Hola! Espero que les guste (realmente lo espero) la verdad nunca me ví mucho futuro en esto del fanfic, pero últimamente me a he pasado buena parte de mi tiempo leyéndolos y vaya que lo he pasado bien, así que quise contribuir XD Esta historia además, es extremadamente viejita, de por ahí como el 2006, así que le corregí algunas cosas, ya tengo el final y todo, lo subiré pronto.
Se la dedicaré a Neomina, que ni me conoce ni la conozco pero escribe bárbaro *-* y es responsable de que le haya retomado el gusto a todo esto.
PD: Si tiene mal alguna etiqueta o algo, háganmelo saber por favor, hay demasiados botones aquí O.o
Y... veo que todos ponen esto, así que lo haré también XD Si Saint Seiya me perteneciera, Milo y Camus serián pareja oficial, yo estaría casada con Albafica y Athena no sería una hija de p*ta sin remedio, evidentemente, nada de esto me pertenece.
Desastre. Llevaba más de tres horas pretendiendo leer el enorme volumen que tenía frente a sus ojos , en su cabeza las ideas giraban cruelmente. En momentos así, realmente detestaba que su mente trabajara de esa forma, no le estaba dando posibilidad de tregua, no era capaz de concentrarse y si no se conociera juraría que aquella sensación en su estómago se parecía un poco al miedo.
¿Como es que las cosas habían llegado tan lejos?
Suspiro. Aquella larga cabellera roja se le fue hacia el rostro, la aparto con su mano con algo de fastidio, sentía fastidio por muchas cosas últimamente. Los cielos eran testigos de que no había existido nada en este mundo capaz de quebrantar su incorruptible postura de firmeza ante la vida, pero esto...realmente llego para darle una paliza.
Levantó su mirada y lo vio tendido en la cama, justo como lo había dejado, con el cuerpo desguanzado y un gesto triste en el rostro…
Temor…
Se esforzó por recordar si había visto aquella expresión prendida de sus labios en algún otro momento, en la infancia, en el entrenamiento… Tal vez la primera vez que se fue tuvieron que despedirse por un largo largo tiempo, sí, le había notado la tristeza en el rostro, pero no así, está era una tristeza profunda, que había aniquilado por completo su usual sonrisa, que había llegado para apoderarse de aquel rostro que solía ser la viva imagen de la vitalidad. Si algo se podía decir de el gran Milo de Escorpio, es que sin importar el obstáculo al que se enfrentara, el jamás perdía la sonrisa, el era una tormenta, una tormenta siempre fuera de control... En muchos sentidos era un idiota. Impulsivo, tempestivo, aguerrido, sorprendentemente testarudo y su orgullo no conocía limites, no pensaba las cosas antes de actuar, no media las consecuencias de nada, él tenía que hacer las cosas a su manera, siempre a su manera y en ese mismo instante. ¡Vaya que le había provocado dolores de cabeza! Milo lo hacía salir de quicio y perder la compostura, cosa que no era nada fácil, el, sencillamente parecía poseer un talento innato para eso. Ese bicho tiene una enorme cabeza que no utiliza para nada, no piensa, no mide las consecuencias, no usa medidas prácticas, con él la vida es un torbellino, nada es simple…
Estúpido bicho.
A veces Camus pensaba esas cosas, se le colgaba la seriedad del rostro…más de la habitual, imaginaba su vida sin el escorpión dorado, sería bastante más simple, para empezar, no tendría que pasar cada tarde en este minúsculo diván.
Y luego recordaba, como si hubiese sido aquella misma mañana, cuando a pocos días de llegar al santuario y comenzar su entrenamiento, vio a aquel chiquillo saltando en las ruinas, riendo, con la melena revuelta y la cara llena de pecas, gritaba, corría de un lado a otro, estaba armando un gran escándalo… como si no existiera nadie más en su alocado mundo.
- Es un tonto, seguro se cae…
Su maestro notó la distracción de su pequeño alumno. No se molestó, él era un hombre de carácter muy sereno, el profesaba que existía una razón detrás de cada acción que se realiza en el mundo, a sus ojos, si observáramos con mas cuidado, descubriríamos las respuestas de las grandes interrogantes de la vida.
- No lo conoces, ¿no es cierto? Debo darte algún tiempo para que te presentes con los demás, él es así, es el aprendiz de Escorpio, no se le acaba la energía, cuando tiene algún momento lejos de la mirada de su mentor, empieza a saltar por todas partes. Acostúmbrate.
-Parece que quiere matarse...
El hombre dibujo una sonrisa ligera en sus labios, Camus era comprometido, quizá demasiado para su edad, a veces le preocupaba un poco su extrema serenidad…
- Es algo propio de Escorpión, de todos ellos, son pura impulsividad, este tiene un especial entusiasmo por la vida misma…quizá, tiene más de calor en el corazón del que todos imaginan – Y de repente una gran sonrisa…una franca, cómplice y misteriosa sonrisa, para luego fijar la mirada en el pequeño francés- Serán buenos amigos…
El pelirrojo no comprendió muy bien las palabras de su maestro, había una evidente carencia de ilación en ellas, ¿amigos? No estaba tan seguro, demasiado descontrol para su gusto, basta con mirarlo nada mas, de nuevo a los brincos, realmente va a romperse las piernas…
Acto seguido el muchachito probo suerte con un salto imposible, y cual profecía, termino mordiendo el polvo.
La caída se vio tan aparatosa desde donde él pelirrojo estaba, que salió disparado, bajo el embrujo de algún impulso venido desde quien sabe dónde, y encontró al pequeño griego con el rostro bajo y sujetando su mal trecha pierna, la sangre le corría desde el muslo hasta el tobillo, una herida realmente grave…y fea. Y entonces sucedió, el pequeño rubio levanto el rostro, y aún con esos increíbles, deslumbrantes y completamente hermosos ojos turquesa llenos de lágrimas, le dedico la más sincera y enorme de las sonrisas.
Le robo el corazón...
Y desde ese entonces hasta ahora, había perdido la cuenta de cuantas veces se descubrió a si mismo agitando a su amigo de los hombros, desesperado, preocupado, a veces incluso asustado, a los gritos, una vez (o dos o tres…) se le escapó una lágrima traidora.
- ¡Demonios Milo! Todo debe hacerse a tu manera! ¡Todo es sobre ti! Tómate al menos la bendita molestia de pensar en tu propia seguridad! ¡Piensa en eso!
Piensa en mí…
Y Milo lo arreglaba absolutamente todo con su encantadora sonrisa.
Y ahora, estaba ahí, sentado, siendo testigo de su dolor y sin poder hacer nada.
Tenía que poder hacer algo, era su amigo.
Porque eso era, nunca habían formalizado nada, era cierto que le amaba y Milo le correspondía, el tiempo simplemente se había encargado de hacer madurar ese amor y ellos lo habían permitido, era una amistad que rompía todas las barreras. Amor.
Camus amaba los libros, y también amaba las palabras y los que lo conocen pueden dar fe de que él, no habla mucho, porque siempre tiene las palabras justas, él siempre sabe que decir.
Estúpido don inútil, no le había servido para nada...ahora sí que estaba molesto, este podía ser el momento más imprescindible, jamás había necesitado las palabras tanto como ahora y él simplemente no sabía que decir.
-Maldita suerte…
Había algo de culpa que le dolía en el corazón. Después de todo, él le había convencido de tomar aquella encomienda. Esa tarde, el patriarca había mandado llamar a Milo con urgencia, Camus paso una hora haciendo puerta afuera, le pareció una eternidad, y cuando Milo volvió, en vez de su habitual fanfarronería tipo "No pueden sin mí", tenía una expresión contrariada...
¿Miedo?
-Me ha solicitado que sea maestro. Dos chiquillos...dos…dos…-
Tenía los ojos perdidos, hablaba como si estuviera adormilado... Parece que le había provocado una fuerte impresión la idea, jamás había hecho algo así, nunca ocultaba su desdén por el "par de sabandijas prietas que te hacen perder el tiempo en esa tierra congelada y sin gracia" , nunca había cruzado por su cabeza la idea de una misión de ese tipo, a su parecer, siempre habría un mejor candidato "más sensato y aburrido" para ese tipo de cosas. A Camus lo único que no le sorprendía era la reacción del bicho, por lo demás, que Zeus nos ayude… El francés había sido maestro más de una vez, en secreto le encantaba, y en secreto también, había amado a esos críos, le habían hecho sentir orgulloso y el sentía la inclinación de protegerlos. ¿Qué haría Milo con niños? Volverse loco, tirarlos a la perdición o estrangularlos… Milo era demasiado impulsivo y despreocupado, incluso un poco egoísta con quienes realmente no apreciaba, él tenía un corazón bello pero de cierta forma, a veces era un chiquillo, Camus no estaba muy seguro de como un crió podría educar a otro...
Aunque eso también era parte de su encanto, Milo no sería tan fascinante sin sus berrinches y su actitud infantil, así como su pasión, simplemente era parte de él, no había nadie que se le pudiera comparar...
El francés sonrió al pensarlo y al ver a su amigo, con la vista perdida y aquella expresión pálida, llevaba cerca de tres minutos en silencio. Un nuevo record.
- Parece que has visto un fantasma...¡Hasta que encontraron la forma de hacerte callar la boca!-
Aquellas palabras le devolvieron la vida a los ojos del griego.
- Muy gracioso, hielito, es grandioso saber que cuento con tu apoyo- respondió sarcásticamente.
- Claro, y creo que lo harás de maravilla, podrás educar a esos chiquillos a ser el caballero que tú no pudiste ser-
- ¡Maldito francés hablador, te tragarás tus palabras!- Camus esquivo aquel juguetón ,pero bien proyectado golpe, su amigo sonreía mientras murmuraba improperios y le propinaba algunos empujones en el pecho sin poner mucho empeño.
- Si es demasiado para ti, deberías decirlo...-
- Una palabra más y juro que pateare tu dorado trasero escalón por escalón hasta llegar con Mu-
Camus sonrió ligeramente y recobro su habitual porte ,su lado extrovertido había sido suficientemente quemado por un día, fijo la mirada en el horizonte...
- Eres un gran guerrero, no solo eres fuerte, también comprendes el equilibrio entre orgullo y compasión- Entrecerró los ojos y suspiro- es una cualidad que nadie, ni yo, puedo imitar, sabrás enseñar cómo ser un guerrero con corazón, no podrán encontrar a nadie que pueda transmitir una enseñanza más valiosa- Milo lo miraba, con los ojos abiertos como platos, eran palabras demasiado cálidas para provenir del mago del hielo, lo había tomado por sorpresa. - además- prosigio el francés sin despegar la mirada del horizonte - si te tengo como amigo es porque no me atrevería a tenerte de enemigo- Milo hecho a reír, si aquella afirmación era real o no, no importaba mucho, lo que le cautivo fue escucharlo hablar de esa forma, estaba embelesado con aquel ataque de sinceridad.
- Deberías cuidar a tus críos, la primera encomienda que le daré a los míos será hacerles una visita.-
- Que lo intenten, te los devolverán congelados hasta las ideas-
Y así, con el desbordante entusiasmo con el que Milo hacia todo en su vida, partió, por meses y meses a entrenar a aquellos chicos, al instante en que se fue, Camus lamentó haberlo persuadido, como había sospechado, su vida era mucho menos problemática y sorprendentemente monótona sin el escorpión a su lado, se escapó varias veces para hacer una " visita sorpresa" y esas visitas eran bien largas y aprovechadas, tuvieron que valerse de todas sus mañas para que los chiquillos no los descubrieran incluso el griego solicito a su compañero congelar a los monstruos en un nada amable ataúd de hielo para tener santa paz al menos un par de días…
-Debieron ahogarlos al nacer, el infierno no tendrá espacio para miserables de su talla…
Al principio, el heleno refunfuñaba mucho este tipo de afirmaciones, la realidad es que Milo tuvo problemas con los chicos, su carácter demasiado despreocupado era muy parecido al de aquellos mocosos a tan corta edad (gran sorpresa) simplemente había cierta fricción... Con el tiempo, Camus presencio una sorprendente transformación, aquellos críos veían a Milo como un héroe capaz de todo y él los amaba, y como todo lo que hacía en su vida los quiso sin control y sin medida, se convirtieron en la razón de su sonrisa y su orgullo.
- Ahora entiendo porque pasabas tanto tiempo en ese infierno de hielo- Sonrisa- Empiezo a soñar con que puedan patearme el trasero un día, y me haría feliz…¡Ah, Camus, maldito ingrato! ¡Debiste ser un buen amigo y advertirme! Creo que ya nunca podré sacármelos de la cabeza.
Ahí vino el desastre, Milo regresó al fin al santuario, con su par de chiquillos pisándole los talones, los críos deberían pasar algunas pruebas más y varios meses de entrenamiento extra antes de obtener una cloth, pero ahora, la onceava casa quedaba mucho más cerca.
Ese mañana, dormían exhaustos, prisioneros de un embrujo despiadado (resaca), de la noche anterior solo quedaban las botellas de vino vacías en la sala contigua y el rastro de ropa regada de camino a la habitación. Escucharon aquella voz que a los gritos llamaba a Milo, se levantaron de un brinco, nunca les era grato ser tomado por sorpresa y menos "así", el aguador alcanzó a divisar de reojo como su compañero saltaba de la cama, tomaba unos pantalones del suelo y salía a la velocidad de la luz de la habitación, Camus trato de seguirlo igual de rápido, los pantalones no se cerraban, Milo se había equivocado y se llevo los de el chico francés...pero si quien hubiese llamado, solo estaba bromeando, a estas alturas Milo estaría triturándolo a golpes, no había tiempo para perder, así que tuvo que sujetárselos con una mano, y así, a medio vestir fue detrás de su amigo, luego todo paso muy rápido...
Fue como si un gran golpe estremeciera todo su mundo y hubiese dejado todo revuelto, los discípulos de Milo habían decidido que habían trabajado muy arduamente por mucho tiempo y querían divertirse, escaparon por la noche y cometieron las locuras propias de la juventud en el peor momento posible, quizá fue el propio destino quien creo aquella jugarreta, alguien les siguió los pasos y no fue al azar, este lugar santo tiene muchos enemigos, algunos más fuertes que otros y ellos, eran solo unos niños, ese día un chico perdió la vida y algo en el corazón de Milo se rompió, nadie lo vio llorar, Camus alcanzó a escuchar un murmullo, susurro…más bien, un pensamiento que se le escapó
"Es mi culpa"
Yo no creo que él sea culpable, ¿No recuerda aquella vez que nos quedamos atrapados en una cueva, porque olvidamos donde quedaba la salida? Pasaron casi el día entero buscándonos, tuvieron que sacarnos en brazos, enfermamos y pasamos dos días en cama, había algún tipo de humo extraño proveniente de no sé dónde que nos dejó verdes como lagartijas y sin poder retener nada en el estómago por más de diez minutos... En otra ocasión casi nos matamos tratando de alcanzar los frutos de un manzano al borde de un acantilado (si, brillante idea) aquello fue pura suerte, pude asirme de una raíz y Milo de mi pierna, no sé si fue cosmos, suerte o adrenalina la fuente de la fuerza que tuve en aquel momento para llevarnos de vuelta a tierra firme, tuve miedo y nunca lo confesé, alguna otra vez nos fuimos muy profundo en el mar en un caluroso día, era otra fanfarronería y terminamos atrapados en una corriente, no recuerdo muy bien como salimos de eso, tragamos sal hasta la conciencia y tuve algún tipo de laguna mental sobre ese día, pero si recuerdo que fue Milo quien sujeto con fuerza mi mano para evitar que nos separáramos, si, éramos aprendices de caballero, pero antes que eso éramos niños y por Zeus que hacíamos estupideces, y lo hacíamos con ganas, simplemente alguna estrella brillo sobre nosotros y nos permitió llegar hasta aquí, eso es todo, no había ninguna diferencia entre esos chiquillos y nosotros... Si la ruleta hubiese girado un poco distinto, no estaríamos aquí...
Y aunque yo sabía eso y lo entendía en mi cabeza, no era capaz de articularlo en palabras, veía a Milo con el corazón hecho trizas, porque eso era, había tenido un par de penas en su vida, como todos, y él era de los que las sufrían en el momento y pasaban a los siguiente, su entusiasmo por la vida siempre era más grande "Algo propio de escorpión", pero esta vez no, el no lloraba, no hablaba con tristeza, pero tampoco hablaba en lo absoluto, ya no reía, no bromeaba y no se interesaba por nada, entrenaba hasta no poder más cada mañana sin siquiera pensarlo y a media tarde caía dormido como quien ha sido golpeado mil veces, sé que se pasa las noches de pie, dando vueltas de un lado a otro… ¡y sin decir una palabra! Eso, lo que sea en lo que él se había convertido no se parecía ya en nada al Milo que yo conocía, esta pena está acabando con él, y en estos tiempos de paz tan absoluta, donde hay poco en que pensar y poco con que distraerte, es la peor de las torturas.
Quiero hablar con él, quiero hacer algo, bajaría al mismo inframundo y de vuelta si allí se encontraran las palabras o el consuelo, no sé qué hacer, yo ya no sé qué hacer...
Aclaraciones: Las cursivas son pensamientos. En el siguiente capitulo Milo cuenta la historia y le da final, no quería que fuera un drama terrible, así que le daré alguna solución conveniente...lamento pasar de tercera persona a primera persona así nomas XD espero no haber revuelto a nadie
