. El fuego crepita majestuoso, el Erial del Farol está despierto y clama a la vida, los árboles y los ríos se alzan radiantes para unirse a una fiesta que nunca debería acabar. Y a lo lejos, el pequeño Tumnus contempla la hogera. Es la primera vez que acude al Baile de los Faunos y el observar tanto tiempo los inacabables movimientos de las criaturas le agota el alma, pero la hogera le tranquiliza. Nunca había visto una tan grande, imponente y poderosa, y en cierto modo está asustado, pero al mirarla también siente mucha paz.

La música se extinge poco a poco entre las hojas, los tambores ya no resuenan, las cenizas de la hogera muerta se esparcen entre la hierba. El pequeño Tumnus tiene sueño, pero se acerca al anciano fauno narrador, que explica a aquellos que le escuchan la historia de Aslan. Les habla de las fabulosas hazañas del León, de la innumerable cantidad de veces que el hijo del Emperador salvó la tierra de Narnia. Y les asegura, sonriendo, que Él siempre estará aquí cuando lo necesitemos. El pequeño fauno también sonríe, feliz.

La madre del pequeño recoge a Tumnus en brazos, quien, a pesar de su cansancio, le explica lo que el viejo les ha contado sobre Aslan, emocionado. La mujer fauno sonríe y mira el cielo, queriéndole enseñar la constelación del León, pero contempla extrañada los nubarrones y los copos de nieve que empiezan a caer en plena primavera.

Las hogueras arden y los tambores retruenan, pero Tumnus sabe que son muy diferentes a los del Baile de los Faunos. A su alrededor sólo ve sangre y hielo, pero no ve a su padre. Le busca a gritos, ignorando a los guerreros que le rodean, hasta que un brazo firme le agarra. El rostro de su madre ya no es sereno, sino duro y desesperado. Arrastra a su hijo, que llora a su padre, y cuando el campo de batalla queda atrás, le abraza. "Vive, hijo mío", le susurra entrecortadamente. "Prométeme que vivirás". Él grita, suplica, llora, pero su madre se aleja y él se queda solo. Los lobos le avistan rápidamente, pero saben que está solo y que es un niño. El fauno sabe lo que le pasará. Y cuando contempla el rostro de la bruja maldice entre dientes, maldice al León que no está, maldice al León que lo abandona y al fuego que no lo calma. Porque ahora debe vivir solo.


Críticas, felicitaciones, tomatazos, recomendaciones para que me dedique al parchís... ¡Lo que queráis, pero decídmelo!

Kyo