No suelo hacer Oneshots pero el alcohol fue el culpable, ojala sea de su agrado.

Disfruten.

*Frozen no me pertenece.


STORM

Aun sentía el olor a alcohol en mis labios mientras recorría aquel lugar. También ese picor amargo de un cigarrillo barato. Llegar a ese lugar era algo típico. Las salidas con Kristoff siempre terminaban ahí desde que empezaron a tener la edad suficiente para entrar. El sonido de la música aun la mantenía cuerda, atenta, perceptiva. Era parecida a la música de The Police, pero no estaba realmente segura.

Cuando vio a Hans bajando por las escaleras del sector VIP todo a su alrededor dejó de parecerle usual.

Eso era extraño. Normalmente Hans hacía de las suyas, y sus negocios no terminaban tan temprano. Lo sabía muy bien.

Su rostro se veía confuso, irritado, y claramente lastimado. Algo le había ocurrido.

El alcohol le hacía parecer una especie de detective. Claramente no uno muy bueno. Ninguna persona cuerda subiría las escaleras sabiendo que puede ser vista por aquellos ojos atentos de los guardias. Daba igual. El alcohol también la volvía un poco más rápida, mas ágil, o quizás ya se habría tropezado, llamando la atención de media discoteca.

Se quedó agachada en un rincón, aprovechando su poca altura, mimetizando su cabello pelirrojo con las paredes. Cuando uno de los guardias dejó de mirar en su dirección, aprovechó de avanzar.

Avanzó hasta el final del pasillo. Un lugar en el que ya nadie entraba. En el que nadie tenía permiso.

El cuarto de Hans.

Puso la mano en la puerta. Un frio le recorrió la espalda. Un escalofrió que le caló hasta la última célula de su cuerpo.

Nunca le había ocurrido algo así. Era nuevo.

Diferente.

Sacó una horquilla de su cabello y la llevó a la cerradura. Un par de movimientos y escuchó un leve clic compitiendo contra la música.

Abrió la puerta levemente. Con su respiración agitada y ansiosa.

Realmente era una tonta, llegar y meterse donde posiblemente estaba la persona que había herido a Hans. Su cerebro también se dañaba con el alcohol.

Una ráfaga de viento helado llevó su flequillo hacía atrás. Cerró los ojos con la sorpresa y el miedo de que algún elemento desconocido cayera dentro de sus globos.

"Vete."

Escuchó una voz suave y a la vez fuerte. Irritada. Una voz aterrorizada.

Abrió los ojos para inspeccionar. Se dio cuenta que contenía la respiración cuando el aire que estaba dentro de sí salió a la superficie como una nube. Era como si de la nada el invierno la sorprendiera. Como si su camiseta oliva ya no fuera útil en lo más mínimo contra aquel frio. Contra aquella tormenta.

Unos ojos azules la observaban. Con miedo. Una mano pálida estaba a solo unos centímetros de su cuerpo. Dispuesta a atacarla, utilizando una posición defensiva. No, no parecía que quisiera atacarla en lo más mínimo. Como si quisiera protegerse de hacer algo que no pretendiera hacer.

¿Quién era esa mujer?

Era como ver a una ninfa. Como ver a una diosa. Como ver a una mujer fascinante en una revista popular. No era la clase de chica que uno se encontraría en el bus o en una discoteca de mala clase.

"Aléjate."

Volvió a escuchar la voz. La mano empezaba a caer bajo su propio peso, incapaz de mantener su posición. No dejó de mirar los ojos de la chica ni por un segundo. Eran lo más impresionante que tenía. Eran una luz en la oscuridad de la habitación. Combinando con el azul de las paredes, con el hielo del lugar.

Intentaba encontrar las palabras, pero se sentía muy estúpida. Qué diablos, de seguro se veía como una estúpida. Probablemente tenía la boca entreabierta y las mejillas rojas.

Siempre lograba sorprenderse a sí misma siendo más tonta de lo normal.

Había unos picos de hielo derritiéndose lentamente, mojando el alfombrado. Era como si se hubiese llevado a cabo una guerra ahí dentro. Una habitación bañada en escarcha, polvo y sangre.

"… ¿Estas herida?" Habló apenas siendo consciente de lo rasposa de su voz. Como si no la hubiese usado en meses.

"Vete, es la última vez que lo diré."

La chica pasó una de sus manos por su plateado cabello. Sin querer terminó imitándola, pero dejó su mano a medio camino al darse cuenta de la poca irrigación de sangre que tenía. Sus dedos comenzaban a tornarse azules. Era gracioso. Su cuerpo estaba congelándose ahí dentro, pero algo en su rostro aun la mantenía caliente.

"¿Tu hiciste esto?"

Volvió a ignorar las peticiones de la rubia, atacándola con preguntas. Estaba demasiado ensimismada observando a la chica y su alrededor. No podía simplemente hacerle caso y perder la oportunidad de saber más al respecto.

La chica se abrazó a sí misma, temblando, intentando protegerse. Su rostro cada vez caía en una confusión más grande. Sus mejillas estaban rosadas, llenas de vida. No había ninguna señal de frio en toda su anatomía. Era parte de ella, eso era seguro.

Solo demostraba miedo y cansancio. Quizás no había forma en que la extraña chica de hielo le dirigiera la palabra amistosamente, pero no tenía mucho que perder. Estaba demasiado curiosa.

"¿Hans te hizo daño?"

Su mirada se oscureció con la pregunta. El frio aumentó. El miedo aumentó. Los vidrios de la habitación estaban completamente escarchados. Congelados. Miró hacia el pasillo, dándose cuenta que el hielo empezaba a salir por el marco de la puerta. La cerró de golpe, intentando prevenir que alguien viera el fenómeno desde fuera. Dejando a ambas encerradas en aquel cuarto.

La chica dio un salto con el golpe y volvió a levantar las manos, dispuesta a atacar.

No le estaba yendo bien intentando calmar a esa chica. Bueno, tampoco estaba intentándolo correctamente. Solo hacía todo por inercia.

"No te preocupes, si vuelve yo me encargo, es un idiota de todas formas."

Dio un paso al frente, mientras la chica retrocedía.

"Aléjate. Es en serio, soy peligrosa."

No pudo evitar soltar una risa.

"A mí me pareces muy linda." Nuevamente era el alcohol el que hablaba por ella, pero no era su culpa, de verdad pensaba eso.

"… ¿Qué?"

Nuevamente esa mueca de confusión. Claro que debía estar confusa.

"Soy Anna, ¿Cómo te llamas?"

La chica frunció el entrecejo, bajando los brazos, sin comprender nada de lo que pasaba con el cerebro de la pelirroja frente a ella.

"Estas congelándote aquí dentro, debes irte."

Quiso reírse ante la mueca seria de la rubia, pero por alguna razón no lo hizo. Algo lo evitaba.

"De acuerdo, Estás Congelándote Aquí Dentro, ¿No tienes un apodo o algo? Algo más corto, claro"

Su risa al fin salió de su garganta. Como si el peso que estaba ahí dentro, desapareciera. No era casualidad. Era realmente el frio que no la dejaba. Realmente estaba congelándose, pero por alguna razón ya no era tan intenso. Ya no era tan fuerte.

Los ojos azules brillaron levemente. Casi de manera imperceptible. Un dejo infantil. Algo distinto.

El aire se empezó a sentir menos denso, y el hielo dejaba de estar tan congelado. Así mismo parecía que la rubia tenía menos miedo.

"Mi nombre es Elsa."

Sus labios se curvaron. Tan imperceptiblemente como el brillo en sus ojos. Se sintió realizada con el hecho. Un hito.

"Lindo nombre."

Le dio una sonrisa y miró alrededor. Caminó hasta un armario antiguo. Escuchó los pasos de la chica alejándose un poco, manteniendo la distancia. Puso sus manos, ahora rojas en vez de azules, en la madera, y comenzó a empujar.

"¿Qué haces?"

"Faltan un par de horas para que la fiesta se acabe, y ahí podremos salir tranquilas, Hans aún debe estar rondando."

Bloqueó la puerta con el armario mientras la chica la miraba desde uno de los rincones de la habitación.

"Puedo cuidarme sola."

Se sacudió las manos, sacándose una capa de polvo, antes de volver a mirar a los orbes azules.

"Sé que puedes, pero lo que sea que hagas, te dejó cansada, deberías dormir."

"Y tú deberías irte."

Le dio otra sonrisa.

"La puerta está bloqueada, es una lástima."

Frunció el entrecejo de nuevo. Mas irritada aún. La había sacado de quicio. ¿Qué más podía hacer? Eso era un don, junto con su terquedad.

"Puedes morir si te quedas aquí, está muy frio para ti. No puedo controlarlo."

Se acercó a ella lentamente para no asustarla. Ambas miradas se juntaron. Le dio sonrisa que demostrara toda la confianza que era capaz de tener. Y si, tenía mucha confianza. Sobre todo luego de que la chica, antes asustada y descontrolada, le diera un atisbo de sonrisa.

"No te preocupes, Elsa, juntas podemos detener esta tormenta."


...

Gracias por leer esta mini historia. Fue algo fugaz, ojala les haya gustado.

Nos leemos pronto.