Hola a todos!
Esta historia es del San Valentín pasado que deseaba poner por aquí para que la leyéseis, que esto no significa que no vaya a haber historia del próximo San Valentín eh? ;)
Es cortita y la subiré entera en un par de capítulos.
Disfruten!
Paseaba por la calle tranquilamente con las manos guarecidas en sus bolsillos dejando que esa suave brisa meciese con suavidad sus rizos color carbón mientras mantenía la cabeza bien erguida y caminaba por las calles londinenses sin ningún motivo ni rumbo en especial, no iba camino de ningún sitio si no que necesitaba airear su mente un poco y gracias a algo no había mucha gente por las calles… ¿Qué pasaría?
Una tienda de regalos quedó a su derecha y echó un vistazo sin interés ninguno, todo estaba lleno de globos de corazones, tarjetas con dedicatorias, bombones, todo decorado con motivos amorosos… y encima del escaparate un pequeño papelito que ponía: ¡Feliz San Valentín! Y un papelito que indicaba un 1 indicando que faltaba un día. Abrió los ojos un poco más momentáneamente, ya entendía por qué no había nadie, todos estarían comprando sus regalos para demostrar estúpidamente ese amor que se tienen entre una pareja, eso según le habían explicado sobre esa "festividad", pero a él le parecía una auténtica bobada –como otras muchas fiestas-.
San Valentín solo era un truco comercial para vender el doble o incluso el triple en unas semanas, pero no entendía como la gente podía sentir tanto amor por alguien como para ello, bueno, directamente, no entendía cómo podían sentir un sentimiento tan inútil como el amor, no servía para absolutamente para nada, solo daba –según sus observaciones en el resto y en John el primero- quebraderos de cabeza, angustia de saber si uno sería correspondido o no, tarde o temprano dolor y tristeza… Todos sentimientos inútiles e inservibles, y encima de todo, el amor tenía un día festivo para celebrarlo… ¿Qué había que celebrar? ¿Perder la cabeza por alguien sin si quiera poder pensar en cordura o solo en ti? Patético y una pérdida de tiempo, así estaba la gente, bueno, en verdad nunca podrían llegar a él, él era un genio y tenía el gran don de la mente y además carecer de sentimiento o instintos sensitivos de ese tipo le ayudaban, aunque realmente no carecía de ellos, si no que había aprendido a controlarlos totalmente a diferencia de la gente normal que se dejaba guiar por ellos.
Observó un par de veces más la tienda y continuó caminando con ese pensamiento sobre el amor y los sentimientos y nada ni nadie le iba a hacer cambiar de idea acerca de ellos.
-¡Sherlock!- Alguien lo llamó a su espalda dándole un toque en esta y haciendo que se girase para encontrarse con una cálida sonrisa.
-¿Qué haces aquí John?- Preguntó tranquilamente aunque no se esperaba verlo por aquí, lo observó un momento al ponerse levemente nervioso y con una bolsa en la mano solo podía significar una cosa…- Oh, ya entiendo.- Añadió antes de que contestase, una nueva novia.
- Sí, bueno.- Contestó nervioso y con los colores levemente subidos escondiendo el paquete.- ¿Mañana celebrarás…?- Comenzó a preguntar pero carraspeó para no terminar la pregunta.- Nada, déjalo.
- No John, ¿me ves a mí con cara de sentir amor por alguien?- Ironizó rodando los ojos y fijándonos en él de nuevo, realmente… Parpadeó seguidamente apartando un pensamiento.
- Ya…- Murmuró John apartando la mirada.- Nos vemos en casa para cenar.- Se despidió rápidamente y se marchó sin más perdiéndose al fondo de la gran calle.
El detective asesor se quedó mirando fijamente por dónde se marchaba el rubio y el camino que hacía… Siempre había oído hablar del problema que solían tener sobre confundir el amor con el carió, pero nunca lo había experimentado –evidentemente-. Pero cuando pensaba en todo lo que John había pasado y vivido por él y aun así estaba a su lado, le había pensar que sí que empezaba a sentir, quizás no de la forma mundana, de una forma tan pasional y disparatada, pero él que se basaba en hechos, observaciones, datos y la más absoluta verdad, no podía decir que John fuese como el resto, quisiera o no, lo aceptase o no, en contra de todo sus principios, pero era la verdad y mentirse a sí mismo sería un disparate, ya que haría lo que la gente normal… Y como él no era normal, ignoraría el sentimiento.
No se había dado cuenta que había echado a andar por las calles de un lado a otro entre la muchedumbre que había aparecido de repente de la nada, dejando que ellos le guiasen… Pero no podía dejar ahora mismo de darle vueltas a ese tema… Y empezó una conversación mental con sí mismo.
¿Por qué no? Porque no quiero poner en peligro a John. Siempre lo pones. Pero no sería lo mismo. ¿Por qué? Tendría total dependencia de él, no podría soportar que le pasase ni lo más mínimo y estaría más pendiente de él que del caso, asesino o lo que estuviéramos haciendo, por lo que no podría hacer bien las cosas. ¿Sientes algo? … Sí. No puedes sentirlo. Lo sé. Pues detente, ignóralo. Me cuesta demasiado, pero lo intentaré. No lo intentes, hazlo, si intentas no lo consigues porque tienes la oportunidad de fallar, tienes que proponerte hacerlo, no intentarlo. Soy tu, ya lo sé. Pues no lo parece. Lo siento. ¿Por qué? Esto no debería de haber ocurrido. Rectifica. ¿Será lo mejor? Sí. ¿John siente algo por mí? Sí, lo sabes. ¿Y esa novia a la que le iba a dar un regalo? Te quiere, lo sabes. Entonces he de ignorar esto. Bienvenido de nuevo. Gracias
Volvió a la consciencia total de su palacio mental y siguió andando ahora con rumbo fijo, empezaba a estar cansado y a tener hambre, y por fin, había llegado a la conclusión de que John no podría ser más que un amigo… Su único amigo.
Abrió la puerta del piso y siguió su ritual al entrar en su casa: Abrir la puerta, escuchar quién hay, quitarse la bufanda, después la gabardina, asomarse al salón y si hay alguien ver qué está haciendo. John se encontraba terminando la cena y poniéndola en ambos cuencos: sopa.
- Justo para la cena.- Le saludó cogiendo los dos cuencos y tendiéndole el suyo.
- Siempre llego a tiempo.- Se alagó cogiéndolo junto con una cuchara metálica y se sentó en el sofá ante un suspiro cansado de John.
Comenzaron a cenar en silencio, solo escuchando las noticias del televisor que lo rompía, ni John sabía que decir ni Sherlock quería agravar la situación y que algo cambiase.
- Últimamente te veo muy susceptible.- Comentó Sherlock terminando su cena y recostándose en su sillón, llamando la atención de John.
- ¿Yo?- Preguntó sorprendido levantando la cabeza hacia él.- Impresión tuya.- Contestó llevando ambos cuencos hacia la cocina, dándole la espalda momentáneamente a Sherlock.
- ¿Quieres que empiece a darte pruebas de esa impresión?- Retó a John con el ceño levemente fruncido y una ceja levantada, odiaba que le dijera que eran impresiones suyas.
- No Sherlock, no empieces.- Respondió tajantemente lavando ambos cuencos rápidamente.
- Pues entonces deja de dudar de mi mente y que tengo "impresiones".- Le indicó cortante cruzando las piernas y alzando la cabeza en gesto de superioridad, sentía portarse a veces de esa forma con John, pero le había dado motivos y ahora mismo, más que nunca, era necesario.
- Ni que fueras el mayor sabio de este mundo.- Recriminó a Sherlock, mintiendo.
- Más que el resto de mentes patéticas y normales como la tuya.- Respondió a ese ataque con otro aún mejor, estaba ya especializado en responderlos, pero aquello se descontrolaría en algún momento en que ambos uno de los dos estallase.
- ¡No tienes remedio!- Comenzó a alterarse dejando bruscamente los cuencos en un armario superior.
- ¿Yo? Siempre empiezas tú.- Aclaró cogiendo el mando de la tele como si nada.
- ¡Porque no me tienes nada de respeto! ¡Solo pido un poco! Le echó en cara enfadado.
- ¿Me tienes tú acaso algún respeto? Sé sincero por amor de Dios John, y deja de tratar que no lo soy, porque lo soy y lo sabes, ¡Soy un genio! Se levantó del sofá gesticulando mucho, moviendo la cabeza y hablando demasiado rápido.- Solo diría eso alguien como el resto, alguien que envidia mi coeficiente intelectual, mi don y mis habilidades superiores.- Continuó dejándolo –o tratando de hacerlo- por los suelos.
- Vete a la mierda Sherlock, sé sincero tú también, no habrías salido de muchas si no fuera por mí, como con el taxista ese loco, admítelo de una vez maldita sea.- Contestó enfrentándole esta vez muy cerca suya.
- Soy Sherlock Holmes, el único detective asesor, no necesito a nadie, no tengo amigos, ni los necesito, me he bastado y me he sobrado todo este tiempo sin ti en las mismas condiciones de peligro.- Dijo sin ningún tipo de tapujo aunque tranquilo y serio dejando a John tocado, después de todo no creía lo que le estaba diciendo, había llegado a su límite.
- Pues sigue necesitándote a ti solo, ya estoy harto y cansado, me voy.- Sentenció con cara de asco pero neutra, sin poder expresar nada, dio media vuelta y se metió en su habitación dando un portazo.
Continua...
