Por fin lo había conseguido. Después de tanta lucha, sufrimiento y de tantos enemigos. Pero allí estaba, delante de él un duendo lo miraba expectante, esperando empezar una nueva treta.

- Y bien Goliath, ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué me has llamado? – el duende parecía impaciente para conocer el motivo de su llamada.

- Puck, necesito que hagas algo por mí – no era una petición, más bien una orden.

- ¿Qué es lo que quieres? –

- Quiero que me hagas lo mismo que le hiciste a Démona –

- ¿Quieres convertirte en una hembra? – el tono burlón sin poder contener la risa, pero un gruñido lo detuvo.

- No. Lo que quiero es poder convertirme en humano de día –

- ¿Quieres ser un humano de día? – el duende estaba impresionado, sin dar crédito a lo que escuchaba – creía que estabas orgulloso de ser una gárgola –

- Y lo estoy – Goliat se mostró ofendido – pero hay… ciertos motivos por los que quiero ser humano de día. No es asunto tuyo, tan sólo hazlo – la orden le salió como un pequeño gruñido de impaciencia.

- Está bien. Te haré este pequeño favor, pero la próxima vez no me molestes por algo así. Creía que habría más diversión –

Todas la Gárgolas estaban en la terraza, junto con Elisa, esperando el amanecer. Los miembros de la manada parecían impacientes y preocupados. A pesar de que Elisa les preguntó una y otra vez que ocurría, ninguno no contestó. Se extrañó de que le guardaran un secreto, pero no le dio importancia: "cosas de gárgolas".Por fin aparecieron los primeros rayos de luz y todos se fueron convirtiendo en piedra. Todos excepto Goliath que permanecía en pie, mirándola fijamente. Elisa le miró sorprendido, sin dar crédito a lo que sus ojos observaban: Goliath estaba despierto delante del amanecer y con forma humana.

- ¿Elisa? – su voz sonó suave

- Goliath ¿Cómo es que tú…? – no le salieron las palabras.

- Le pedía a Puck que me convirtiera en humano de día. Los demás podían escoger hacerlo también, pero no quisieron – se acercó lentamente a ella.

- No puedo creerlo – Elisa le acarició el rostro con suavidad.

- Yo… quería encontrar una manera de estar juntos, pero no puedo renunciar a lo que soy –

- Lo entiendo. Gracias –

Empezar el día con un suave beso de Elisa parecía un buen comienzo como humano, sin tener que renunciar a lo que era: una gárgola. Ambos se marcharon, saliendo de la torre para disfrutar el primero de sus mejores días.