N/A: Y aquí llego con otro reto bonito. No quiero hablar mucho, porque mi cerebro anda a toda máquina, para deshacerse de pensamientos incómodos y poder hacer trabajos decentes. Sí, ya sé, no debería cargarme con muchas cosas, en especial con retos pero... ¡soy competitiva, maldita sea! Y de momento, tengo en mi cabeza, ya escritos dos one-shots de Moriarty y de Morially. ¡Así que, esperen prontas actualizaciones mías!

¡No saben lo divertido que es escribir desde la perspectiva de un enojado John! Es como verme a mí misma cuando estoy de mal humor. Esto pertenece al reto del foro I'm Sherlocked y aunque tengo esta linda imagen, debo dar un background. ¿Cuando veran la escena? ¡Oh, esperen, que les encantará! De momento, la Maquinaría Ferni va a toda marcha y ya he desglosado dos escenarios posibles así que, mantenganse atentos, que mañana (espero) subiré el siguiente capítulo de este cortito fic.

Disclaimer: Los personajes aquí usados no me pertenecen, son de Sir Arthur Conan Doyle con la bella ambientación de Mark Gatiss y Steven Moffat (MOFFAT!). Esto pertenece al reto de 'Una imagen vale más de mil palabras...' del foro I'm Sherlocked, para el reto me ha tocado está imagen que NO me pertenece:

: / / dauntingfire . deviantart art /Sherlock-BBC-Just-don-t-179070173?q=boost%3Apopular%20sherlock%20slash&qo=0


I. But I had a Dream...

Lo golpeó. El impacto de sus nudillos contra la mejilla del hombre fue suficiente como para que él mismo se sintiera herido. Los recuerdos, el tiempo vagando de un lado para otro. Pensando y sin querer pensar. Todo ese tiempo que pudo haber usado siendo feliz y viviendo una agitada vida, tirada a la basura por los deseos absurdos de su amigo, de quitarse lo aburrido.

Su respiración era agitada, furiosa, raquítica. A penas podía mantenerse en pie. Las emociones lo tenían al límite de su propio cuerpo. Aún no podía creer que un simple 'He vuelto' lo pudiera poner así. Su primera reacción había sido quedarse muy quieto, pensando que estaba alucinando a causa del cansancio del trabajo, y después, recuperó fuerzas. Sherlock no lo había esperado, ni siquiera había calculado la reacción del doctor. A ambos les había dolido, no sólo física, si no que psicológicamente había sido una cachetada. El soldado estaba enfrentándose a uno de sus mayores miedos y sus mayores anhelos.

El imbécil de su compañero de piso.

No lo esperaba de vuelta… pero qué decía. No esperaba ya nada del mundo desde hacía tres años. Había decidido perder la esperanza, dejar que la última luz se apagará e intentar hacerse de una vida normal. Trabaja en la clínica con Sarah, la única ex novia que parecía tener aún aprecio por el despistado médico; tenía un piso modesto no muy lejos de Baker Street y… y aún así, a pesar de que había apagado la última luz, seguía convencido de que, de alguna forma, Sherlock seguía vivo, de que tal vez volvería…

Y de eso, acababa de pasar un minuto con tres segundos. Y contando.

Cualquier persona normal hubiera saltado a los brazos del hombre, hubiera llorado y después se hubieran reído por el glorioso rencuentro (y aún dentro de su mente intentaba pegar la imagen), pero él no era una persona normal, ni siquiera Sherlock Holmes podía catalogarlo dentro del rango de 'personas normales y aburridas'. Era normal, pero ¿aburrido, predecible? A veces, pero normalmente, cuando se trataba de Sherlock, perdía fácilmente la cotidianidad. Estaba furioso.

Con Sherlock. Con Moriarty. Con la Tierra. Con todo. Pero especialmente, consigo mismo. Se tenía un odio inmenso en esos instantes, y el recipiente de todo eso, sería su recién recuperado amigo. Se acababa de transformar en su válvula de escape, para su terrible fortuna. Se llevó una mano sudorosa y cansada al rostro, intentando serenarse y no ver a quien tenía enfrente. Respiraba, buscando esa calma que no acudía a su llamado.

Y Sherlock estaba ahí, tan callado, tan tranquilo, sólo ejerciendo presión sobre su herido pómulo. Podía jurar que ni siquiera lo estaba mirando, es más, deseaba que esos ojos grises ni siquiera se estuvieran fijando en él, que no lo observaran, que no buscaran nada de explicación. Que no analizaran, porque entonces encontrarían al John que quería reírse de alegría y abrazar a Sherlock. Pero necesitaba seguir con la farsa porque…

Porque Sherlock se lo merecía después de todo eso.

Paso una semana antes de que John decidiera regresar a 221B y volver a ocupar su lugar al lado de Sherlock. Qué bien sonaba eso, ¿no? Pues no, la verdad es que le sabía amargo, le sabía seco y extraño. Ajeno. John apenas le dirigía la palabra, y aunque Sherlock intentaba algún tipo de contacto, sus esfuerzos eran mínimos: estaba demasiado ocupado en reconstruir su imagen frente a Scotland Yard y poder regresar a trabajar.

Como si nada hubiera pasado.

¡Pero todo había pasado! Cristo, en los últimos años, todo había ocurrido en Scotland Yard. En Inglaterra. En el maldito mundo, y Sherlock no parecía consciente. No, ¿pero de qué demonios hablaba? ¡Sherlock Veo Através de Lo Que Los Demás No Pueden Holmes era más que consciente! Su problema es que todo, absolutamente todo lo que no tuviera la palabra 'asesinato sin respuesta' le parecía aburrido, tonto y absurdo. John incluido. ¿Y cómo no? ¿Cómo le importaría lo que pasó en su ausencia? ¿Las noches en vela, las pesadillas, la soledad? ¡Jah! No, no, porque los sentimientos aburridos de John Hamish Watson, ex militar, eran aburridos comparados con… con, ¿qué había dicho Sherlock que había hecho esos tres años? No había prestado atención, estaba demasiado furioso como para hacerlo.

Lestrade se había divorciado, al fin, de su desgraciada mujer que se llevó hasta el aire que el detective inspector respiraba y Mycroft había llegado como un ángel guardián para el desprotegido y olvidado Lestrade. Al menos él podía tener su maldito final feliz. Anderson seguía con su romance furtivo con Sally, pero ahora era más que obvio y ni se molestaban en escondérselo a la mujer de este, que, una de dos, o era estúpida o no le importaba en lo más mínimo lo que su marido hiciera o dejará de hacer. Pero ¿a quién le importaba la vida amorosa de las personas? ¿A quién le interesaba los detalles nuevos de estás vidas? A Sherlock, obviamente, no.

De Molly no tenía ni palabra, más que las noticias que Stamford solía darle cuando se reunían para ver futbol. La señora Hudson estaba intentando algo con algún sujeto extraño. El mundo había seguido girando aún sin Sherlock, y estaba seguro de que aún si él nunca hubiera aparecido, seguiría girando. Porque la muerte de un hombre no cambiaba al mundo. Sólo a las personas.

Sí, sólo a las personas.

Por fin, después de dos semanas, con cuatro días de silencio total, John decidió que era hora de hablar, de intercambiar palabras y solicitar explicaciones. ¿Las tendría? Lo dudaba infinitamente, pero no perdía nada (más que su tiempo y saliva) con intentarlo.

Ya a lo largo de esas semanas había tenido bastante tiempo a solas como para poder discutir lo que había sucedido entre ambos (por que, definitivamente, algo había sucedido entre ambos, aunque Sherlock se negará a enfrentarlo), pero las palabras se atoraban en la garganta y eran intercambiadas por gruñidos y mudas respuestas. Por primera vez, Sherlock había permitido que el enojo de John traspasará el tiempo, y aunque el doctor no era rencoroso (es más, a las horas siguientes había olvidado por qué había golpeado a Sherlock en un principio), Sherlock le había dado permiso de alzar aquel muro frío de concreto entre ambos.

Es más, cuando no había nada nuevo y estaban ambos en el mismo cuarto, ni siquiera se intercambiaban miradas. Todo era silencioso, como si ninguno de ellos estuviera presente. ¿Tan profunda era la herida? Sí, y al paso que iban, parecía que se abriría tanto que sería imposible cerrarla sin daños colaterales. Hasta para las trivialidades, Sherlock evitaba dirigirle la palabra y enviaba simples mensajes de texto, especialmente cuando quería té.

'Té. –SH'.

'Háztelo tú. –JW'.

'Bien. –SH'.

Y aún así, John tenía que levantarse y hacerlo, dejándolo frente al detective consultor, que ni siquiera se molestaba en darle las gracias (tampoco es como si antes él lo hubiera hecho, pero al menos lo miraba a la cara y John sabía que se lo estaba agradeciendo). Las cosas ya estaban llegando a un punto al que John no quería llegar, y cada día se sentía más herido, (aunque fuera él el que había decidido comenzar con esa locura). Estaba cansándose y tomó la decisión de dar el primer paso, porque sabía de buenas a primeras que Sherlock no haría nada mientras estuviera en sus cinco sentidos (vale, que eran más de cinco, pero a John aún le costaba admitir que su amigo era una especie de Dalek* sabelotodo con apariencia humana).

El primer paso era hablar, obligar a Sherlock a mirarlo a los ojos e intentar reconstruir la relación desde cero. Pero, ¿cómo? Él no era el que ofrecía las disculpas. Normalmente esperaba que los demás dieran el primer paso, pero en esta ocasión él era el único que podía hacerlo. ¿Cómo, cómo lo haría?

Y la respuesta le llegó a la mañana siguiente.

Había despertado bastante temprano, no había conseguido pegar el ojo en toda la noche, pensando y volviendo a pensar en cómo podría lograr un verdadero acercamiento con Sherlock Los Sentimientos Me Son Ajenos Holmes. Se metió a la ducha, totalmente ajeno al mundo, y aún mientras se preparaba su té seguía pensando, hasta que notó que la casa estaba inusualmente silenciosa. Tampoco era como si antes hubiera tenido más ruido, que ambos parecían muertos viviendo en una mansión de cuarenta recamaras y miles de kilómetros cuadrados, pero había esa sensación de que alguien respiraba cerca de donde él estaba. Y esta vez, no podía escuchar nada.

Miró a su alrededor, buscando en la cocina, en el baño, en la sala… No había rastro de Sherlock, y de pronto, se sintió descorazonado. Como si le hubieran golpeado el pecho, la misma sensación de cuando entro al 221B sabiendo (bueno, creyendo) que ya jamás escucharía el maldito violín a las tres de la mañana, ni la voz profunda de Sherlock hacer deducciones o quejándose sobre las estupideces que pasaban en la TV.

Así comenzó a sentirse hasta que vio una nota sobre el sofá que él ocupaba. Tenía la clara escritura apresurada de Sherlock. 'Tenemos un caso, te deje la dirección, apresúrate. –SH.' Ese 'tenemos' le alegró la vida.

¿Podía ser posible que el pequeño Dalek hubiera recuperado su corazón? ¿Qué Sherlock, en verdad, estaba dando el primer paso para sanar su relación? ¿Dios, acaso eso era remotamente posible? Ni en sus sueños más descabellados se había imaginado algo así, pero lo lleno de emoción saber (creer) que tal vez Sherlock sería el primero para subsanar la relación, sin pláticas incomodas, sólo, volviendo a lo que había sido antes. Ellos dos, resolviendo crímenes juntos y compartiendo miradas cómplices en los momentos tanto de tensión como de tranquilidad.

Como si nada hubiera ocurrido.

Que malditamente equivocado estaba.


*Dalek: A los que son Whovians, esta de más explicar; pero para los que no, son robots que en varias ocasiones han puesto en apuros al Doctor & Co., desde que los vi por primera vez, me dieron muchas ganas de usarlos para algún escrito. Y bueno, aquí salió este ligero cameo de Dr. Who. Y eso. Que no me explayo más, busquen en la Wikipedia, dudes.


¿Un review?

No, no estoy diciendo que lo siento.

¡Un día tal vez nos encontremos de nuevo

Cerca del Borde!