Prólogo
Oscuridad envolvía la mayoría de la habitación compacta, con la única alteración proveniente de la franja de luz que entraba por la puerta al momento en que una figura masculina alta y amenazante ingresó, y desapareció cuando el hombre cerró la puerta tras él. Recordando el lugar de cada objeto en la habitación, pudo moverse alrededor de la cama tamaño reina y el pequeño baúl en su extremo, tomando el control remoto de la parte superior de la cama y sacando la silla del escritorio para sentarse en el asiento de madera sin el uso de la luz en el techo. Presionó el botón de encendido del control remoto para prender el televisor pantalla plana y tener algo de ruido de fondo para trabajar. Oprimiendo el interruptor de la pequeña lámpara de escritorio para iluminar el escritorio, abrió un cajón y tras revisar su contenido, sacó una revista de propiedades.
Colocó la revista, llena de tiras de notas adhesivas garabateadas que sobresalían de las páginas, sobre la mesa y la hojeó hasta casi alcanzar sus páginas intermedias. Las páginas en cuestión mostraban la foto de una hermosa mansión entre los árboles del bosque, además de proporcionar una tabla de información sobre ella, como las medidas del espacio, la cantidad de habitaciones y, por supuesto, el precio listado. Era la misma mansión que había visitado ese día para verla por sí mismo, y tras unas cuantas llamadas a su jefe y su contador, era la mansión que iba poseer inmediatamente. El apartamento no serviría para sus planes futuros; era demasiado pequeño y estaba demasiado poblado. Tenía que mudarse tan pronto como fuera humanamente posible, y esa mansión era el mayor regalo divino entre todos los regalos divinos.
Empujando cansadamente hacia arriba los pocos mechones de cabello rubio sucio que caían, no como el resto que desafiaban la gravedad, tomó un marcador negro y dibujó círculos rápidos y descuidados alrededor de la mansión en la imagen. Sacó una botella de cerveza, le quitó la tapa y se reclinó en su silla, levantando la botella en el aire y mirando la suave silueta azul del televisor contra la figura del envase.
-Que comiencen los juegos- murmuró con una sonrisa festiva mientras engullía la delicadeza líquida.
